Identidad, misión y eclesialidad de las Cofradías y Hermandades (2)

Por Jesús de las Heras Muela

(Periodista y sacerdote. Deán de la catedral de Sigüenza)

 

 

 

Precisamente, mañana, sábado 23 de septiembre, Sigüenza acoge la VI Jornada Diocesana de las cofradías y hermandades de Sigüenza-Guadalajara

 

 

 

 

La pasada semana comenzábamos una serie de tres artículos sobre la identidad, misión y eclesialidad de las cofradías y hermandades y, en suma, sobre el gran valor, tan pujante en nuestra Iglesia, de la religiosidad o piedad popular.

En nuestra primera entrega, ofrecimos al respecto siete epígrafes con sus correspondientes contenidos. Presentábamos al mundo cofrade como camino de fe en nuestra tierra, recordábamos su esencial naturaleza religiosa y su triple finalidad originaria y principal. Peligro y antídoto frente a la secularización era el cuarto apartado y las luces y oportunidades para la Pastoral Juvenil, el quinto. En sexto lugar, hablábamos de lo que es importante y decisivo, y que no lo es tanto, en el mundo cofrade. Y en el séptimo epígrafe, proponíamos a las cofradías y hermandades como oratorio, escuela y taller.

Hoy, en la víspera de la jornada que cada año dedica nuestra diócesis al encuentro de las cofradías en una ciudad (este año, Sigüenza, desde las 11 a las 20 horas y bajo la presidencia del obispo) y en un ambiente de convivencia, fiesta, cultura y celebración, abundamos con otras cuatro consideraciones.

 

 

 

(8) Cofradías y Hermandades, espacio de encuentro con el Señor

Cuando el Concilio Vaticano II, hace ya seis décadas, quiso esclarecer el ser y la naturaleza de la Iglesia, la definió como el sacramento de Jesucristo, el sacramento del encuentro con Dios (LG 1,9,48; SC 5). Ese es el fin casi exclusivo de la Iglesia, ser transparencia de Jesucristo, ser camino para el encuentro con el Señor, ser sacramento universal de salvación.

Por ello, la misión de la Iglesia no es otra que "mostrarnos a Cristo, llevarnos a Él, comunicarnos su gracia". "La Iglesia -ha escrito un gran teólogo del siglo XX- tiene la única misión de hacer presente a Jesucristo ante los hombres. Ella debe anunciarlo, mostrarlo y darlo a todos. Todo lo demás... no es más que sobreañadidura" (Henri de Lubac).

Si este es el fin de la Iglesia, sus instituciones, por ejemplo, un colegio, un asilo, una universidad dirigida por la Iglesia no pueden tener un fin distinto del de la propia Iglesia. Ellas deben ser para sus miembros sacramento y escalera de nuestra ascensión hacia Dios (San Ireneo).

Este es el caso también de una Hermandad, que debe ser ocasión e instrumento para que sus miembros vivan en gracia de Dios, vivan con gozo su condición de hijos de Dios y su vocación cristiana y se encuentren con el Señor, que es mucho más que una idea, un sentimiento, unas tradiciones e, incluso, que un sistema de valores éticos y morales. Como nos dijera en 2006 el Papa Benedicto XVI en la encíclica Deus caritas est, Jesucristo es la opción fundamental de nuestra vida, pues "no se comienza a ser cristiano por una decisión ética o una gran idea, sino por el encuentro con un acontecimiento, con una Persona, que da un nuevo horizonte a la vida y, con ello, una orientación decisiva" (n. 1).

Si todo esto no se da en una determinada Hermandad o Cofradía, aunque sus procesiones sean muy hermosas, aunque organice brillantes actos culturales y publique una bellísima revista en papel couché, no cumple el 95 % de su misión, no está respondiendo a lo que exige su propia naturaleza y no está viviendo la verdad más profunda de la vida de las Hermandades, porque los árboles de lo accidental no le dejan ver el bosque de lo esencial.

