Pintura a redescubrir en la catedral de Sigüenza

El Calvario de Pedro de Andrade, en la girola; la predela de los Apóstoles, en el brazo sur del crucero; y, en este mismo lugar, un cuadro sobre san Francisco Javier

 

Por Jesús de las Heras Muela

(Periodista y sacerdote. Deán de la catedral de Sigüenza)

 

 

 

 

 

 

 

 

Ahora que la temporada estival aumenta las visitas culturales y turísticas, también a la catedral de Sigüenza, nos acercamos hoy a tres obras artísticas pictóricas de su patrimonio, recientemente restauradas, reubicadas y revalorizadas. Son el Calvario de Pedro de Andrade, la predela de los Apóstoles y el cuadro titulado «Visión de san Francisco Javier».

Los comentarios sobre el Calvario de Pedro de Andrade y sobre la Predela de los Apóstoles están tomados, en su esencia, de los trabajos al respecto publicados por el libro-catálogo de ATEMPORA 2022 por el doctor en Historia en Arte Francisco Javier Ramos Gómez; y el texto del cuadro de san Francisco Javier está tomado e inspirado en el comentario, en la misma ya citada publicación  con texto de  Miguel Ángel Ortega Canales, director del Museo Diocesano de Sigüenza y delegado de Patrimonio Cultural en la diócesis de Sigüenza-Guadalajara.

 

Calvario de Pedro de Andrade en la girola

Cuadro documentado entre 1554 y 1577, óleo sobre tabla, 156 x 183 centímetros, propiedad de la catedral de Sigüenza y procedente de la capilla de San Juan Bautista y Santa Catalina (capilla del Doncel), esta obra fue restaurada ya para ATEMPORA 2016. Su actual emplazamiento se sitúa en la girola, concluida la nave de la Epístola, en el costado correspondiente de la capilla mayor y enfrente del altar de San Pedro Arbués.

Su autor es Pedro de Andrade (siglo XVI), uno de los pintores más originales e interesantes entre los numerosos autores que trabajaron en Sigüenza en esos años (Diego de Madrid, Juan de Illana, Pedro de Villanueva, Andrés de Rojas, Juan Calderón, Francisco de Pelegrina y Luis de Usarte). Esta tabla, pintada para la capilla de San Juan y Santa Catalina, destaca entre los muchos trabajos que Andrade realizó en la catedral.

La documentación del archivo de dicha capilla fue publicada en 1987 por Gregorio Sánchez Doncel y cita varios pagos a nombre de Pedro de Andrade «por el retablo y toda la pintura que ha hecho en la sacristía … se le dé 55.000 maravedíes».

De ello se deduce que esta tabla se ubicó en 1557 en la sacristía de esta capilla utilizada como espacio funerario y representativo de la familia Vázquez de Arce. Es esta la primera pintura conocida de Pedro de Andrade; muestra su dependencia respecto de la pintura toledana de Correa de Vivar y de Francisco Comontes, como bien señaló Diego Angulo. En obras posteriores. tomará más en cuenta el estilo de Alonso Berruguete y de su discípulo Juan de Villoldo.

Para esta misma capilla también realizó Andrade dos cortinas para proteger sendos retablos que la adornaban. Andrade fue muy valorado en esta labor de pintor de cortinas y de sargas, pues realizó dos más para los retablos colaterales de Santa María del Rey en Atienza y una tercera para el monumento de Semana Santa de la catedral, por la que cobró cien mil maravedíes.

Pese al tamaño de la tabla, Pedro de Andrade no ha escatimado detalles, sino más bien todo lo contrario. De marcado carácter realista son las hierbas, flores y hojas que hay en primer plano, junto al fémur y a las dos calaveras. La obra también destaca por la variedad de elementos iconográficos como la copa de los perfumes de la Magdalena -tratada como una verdadera obra de orfebrería-, y por la visión de Jerusalén tras un bello paisaje construido a base de sucesivos planos de color en degradación.

Esta pintura trata un tema habitual en la iconografía cristiana y la inscripción que la rodea subraya el dolor de María y busca la compasión del espectador, tomando una cita literal del Libro de las Lamentaciones, redacta - do tras la destrucción de Israel por Babilonia. Comentario aparte merece el dolor intenso y contenido expresado por los personajes, compuestos en dos grupos asimétricos.

 

Predela de los Apóstoles

Por predela se entiende la parte inferior de un retablo de pintura o escultura. Esta predela catedralicia es obra de Juan Soreda (documentado entre 1506-1537, y más concretamente con posible factura entre 1520 y 1525). Esta ejecutada en óleo y temple sobre tabla y capa de estopa bajo la imprimación. Fue restaurada para ATEMPORA 2022. Y desde el 12 de diciembre de 2022, tras la clausura de la citada exposición, se muestra en el centro del brazo o transepto sur del crucero.

La documentación de la catedral de Sigüenza recoge un bancal con apóstoles que Soreda cobró en 1521, lo que, unido al estilo claramente sorediano de las figuras, llevó a Ana Ávila a atribuirle sin dudas este magnífico conjunto, aunque la documentación también cita la participación como ayudante de Francisco Verdugo en esta obra.

 

Subrayado de cinco apóstoles

El Apostolado se conserva casi completo, con dos figuras recortadas, que componen una galería de retratos idealizados en posturas, actitudes y caracteres muy variados. Aunque el conjunto destaca por su notable calidad, hay tres figuras que sobresalen por diferentes motivos. En el caso de Santo Tomás se aprecia la influencia del Moisés de Miguel Ángel; esta admiración por éste y otros grandes maestros será una constante en la obra de Soreda. Esto explica su conocimiento temprano de Rafael, Parmigianino, Miguel Ángel, Lucas de Leyden y Alberto Durero, entre otros.

