Por Jesús de las Heras Muela
(Periodista y sacerdote. Deán de la catedral de Sigüenza)
“Dios camina con su pueblo” es el lema de la jornada, cuyo sentido y objetivos son, según el Papa, acoger, proteger, promover e integrar a los migrantes y refugiados
Pasado mañana, domingo, día 29 de septiembre, último domingo de septiembre, la Iglesia católica en todo el mundo celebra la Jornada Mundial del Migrante y del Refugiado. El Papa Francisco, tan cercano, tan sensible, tan comprometido con este tema, ha escrito un mensaje para la jornada, cuyo título reza “Dios camina con su pueblo”. Esta jornada eclesial y pontificia, muy veterana, 110 años, fue instituida en 1915 por el Papa Benedicto XVI.
Anima la Jornada en nuestra diócesis, la Delegación de Migraciones, cuya responsable en funciones es la religiosa scalabriniana María Angélica Tiralle, de origen argentino, y quien sucede a Leticia Gutiérrez Valderrama, también scalabriniana, y quien ha regresado a su México natal.
Y, al efecto, en la ciudad de Guadalajara se han programado varias convocatorias, todas ellas en Guadalajara: el martes 24, un círculo de silencio; el jueves 26, un café intercultural; el viernes 27 un desfile intercultural; el sábado 28, una fiesta intercultural; y el domingo 29, a las 12, eucaristía en la concatedral, presidida por el obispo.
Ocho ideas del mensaje del Papa Francisco
En su mensaje para esta jornada, titulado, como ya se dijo, “Dios acompaña a su pueblo”, Francisco relaciona las migrantes y la citada jornada con el sínodo. Asimismo, hace analogía entre el éxodo bíblico y el éxodo de los migrantes y se detiene a considerar las distintas formas mediante las cuales Dios acompañó a su pueblo en el éxodo bíblico y cómo lo hace ahora y recuerda que el encuentro con el migrante es encuentro con Cristo.
(1) Iglesia sinodal y migrantes y refugiados: “La sinodalidad se presenta principalmente como camino conjunto del pueblo de Dios y como fecundo diálogo de los carismas y ministerios, al servicio del acontecimiento del reino. Poner el énfasis en la dimensión sinodal le permite a la Iglesia redescubrir su naturaleza itinerante, como pueblo de Dios en camino a través de la historia, peregrinante, diríamos «emigrante» hacia el reino de los cielos”
(2) El éxodo del pueblo de Israel: “La referencia al relato bíblico del Éxodo, que presenta al pueblo de Israel en su camino hacia la tierra prometida, resulta evocador: un largo viaje de la esclavitud a la libertad que prefigura el de la Iglesia hacia el encuentro final con el Señor”.
(3) El éxodo de los migrantes de nuestro tiempo: “Análogamente, es posible ver en los emigrantes de nuestro tiempo, como en los de todas las épocas, una imagen viva del pueblo de Dios en camino hacia la patria eterna. Sus viajes de esperanza nos recuerdan que «nosotros somos ciudadanos del cielo, y esperamos ardientemente que venga de allí como salvador el Señor Jesucristo» (Filipenses 3,20).
(4) Similitudes de ambas imágenes: “Las dos imágenes –la del éxodo bíblico y la de los migrantes– guardan ciertas similitudes. Al igual que el pueblo de Israel en tiempos de Moisés, los migrantes huyen a menudo de situaciones de opresión y abusos, de inseguridad y discriminación, de falta de proyectos de desarrollo.
Y así como los hebreos en el desierto, también los emigrantes encuentran muchos obstáculos en su camino: son probados por la sed y el hambre; se agotan por el trabajo y la enfermedad; se ven tentados por la desesperación.
Pero la realidad fundamental del éxodo, de cada éxodo, es que Dios precede y acompaña el caminar de su pueblo y de todos sus hijos en cualquier tiempo y lugar. La presencia de Dios en medio del pueblo es una certeza de la historia de la salvación: «El Señor, tu Dios, te acompaña, y él no te abandonará ni te dejará desamparado» (Deuteronomio 31,6)”.
(5) Distintas formas de presencia y compañía en el éxodo bíblico: “Para el pueblo que salió de Egipto, esta presencia se manifiesta de diferentes formas: la columna de nube y la de fuego muestran e iluminan el camino (Éxodo 13,21); la carpa del encuentro, que custodia el arca de la alianza, hace tangible la cercanía de Dios (Éxodo 33,7); el asta con la serpiente de bronce asegura la protección divina (Números 21,8-9); el maná y el agua son los dones de Dios para el pueblo hambriento y sediento (Éxodo 16-17). La carpa es una forma de presencia particularmente grata al Señor. Durante el reinado de David, Dios se negó a ser encerrado en un templo para seguir habitando en una carpa y poder así caminar con su pueblo, y anduvo «de carpa en carpa y de morada en morada» (1 Crónicas 17,5)”.
