Este domingo 20 de agosto, fiesta de la Virgen de la Mayor de Sigüenza

Por Jesús de las Heras Muela

(Periodista y sacerdote. Deán de la catedral de Sigüenza)

 

 

 

La misa principal, con el obispo diocesano y el arzobispo emérito de Sevilla, será a las 11:30 horas, y la procesión de los faroles a partir de las 21 horas

 

 

 

 

Sigüenza celebra al domingo siguiente a la Asunción y a la fiesta de San Roque, este año, pasado mañana, domingo día 20 de agosto, la festividad de su patrona, la Virgen de la Mayor. Esta fiesta llega tras un solemne novenario -que ha incluido el rezo del Rosario y de la Novena y la celebración de la Eucaristía-, comenzado el viernes día 11 y celebrado con convocatorias, a las ocho de la mañana y a las siete y media de la tarde. «María se levantó y se puso en camino» es el lema de la novena y fiesta. Es el mismo de la reciente JMJ Lisboa 2023 y la intención orante es por los jóvenes y por el sínodo universal y el sínodo diocesano.

 En el día de la festividad de la Virgen de la Mayor, fiesta que se celebra desde finales del siglo XV, los actos conmemorativos tienen tres grandes momentos. El primero de ellos comienza a las ocho de la mañana. Numerosos fieles participan en el tradicional Rosario de la Aurora, que recorre las travesañas y las murallas de la ciudad. A continuación, se oficia una eucaristía.

A las 11:30 horas, nuestro obispo diocesano, monseñor Atilano Rodríguez, y el arzobispo emérito de Sevilla, el seguntino monseñor Juan José Asenjo, presiden la misa central y principal de la jornada. Medio millar de fieles acuden a la Misa.

El momento más esperado del día llegará a partir de las nueve de la tarde. Comienza con el rezo del rosario ante el altar de la Virgen de la Mayor, mientras va saliendo la procesión en su honor, que media hora más tarde está ya en las calles de la ciudad. Es la procesión de los faroles en honor de la Virgen de la Mayor, que recorrerá las principales calles de la ciudad, acompañada de varios miles de fieles. La procesión de los faroles de la Virgen de la Mayor es fiesta de interés turístico regional. El tañido de las campanas catedralicias, el desgranar del Santo Rosario y los sones de la banda de música aportarán el sonido inconfundible de la más bella noche seguntina, iluminada por los cirios de los faroles procesionales y las luces artísticas y monumentales de la ciudad, mientras que los nardos, los gladiolos y las rosas en honor de María Santísima de la Mayor esparcirán sus mejores olores y fragancias al igual que del corazón y los labios de los seguntinos saldrán las más hermosas plegarias y oraciones en la fiesta anual de su Madre y Señora.

 

 

La Virgen de la catedral seguntina

Los cánones del arte medieval cristiano establecían que toda la catedral (la iglesia propia del obispo, la iglesia cabeza y madre de todo el territorio o diócesis al obispo confiado) debía construirse integrando tres claves fundamentalmente: la presencia de una imagen mariana, la custodia del templo confiada a monjes y las reliquias de un mártir.

Cuando el obispo Bernardo de Agén, a partir de que el 22 de enero de 1124 reconquistó del poder musulmán la ciudad de Sigüenza y continuó con la recuperación del antiguo territorio del Obispado de Sigüenza, situado entre el alto Duero y el alto Tajo, dio los primeros pasos para levantar su catedral estos tres elementos, estas tres claves, se observaron escrupulosamente. Y así lo mantuvieron sus inmediatos sucesores: don Pedro de Leucata (1152-1156) y don Cerebruno de Poitiers (1156-1166), quienes son también de capital importancia para los albores de la historia de la construcción de la catedral seguntina. Estos tres obispos procedían de la región hoy francesa, entonces de la Corona de Aragón, de Aquitania, de donde vinieron numerosos clérigos para la fortalecer la evangelización e impulsar la romanización (esto es, la universalidad, la condición romana de la Iglesia) en los distintos territorios de España que eran reconquistados

Nuestra catedral que fue consagrada al culto por el cuarto obispo de Sigüenza tras la reconquista de 1124, el inglés Joscelmo Adelida (1168-1178), el 19 de junio de 1169, hace, pues, 854 años.

 

Catedral monacal, martirial y mariana

Aunque inicialmente el cuidado pastoral de la catedral seguntina fue confiado a sacerdotes diocesanos, pronto la presencia monástica se hizo presente en él. Además, la impronta monacal ya la imprimía el obispo Bernardo de Agén en su condición de monje cluniacense o benedictino.

Con todo, el cabildo de la catedral de Sigüenza pasó al servicio de monjes canónigos regulares de San Agustín muy pronto, en la misma mitad primera del siglo XII y hasta en el primer cuarto del siglo XIV, en que el obispo Simón Girón de Cisneros (1301-1326) lo confío al clero secular y desde entonces así sigue.

La característica de catedral martirial, ya desde su consagración, se cumple en la seo seguntina con la presencia de las reliquias de la joven virgen y mártir santa Librada (martirizada a comienzos del siglo IV, en Aquitania, paisana, pues, del obispo don Bernardo).

La catedral de Sigüenza cumple asimismo el requisito de ser catedral mariana desde sus mismos albores. Y la talla de la Virgen que durante los más de ocho siglos y medio de historia catedralicia que es objeto principal de devoción es una imagen traída por el obispo Bernardo: la Virgen de la Mayor.