En segundo lugar, destaca por su italianismo y por su logrado escorzo la efigie de San Andrés; por último, San Judas Tadeo llama la atención por su expresión y por su interés en captar la luz. Junto a esta rabiosa modernidad, coexiste el arcaísmo de los fondos dorados decorados con motivos vegetales. La movilidad de Juan Soreda es un aspecto enigmático de su biografía; pasó por Sigüenza, El Burgo de Osma, Soria y Valladolid, lo que quizá se relacione con su posible origen judaico. Además de su apellido y de ciertos aspectos iconográficos que entroncan con rituales judíos, existe un rasgo curioso en algunas de sus obras, que consiste en colocar inscripciones en hebreo semiescondidas en sus cuadros.

En este Apostolado podemos apreciarlo en la tabla de San Juan Evangelista, apenas visible bajo su mano izquierda y en la de Santiago. También las inscribió en los profetas Daniel y Zacarías que se conservan en el Museo de San Gil de Atienza.

Entre otras, la publicación de nuestro libro Juan Soreda y la pintura del Renacimiento en Sigüenza ha permitido que en los últimos años hayan aparecido nuevas obras que se le pueden atribuir con bastante seguridad: una Virgen con el Niño y un ángel de la colección BBVA de Madrid (procedente de la capilla del chantre Mora de la catedral seguntina), una Crucifixión de San Pedro (Galería Abalarte), un Tríptico con La Virgen y el Niño, San Sebastián, San Roque y Adán y Eva (Subastas Isbilya, 2019) y una curiosa intervención en los rostros de las efigies de la tabla central del Retablo de San Juan y Santa Catalina (Museo del Prado).

 

Una hermosa visión de san Francisco Javier

Óleo sobre lienzo 122 x 104,2 centímetros, su autor es Antonio van de Pere, en el año 1686.  según la inscripción existente en el borde inferior del cuadro. En él se representa a san Francisco Javier, vestido con sotana, roquete y estola roja, con un crucifijo en su mano izquierda y una concha para bautizar en su mano derecha, mientras experimenta una visión beatífica de la Trinidad y la Virgen María como intercesora, ante Ella, de sus hijos terrenales.

El santo se halla rodeado, a sus pies, por indios con exóticos y coloridos tocados, que erróneamente se representan como indígenas americanos, en vez de los oriundos de la India, lo que evidencia que todavía, en este tiempo, no está tan clara la distinción de estas dos zonas geográficas tan distantes del mundo. Unos ángeles, desde la esquina superior derecha, ofrecen al santo flores por sus esfuerzos y resultados misioneros.

De hecho, la pose de san Francisco Javier ilustra perfectamente estas palabras del santo cuando hablaba en sus cartas de su actividad evangelizadora en las costas indias de Goa: «Muchas veces me acaece –escribe en enero de 1544– tener los brazos cansados de tanto bautizar y no poder hablar de tantas veces decir el credo y los mandamientos en su lengua de ellos». Aquí había sido enviado por el Papa Pablo III, y, el rey de Portugal Juan III, bajo la protección del virrey de las Indias, Sousa.

 

Donante y autor de la «Visión de san Francisco Javier»

Este cuadro, donado por un padre jesuita valenciano, Vicente Claudio, era el motivo central de un retablo barroco que decoraba la capilla dedicada a este santo en 1586, por la mucha devoción que se le tenía entonces en Sigüenza. Una capilla que, anteriormente a esta fecha, estaba dedicada a la Coronación de Nuestra Señora y, después de 1825, compartía dedicación con la devoción a la Virgen del Pilar. De hecho, esta capilla de san Francisco Javier y la Virgen del Pilar, que hoy día ya no existe, se hallaba en el brazo meridional o sur del crucero de la catedral de Sigüenza, entre la actual salida de la Puerta del Mercado y el portillo de acceso a la Torre del Gallo. Tras los daños sufridos en la Catedral de Sigüenza durante la Guerra Civil, los arquitectos que trabajaron en su reconstrucción posterior consideraron que era mejor fortalecer el muro tapiando este vano, lo que puede observarse actualmente en el paño de muro sobre el que está expuesto el retablo de santa Catalina de Alejandría y san Juan Bautista, de la familia de los Arce.

Antonio van de Pere Izquierdo (1618-1688) fue hijo del pintor Pedro van de Pere, oriundo de Amberes, y es probable que iniciase su aprendizaje como pintor en el taller de su padre establecido en la Corte, al menos, desde 1595. En su obra sobresale como decorador mural y pintor de caballete. Una de sus últimas pinturas, en este género, es el cuadro que nos ocupa con un tono grato y decorativo, y, un rico colorido veneciano al nuevo estilo imperante del barroco cortesano.

Además, dota sus obras con un especial encanto en las figuras, en las que refleja una gran dependencia compositiva de estampas italianas y flamencas, especialmente, de Rubens. Falleció en la Corte hacia 1688, donde ejerció la mayor parte de su actividad profesional como tasador de pinturas y experto catalogador del Palacio del Buen Retiro, así como un reputado maestro en la Corte, recibiendo a jóvenes aprendices.

 

 

 

Artículo publicado en 'Nueva Alcarria' el 30 de junio de 2023

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