Visita guiada a la exposición en sus capítulos primero y segundo e información detallada sobre santa Librada y también la Virgen de la Mayor
Por Jesús de las Heras Muela
(Periodista y sacerdote. Deán de la catedral de Sigüenza)
“ATEMPORA, Sigüenza 2022. Segontia entre el poder y la gloria”, ante el 900 centenario de la reconquista de Sigüenza y restauración de la histórica diócesis de Sigüenza. Este el título y el tema de la nueva exposición que la catedral de Sigüenza, en iniciativa conjunta con el gobierno regional, alberga desde la tarde del pasado viernes 22 de julio. El obispo diocesano, Atilano Rodríguez, acompañado del presidente de la Junta de Castilla-La Mancha, Emiliano García-Page, y de otras autoridades civiles y eclesiásticas, preside el acto.
Los seis bloques temáticos llevan por título “Segontia, entre las tinieblas de la historia”, “La restauración de la sede episcopal de Segontia” (esta en cuatro apartados), “La Universidad de Sigüenza”, “Arte medieval cristiano en la diócesis de Sigüenza”, “Tiempos de cambios: la edad de oro seguntina” y “El legado del señorío episcopal medieval de Sigüenza”.
A través de 178 piezas, la exposición remarca el vínculo de una ciudad con la religión, con la cultura, con el espíritu y con el poder y, todo ello, en un marco inconfundible como es la catedral de Sigüenza.
El recorrido por esta muestra artística permite conocer la historia de la ciudad de Sigüenza y su comarca, desde sus orígenes más remotos en la Edad del Hierro, hasta finales del siglo XVIII. Un viaje en el tiempo de más de 2.300 años que comienza en la puerta de san Valero, de acceso al claustro, al comienzo de la nave del evangelio, frente a estas dos colosales esculturas de los arcángeles Gabriel y Miguel, tallas barrocas, del patrimonio catedralicio y restauradas con ocasión de la exposición.
“Segontia, entre las tinieblas de la historia”
En el nacimiento del río Henares, que está flanqueado al norte por el río Salado y al sur por el río Dulce, es donde comienza la historia de Sigüenza, pero bajo otro nombre: Segontia.
Por las fuentes romanas. sabemos que este territorio estuvo dominado por la tribu de los arévacos, un pueblo guerrero de la Celtiberia. Muchos son los restos que en esta zona han llegado hasta nosotros. La exposición muestra algunos de los vestigios recuperados por el Marqués de Cerralbo, en excavaciones llevadas a cabo a principios del siglo XX. Espadas y puntas de lanza recuerdan el carácter guerrero de este pueblo, mientras que broches, vasijas y fusayolas hablan de la vida cotidiana más allá de la guerra. De este periodo sabemos que hubo en la Península Ibérica varias ciudades fortificadas bajo el nombre de Segontia. Una de ellas se situaría en esta comarca. Sin embargo, no hay consenso entre los investigadores sobre su emplazamiento exacto, cuestión que sigue siendo, hoy día, un misterio.
Tras la caída de Numancia, en vecina provincia de Soria, en el año 133 antes de Cristo, toda esta comarca pasará a manos de los romanos. No sabemos cuál fue el destino de la Segontia de los arévacos. Posiblemente fue destruida, saqueada o abandonada, como tantas otras poblaciones de Iberia. Lo que sí sabemos es que varios siglos después, durante el Imperio romano, los textos latinos mencionan la existencia de un lugar o quizá ciudad llamada Segontia en estas tierras. Su ubicación exacta, de nuevo, es desconocida. Quizás esté aquí, bajo nuestros pies, quizás unos pocos kilómetros al este, bajo la ermita de los Quintanares, en Horna y próxima al nacimiento del Henares. Solo nuevas excavaciones arqueológicas podrán resolver el misterio.