El relieve social o la dimensión cultural no es sino sobreañadidura y será algo bueno y apreciable en la medida en que ayude a vivir aquello que está en los orígenes y en los propósitos fundacionales de las Hermandades, es decir, aquello que constituye su mística, su corazón, su razón de ser, el núcleo que les confiere autenticidad como escuelas de vida cristiana y talleres de santidad, como las definió el Papa Benedicto XVI, que ayudan a sus miembros a conocer y a amar más a Jesucristo, a vivir la experiencia de Dios, a aspirar a la santidad, a cultivar la vida interior, la oración, la amistad y la intimidad con el Señor, a participar con asiduidad en los sacramentos, especialmente la eucaristía y la penitencia.

Y si todo esto que es exigible a cualquier buen cristiano, es mucho más exigible a un cristiano cualificado, como es el cofrade por formar parte de una asociación de fieles erigida y aprobada por la Iglesia. En este sentido, suscribo de corazón la afirmación del Papa Francisco en su encuentro con las Hermandades de todo el mundo el 5 de mayo de 2013: en las Hermandades tiene la Iglesia un tesoro porque son un espacio de “encuentro con Jesucristo”.

 

(9) Testigos y promotoras de la auténtica renovación y sinodalidad      

En los últimos treinta o cuarenta años, en muchas partes de España, se ha recorrido un camino apreciable en la clarificación y robustecimiento de la genuina identidad religiosa de las Hermandades, de acuerdo con el espíritu del Concilio Vaticano II y el Código de Derecho Canónico de 1983.

Pero hemos de reconocer que queda todavía un largo camino por hacer. En ello estamos todos.

En la vida de la Iglesia desde sus orígenes ha existido siempre la conciencia de que la Iglesia debe estar en actitud perenne de reforma. Este principio sigue conservando hoy toda su validez. La Iglesia, efectivamente, ha de estar en una actitud perenne de renovación para ser cada día más fiel a su fundador, para ser cada día más transparencia cabal de Jesucristo.

De esta renovación nos habla el Papa Francisco, en tantas ocasiones al igual en su tan emblemática y programática exhortación apostólica Evangelii Gaudium (nn.25-28), al decirnos que por fidelidad a Jesucristo la Iglesia ha de estar siempre en actitud reforma, renovación y conversión.  Y la reforma y renovación de la Iglesia es para todos, también para las cofradías.

Y en la hora presente de la sinodalidad, del caminar juntos, sinodalidad y cofradías, que ya de, por sí son conceptos muy próximos, han todavía de identificarse más. Dicho de otro modo: las cofradías y hermandades están llamadas a vivir, servir, estimular y fomentar la sinodalidad dentro de toda la Iglesia.

Como Iglesia que son y como cualquier otra institución eclesiástica, las Hermandades deben estar también en actitud permanente de renovación. También a las Hermandades, en su devenir histórico, se les pega el polvo de los caminos y algunas adherencias que no responden a su identidad religiosa más neta y profunda.

Por ello, igual que toda la Iglesia, sus pastores, fieles y estructuras, también las hermandades y cofradías han de estar siempre dispuestas a la reforma y a la renovación. Esto es, la reforma de la Iglesia no es para los otros, para los demás: es para todos.

 

(10) Hermandades y Cofradías discípulas y misioneras, impulso de compromiso apostólico 

Desde la fuente de la vida interior y de la formación, surgirá otra expresión clave de eclesialidad en las cofradías y hermandades como es su propia misión, misión también evangelizadora. Lo decía antes: la Iglesia es para evangelizar. Y todos los miembros de la Iglesia estamos llamados a ser evangelizadores. Pero nadie da lo que no tiene. De ahí, la importancia de espiritualidad y de la formación. Y es como repite el Papa Francisco la doble y simultánea condición de discípulos y misioneros: conocer y ahondar nuestra fe y esperanza para dar razones creíbles con la vida de ellas.