(6) Formas de presencia y compañía actuales: “Muchos emigrantes experimentan a Dios como compañero de viaje, guía y ancla de salvación. Se encomiendan a Él antes de partir y a Él acuden en situaciones de necesidad. En Él buscan consuelo en los momentos de desesperación. Gracias a Él, hay buenos samaritanos en el camino. A Él, en la oración, confían sus esperanzas. Imaginemos cuántas biblias, evangelios, libros de oraciones y rosarios acompañan a los emigrantes en sus viajes a través de desiertos, ríos y mares, y de las fronteras de todos los continentes”.
(7) El encuentro con el migrante, encuentro con Cristo: “Por eso, el encuentro con el migrante, como con cada hermano y hermana necesitados, «es también un encuentro con Cristo. Nos lo dijo él mismo. Es él quien llama a nuestra puerta hambriento, sediento, forastero, desnudo, enfermo y encarcelado, pidiendo que lo encontremos y ayudemos.
El juicio final narrado por Mateo en el capítulo 25 de su evangelio no deja lugar a dudas: «Estaba de paso, y me alojaron» (v. 35); y de nuevo, «les aseguro que cada vez que lo hicieron con el más pequeño de mis hermanos, lo hicieron conmigo» (v. 40).
Por eso, cada encuentro, a lo largo del camino, es una oportunidad para encontrar al Señor; y es una oportunidad cargada de salvación, porque en la hermana o en el hermano que necesitan nuestra ayuda, está presente Jesús. En este sentido, los pobres nos salvan, porque nos permiten encontrarnos con el rostro del Señor”.
(8) Rezar y hacer caminar juntos por quienes tienen que abandonar su tierra: “En esta Jornada dedicada a los migrantes y refugiados, unámonos en oración por todos aquellos que han tenido que abandonar su tierra en busca de condiciones de vida dignas. Sintámonos en camino junto con ellos, hagamos juntos «sínodo» y encomendémoslos a todos, así como a la próxima asamblea sinodal, a la intercesión de la bienaventurada Virgen María, signo de segura esperanza y de consuelo en el camino del pueblo fiel de Dios”.
El cartel de la jornada
El padre dominico Xabier Gómez, de origen vasco, de 54 años y director, desde 2021, del Departamento de Migraciones de la CEE, describe el cartel de esta jornada eclesial, cuya imagen acompaña estas líneas. De su comentario, entresacamos otras ocho ideas principales:
(1) Un pueblo en marcha: “Pueblo de Dios, pueblo en marcha, pueblo en movilidad. En la Iglesia, caminamos juntos con el reto de no dejar a nadie atrás”.
(2) Un pueblo guiado por una Cruz: “Contemplamos una caravana de migrantes, una familia y una cruz hacen presente el signo del Dios de Jesús identificado con quienes están en «éxodo» hacia países donde labrarse un futuro en paz y dignidad. Esta imagen nos invita a reconocer a Dios presente caminando con y entre su pueblo migrante”.
(3) Un pueblo portador de oportunidades, no de amenazas: “Son personas que han llegado hasta nuestros pueblos, ciudades y comunidades, portadoras de oportunidades y no de amenaza. Así nos lo recuerda la reciente exhortación pastoral de la CEE Comunidades acogedoras y misioneras, hoja de ruta para la revitalización misionera de nuestras parroquias y diócesis desde la pastoral con personas migradas”.
(4) Un pueblo que profundiza la catolicidad y abraza la diversidad: “Todo comienza con una renovada experiencia del Dios de Jesús, una mirada desideologizada que profundiza en la catolicidad y abraza la diversidad, iniciando procesos y abriendo horizontes más allá de la enfermiza autorreferencialidad”.
(5) Un pueblo que busca dignidad y ha de ser acogido: “Contemplando la marea humana que en tantos lugares del mundo se desplaza huyendo de la falta de trabajo y de seguridad, de sequías y hambrunas, de guerras y desesperanza, acogemos sus vidas, sus historias, para protegerlos de la indiferencia, las rutas mortíferas, las mafias, el racismo o la aporofobia”.
(6) Un pueblo que tiene derecho a elegir si migrar o quedarse en su tierra: “Promoviendo con ellos las condiciones que les permitan elegir libremente si migrar o quedarse, el derecho a la vida, la dignidad, la ciudadanía plena, el acceso al trabajo digno, la vivienda, la sanidad, la cultura, los deberes sociales y las oportunidades de aportar a la sociedad que los recibe.
(7) Un pueblo aliado nuestro: Ellos son aliados para defender nuestro estado de bienestar. La preocupación por la identidad propia o la seguridad es legítima, pero no a costa de la hostilidad o el supremacismo”.
(8) Un pueblo para el que Dios reclama hospitalidad: “En la Escritura Dios nos pide ofrecer hospitalidad. Sintonicemos nuestra mirada con la de Cristo, con su Espíritu que garantiza la armonía en la diversidad. Dios camina con su pueblo y le anuncia la paz. ¿Querrás caminar humildemente con él?”.
Publicado en Nueva Alcarria el 27 de septiembre de 2024