Por José Ramón Díaz-Torremocha
(Conferencia Santa María la Mayor en Guadalajara)
Email del autor: Esta dirección de correo electrónico está siendo protegida contra los robots de spam. Necesita tener JavaScript habilitado para poder verlo.
A mi amigo P.
En mi artículo publicado el mes de noviembre pasado en éstas mismas páginas, que me permito citar con la venia de mis queridos lectores, escribía sobre “La Caridad inventiva” que era su título y afirmaba que: “No nos fundaron (a las Conferencias de San Vicente) para cosa diferente que para innovar frente al dolor de los otros”. En los Hechos, nos cuentan que Pedro ante una petición, contestó: “No tengo plata ni oro, pero lo que tengo te doy; en el nombre de Jesucristo……” (Hechos 3,6)
Posiblemente no haremos caminar a un cojo, - decía entonces -, pero para cada uno el Espíritu nos prestará la palabra, la fuerza que se necesite y la capacidad para aliviar un tanto el sufrimiento, del otro, del prójimo.
No preveía en aquellos momentos, que iba a venirme a las manos por parte de un amigo, una historia en la que sí se hace caminar a un cojo. Si sigue siendo comprensivo el lector, diré como definición particular y simple de cojo en esta oportunidad, la de aquella persona que tiene dificultades para trasladarse de un lugar a otro por una causa física en la mayoría de las ocasiones. Pero también se usa, cuando nos referimos a una causa cualquiera que nos impide hacer algo determinado: (“es cojo pues su falta de formación le impide optar a lo que desea; está cojo pues es muy tímido para optar a…”) Pero ¿no habrá hoy mayor cojera que la de no poder aceptar un trabajo por falta de medios para trasladarte al lugar del potencial empleo? La impotencia, cuando esto último sucede y hay varias bocas que alimentar en casa, tiene dolor añadido. Es cojo, aunque camine con sus piernas, pues no puede trasladarse allá donde desea y necesita para poder acceder a un trabajo digno, por falta de los medios adecuados.
Vayamos con la pequeña historia parte real y parte soñada. Al padre de familia, le había surgido un trabajo después de muchos meses. Pero, como ocurre frecuentemente, había una dificultad: ¡Tenía que trasladarse todos los días a bastantes kilómetros de distancia desde su hogar, para atender esa nueva oportunidad de trabajo! Se derrumbó un tanto. No había posibilidad de hacerlo pues entre las muchas cosas que había perdido, una de ellas era su medio de transporte y el público no ayudaba en esa ocasión. ¡Tendría que rechazarlo y seguir viviendo entre estrecheces y su familia con él!
Recordó que un amigo, poseía un automóvil un tanto pasado de moda de su propiedad, pero que bien seguro le sería muy útil en su necesidad. Así, le comentó su necesidad y em su amigo encontró la solución
El automóvil, aunque todavía era capaz de andar y prestar un buen servicio, como se ha dicho, tenía algún pequeño fallo que sería sin duda un caro engorro para su amigo al que quería hacérselo llegar para resolver su problema. Darle el coche sólo, no era la solución completa. Pero todo lo que viene de Dios tiene arreglo.
Soportando el coste, que sin duda supuso, llevó el automóvil a un Taller mecánico para que lo revisaran y lo pusieran al día. Finalmente, se preparó la documentación para traspasárselo a aquel que estaba un tanto cojo, con toda legalidad.
¡Por su cristiana acción, el cojo ya andaba! Decía más arriba que me emocionó la acción del amigo. Me emocionó pues con frecuencia, he visto numerosos intentos de ayudar a alguien sin pensar en el “alguien” y lo que verdaderamente necesite. He visto en demasiadas ocasiones, atender a aquello que “nosotros” creemos que necesita el prójimo, pero sin escuchar al protagonista. Sin escuchar al “cojo”
Reaccionar así, recibir un ejemplo de esas características, es un don que viene de arriba. Don que recibes del Misericordioso. Gracias, amigo P. por tu parte de la realidad de esta pequeña historia, gracias por esta enseñanza que puedo compartir con otros amigos del mundo.
A mis amigos vicentinos, me permito recordarle la necesidad de oración cara a la elección de un nuevo presidente/a general. ¡¡Anímense a presentar consocios que les parezcan óptimos para el servicio¡¡ Asia, América y Africa, nos ofrecen un verdadero semillero de firmes y serios candidatos.
Cuantos más entre los que poder elegir, mejor.
A María, siempre a Cristo con y por María.