Por ello, también los miembros de las Hermandades están llamados a ser apóstoles y evangelizadores en su hogar, en su trabajo, en su profesión, en su quehacer cofrade y en todas las circunstancias y ambientes que entretejen sus vidas. Su comunión con el Señor debe traducirse en dinamismo apostólico y misionero: han de anunciar a Jesucristo con obras y palabras. En primer lugar, con su testimonio, con sus criterios verdaderamente evangélicos, con su vida intachable, con su rectitud moral en vuestro trabajo y con la ejemplaridad en el cumplimiento del deber y de sus obligaciones cívicas.

Pero han de anunciar a Jesucristo también con la palabra. No les debe dar miedo ni vergüenza hablar del Señor a nuestros hermanos, mostrándoles a Jesucristo como único Salvador, único camino para el hombre y única esperanza para el mundo. En esta hora, más que en épocas anteriores, ante el avance del laicismo militante, es urgente también robustecer la presencia confesante de los católicos en la vida pública, sin complejos, sin vergüenza, con valentía y decisión.

 

(11)   Hermandades y Cofradías, en la comunión y en la misión de la Iglesia  

Una tarea importante que urge a todos los miembros de las Hermandades, y muy especialmente a los Hermanos Mayores, Juntas de Gobierno y Directores Espirituales (abades o consiliarios), es propiciar la eclesialidad y el amor a la Iglesia y favorecer la comunión de las Hermandades con la diócesis y con la parroquia.

Las Hermandades no son islas, entes autónomos e independientes que caminan por libre, desconectadas de la Iglesia diocesana o de la comunidad parroquial.

Todo lo contrario, deben buscar la comunión y la comunicación con las otras Hermandades, con los demás grupos cristianos, con el sacerdote, con la parroquia, con el obispo, con todos lo que buscamos el Reino de Dios.

La Iglesia, que aprecia las sanas tradiciones, las singularidades, fines y actividades propias de las Hermandades, les pide al mismo tiempo en el Directorio de la piedad popular y la liturgia, publicado por la Santa Sede el 17 de diciembre de 2001, que "evitando toda forma de contraposición y aislamiento, estén integradas de manera adecuada en la vida parroquial y diocesana" (n. 69).

El cristiano cofrade no puede ser un solitario, sino un solidario, un hermano, que sabe trabajar en equipo, que participa en la vida de la parroquia, que se implica en la catequesis, en la vida litúrgica, en la Cáritas parroquial, o en el Consejo de Pastoral parroquial, compartiendo sus dones con sus otros hermanos cristianos. En la diócesis y en la parroquia no sobra nadie. No cabe, pues, automarginarse. Todos somos necesarios a la hora de anunciar a Jesucristo a nuestros hermanos.

Hoy más que nunca, por la peculiar situación que está viviendo la Iglesia en España, es preciso robustecer nuestra mutua comunión, aunar fuerzas, abandonar las propias piraguas particulares para remar dentro de la barca grande y magnífica que es la Iglesia, todos con el mismo ritmo y en la misma dirección. Y esto es también sinodalidad.

 

 

Publicado en Nueva Alcarria el 22 de septiembre de 2023

Información

Obispado en Guadalajara
C/ Mártires Carmelitas, 2
19001 Guadalajara
Teléf. 949231370
Móvil. 620081816
Fax. 949235268

Obispado en Sigüenza
C/Villaviciosa, 7
19250 Sigüenza
Teléf. y Fax: 949391911

Oficina de Información
Alfonso Olmos Embid
Director
Obispado
C/ Mártires Carmelitas, 2
19001 Guadalajara
Tfno. 949 23 13 70
Fax: 949 23 52 68
info@siguenza-guadalajara.org

 

BIZUM: 07010

CANAL DE COMUNICACIÓN

Mapa de situación


Mapa de sede en Guadalajara


Mapa de sede en Sigüenza

Si pincha en los mapas, podrá encontrarnos con Google Maps