Por Agustín Bugeda Sanz
(Vicario General)
Queridos amigos:
Al escribir estas líneas en el 19 de junio, necesariamente he sentido la necesidad y la alegría de hablar un poco de la fiesta que hoy celebramos en toda la Diócesis: La Dedicación de la Catedral.
La Iglesia como madre y maestra nos va guiando a todo el Pueblo de Dios a lo largo del Año litúrgico con una pedagogía muy en el Espíritu para que vayamos entrando en el Misterio Pascual de Jesucristo poco a poco.
Ese entrar en el Misterio Pascual no lo podemos hacer sino en comunión, unidos en aquel que nos preside en la caridad y asintiendo gozosamente la Verdad Revelada con la ayuda del Magisterio eclesial.
Celebrar la fiesta de la Dedicación de la Catedral es dar gracias a Dios por una Diócesis concreta, en este caso, la nuestra, la de Sigüenza-Guadalajara que es presidida, guiada, cuidada, alentada por un obispo, en este caso D. Atilano, que tiene su Cátedra en la Iglesia “madre y cabeza” de toda la Diócesis, la Catedral.
Celebrar esta fiesta es profesar y vivir la comunión con todo el Pueblo de Dios que peregrina en Sigüenza-Guadalajara, que tiene una casa común en Sigüenza, en su Catedral donde se celebran los acontecimientos más significativos de la Diócesis, como signo, realidad y expresión de la comunión en torno al pastor diocesano que nos hace a todos mirar en la misma dirección, mirar al Mismo, a Jesucristo el Señor. Por eso nuestra Catedral y casi todas las Catedrales están orientadas hacia el sol naciente, Cristo el Señor, “Sol que nace de lo alto”.
Celebrar este fiesta es celebrar la maternidad eclesial, maternidad recia, firme, amplia, hermosa, siempre antigua y siempre joven… como es nuestra imponente Catedral, a la que todos acudimos como los hijos que acuden a la madre en cualquier alegría o necesidad, en cualquier momento.
Un grupo de sacerdotes, el cabildo catedralicio, se ha ocupado siempre con dedicación y esmero del cuidado tanto de la Catedral en sí misma, como de las celebraciones y otras actividades evangelizadoras que allí se pueden realizar. Para ellos un reconocimiento y gratitud a su fiel labor y perseverante oración.
Celebremos en este día todos con gozo esta fiesta renovando nuestra comunión en la Iglesia diocesana unidos a nuestro gran pastor D. Atilano, que desde la Catedra episcopal nos preside en la caridad, nos guía con su palabra y nos alimenta con los sacramentos.