Invitación lírica a visitar la catedral de Sigüenza, en las vísperas inmediatas de una nueva y magna exposición en su seno y de la renovación de su iluminación exterior
Por Jesús de las Heras Muela
(Periodista y sacerdote. Deán de la catedral de Sigüenza)
Mientras la catedral de Sigüenza se apresta a dos grandes acontecimientos (la exposición ATEMPORA 2022, desde la tarde del viernes 22 de julio; y la inauguración de su nueva iluminación ornamental exterior, también en fecha muy próxima, todavía por concretar), esta página de hoy de NUEVA ALCARRIA ofrece diecisiete hermosísimos poemas sobre la seo seguntina.
Seis miradas panorámicas a la catedral
“Toda oliveña y rosa –como te dijo Ortega-,
rodeada de un aire que gira entre la niebla,
bajo la fina gasa del agua que resbala,
parece que amorosa alcances la aurora.
El románico escucha en tus piedras inmóviles
-doradas como bueyes, arrastradas por los siglos-
el mensaje amarillo de tu Doncel soñado,
que se escapa volando en la luz de la lluvia.
Hay un silencio clásico de lectura latina
y un olor perdidizo en la tierra mojada.
La luz se paraba en una luz violeta,
eternamente triste como un piano cerrado.
De pronto, ¡sí, de pronto!, en coro de alborada,
cruza una chica joven pregonando naranjas”
(Alfredo Juderías)
“Catedral de Sigüenza,
hermosa y clara como una urna de luz,
como un espacio luminoso y fijo,
como un vuelo de piedras musicales,
como una cúspide,
donde el amor se pone de rodillas.
Catedral de Sigüenza,
atril abierto al salmo de la vida,
equilibrio del aire, espejo donde
se miran cada noche las estrellas
y afirmaciones de todas las hipótesis.
Catedral de Sigüenza,
en que se viene haciendo
memoria nuestro olvido…
¡Y tantas cosas más!
¡Tantas cosas!”.
(Francisco Vaquerizo Moreno)
“Catedral, viva plegaria,
que se levante hasta el cielo
para llevar el anhelo
de una tierra extraordinaria.
La silueta milenaria
de tus altivos bastiones
enciende en los corazones
la llama del misticismo,
como la encendió en mí mismo
en diversas ocasiones.
Catedral, piedra tallada,
por la gubia y el cincel,
catedral raudo corcel
de piedra santificada.
Catedral ensimismada
como un castillo hecho flor.
Catedral que es el fulgor
naranja del sol poniente.,
inclina tu pétrea frente
adorando al Creador.
Catedral, verso hecho roca,
almenas de amanecer,
toda tu razón de ser
por el cielo se desboca.
Y esa Sigüenza que invoca
la oración de sus campanas,
con sus oraciones humanas,
uno su clamor al tuyo
para ofrecerte el orgullo
de tus piedras castellanas.
Catedral, me maravilla
todo tu porte severo,
me encanta el Doncel guerrero,
lector de blanca capilla.
La luz pasa sin mancilla
por tu linterna grandiosa,
y se esparce luminosa
llenando con presencia
toda la magnificencia
que dentro de ti rebosa.
Catedral, piedra bravía,
levantada en oración,
fortaleza de ilusión,
plegaria de poesía.
Catedral, catedral mía,
prodigio de austeridad;
eres desnuda beldad
que al cielo tus torres subes
para buscar tras las nubes
la luz de la eternidad”.
(Jesús García Perdices)
“De tus piedras, desnuda sillería,
eleva al cielo su muñón cortado,
y se estremece el silbido prolongado
del viento, la truncada geometría.
Si, materia, tenaz te deshacía
la metralla o el plomo despiadado,
de eternidad el sueño ambicionado
en los retos altares renacía.
Y en labrado alabastro, ajeno, ausente,
al dolor circundante –escombros, ruinas,
que hacen su inmunidad milagro vivo-.
Contempla Vázquez de Arce, adolescente
guerrero, un libro. En él, sus ambarinas
manos prenden al tiempo fugitivo”.
(José María Alonso Gamo)
“¡Cómo se crece al aire de Castilla
y cómo marca su total destino.
La contemplo guerrera, la adivino
devoción medieval que se encastilla.
El rojo sol la pone en la mejilla
un rubor de crepúsculo. Camino
por las silentes naves y termino
doblando en los altares la rodilla.
