Benedicto XVI, el Papa de la fe

Esencia del ministerio apostólico petrino, la custodia, defensa y transmisión de la fe, esta ha sido una de las características que mejor definen a Benedicto XVI

 

Por Jesús de las Heras Muela

(Periodista y sacerdote. Deán de la catedral de Sigüenza)

 

 

 

 

 

 

 

 

No sé Benedicto XVI hubiera querido elegir epitafio. Sí sé que expresamente ha pedido que, en tumba, en la cripta de la basílica vaticana, junto al apóstol san Pedro y junto a tantos de los sucesores de Pedro y antecesores de Benedicto XVI, solo figure su nombre.

Sé también que misión esencial de quienes, como él, a lo largo de dos mil años, han calzado las sandalias del pescador, las sandalias de Pedro y son vicarios de Jesucristo (“Dulce Cristo en la tierra”, que escribiera santa Catalina de Siena), es la custodia, la defensa y la transmisión de la fe, de modo que todos ellos, que todos los papas, podrían ser también definidos como titulo este artículo.

Pero, asimismo, creo y sé que resumir lo que ha supuesto Benedicto XVI se expresa de modo certero con esta denominación, con este titular: el Papa de la fe. Y si tuviera que añadir algo, sería el Papa de la fe y de la verdad.

Además, en la mañana del sábado 31 de diciembre, antes de su muerte, al evocar su figura, me vino a la mente y al corazón esta frase del Evangelio de san Lucas: “Pedro, yo te he confirmado en la fe; ahora, tú, confirma en la fe a tus hermanos”.

Cuando, poco después, supe de su muerte, estas palabras recobraron para ti toda su significación, que quizás son la mejor síntesis de su larga y fecunda vida. De su larga y fecunda vida de sacerdote, teólogo, obispo, cardenal y de Papa (sobre todo en sus ocho años en activo, pero también en su casi década como emérito). De la vida de un hombre de Pascua, que es el quicio, arco central y clave bóveda, de la de fe cristiana. De la Pascua de Resurrección, en cuya víspera misma nació y fue bautizado, el 16 de abril de 1927. De la Pascua de Resurrección, en la que fue creado obispo y cardenal en 1977; de la Pascua de Resurrección, en la que, el 19 de abril de 2005, fue elegido Papa. De la Pascua, ahora de Navidad, en cuya octava regresó a la Casa del Padre, al Hogar del Dios al que tanto amó. “Señor, te amo” fueron precisamente sus últimas palabras, segundos antes de que a las 09:34 horas del sábado 31 de diciembre falleciera.

 

¿Y cómo fue la fe de Benedicto XVI?

 

En el primer párrafo de su primera encíclica, “Deus caritas est”, del 25 de diciembre de 2005, el Papa Benedicto XVI escribía la siguiente frase, que es esencial para entender, vivir y transmitir la fe: «Hemos creído en el amor de Dios: así puede expresar el cristiano la opción fundamental de su vida. No se comienza a ser cristiano por una decisión ética o una gran idea, sino por el encuentro con un acontecimiento, con una Persona, que da un nuevo horizonte a la vida y, con ello, una orientación decisiva».

Sí, Benedicto XVI fue el Papa de la fe. De una fe inquebrantable en Jesucristo encarnado, crucificado y resucitado. De una fe en la Iglesia, sacramento universal de salvación, prolongación de Jesucristo. De una fe rezada, estudiada, meditada, escrita, predicada y, sobre todo, vivida. De una fe como el mayor de tesoros que podemos recibir. Y que, por ello, ha de ser anunciada y transmitida, máxime aun, en medio de una humanidad que se obstina en vivir como si Dios (el Amor –“Deus caritas est”- y el Sentido de la existencia humana) no existiera. De una fe que enciende y nutre la llama de esperanza (”Spe salvi”). De una fe que es el motor insustituible e incombustible de la caridad y que ha de ser servida en la verdad (“Caritas in veritate”).

 

Benedicto XVI en la misa de beatificación en Londres del cardenal Newman en 2010

 

Humilde trabajador de la viña, cooperador de la verdad

 

“Soy un humilde trabajador de la viña del Señor” fueron sus palabras de presentación recién elegido Papa, en la tarde del 19 de abril de 2005. Un humilde viñador que puso toda su inteligencia y sabiduría (que fue tanta), toda su bondad, celo, piedad, experiencia pastoral, docente, publicista, humana y religiosa al servicio de la fe para ser “cooperador de la verdad”, como rezaba su lema episcopal y pontificio.

Cooperador de la verdad durante toda su vida, como profesor universitario y escritor, con una amplísima bibliografía teológica, que hizo él uno de los principales teólogos contemporáneos y de toda la historia de la Iglesia. Cooperador de la verdad como sacerdote y como obispo, en la archidiócesis de Múnich.  Extraordinario cooperador de la verdad junto a Juan Pablo II, de quien fue su prefecto de la Congregación para la Doctrina de la Fe durante más de dos décadas y hasta el muñidor y “arquitecto” de los principales documentos del gran y santo papa polaco. Y cooperador de la verdad, en sus ocho como papa en activo y en sus diez años de papa emérito.

Y a propósito de san Juan Pablo II, la Providencia ha querido que Benedicto XVI haya sido ahora, el 5 de enero, enterrado en el mismo lugar donde estuvo su antecesor, desde su muerte en 2005, hasta su beatificación en 2011, en el que traslado a la planta principal de la basílica vaticana, en el altar de San Sebastián.

