Por Ángel Moreno
(de Buenafuente)
Queridas hermanas:
Cada año os regalo la homilía que pronuncio en la fiesta de san Bernardo, y que sin duda, pasado el tiempo, será un referente del itinerario providencial recorrido en Buenafuente, con la ayuda de Dios, y la intercesión del Santo Abad y padre del Císter, san Bernardo.
Hoy, ausente, por estar en el Camino de Santiago, deseo ofreceros, a modo de oración, mi acompañamiento:
“Aquí estoy, Señor. Te agradezco, junto las hermanas de Comunidad y de tantos amigos, que nos hayas hecho testigos del sueño tenido hace más de cincuenta años, convertido en historia, al ver restauradas las casas en ruinas, y comprobar cómo la fuente que sacia la sed de tantos peregrinos.
Hoy, una vez más, si la Iglesia así lo permite, ofrezco mi permanencia en el Sistal. Si Tú quieres, Señor, aumenta la presencia de hermanas, para que sigamos siendo mediación de estabilidad en este lugar de La Buena Fuente, para que tu Sacramento de amor sea adorado, y muchos se encuentren contigo.
Acoge las súplicas de tantos que, invitados por ti, pasan por este templo y se detienen en este lugar desierto, apartado, orante, a descansar un poco de sus diferentes tareas, para dar lugar a la escucha de tu Palabra.
Emociona, y recíbelo como ofenda, ver la iglesia románica, que en tiempos era heladora y vacía, llena de huéspedes y de quienes permanecen de manera habitual, en tiempos de oración serena, silenciosa, acogedora, y también litúrgica.
Acoge, Señor, como mediación la presencia callada, discreta, de estas hermanas, y de quienes vivimos aquí, para que siga aconteciendo tu acción misericordiosa, y muchos perciban la paz interior y tu amor entrañable. Tú sabes que para que este lugar permanezca abierto, es necesaria la presencia contemplativa y hospedera. Bendice, como lo has hecho desde hace más de ochocientos años hasta ahora, este lugar, consolida la presencia contemplativa y fortalece las manos alargadas de tantos que hacen posible la hospitalidad.
Después de cincuenta y tres años en este lugar, no puedo dudar de tu Providencia. Seguro que tus planes son más altos que los nuestros, pero déjanos expresarte nuestra necesidad, la que sentimos de alguna manera urgente, aunque sabemos que nada se te oculta.
Es frecuente escuchar la experiencia de muchos, que al sentir el rumor de la Buena Fuente, se les clavan los pies sin deseos de marchar. Al percibir la brisa refrescante, no quieren marchar. Cuando la luz atardecida ilumina el espacio interior de este templo, a la escucha de la cadencia del manantial, acontece el deleite embriagador, de manera especial en el tiempo de adoración. Dejas, Señor sentir tu presencia amiga, discreta, serena, como respuesta al derroche del tiempo ofrecido a tus pies, sabiéndose mirado, acogido, comprendido, acompañado por ti.
Como le sucedió a María de Betania, y a María Magdalena ¡cuántas veces cuesta apartarse de tu presencia! Y sigues dejando gustar el tiempo derramado, cuando no se busca nada, sino tan solo estar ante ti. Seño, sigue bendiciendo Buenafuente.”