Ya no eres militar, por fuera, acaso,
pero al instante mismo del ocaso
abandonas tu bélica rudeza.
Acabas por ser cruz, bóveda y templo,
casa de Dios y por Sigüenza ejemplo
de la piedra que humilla su grandeza”
(Rafael Fernández Pombo)
“Yergues, sólida y fuerte, tu figura,
templo con almenadas intenciones,
castillo bautizado en oraciones,
que ganar cielo y tierra se asegura.
Un obispo guerrero, en su andadura
medieval, tuvo tiempo y ocasiones
para trazar-mandoble y bendiciones-
la pesadumbre de tu arquitectura.
Lanza y cruz. No se sabe exactamente
donde acaba el amor y empieza
la belicosidad en ti presente.
Y por eso el Doncel que vela y reza
tiene, en su gesto parco e indolente,
cruz en el pecho, casco en la cabeza”.
(Antonio Fernández Galiano)
Tres poemas dedicados al 850 aniversario de la Catedral
“Como Casa de Dios, Puerta del cielo,
haces los ochocientos cincuenta años
siendo orgullo de propios y de extraños
por tu grandiosidad sin paralelo.
En tu glorioso y permanente vuelo
por los antaños y por los hogaños
no te han faltado nunca los redaños
cuando algo te ha venido a contrapelo.
Eres la solidez de la certeza,
la alta culminación de lo inaudito
el supremo ejemplar de la belleza.
Eres el tiempo mismo, en piedra escrito,
la fe, la luz, el arte, la firmeza:
¡la eterna brevedad de lo infinito!”.
(Francisco Vaquerizo Moreno)
“Nunca una fortaleza fue más bella.
Nunca fue una atalaya más sagrada.
Nunca fue una plegaria más guerrera.
Nunca más cerca el bronce y el acero,
cuerpo a cuerpo, la espada y la campana.
Blanco coro de rostros atrapados
salmodiando los ecos del silencio
mientras se incendian sus miradas ciegas
en colores de un sol hecho pedazos:
caleidoscopio, laberinto inquieto
de sombra y luz acariciando el mármol
-la piel sin alma de un eterno sueño-.
En las hojas de un libro sin palabras,
el logro de la fama y de la Gloria
y en los ojos sin tiempo, la esperanza.
Llamas de piedra acuchillando el aire,
amasado de incienso y de ceniza.
Pasar de pasos en las losas frías
y tortura de hierro en filigranas.
En el fondo del pozo, la secreta
memoria de las gentes y las cosas,
de las luchas, los rezos y las lágrimas
donde arraiga su sólida grandeza”.
(María Ángeles Novella Viejo)
“Joya engastada en la oquedad del suelo;
sonido siempre de campanas vivas;
levitación de muros y cristales;
clamor de salmos y de letanías.
Claustro y lluvia al alcance
del pozo del jardín samaritano;
agua que sacia el vegetal sembrado
que tapiza las losas amarillas.
Heredad que cosecha
en la despensa del frugal sagrario
el alimento de la eucaristía:
el vino de la vid
y el cuerpo de la espiga.
Labranza del florido
realce de los góticos retablos;
tapiz de piedra por el que transita
la savia redentora del árbol de la vida.
Sepulcros visitados
por el cayado pastoril que guía
los prelados pastores al encuentro
de la oveja perdida.
Vitrales que enaltecen
los mármoles humanos,
la luz de sus pupilas.
Los ojos del Doncel ensimismado.
Miradas de cabezas sucesivas.
El humo del incienso
y el fuego de las lámparas votivas
agitan los pilares que sustentan
las bóvedas uncidas.
Santuario del verbo.
Tribuna de la cátedra latina.
La «Fortis Seguntina»
refugiada en el tiempo”.
(José Antonio Suárez de Puga)
Ocho sonetos al Doncel
“Volviendo en una oscura madrugada
por la vereda inerte, del otero,
vi la sombra de un joven caballero
junto al azarbe helado reclinada.
Una mano tenía ensangrentada
y al aire la melena, sin sombrero
¡Cuánta fatiga en el semblante fiero,
duro y quebrado como el de su espada!
– Tan doliente, tan solo y mal herido.
¿adónde vas en esta noche llena
de carlancos, de viento y de gemido?
Yo vengo por tu sombra requerido,
doncel de la romántica melena,
de voz sin timbre y corazón transido”.
