Por Jesús Montejano
(Delegación de Piedad Popular, Cofrafías y Hermandandes)
El mes de septiembre es quizá el mes que más expresiones de piedad popular tienen lugar en numerosos lugares de nuestra diócesis.
La devoción se centra, fundamentalmente, en el Santo Cristo, en torno la fiesta de la Exaltación de la Santa Cruz, así como en María, en torno a la fiesta de la Natividad y la memoria de la Virgen de los Dolores.
Y esto tiene lugar al comienzo del curso pastoral, cuando volvemos a nuestras actividades cotidianas, después del descanso vacacional.
Y esta devoción, este amor sincero al Señor y a María, han de ser los motores para retomar con nueva ilusión y con una fuerza mayor las actividades de nuestros hogares y de nuestras parroquias.
Es verdad que nos encontramos con expresiones externas de piedad tan hermosas como puntuales. Pero el recuerdo del Señor y de María ha de acompañarnos en nuestra vida ordinaria, en el trabajo de cada día, en la vida de hogar, en la marcha de la vida de parroquia,… en el seguimiento de Cristo de cada día.
Una vida cristiana seria y comprometida es una consecuencia necesaria de ese amor al Señor que expresamos en nuestras procesiones y manifestaciones de piedad popular. Es más. Dicha piedad que brota de nuestro corazón, del corazón del pueblo, se verifica en la vida cotidiana, en la relación con el prójimo, en la vida de parroquia, en el compromiso con las realidades de este mundo.
Que el Señor y María nos ayuden a comenzar este curso pastoral con nueva ilusión, que nos animen en este nuevo paso de Iglesia sinodal que estamos viviendo en nuestra diócesis, y que nos hagan poner el amor como centro de nuestra vida.