«No nos cansemos de hacer el bien, porque, si no desfallecemos, consecharemos los frutos a su debido tiempo. Por tanto, mientras tenemos la oportunidad, hagamos el bien a todos», tema propuesto por el Papa Francisco para este año.
Por Jesús de las Heras Muela
(Periodista y sacerdote. Deán de la catedral de Sigüenza)
Anteayer, miércoles, día 4 de marzo, ha sido Miércoles de Ceniza, día del comienzo de la Cuaresma, que se prolongará hasta la tarde del Jueves Santo, 14 de abril (la Semana Santa de 2022 será del 10 al 17 de abril).
Así, pues, durante cuarenta días –imagen de los cuarenta días de Jesucristo en el desierto antes de comenzar su predicación y misión y los cuarenta años del pueblo de Israel en el desierto hasta llegar a la tierra prometida-, los cristianos nos encontraremos en el tiempo litúrgico de la Cuaresma, un bien hermoso y caracterizado tiempo de preparación a los misterios centrales del cristianismo: la pasión, muerte y resurrección redentoras de Jesucristo.
El ciclo cuaresmal tiene seis domingos, incluido el Domingo de Ramos, pórtico solemne de la Semana Santa. La espiritualidad de estas semanas mira a preparar la vivencia de la Pascua de Resurrección con mayor intensidad religiosa en las celebraciones litúrgicas y en prácticas como la oración, los retiros, la limosna, el ayuno y la penitencia. El ambiente cuaresmal se aprecia también en las celebraciones: los ornamentos son de color morado, se suprime el Gloria y el Aleluya y el templo aparece más sobrio. Todo ello hasta el Domingo de Pascua de la Resurrección del Señor, que será el 17 de abril.
Invasión de Ucrania y llamada del Papa
Por otro lado, en las vísperas de esta Cuaresma 2022, Rusia ha invadido Ucrania, dejando abierto un devastador escenario bélico, de conculcación de derechos fundamentales y de amenazas para toda la seguridad, bienestar, libertad y paz de la humanidad.
El día previo a la invasión rusa de Ucrania, el Papa Francisco hizo público el siguiente llamamiento: «Tengo un gran dolor en el corazón por el empeoramiento de la situación en Ucrania. A pesar de los esfuerzos diplomáticos de las últimas semanas se están abriendo escenarios cada vez más alarmantes. Al igual que yo, mucha gente en todo el mundo está sintiendo angustia y preocupación. Una vez más la paz de todos está amenazada por los intereses de las partes.
Quisiera hacer un llamamiento a quienes tienen responsabilidades políticas, para que hagan un serio examen de conciencia delante de Dios, que es Dios de la paz y no de la guerra; que es Padre de todos, no solo de algunos, que nos quiere hermanos y no enemigos. Pido a todas las partes implicadas que se abstengan de toda acción que provoque aún más sufrimiento a las poblaciones, desestabilizando la convivencia entre las naciones y desacreditando el derecho internacional.
Y quisiera hacer un llamamiento a todos, creyentes y no creyentes. Jesús nos ha enseñado que a la insensatez diabólica de la violencia se responde con las armas de Dios, con la oración y el ayuno. Invito a todos a hacer del próximo 2 de marzo, Miércoles de Ceniza, una Jornada de ayuno por la paz. Animo de forma especial a los creyentes para que en ese día se dediquen intensamente a la oración y al ayuno. Que la Reina de la paz preserve al mundo de la locura de la guerra».
Mensaje cuaresmal papal y pandemia
«No nos cansemos de hacer el bien, porque, si no desfallecemos, cosecharemos los frutos a su debido tiempo. Por tanto, mientras tenemos la oportunidad, hagamos el bien a todos» (Ga 6,9-10a) es la frase de la carta del apóstol san Pablo a los Gálatas que el Papa Francisco ha elegido como tema y lema para esta Cuaresma, todavía en tiempos de pandemia, la tercera consecutiva, una pandemia ahora, eso sí, mucho más leve que la vivida en 2020 y en 2021.
