Por José Ramón Díaz-Torremocha
(Conferencia de Santa María la Real en Guadalajara)
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Dolor y felicidad
“Si amo a alguien que sufre o que es tratado injustamente,
se despertará en mí la inventiva. Entonces tengo que prestarle mi ayuda.
y el espíritu de consejo y de fortaleza, el espíritu de consuelo,
no se cierra a esa necesidad de ayudar”[i].
Releyendo un viejo texto del Cardenal Martini, he sentido que me transportaba al dolor tantas veces sentido en mi Conferencia a lo largo de ya casi toda una vida vivida siempre dentro de las Conferencias de San Vicente de Paúl. Dolor diverso y para diversos seres humanos.
Estoy sinceramente convencido que ese conocimiento de las Conferencias fue un regalo que recibí del Buen Dios a través de dos buenos amigos de mi adolescencia: Antonio y Ángel. Ellos me descubrieron el grupo de amigos, todos ellos mayores, que habían a su vez descubierto y en el que se sentían escuchados, enseñados y amparados y en el que poco a poco, irían conociendo esta última sensación: la de estar amparados cristianamente. Todo ello desde la modestia que implicaba la utilización de unos medios humildes en todos los sentidos. Medios humildes que se intentaban, fueran lo mejor utilizados posible con las discretas fuerzas a nuestro alcance.
Esta vinculación con las Conferencias me ha ayudado a ir descubriendo el dolor y las múltiples formas que este puede adoptar. También a cómo un grupo de cristianos comprometidos, humanamente sin apenas fuerzas, pueden alcanzar las necesarias para primero compartir y más tarde ayudar a aminorar el sufrimiento de nuestros hermanos. De aquellos que caminan la vida en la cercanía con cada uno de nosotros y que sufren tantas veces en silencio.
Pero si gracias a ellas – a las Conferencias – he conocido tantas formas de dolor, no quiero dejar de indicar que también y con mucha frecuencia, he gozado de la felicidad de amigos muy cercanos y a los que sigo conservando como tales, después de tantos años. Amigos con los que me encuentro después de muchos años con la sensación de haber dejado de vernos sólo la tarde anterior. Todavía me veía hace unos días, - estoy escribiendo en pleno otoño – con un muy querido amigo con el que no coincidía al menos en los últimos cinco o diez años. Daba igual, la facilidad de relación, los recuerdos comunes, nos asaltaban de tan benéfica manera que, reunidos para una comida, no dábamos fin a la misma por el placer que nos producía el encuentro.
Hay una gran diferencia, entre la amistad surgida en las más variadas circunstancias y la encontrada en las instituciones cristianas. El poso que queda en unos casos y otros no es, me parece, el mismo. No lo es.
Vuelvo para terminar, haciendo mías sus palabras y salvando todas las distancias, de nuevo al libro del cardenal Martini:
“Quien ha vivido y trabajado tanto tiempo en la Iglesia como yo,
seguramente ha tenido que tratar con muchos
hombres difíciles.
Pero a pesar de todos los problemas
prefiero dirigir la mirada a los
muchos hermanos a los que debo horas y años hermosos”
Pues por ello y dado que todos habremos sentido parecidas experiencias amicales, demos gracias al Buen Dios.
Deseo para todos los amigos con los que me comunico cada mes con estos pequeños artículos, un buen año nuevo en el que nos encontremos en el servicio al ser humano que sufre.
A Cristo siempre por y con María
José Ramón Díaz-Torremocha
Conferencia Santa María la Mayor
Guadalajara, España
Sorrow and happiness
"If I love someone who suffers or who is treated wrongly,
then inventiveness will be awakened in me, and I have to help him.
and the spirit of counsel and strength, the spirit of comfort,
does not exclude this need to help".
Rereading an old text of Cardinal Martini, I felt that it brought me back to the suffering I have felt so many times in my Conference throughout almost a whole life lived in the Conferences of St. Vincent de Paul. Different kinds of suffering for different human beings.
I am sincerely convinced that this knowledge of the Conferences was a gift from the Good Lord through two good friends of my adolescence: Antonio and Ángel. They introduced me to the group of friends, all of them older, who had discovered in their turn that group where they felt listened to, taught and supported, and where they would gradually come to know this ultimate feeling: that of being supported in a Christian way. All this was achieved with the humble means, in all senses of the word, that were used. With the limited force at our disposal, we tried to make the best possible use of those modest means.
This involvement with the Conferences has helped me to discover pain and the many forms it can take. It has also helped me to see how a group of committed Christians, without much human strength, can find the necessary resources to first share and then help to alleviate the suffering of our brothers and sisters. The suffering of those who walk through life close to each one of us and who suffer so often in silence.
But if thanks to them - to the Conferences - I have known so many forms of sorrow, I must point out that I have also, and very often, enjoyed the happiness of very close friends whom I still keep as such, after so many years. Friends with whom I meet after many years with the feeling of having seen each other just the evening before. Just a few days ago - I am writing in the middle of autumn - I met a very dear friend with whom I had not coincided for at least the last five or ten years. It didn't matter, the ease of relationship, the common memories, assaulted us in such a beneficial way that, gathered for a meal, we didn't manage to put an end to it because of the pleasure we took in the encounter.
There is a great difference between the friendship that arises in the most varied circumstances and the one we find in Christian institutions. The aftertaste that remains in one case or the other is not, it seems to me, the same. It is not.
In conclusion, I would like to go back, once again, to Cardinal Martini's book, making his words my own, with all due respect to it:
"Anyone who has lived and worked in the Church for as long as I have,
surely he or she had to deal with many difficult men.
But in spite of all the problems
I prefer to look at the many
brothers to whom I owe many beautiful hours and years".
For this, and since we will all have had similar experiences of friendship, let us give thanks to the Good Lord.
I wish all the friends with whom I am in contact every month through these short articles, a good new year where we will meet in the service of the suffering human being.
To Christ always through and with Mary
José Ramón Díaz-Torremocha
Conference of Santa María la Mayor
Guadalajara, Spain
[1] Carlo Maria, Cardenal Martini, “Coloquios nocturnos en Jerusalén” Editorial San Pablo
Carlo Maria, Cardenal Martini, “Night Talks in Jerusalem” St. Paul’s Publishing House