Por Alfonso Olmos
(director de la Oficina de Información)
He oído muchos testimonios sobre la vida del arzobispo emérito de Sevilla, el cardenal Carlos Amigo Vallejo, durante estos últimos días. La última etapa de su vida se ha desarrollado en Guadalajara, donde falleció el 29 de abril.
No quiero hacer un balance de su historia humana, cristiana, franciscana y episcopal. Otros saben mucho más y, además, tendría que acudir a la hemeroteca. Pero sí quiero dejar un testimonio escrito de eso que he escuchado tanto al superior general de los Franciscanos de Cruz Blanca, el hermano Luis Miguel, al hermano Pablo, que lo ha cuidado desde hace décadas, y a otros muchos que le han atendido en los días previos a su muerte.
Generosidad, entereza, paz, serenidad, jovialidad, discernimiento, piedad, vitalidad, fe, entrega, son algunas de las palabras que les he oído referir del cardenal. Son muchos los que han recordado su buen hacer en el ejercicio del ministerio y sus palabras oportunas en cada momento y circunstancia.
Nuestra diócesis se vincula así más a la Iglesia en Sevilla. Su último arzobispo, el ya emérito Juan José Asenjo, nació aquí, en Sigüenza, el anterior, el cardenal Amigo, aquí ha muerto, en Guadalajara. Descanse en paz este hombre de fe, este cristiano recio, vallisoletano de origen y sevillano de pro, este “amigo” de los pobres, de los alejados, de los inmigrantes, de los cofrades, de todos los cristianos y de los que no lo eran. Descanse en paz este hombre de Dios.