Y todo ello, adquiere especial resonancia e interpelación también porque estamos todavía en pandemia. De ahí, la necesidad de elevar la mirada, como nos pide el Papa, y no perder la perspectiva, que no es otra que Jesucristo encarnado, crucificado y resucitado por nosotros.
Señas de identidad cuaresmal
Durante la Cuaresma, según la legislación vigente de la Iglesia, es preciso abstenerse de comer carne durante todos los viernes de estos cuarenta días. Junto a la abstinencia, la Iglesia nos llama también al ayuno (abstinencia y ayuno constituyen la dimensión penitencial de la Cuaresma) el ayuno obliga tan solo para el Miércoles de Ceniza, el pasado miércoles, día 2 de marzo, y para el Viernes Santo, este año, el día 15 de abril.
Y hay otros dos caminos cuaresmales por excelencia: la limosna o la caridad es también espléndido y necesario camino cuaresmal. Esta limosna cuaresmal puede nutrirse del importe de aquello de lo que nos privemos a través del ayuno. Y hay otro camino cuaresmal más, que es la oración, y, de modo transversal, la formación cristiana.
Sembrar y cosechar
Y ahora, esta página de RELIGIÓN de hoy de NUEVA ALCARRIA ofrece una selección de 25 frases del mensaje del Papa Francisco para la Cuaresma de 2022:
(1) La Cuaresma es un tiempo favorable para la renovación personal y comunitaria que nos conduce hacia la Pascua de Jesucristo muerto y resucitado.
(2) Para nuestro camino cuaresmal de 2022 nos hará bien reflexionar sobre la exhortación de san Pablo a los Gálatas: «No nos cansemos de hacer el bien, porque, si no desfallecemos, cosecharemos los frutos a su debido tiempo. Por tanto, mientras tenemos la oportunidad (kairós), hagamos el bien a todos».
(3) En este pasaje, el Apóstol evoca la imagen de la siembra y la cosecha, que a Jesús tanto le gustaba. San Pablo nos habla de un kairós, un tiempo propicio para sembrar el bien con vistas a la cosecha.
(4) ¿Qué es para nosotros este tiempo favorable? Ciertamente, la Cuaresma es un tiempo favorable, pero también lo es toda nuestra existencia terrena, de la cual la Cuaresma es de alguna manera una imagen.
(5) La Cuaresma nos invita a la conversión, a cambiar de mentalidad, para que la verdad y la belleza de nuestra vida no radiquen tanto en el poseer cuanto en el dar, no estén tanto en el acumular cuanto en sembrar el bien y compartir.
(6) Durante la Cuaresma, estamos llamados a responder al don de Dios acogiendo su Palabra «viva y eficaz». La escucha asidua de la Palabra de Dios nos hace madurar una docilidad que nos dispone a acoger su obra en nosotros, que hace fecunda nuestra vida.
(7) ¿Y la cosecha? ¿Acaso la siembra no se hace toda con vistas a la cosecha? Claro que sí. El vínculo estrecho entre la siembra y la cosecha lo corrobora el propio san Pablo cuando afirma: «A sembrador mezquino, cosecha mezquina; a sembrador generoso, cosecha generosa».
(8) Pero, ¿de qué cosecha se trata? Un primer fruto del bien que sembramos lo tenemos en nosotros mismos y en nuestras relaciones cotidianas, incluso en los más pequeños gestos de bondad. En Dios no se pierde ningún acto de amor, por más pequeño que sea, no se pierde ningún «cansancio generoso».
(9) Al igual que el árbol se conoce por sus frutos, una vida llena de obras buenas es luminosa y lleva el perfume de Cristo al mundo. Servir a Dios, liberados del pecado, hace madurar frutos de santificación para la salvación de todos.
Jesucristo, nuestra esperanza definitiva
(10) La resurrección de Cristo anima las esperanzas terrenas con la «gran esperanza» de la vida eterna e introduce ya en el tiempo presente la semilla de la salvación.