(Rafael Alberti)
“¡Oh, Doncel de Sigüenza, marinero
de soledades en la piedra escritas!:
dime qué gozo en tu pensar habitas
con el tiempo a tus flancos prisionero.
¡Desdeñaste quizás el claro acero
por la lección de gestas infinitas
y el sosiego gentil en que militas
fue quien te armó para siempre caballero!
¡Ay, quién pudiera como tú a la muerte,
bajo dosel de místicos arcanos,
dar el reposo a la luz despierta!
Y en el silencio fragante de colmena,
esperar con un libro entre las manos…
¡y en torno de él, eternidad serena”.
(Lope Mateo)
“¡Martín Vázquez de Arce! Fuiste un día
la más firme promesa de guerrero;
eres yacente, el imperecedero
dilema que mantiene su porfía.
Fuiste en liza prodigio de osadía,
fuiste herido, varón de cuerpo entero.
¿Los libros? La evasión del caballero
para aunar heroísmo y fantasía.
Y en la piedra reposas, solo, ausente,
cual reclinado al borde de un camino,
y al lado, pronta la cabalgadura.
Tú, la más firme lanza, el más valiente
y arrojado varón, que hizo el destino,
capitán y poeta de ventura”.
(José María Alonso Gamo)
“Está el Doncel tendido de tal suerte
que no evoca la muerte y sí el reposo,
perdida la mirada en el hermoso
paisaje de Sigüenza noble y fuerte.
La catedral parece que lo advierte,
se hace nido de piedra silencioso
y le ofrece al Doncel el prodigioso
abierto libro de la propia muerte.
¡Cuántas cosas, Sigüenza! ¡Cuánta historia
en las murallas cada tarde esparce
el viento que enamora tus esquinas!
Déjame que me lleve en la memoria
al Doncel, don Martín Vázquez de Arce,
muerto en flor por las vegas granadinas”.
(Rafael Fernández Pombo)
“Nadie tan elocuente y tan callado,
tan perezoso nadie y tan activo,
y, ora por libre u ora por cautivo,
nadie como él de ocioso y de ocupado.
Nadie tan incansable y tan dejado,
tan complaciente nadie y tan esquivo,
y, ora por manso u ora por altivo,
nadie como él de afín y de alejado.
Nadie como él de incierto y de rotundo,
que raye tan a ras y a tanta altura,
y sea, de tan claro, tan rotundo.
Y es que nadie jamás en escultura
fue capaz ya de hacer en todo el mundo
más sublime y excelsa criatura”
(Francisco Vaquerizo Moreno)
“Labrada en alabastro su figura,
Mostrada bajo gótico templete,
contémplase al Doncel como cadete,
recostado en su propia sepultura.
De capa santiaguista y de armadura,
cubierta la cabeza de un bonete,
descuelga al ceñidero un puñalete,
y medita de un libro la lectura.
Fuiste guerrero fiel y combatiste
al moro de la vega granadina.
Luchaste con valor. Allí caíste.
Y la Travesaña seguntina
a la Plaza Mayor aún persiste
la voz de su leyenda en cada esquina”.
(Enrique Gallego Gredilla)
“¡Qué lluvia de luceros asombrados!
¡Qué baño de soturnas humedades!
¡Qué balbuceo de locuacidades
y que silencio de significados!
Martín Vázquez de Arce, y enterrados,
nadando en jugos de musgosidades,
sus ascendencias y fraternidades,
sus amigos, sus perros, sus criados.
Denuncia fama ilustre una cartela;
en años veinticinco, nos revela,
calló sobre la vega de Granada.
Su corazón, de batallar herido,
dejó de palpitar y en este nido
haber quiso la luz de su mirada!
(José Antonio Suárez de Puga)
“En la calma sin fin de tu mirada,
la esperanza en la luz de otra mañana,
el amor por la tierra castellana,
el dolor de la Vega de Granada.
En tus manos, la fuerza de la espada,
una huella humanista y cortesana,
el misterio de un libro…, tu lejana
meditación profunda y confiada.
A la orilla de del tiempo y de la historia,
tu sonrisa enigmática y secreta,
tu dulzura viril y tu leyenda.
que el león de la vida y de la gloria
y el pajecillo de la humilde pena
goza que el sabio indague y no comprenda”.
(María Ángeles Novella Viejo)
Artículo publicado en 'Nueva Alcarria' el 8 de julio de 2022