Después de la caída del Imperio romano, y tras algunos años de caos, los visigodos lograron imponer la paz y el orden en el interior peninsular. La Segontia romana pasó a ser la Segontia visigoda, cabeza de un Obispado, como consta por las fuentes escritas firmadas también por los obispos de Segontia, que participaron en los decisivos concilios de Toledo desde el siglo VI al siglo VII. En toda esta comarca han aparecido numerosos restos de época visigoda. Los más importantes en la cercana villa de Palazuelos, donde el Marqués de Cerralbo y sus colaboradores desenterraron las piezas que puede contemplar aquí: broches de cinturón, imperdibles, cuchillos, anillos, cuentas de collar y otras piezas nos hablan de estas gentes.
El reino visigodo no pudo soportar el empuje de las huestes musulmanas, que hacia el año 714 conquistaron el territorio donde nos encontramos, creando un sistema de pequeñas aldeas y torres vigía. La antaño importante ciudad de Segontia empezará a desvanecerse frente al poder emergente de otras poblaciones cercanas, como Atienza o Medinaceli. Del periodo andalusí conservamos algunos restos que han sido localizados en la comarca, como estas vasijas procedentes de Guijosa o el dedal de guarnicionero hallado en la torre de Mojares.
Transición temporal hasta el siglo XII
Concluido este primer capítulo de la exposición, situado en la panda oeste de la catedral, ya en la panda norte, aparecen, en grandes figuras, algunos de los personajes clave para la historia de Sigüenza entre los siglos XI y XII, un periodo marcado por la guerra entre cristianos y musulmanes y por el nacimiento de personajes como Rodrigo Díaz, más conocido como el Cid.
El visitante a la exposición podrá, además, visitar las tres grandes salas de esta panda norte de la catedral: sala de banderas históricas, sala de los tapices barrocos (colección de Palas Atenea) y la capilla de la Concepción con su espléndida bóveda gótica y el magnífico cuadro de El Greco dedicado a la Anunciación y Encarnación del Señor.
“La restauración de la sede episcopal de Segontia”
Ya en la panda este del claustro, en su mitad, es preciso hacer parada ante sendas recreaciones de don Bernardo de Sedirac, primero de Toledo, y don Bernardo de Agén, primer obispo de Sigüenza, tras el periodo de dominación musulmana y, según la tradición, conquistador de la ciudad en el año 1124. Lo cierto es que es difícil saber cuál era la situación de este territorio a comienzos del siglo XII, pero un documento firmado por la reina doña Urraca afirma que se encontraba “destruido y asolado”.
Esta estancia, la sala románica o histórica sala capitular, está dedicada a la construcción de la catedral de Sigüenza; y, de hecho, se trata de una de las salas más antiguas conservadas en este monumental edificio. Aquí podemos ver algunos de los instrumentos usados en su construcción, junto a dos magníficas maquetas que nos ilustran acerca de cómo fue creciendo el templo durante la Edad Media, en sus fases románica primero, y gótica después. También podemos contemplar varias cabeceras de tumbas medievales, llamadas estelas, aparecidas durante las excavaciones arqueológicas llevadas a cabo en el lado sur de la catedral y en el actual barrio de San Roque, situado al norte.
Centralidad de santa Librada en la exposición
Don Bernardo de Agén, nacido en la zona centro-sur-oeste, en la región de la Aquitania, en la actual Francia, entre Tolosa y Burdeos, trajo consigo a Sigüenza los restos de una santa mártir, concretamente de santa Librada, para animar a los peregrinos de todo el mundo a viajar hasta la recién conquistada y repoblada ciudad de Sigüenza. Además, era preceptivo consagrar las catedrales con las reliquias de un santo, a poder mártir.
Santa Librada fue martirizada por degollación, probablemente durante la persecución del emperador Diocleciano, entre los años 303 y 313. Todos los documentos la identifican con el nombre de Librada y la vinculan estrechamente con el obispo don Bernardo. Ambos eran paisanos, de la región francesa de Aquitania. A día de hoy y con práctica y moral seguridad, sabemos que don Bernardo era de la ciudad de Agén y la ciudad de santa Librada (Sainte Livrade sur Lot) se halla a tan solo 30 kilómetros de distancia, en el medio de una naturaleza muy pródiga en ciruelos.
