Por Alfonso Olmos Embid
(Director de la Oficina de Información)
Con la apertura de la Asamblea Sinodal, el pasado 25 de febrero en la contcatedral de Guadalajara, se ha iniciado la fase final del Sínodo. Perecía que no iba a llegar nunca. Los estragos de la pandemia también truncaron, en parte, la vitalidad de esta iniciativa eclesial propuesta por el ahora obispo emérito, Atilano Rodríguez.
Muchos, como manifestaba nuestro obispo, Julián Ruiz, en la eucaristía solemne en Santa María, “conectaron con entusiasmo y secundaron el proyecto, pero el paso del tiempo y el peso de la pandemia disminuyeron el ánimo y el esfuerzo. También ha habido un grupo de personas generosas que han perseverado y han permanecido fieles a pesar de todas las dificultades y contratiempos”, a todos, el obispo, públicamente dio las gracias.
En este momento de reuniones, oraciones y votaciones, “es preciso pasar de estar desactivados a ser miembros activos”, seguía diciendo el prelado. Solo de esa forma seremos fieles al Espíritu, que se quiere hacer presente para mostrarnos el camino que tenemos que seguir en los próximos años.
Por eso, aunque estas celebraciones y asambleas son, aparentemente, el culmen del proceso sinodal, no es así. Ahora se inicia un tiempo nuevo en el que tendremos que asumir, con madurez, lo que muchos han ido proponiendo desde la reflexión, la oración y el diálogo. Ahora es el tiempo del Espíritu. Ahora es el tiempo de la docilidad y, cómo no, de ponerse de nuevo en camino, juntos, para hacer realidad este sueño de comunión.