Y al evocar a Benedicto XVI como el Papa de la fe, no deja de ser significativo que su última gran iniciativa apostólica, del 11 de octubre de 2012 al 24 de noviembre de 2023, fuera convocar a la Iglesia al Año de la Fe, con ocasión del cincuenta aniversario de la apertura del Concilio Vaticano II.

Como significativo resulta que la primera encíclica de su sucesor, el Papa Francisco, preparada ya por Benedicto XVI, encíclica, pues, escrita a “cuatro manos”, como afirmó el mismo Francisco, llevara por título “Lumen fidei” (La luz de la fe).

Y porque fue el Papa de la fe, supo, como nadie, alertarnos frente a los sofismas de la dictadura del relativismo, sabiendo siempre compaginar clarividencia con misericordia.

 

Diez trazos para un retrato

 

1.- De Benedicto XVI hemos admirado su sello personal: sencillo, humilde, familiar, tímido, reflexivo, inteligente, brillante.

2.- Desde estas claves también ha sobresalido su espléndida formación humanística, filosófica y sobre todo teológica.

3.- Quienes lo han tratado personalmente han destacado siempre la suma delicadeza de su trato, su capacidad de escucha y el don de la acogida.

4.- Sin exhibicionismos de ningún tipo, de Benedicto XVI hemos comprobado también un talante de honda espiritualidad, bien anclada en la Palabra de Dios y en la Patrística; su piedad y su condición de hombre de oración, amante de la liturgia y buen conocedor de su esencia y sentido profundo.

5.- Sacerdote y teólogo, como las dos claves de su ADN personal y ministerial, ha sido el Papa de la palabra y de la verdad, el Papa humilde y sabio, el Papa vulnerable y fuerte, el Papa sereno y luminoso, el Papa apacible y firme.

6.- Desde los anteriores parámetros y desde su vida entera, Joseph Ratzinger-Benedicto XVI ha servido siempre al fomento y a la búsqueda del diálogo razón y fe, ciencia y religión, iglesia y cultura, ley natural y legislaciones positivas, fundamentos prepolíticos y democracia.

7.- Impagable y luminosa ha sido igualmente su contribución para una lectura adecuada del Concilio Vaticano II. Es la lectura de la hermenéutica de la continuidad, de la acogida creativa de la novedad en la continuidad y en la fidelidad.

8.- Y dígase lo mismo –esto es, continuidad, reactualización y profundización– de su aportación al magisterio de la Doctrina Social de la Iglesia.

9.- La vuelta a las raíces, a lo esencial, a centrar, en suma, la mirada en Jesucristo, el Señor de la Iglesia, el Señor del tiempo y de la historia, ha sido igualmente uno de los acentos y énfasis más reiterados durante estos años. Ello se ha traducido en un esfuerzo constante por hacer presente a Dios a un mundo que vive como si Dios no existiera y por mostrar cómo ni Dios ni su Iglesia son los enemigos de la humanidad, sino todo lo contrario. Y es que la vida del hombre tiene un origen, un camino y un destino, un pasado, un presente y un futuro en Cristo, en el Dios del Amor.

10.- Y por último cómo subrayar y agradecerle la honestidad, la valentía, la fortaleza, la constancia, la humildad y la capacidad de perdón para afrontar las crisis y las críticas, como las vividas desde las polémicas tras el discurso de Ratisbona a la crisis de la pederastia, desde el boicot de una ínfima parte de la comunidad educativa a su presencia en la Universidad La Sapienza de Roma a la manipulación de sus declaraciones sobre los preservativos en su viaje a África, o desde el Vatileaks a su último gesto de renuncia al ministerio petrino.  Y, como no, sus diez últimos, orantes y admirables años como papa emérito.

 

Benedicto XVI ora ante Cristo crucificado en Alemania, en 2011

 

“Manteneos firmes en la fe”

 

Sí, luminoso y sereno, apacible y firme, honesto y valiente, sabio y humilde, vulnerable y fuerte, tímido y cercano, familiar y universal, reflexivo y brillante, sencillo e inteligente, pastor y papa teólogo y catequeta, servidor de la Palabra y de la Verdad, papa de lo esencial y del diálogo entre razón y fe.

Benedicto XVI ha combatido bien el combate, ha corrido hasta la meta, ha mantenido la fe. Y, por ello, como escribiera san Pablo, ahora le aguarda la corona merecida, con la que el Señor, juez justo, le premiará en este día ya de su partida; y no solo a él, sino a todos los que creen, con la vida, en Él.

¡Gracias, gracias, gracias, querido Benedicto XVI! Tu testimonio ha sido tan luminoso, nos has confirmado tan bien en la fe, que tu memoria permanecerá vida en tu Iglesia, que pronto te tendrá como doctor.

No sé, repito, si Benedicto XVI hubiera querido elegir epitafio. Pero sí sé que el principal mensaje de su testamento ha sido una llamada a mantenernos firmes en la fe. “Lo que antes dije a mis compatriotas, los digo ahora a todos los que en la Iglesia habéis estado confiados a mi servicio: ¡manteneos firmes en la fe! No os dejéis confundir”. Porque la fe en Jesucristo es razonable y racional. Es fe, que, en su búsqueda con la inteligencia y las ciencias humanas, se encuentran armoniosamente.

Esa fe de la que él, Benedicto XVI, el Papa de la fe y de la verdad, ha sido un testigo y un maestro excepcional.

 

Artículo publicado en 'Nueva Alcarria' el 5 de enero de 2023

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