Según el historiador por excelencia de los obispos y de la diócesis de Sigüenza, fray Toribio de Minguella y Arnedo, el obispo Bernardo trajo a Sigüenza las reliquias de su paisana santa Librada, aprovechando un viaje que hubo de realizar a Francia, concretamente a noroeste del país, para asistir al Concilio provincial, no ecuménico o universal, de Reims, del año 1131, convocado para deponer al antipapa Anacleto II y confirmar al papa legítimo Inocencio II.
Las reliquias de santa Librada hubieron de estar presentes junto al altar de la consagración de la catedral, el 19 de junio de 1169, celebración presidida por el cuarto obispo de Sigüenza tras la reconquista, Joscelmo Adelida (1168-1178). Posteriormente, su emplazamiento fue tras la tumba del sucesor de don Bernardo, en la capilla mayor, el obispo Pedro de Leucata (1152-1156). Y después, el obispo Simón Girón de Cisneros (1301-1326) dotó a las reliquias de una arqueta de plata. Dos siglos después, el obispo Fadrique de Portugal (1519-1532) mandó erigir en el brazo o transepto norte del crucero de la catedral un extraordinario conjunto artístico y religioso, sobre todo de estilo plateresco, dedicado a santa Librada. A partir de este retablo, la traslación de las reliquias de santa Librada a su nuevo altar, en el centro del mismo, en su parte superior y debidamente protegido por una espléndida reja, está datada el 15 julio de 1537, siendo ya obispo de Sigüenza el cardenal García de Loaisa (1532-1540), el sucesor inmediato de don Fadrique.
Ahora, en la exposición, la arqueta de plata se expone al pie del altar de la santa. Tras siglos, dicha arqueta de plata del siglo XIV puede ser ahora contemplada.
Y también de la Virgen de la Mayor
En el citado viaje de 1131, a su regreso a Sigüenza, su obispo Bernardo de Agén trajo también consigo una imagen mariana, a quien después se lo conoció y conoce como la Virgen de la Mayor, patrona principal de Sigüenza.
La catedral de Sigüenza cumple asimismo el requisito de ser catedral mariana desde sus mismos albores. Y la talla de la Virgen, que durante los más de ocho siglos y medio de historia catedralicia y que es objeto principal de devoción, es una imagen traída por el obispo Bernardo.
Se trata de una talla inicialmente románica del siglo XII, esculpida en madera de ciprés, que fue modificada en varias ocasiones, adquiriendo, a partir del siglo XIV, también por a instancias del obispo ya citado Simón Girón de Cisneros, una configuración más gótica, esbelta, elegante y risueña.
La imagen es de las llamadas «vírgenes sagrario», pues tiene una portezuela en la espalda donde se reservaba el Santísimo y se portaba los santos óleos. Es, por ello, imagen también llamada «socia belli» (compañera de batalla), ya que consta que acompañó a don Bernardo en sus incursiones castrenses para recuperar el territorio diocesano
Es la llamada Virgen de la Mayor –también simplemente Nuestra Señora-, con fiesta el domingo siguiente a la Asunción y a san Roque, fiesta precedida por un solemne novenario y coronada con la procesión de los Faroles.
Desde la segunda mitad del siglo XVII, un espléndido retablo barroco, mandado hacer por el obispo Andrés Bravo de Salamanca (1662-1668) y ejecutada por Juan de Lobera, alberga la venerada imagen de la Virgen de la Mayor, cuya advocación responde, con toda seguridad, al hecho de que desde el siglo XII al siglo XVII, (quinientos años) estuvo en la capilla mayor del templo, de donde hubo de desplazarse hacia 1610, al erigirse allí el retablo mayor, obra de Giraldo de Merlo.
Como es obvio, el visitante a la exposición puede también visitar la capilla mayor y su retablo y el altar de la Virgen de la Mayor.
Artículo publicado en 'Nueva Alcarria' el 29 de julio de 2022