El 19 de marzo, fiesta de San José, es el Día del Seminario; y en las comunidades autónomas en que no es festivo, como la nuestra, se celebra el domingo 20
Por Jesús de las Heras Muela
(Periodista y sacerdote. Deán de la catedral de Sigüenza)
En el entorno de la fiesta de san José, llega también el Día del Seminario. «Sacerdotes al servicio de una Iglesia en camino» es su lema para este año, un lema claramente en clave sinodal. Este curso 2021-2022. hay 1.028 seminaristas mayores en España, una cifra, de nuevo, en descenso en relación con los anteriores años. El número de seminaristas menores, también a la baja, es de 818. En 2021, hubo en toda España 125 ordenaciones sacerdotales, una menos que en 2020.
El Día del Seminario es una veterana jornada eclesial, con más de 80 años de trayectoria, destinada a suscitar vocaciones sacerdotales. Es, por ello, jornada de oración, de sensibilización y de animación vocacional y de presentación de testimonios de los propios seminaristas. Asimismo, el Día del Seminario da a conocer la vida, en sus dimensiones humana, formativa, espiritual, pastoral y material, de nuestros seminarios y llama, mediante colecta imperada, a colaborar económicamente con su sostenimiento.
La jornada del Día del Seminario es un momento propicio para poner de manifiesto la solicitud de cada parroquia por el seminario y por las vocaciones sacerdotales. La Iglesia en este día nos propone mostrar nuestra cercanía y aprecio por cada seminarista y orar por ellos, por sus formadores y por todas las vocaciones sacerdotales.
Tres seminaristas en Sigüenza-Guadalajara
Nuestra diócesis de Sigüenza-Guadalajara mantiene sus tres seminaristas mayores: Enrique López Ruiz, ya diácono desde el verano pasado y quien será ordenado presbítero esta primavera; Emilio Verada Cuevas, que el sábado 20 de marzo de 2021 recibió asimismo el lectorado y el acolitado y quien podría ser ordenado diácono en este verano; y Diego Gonzalo Moreno, que, en celebración, presidida por el obispo y llevada a cabo en la iglesia del seminario diocesano “San José” de Guadalajara, recibió, el sábado 12 de marzo, los ministerios de lector y acólito.
Nuestros tres seminaristas diocesanos estudian y residen en Madrid, aunque los fines de semana vuelven a nuestra diócesis y colaboran con la pastoral. Diego Gonzalo, el más joven de los tres, vecino de Azuqueca de Henares (parroquia de La Santa Cruz), con raíces familiares en Torrebeleña y Casasana, y de 23 años, colabora pastoralmente en la parroquia de Santa María Micaela de Guadalajara; Emilio, que es de Guadalajara (parroquia de Santiago Apóstol), con raíces en Pareja y en Budia, de 25 años, colabora con la parroquia de San José Artesano de Guadalajara. Enrique, que es el mayor en edad, 32 años y natural de Guadalajara (parroquia de Santa María), sirve pastoralmente en las parroquias de San Pascual Baylón y Beata María de Jesús, con la colaboración de estas a la unidad pastoral de Jadraque. Enrique cursa estudios de licenciatura en Catequética y Evangelización, y Diego y Emilio, 6º de Teología, incluido el primer curso de licenciatura en Teología Litúrgica y Teología Moral, respectivamente.
Entre otras actividades para el Día del Seminario 2022, junto a testimonios vocacionales en parroquias y el envío de la propaganda correspondiente a estas, el viernes 18 de marzo, a las 21 horas, la capilla del Seminario de Guadalajara acoge una vigilia de oración vocacional, promovida por las delegaciones diocesanas de Pastoral Vocacional y de Apostolado Seglar y Nueva Evangelización.