 

Catedral mariana

La catedral de Sigüenza cumple asimismo el requisito de ser catedral mariana desde sus mismos albores. Se trata de una talla inicialmente románica del siglo XII, esculpida en madera de ciprés, que fue modificada en varias ocasiones, adquiriendo, a partir del siglo XIV, también por a instancias del obispo ya citado Simón Girón de Cisneros, una configuración más gótica, esbelta, elegante y risueña. Incluso este obispo recubrió de plata la imagen mariana, que en los libros de actas capitulares a veces es llamada, por ello, Virgen Blanca.

La imagen es de las llamadas «vírgenes sagrario», pues tiene una portezuela en la espalda donde se reservaba el Santísimo y se portaba los santos óleos. Es, por ello, imagen también llamada «socia belli» (compañera de batalla), ya que consta que acompañó a don Bernardo en sus incursiones castrenses para recuperar el territorio diocesano

Según el historiador por excelencia de los obispos y de la diócesis de Sigüenza, fray Toribio de Minguella y Arnedo, el obispo Bernardo trajo a Sigüenza las reliquias de su paisana santa Librada, aprovechando un viaje que hubo de realizar a Francia, concretamente a noroeste del país, para asistir al Concilio provincial, no ecuménico o universal, de Reims, del año 1131, convocado para deponer al antipapa Anacleto II y confirmar al papa legítimo Inocencio II.

Y otra muestra de la condición mariana de la catedral seguntina es su advocación en honor de la Asunción de Nuestra Señora, y precisamente en los días de la octava de esta fiesta (el 15) se celebra a la Virgen de la Mayor.

El nombre o título mariano de la Mayor se debe, sin duda, a que esta imagen de María (otras veces citando únicamente como Nuestra Señora) estuvo durante cinco siglos y medio en la capilla mayor de la catedral, hasta su traslado a su actual emplazamiento, del que ahora escribimos.

 


 

El retablo de la Virgen de la Mayor

 

Desde hace más de 350 años, la principal patrona seguntina, Nuestra Señora de la Mayor, se halla en un retablo barroco en el trascoro de la catedral seguntina. Este retablo y sus protagonistas fueron así reflejados por el músico e investigador Juan Antonio Marco Martínez, canónigo de la catedral, en un artículo para el libro-catálogo de ATEMPORA 2022.

“Contrariamente a lo que ocurría en Europa, las catedrales hispanas optaron por instalar el coro en medio del templo. Este hecho dio lugar a un nuevo elemento en nuestras catedrales: el trascoro. Pues bien, éste de Sigüenza es, sin duda, el más atrevido y hermoso de los trascoros catedralicios peninsulares.

Tres protagonistas dieron forma a esta colosal pieza barroca de mármoles y jaspes. Ante todo, Nuestra Señora; la titular de la catedral. La tradición asocia esta imagen, de inicial y correcto formato románico, a la conquista de Sigüenza por el obispo don Bernardo de Agén. Tuvo su trono en el cabecero de la catedral hasta la instalación, en 1613, del actual retablo mayor, obra del escultor Giraldo de Merlo. El título La Mayor aparece esbozado en algunas mandas de finales del XVI para distinguirla de otras imágenes de María; así en 1593 donan un Agnus (cordero) de oro «para la imagen de Nuestra Señora la del altar mayor». En 1618, retirada ya la venerada imagen a una capilla lateral, los labradores ofrecen una lámpara de plata «a Nuestra Señora la Blanca que es la imagen que antes estaba en el retablo del altar mayor de esta santa iglesia».

 

 

El segundo protagonista es el obispo don Andrés Bravo de Salamanca Llegó a Sigüenza en 1606 con 22 años; su tío, el obispo fray Mateo de Burgos –el que retiró del altar mayor la imagen de Nuestra Señora– le asignó una canonjía. Tras desempeñar diversos cargos en distintas ciudades, volvió a Sigüenza en 1661, pero esta vez como obispo, procedente de Murcia, de donde era ya obispo.

Don Andrés –testigo presencial de la desazón que causó en Sigüenza el traslado de la Patrona a un lateral– venía de Murcia, como queda dicho, donde uno de sus predecesores había levantado un trascoro de mármoles para la Inmaculada. Y decidió hacer aquí lo mismo: «Siempre ha sido mi deseo que en el altar de San Martín se haga un trascoro lucido de todo primor y arte, y de piedra de jaspe y de otras vistosas con toda escultura, labor y moldura para que en él se coloque y esté con toda veneración Nuestra Señora de la Mayor».

Nos queda un tercer personaje, Juan de Lobera, el artífice madrileño con el que, en junio de 1666, contrató el obispo «la obra de jaspe para la catedral de esta ciudad». Sus trabajos en la capilla de San Isidro de Madrid (parroquia de San Andrés) hacían de él el maestro más indicado. Solucionó el problema de llenar un espacio tan grande para una imagen tan pequeña jugando con las diagonales, que cruzan en la hornacina de la titular, y con el espacio, creando una especie de efecto-cueva que lleva al centro la mirada del espectador. El obispo don Andrés falleció en 1668 sin ver terminada esta enorme estructura de salomónicas, pero ciertamente dejó para Nuestra Señora un altar «lucido de todo primor y arte»”.

 

Publicado en Nueva Alcarria el 18 de agosto de 2023

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