Por Rafael Amo
(Delegación de Ecumenismo)
El próximo 1 de septiembre se celebra la Fiesta de la Creación, también conocida como Día de la Creación o Jornada Mundial de Oración por la Creación. Esta festividad es un evento significativo que inspira y nutre un período más amplio dedicado a la reflexión sobre el cuidado de nuestro mundo. Nacida en la rica tradición de la Iglesia Ortodoxa, la fiesta ha sido acogida por numerosas iglesias de todo el mundo. Es un momento propicio para arrepentirnos por la manera en que hemos profanado el don de la Creación, orar por su sanación, honrar a Dios como Creador y conmemorar el grandioso misterio de la creación del cosmos.
Esta fiesta tiene un marcado carácter ecuménico, por lo que un conjunto de iglesias y comunidades eclesiales han preparado algunos materiales para su celebración, los cuales pueden consultarse en la web[1].
El tema de la próxima Jornada de Oración por el Cuidado de la Creación, que tendrá lugar el 1 de septiembre, es "Esperar y actuar con la creación". Este lema está inspirado en la Carta de san Pablo a los Romanos (8,19-25), donde el apóstol explica el significado de vivir según el Espíritu, poniendo el énfasis en la esperanza cierta de la salvación a través de la fe, la vida nueva en Cristo.
Esperar y actuar con la creación implica, en primer lugar, unir fuerzas, caminando junto a hombres y mujeres de buena voluntad, para replantear colectivamente la cuestión del poder humano, su significado y sus límites. En palabras del papa Francisco en *Laudate Deum* (28): "Nuestro poder ha crecido frenéticamente en unas pocas décadas. Hemos logrado avances tecnológicos impresionantes, pero no nos damos cuenta de que al mismo tiempo nos hemos vuelto extremadamente peligrosos, capaces de poner en riesgo la vida de muchos seres y nuestra propia supervivencia". Un poder descontrolado engendra monstruos y se vuelve contra nosotros mismos. Por eso, resulta urgente imponer límites éticos al desarrollo de la inteligencia artificial, que, con su capacidad de cálculo y simulación, podría ser utilizada para dominar al ser humano y la naturaleza, en lugar de ponerse al servicio de la paz y el desarrollo integral (cf. Mensaje para la Jornada Mundial de la Paz 2024).
La visión cristiana de la ecología tiene una particularidad que la distingue de otros movimientos ecológicos: mantiene al ser humano en el centro de la Creación. Esto no significa que el hombre deba dominar despóticamente la naturaleza, pero tampoco que esta deba ser divinizada y colocada por encima del hombre. El ser humano es custodio de la Creación, llamada a estar a su servicio.
En nuestra diócesis de Sigüenza-Guadalajara, contamos con un rico y bien conservado patrimonio natural, legado de nuestros antepasados. Generaciones enteras no solo han vivido de la naturaleza, sino que la han preservado. En la vasta zona rural de nuestra diócesis, es fácil contemplar al Creador en la naturaleza y comprender el poder que Dios le ha otorgado al hombre sobre ella: un poder instrumental para su conservación, en espera del momento definitivo de la gloria, cuando se consumará la manifestación de Dios. Al mismo tiempo, la naturaleza está al servicio del ser humano, sin estar por encima de él.
Los cristianos de esta tierra de Sigüenza-Guadalajara tenemos la misión de dar testimonio de cómo descubrimos a Dios en la naturaleza, cómo la cuidamos y cómo convivimos con ella. De esta manera, podemos ser verdaderos testigos de la esperanza.
[1] https://drive.google.com/file/d/1huUyyVNTxi6GTau7AmMlWN06rjtlQ671/view?pli=1