«Sacerdotes…»
El objetivo del seminario es acompañar a jóvenes llamados por Dios para ser sacerdotes, ayudándolos en el discernimiento de su vocación y formándolos para servir al pueblo de Dios. Del mismo modo que Jesucristo los llamó para que estuvieran con él y para enviarlos a predicar, en el seminario nos encontramos una comunidad que escucha su palabra, la interioriza y se pone en camino para seguir sus pasos.
A semejanza del Señor, que reunió al grupo de los apóstoles, en el seminario se vive en comunidad, estableciendo relaciones de fraternidad y lazos de amistad sincera. La relación personal con el Maestro no excluye, sino que se enriquece con la presencia de compañeros y la vivencia en comunidad de la fe y de la vocación. Esto es preparación y anticipo para un estilo de ser sacerdote y de estar presente en medio de la Iglesia y del mundo.
Por ello, el lema de este año empieza con la palabra «sacerdotes» en plural, recordándonos el sentido del seminario y llamándonos a acrecentar la fraternidad. Los sacerdotes no son llamados para estar solos. El seminario nos enseña la importancia de la comunidad y la necesidad de vivir una sana fraternidad.
Además, los sacerdotes han de saberse unidos a un presbiterio, llamados a trabajar en común y a acrecentar la fraternidad sacerdotal. Una fraternidad sacerdotal que es querida por Dios, igual que la que vivieron los apóstoles, y que por ello no es algo opcional, sino esencial en nuestra vocación.
«…al servicio...»
El lema de este año nos presenta también la vocación sacerdotal como servicio. Desde el principio, los cristianos estamos llamados a imitar a aquel a quien seguimos, que nos aseguró que él «está en medio de nosotros como el que sirve». Por eso el sacerdocio solo puede entenderse desde el servicio. Esto supone una gramática elemental de la vida como don recibido que tiende, por propia naturaleza, a convertirse en un bien que se dona; nuestro ser es «ser para los demás» y toda vocación auténtica es servicio a los otros.
En el seminario, los seminaristas aprenden a vivir el servicio y a servir a los hermanos, como parte integrante y fundamental de la vocación. Los intereses egoístas y el provecho propio han de desterrarse y deben dejar lugar al desarrollo de una vocación recibida para ser entregada. Solo desde la entrega la vocación recibe todo su sentido.
El sacerdocio, junto con la Palabra de Dios y los signos sacramentales, a cuyo servicio está, pertenece a los elementos constitutivos de la Iglesia. El ministerio del presbítero está totalmente al servicio de la Iglesia. El desempeño del ministerio sacerdotal conlleva saber servir a las comunidades a las que los sacerdotes son enviados. En el servicio discreto y silencioso, alejado de protagonismos, pero rico en experiencias y alegrías, los sacerdotes descubren unidos a quien no vino a ser servido, sino a servir, encontrando en ello la razón de nuestra vocación.
«…de una Iglesia…»
El servicio al que se llama a los sacerdotes (al igual que a todo el pueblo de Dios) se desempeña en el seno de la Iglesia, esposa de Cristo. La formación es, por tanto, fundamentalmente eclesial y comunitaria.
El futuro sacerdote proviene de la Iglesia particular y a ella regresa para servirla como pastor, con un nuevo envío y un carácter sacramental. Este regreso ministerial se refiere a la comunidad diocesana en la que quedará incardinado, para representar sacramentalmente a Cristo Cabeza, Siervo, Sacerdote, Esposo y Pastor, poniéndose al servicio de la comunión y de la misión confiada a la Iglesia: la evangelización.
El seminario es una etapa crucial en la vida del sacerdote, puesto que allí se aprende que la Iglesia, en su desvelo por cada uno de sus hijos, necesita de hombres dispuestos a servir y entregar su vida en todo tiempo y en cada circunstancia. Un servicio y una entrega de la vida que es también respuesta a las necesidades concretas de la Iglesia. El servicio que implica la vocación sacerdotal se debe llevar a cabo en la Iglesia tal y como esta necesita y espera ser servida.
