Por Ángel Moreno
(de Buenafuente)
El invierno recrudece la intemperie,
soledad que se hace recia en despoblado.
El grito no llega al tú vecino, humano.
Cabe resignarse o huir del aislamiento.
También es posible sentir el vértigo,
la locura de gritar voces al aire,
la nostalgia de los rostros deseados,
el refugio ensimismado, solitario.
Y, si esperas, cabe descubrir la voz,
el horizonte del espacio íntimo,
la habitación real, cálida, secreta,
el Tú interior, abrazo, caricia y beso.
Cabe el amor en el recinto secreto,
más adentro aún de todo pensamiento,
atravesados los deseos primarios,
Dentro de ti, en el más profundo centro.
Prueba a recorrer la arena del desierto.
Silencia todas las voces del recuerdo.
Deja resonar sin ruido perceptible,
la voz que te declara: “Yo a ti te quiero”.
No pienses me invento relación amiga,
que miento y te engaño si te digo: ¡Espera!
Mucho antes que yo nos lo aseguran otros,
es posible enamorarse en el desierto.
Otro amor divino entona sus canciones,
que nos liberan de obsesos pensamientos.
¡Dejémonos querer por quien nos habita,
Y el frío no podrá al calor doméstico.