Por José Ramón Díaz-Torremocha
(Conferencias de San Vicente de Paúl en Guadalajara)
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SUSO
Me recordó su rica, aunque realmente corta existencia, ver el uniforme portado en unos cuantos de sus Hermanos en la celebración del pasado Pentecostés en las Adoratrices de Guadalajara, sólo unas semanas antes, al ver en la calle a alguien que me podía dar noticias, pude enterarme de que el Hermano Suso había pasado al otro lado del espejo, seguramente a gozar del Eterno, desde la que fue su tierra de misión en América. Nueva tierra y nueva fundación de Casa Familiar a la que fue enviado por el Hermano Isidoro también fallecido y Fundador de los Hermanos Franciscanos de Cruz Blanca. Algún día escribiré sobre mis recuerdos del Hermano Isidoro Guerra. ¡Era tan grande físicamente por fuera como pequeño por dentro en su humildad!
Era Suso, apenas un crio cuando viajó a Madrid junto con otro Hermano a hacerse cargo de la primera Casa Familiar que tuvieron en la Península los Hermanos y facilitada por las Conferencias de San Vicente de Paúl en su Complejo de Verónica-San Pedro. Complejo que recoge los restos del fundador de las Conferencias de San Vicente en España, Santiago Masarnau en proceso de Canonización, en el Templo de la Sociedad en España, dedicado al Beato Federico Ozanam. También en ese Templo, están los restos del académico conquense y presidente de las Conferencias en los años cuarenta del siglo pasado, Don Luis Martínez Kleiser (en tumba propiedad de su familia según quiero recordar).
En aquella Casa, preparada para otros usos, se instalaron los Hermanos “comandados” por Suso para atender a más de una docena de enfermos de aquellos a los que nadie quería atender. Los desahuciados. Enfermos tratados con mimo y enorme cariño a los que hoy, por desgracia, alguno hasta pretendería quitar la vida para “evitarle sufrimientos”. Ni Suso ni el Hermano Isidoro, eran de esa opinión y todos los días lavaban, daban de comer y cuidaban con verdadero mimo a enfermos a veces muy difíciles de soportar si no lo era por amor a Cristo. La casa estaba en dos pisos con una estrecha escalera que los comunicaba y todas las mañanas hacia abajo (donde estaba la sala de estar) y las noches hacia arriba, (donde estaban los dormitorios) había que trasladar a enfermos rígidos, muchos sin movilidad alguna, cargados a las espaldas de los Hermanos y de algunos voluntarios que acudían en su ayuda antes de ir a sus respectivos trabajos.
Allí estuvieron dando amor en, repito, muy difíciles condiciones, hasta que dos vicentinos Federico E. y Emilio Z, con la colaboración de Cáritas Madrid, pudieron trasladarlos a una magnífica instalación en la Plaza de la Marina Española.
Suso, la sonrisa permanente, no paraba de un lado para otro para que los hermanos a los que cuidaba, no les faltara de nada. A veces, derrengado, lo encontraba a última hora de la noche, rezando el rosario en la pequeña Capilla que instalaron en la Casa. Delante del Santísimo más de una vez echaba una cabezada para poder continuar la jornada que terminaba siempre muy tarde. Tenía siempre a María cerca.
Para mi ejemplo y el de muchos, era un verdadero santo de esos anónimos de los que nos habla el Papa Francisco y con los que nos cruzamos a diario sin distinguirlos. Los de la “puerta de al lado”.
A Cristo, siempre por y con María.
(1) Nombre con el que los Hermanos dotaban a cada una de sus fundaciones residenciales, para que desde el propio nombre, se indicara la aspiración a la familiaridad con tantos de aquellos enfermos desahuciados que ni la tenían - familia – ni sus parientes deseaban serlo en tantas ocasiones.
(2) Entonces Instituto de Derecho Diocesano
(3) “Gaudete ete Exustate” (Papa Fraancisco)
SUSO
To see the uniform worn by a few of his Brothers at the celebration of last Pentecost in the Guadalajara Worshippers, only a few weeks before, reminded me of his rich, though really short existence. Through someone I saw in the street who could give me news, I learned that Brother Suso had passed to the other side of the mirror, surely to enjoy the Eternal, from what was his land of mission in America. New land and new foundation of the Family House to which he was sent by Brother Isidoro, also deceased and Founder of the Franciscan Brothers of the White Cross. Someday I will write about my memories of Brother Isidoro Guerra. He was as big physically on the outside as he was small inside in his humility.
Suso was barely a child when he travelled to Madrid with another Brother to take charge of the first Family House that the Brothers had in the Peninsula, which was provided by the Conferences of St. Vincent de Paul in their Veronica-San Pedro Complex. This complex houses the remains of the founder of the Conferences of St. Vincent de Paul in Spain, Santiago Masarnau, in the process of canonisation, in the Temple of the Society in Spain, dedicated to Blessed Frederic Ozanam. In that Temple, there are also the remains of the academic from Cuenca and president of the Conferences in the forties of last century, Don Luis Martínez Kleiser (in a tomb property of his family, if I remember correctly).
In that House, prepared for other uses, set up the Brothers that Suso “commissioned" to look after more than a dozen sick people of those who nobody wanted to take care of. Those who were terminally ill. Sick people treated with care and great affection to whom today, unfortunately, some would even try to take their lives to "spare them suffering". Neither Suso nor Brother Isidoro were of this opinion and every day they washed, fed and cared for the sick with real affection, sometimes very difficult to bear if it had not been for the love of Christ. The house was on two floors with a narrow staircase connecting them and every morning downwards (where the living room was) and every evening upwards (where the bedrooms were) they had to carry stiff patients, many with no mobility, on the backs of the Brothers and some volunteers who came to help them before going to their respective jobs.
There they were giving love in, I repeat, very difficult conditions, until two Vincentians, Federico E. and Emilio Z., with the collaboration of Caritas Madrid, were able to move them to a magnificent facility in the Plaza de la Marina Española.
Suso, always smiling, was always on the move to make sure that the brothers he cared for lacked for nothing. Sometimes, when he was exhausted, I would find him late at night, praying the rosary in the small chapel that had been installed in the House. More than once he would take a nap in front of the Blessed Sacrament to be able to continue his day, which always ended very late. He had always Mary close to him.
He was an example for me and for many others, he was a true saint, one of those anonymous ones Pope Francis speaks of and with whom we come across daily without recognizing them. Those "next door".
To Christ, always for and with Mary.
(1) Name given by the Brothers to each of their residential foundations in order to give, through the name itself, the feeling of homeliness to so many sick people who had no family and whose relatives so often did not wish to be their family.
(2) Then Institute of Diocesan Law.
(3) "Gaudete ete Exustate" (Pope Francis)