Por eso, el seminario supone un momento de despojamiento, no solo porque introduce en la dinámica del servicio, sino también de la renuncia a los propios planes y proyectos en aras a una entrega total y sin reservas.
El sacerdote debe ser capaz de amar a la gente con un corazón nuevo, grande y puro, con auténtica renuncia de sí mismo, con entrega total, continua y fiel, con una ternura que incluso asume matices del cariño materno.
La Iglesia a la cual los sacerdotes se entregar y sirven, que acoge y cuida, tiene unas necesidades que deben ser atendidas. Jesucristo amó y se entregó por su Iglesia, y los sacerdotes están llamados a actuar del mismo modo. Aunque en la misma Iglesia hay diversidad de carismas, y el seminario es siempre ocasión de conocerlos y apreciarlos, todos están dados por el Espíritu para la edificación de aquella. La etapa del seminario sirve para comprender también que la diversidad no debe ser disgregación, sino cooperación al bien común.
Los sacerdotes, cada uno desde la misión confiada y contando con los distintos carismas presentes en la Iglesia, están llamados a servir a todo el pueblo de Dios. Por eso, el sacerdote debe ser hombre de comunión en una pastoral comunitaria, valorando y potenciando la aportación específica del laicado y de la vida consagrada, y aprendiendo a descubrir, discernir y promover los distintos carismas, ministerios e iniciativas evangelizadoras suscitados por el Espíritu en la Iglesia en orden a una fructífera colaboración.
«… en camino...»
La Iglesia está en camino constantemente, puesto que sigue a Jesucristo, su esposo, que es el camino, la verdad y la vida. La Iglesia militante a la que pertenecemos y a la que estamos llamados a servir, se pone toda ella en camino tras las huellas de su esposo.
La Iglesia peregrina en este mundo y busca caminos para llegar a todos los pueblos anunciando el Evangelio. Toda la Iglesia es misionera, toda la Iglesia sale a los cruces de los caminos para proponer a los hombres de buena voluntad la buena noticia.
Y en su peregrinar por este mundo, la Iglesia se muestra solícita buscando ser mensajera de la verdad, anunciando el Evangelio, en diálogo con un mundo tan necesitado de escuchar la buena nueva. Los futuros sacerdotes han de prepararse para vivir en una Iglesia en salida que disponga todos sus medios y estructuras en orden al anuncio del Evangelio, en una permanente conversión pastoral y misionera.
La Iglesia en camino enseña a los seminaristas en su etapa de formación que el anuncio del Evangelio es una misión que atañe a todo cristiano, y por supuesto, a los sacerdotes. En el seminario, con toda la ilusión de un corazón joven que quiere entregarse, los seminaristas tendrán ocasión de conocer que, en este anuncio, el sacerdote experimentará los gozos y las fatigas de una tarea irrenunciable de su vocación. El sacerdote está al servicio de la Iglesia, caminando con todo el pueblo de Dios y haciéndose eco de la llamada dirigida a cada hombre de cualquier época a formar parte de ella.
El Sínodo universal (en nuestro caso, también diocesano) en el que nos encontramos nos hace a todos ponernos en camino juntos. También los sacerdotes están llamados a caminar con todo el pueblo de Dios, poniéndonos a su servicio. El ejemplo de los sacerdotes, que salen de sus comodidades y de lo que ya conocen, para esforzarse en evangelizar y aportan su presencia y compañía a los bautizados, es un poderoso testimonio para los seminaristas.
Y aunque, en ocasiones, debido al estilo de vida propio de los seminarios, el contacto con las parroquias se vea reducido durante un tiempo en el que los seminaristas están aparentemente desconectados, sin embargo, la Iglesia, que es madre y cuida de todos sus hijos y custodia sus vocaciones, se mantiene en oración y en vela y hace partícipes a los seminaristas de todas sus inquietudes, retos y misiones.
Estampa del Día del Seminario 2022 (PDF)
Artículo publicado en 'Nueva Alcarria' el 18 de marzo de 2022