(11) Frente a la amarga desilusión por tantos sueños rotos, frente a la preocupación por los retos que nos conciernen, frente al desaliento por la pobreza de nuestros medios, tenemos la tentación de encerrarnos en el propio egoísmo individualista y refugiarnos en la indiferencia ante el sufrimiento de los demás.
(12) Efectivamente, incluso los mejores recursos son limitados, «los jóvenes se cansan y se fatigan, los muchachos tropiezan y caen». Sin embargo, Dios «da fuerzas a quien está cansado, acrecienta el vigor del que está exhausto. […] Los que esperan en el Señor renuevan sus fuerzas, vuelan como las águilas; corren y no se fatigan, caminan y no se cansan».
«No nos cansemos de hacer el bien»
(13) La Cuaresma nos llama a poner nuestra fe y nuestra esperanza en el Señor, porque solo con los ojos fijos en Cristo resucitado podemos acoger la exhortación del Apóstol: «No nos cansemos de hacer el bien»,
(14) No nos cansemos de orar. Jesús nos ha enseñado que es necesario «orar siempre sin desanimarse». Necesitamos orar porque necesitamos a Dios. Pensar que nos bastamos a nosotros mismos es una ilusión peligrosa.
(15) No nos cansemos de extirpar el mal de nuestra vida. Que el ayuno corporal y la abstinencia que la Iglesia nos piden en Cuaresma fortalezca nuestro espíritu para la lucha contra el pecado.
(16) No nos cansemos de pedir perdón en el sacramento de la Penitencia y la Reconciliación, sabiendo que Dios nunca se cansa de perdonar.
(17) No nos cansemos de luchar contra la concupiscencia, esa fragilidad que nos impulsa hacia el egoísmo y a toda clase de mal, y que a lo largo de los siglos ha encontrado modos distintos para hundir al hombre en el pecado.
(18) No nos cansemos de hacer el bien en la caridad activa hacia el prójimo. Durante esta Cuaresma, practiquemos la limosna, dando con alegría. Dios, «quien provee semilla al sembrador y pan para comer», nos proporciona a cada uno no solo lo que necesitamos para subsistir, sino también para que podamos ser generosos y hacer el bien a los demás.
(19) La Cuaresma es un tiempo propicio para buscar y no evitar a quien está necesitado; para llamar y no ignorara quien desea ser escuchado y recibir una buena palabra; para visitar y no abandonar a quien sufre la soledad. Hagamos el bien a todos.
«Si no desfallecemos, a su tiempo cosecharemos»
(20) La Cuaresma nos recuerda cada año que «el bien, como también el amor, la justicia y la solidaridad, no se alcanzan de una vez para siempre; han de ser conquistados cada día». Por tanto, pidamos a Dios la paciente constancia del agricultor para no desistir en hacer el bien.
(21) Quien caiga, tienda la mano al Padre, que siempre nos vuelve a levantar. Quien se encuentre perdido, engañado por las seducciones del maligno, que no tarde en volver a Él, que «es rico en perdón».
(22) En este tiempo de conversión, apoyándonos en la gracia de Dios y en la comunión de la Iglesia, no nos cansemos de sembrar el bien. El ayuno prepara el terreno, la oración riega, la caridad fecunda.
(23) Sepamos que «si no desfallecemos, a su tiempo cosecharemos» y que, con el don de la perseverancia, alcanzaremos los bienes prometidos para nuestra salvación y la de los demás.
(24) Practicando el amor fraterno con todos nos unimos a Cristo, que dio su vida por nosotros y empezamos a saborear la alegría del Reino de los cielos, cuando Dios será «todo en todos».
(25) Que la Virgen María, en cuyo seno brotó el Salvador y que «conservaba todas estas cosas y las meditaba en su corazón», nos obtenga el don de la paciencia y permanezca a nuestro lado con su presencia maternal, para que este tiempo de conversión dé frutos de salvación eterna.
Artículo publicado en 'Nueva Alcarria' el 4 de marzo de 2022