Por Alfonso Olmos
(Oficina de Información de la Diócesis)
Por desgracia nos hemos levantado con la triste noticia de un terrible terremoto, entre Turquía y Siria, con miles de muertos. El panorama es devastador. Ya se prevén tsunamis en diversos países y las réplicas han llegado hasta España, concretamente a la comarca catalana del Alt Emporda, en Girona.
Todo terremoto provoca una sacudida brusca y pasajera, eso es por definición un sismo o seísmo, un movimiento de tierra, un movimiento telúrico.
Terremotos hay todos los días. A nivel personal, es muy posible que los avatares de la vida, en ocasiones, provoquen en nosotros una sacudida tan violenta, que no seamos capaces de resistir. Miedo, duda, sufrimiento, rebelión, maltrato, abuso, crisis, carestía, enfermedad o muerte. Cualquiera de estas experiencias vitales, provocan un terremoto interior en la persona difícil de aguantar.
Pero también hay terremotos a nivel social, los medios de comunicación se encargan de presentárnoslos cada día, o políticos, y si no pensad en la crispación a todos los niveles, y más en periodo de urnas. Y, lógicamente, tampoco podemos olvidar el terremoto de la guerra en distintos lugares del planeta, así como la corrupción de muchos poderosos y gobernantes que crean pobreza y desigualdad.
Los terremotos pueden ser también eclesiales. Padecemos la réplica de los abusos de otras épocas, que algunos pretenden generalizar. Escandaliza la desunión de los cristianos, que en ocasiones se convierte en división más bien. Recordemos la denuncia de San Pablo sobre la división, “yo soy de Pablo, yo de Apolo, yo de Cefas, yo de Cristo”. El propio papa Francisco ha tenido que levantar la voz al regreso de su viaje al Congo y Sudán del Sur por lo que algunos quieren presentar como una división interna entre él y su predecesor: “Creo que la muerte de Benedicto ha sido instrumentalizada por gente que quiere llevar el agua a su propio molino, y gente que, de un modo u otro, instrumentalizan a una persona tan buena, tan de Dios, casi diría un Santo Padre de la Iglesia. Un hombre con tantas cosas, esa gente no tiene ética y es gente de partido, no de Iglesia”.
En fin, los terremotos siempre dejan destrucción a su paso, pero no olvidemos que la propia definición nos dice que son pasajeros. Por desgracia hacen mucho ruido y, también por desgracia, al ser pasajeros se olvidan pronto. Seguro que ahora, la Iglesia, se movilizará para estar presente por medio de Cáritas y otras organizaciones, de misioneros y cooperantes, para que la recuperación sea una realidad.