Por Rafael Amo
(Delegación de Ecumenismo)
Como cada año, del 18 al 25 de enero, todas las Iglesias y comunidades eclesiales -también la Iglesia Católica- estamos convocados a rezar por la unidad de la Iglesia. Este año el lema del octavario es “«Amarás al Señor tu Dios… y a tu prójimo como a ti mismo»” (Lc 10, 27). La elección de los textos bíblicos y litúrgicos se inspira en la imagen del buen samaritano de la parábola evangélica (Lc 10,25-37).
Para comprender en profundidad la intención de la oración de este año, es muy interesante conocer quién ha preparado el material y por qué. Nos puede ayudar a desentrañar su sentido saber que el Octavario de oración ha sido propuesto por un equipo ecuménico de Burkina Faso.
En aquel país, en términos religiosos, aproximadamente el 64 % de la población es musulmana. El país atraviesa actualmente -después del gran ataque yihadista de 2016- una grave crisis de seguridad, que afecta a todas las comunidades de fe.
Las Iglesias cristianas han sido expresamente blanco de ataques armados. Sacerdotes, pastores y catequistas han sido asesinados durante el culto y se desconoce el destino de otros que fueron secuestrados. Aproximadamente, más del 22 % del territorio nacional está fuera del control del Estado. Los cristianos ya no pueden practicar abiertamente su fe en estas áreas. Debido al terrorismo, la mayoría de las Iglesias cristianas en el norte, este y noroeste del país han sido cerradas. Ya no hay ningún culto cristiano público en muchas de estas áreas. Y allí donde todavía es posible el culto, se ha de realizar con protección policial y ha sido necesario acortar los servicios debido a los problemas de seguridad.
Estas circunstancias ayudan a los cristianos de distintas iglesias y comunidades eclesiales a volver a lo esencial: el amor, que es el ADN de la fe cristiana. Dios es Amor y «el amor de Cristo nos ha reunido en uno». Nuestra identidad común se encuentra en la experiencia del amor de Dios (cf. Jn 3,16) y revelamos esa identidad al mundo en el modo en que nos amamos unos a otros (Jn 13,35).
Puede parecer que nuestra parroquia, o grupo de oración, es pequeño; que poco podemos hacer. Sin embargo, Jesús nos prometió que cuando dos o tres nos reunimos en su nombre, Él está en medio de nosotros (Mt 18, 20). Y también, que, si le pedimos algo con fe, aunque fuera tan pequeña como un granito de mostaza (Mt 17, 20), Dios nos lo concederá.
La Iglesia de Cristo es un solo Cuerpo, Él es la cabeza y nosotros los miembros, lo que le pase a cualquiera de los miembros nos afecta a todos. El dolor de los cristianos perseguidos, de la confesión que sean, es nuestro dolor. La oración en común, o individual, que podamos hacer es su consuelo.