Por Jesús de las Heras Muela
(Periodista y sacerdote. Deán de la catedral de Sigüenza)
Oh, María Inmaculada, necesitamos tu mirada, tu corazón, tus manos y tus pies inmaculados, reza el Papa Francisco en una de estas plegarias
Todos los años, desde 1958 con Juan XXIII (desde hacía cinco años antes, el Papa Pío XII enviaba para la ocasión una canasta de flores), los papas acuden, en torno a las cuatro de la tarde del 8 de diciembre, solemnidad de la Inmaculada Concepción, a la Plaza de España de Roma para presentar una ofrenda floral al monumento allí erigido a la Inmaculada, que es elevado hasta la imagen mariana (de casi doce metros de altura) por miembros de la Asociación de Bomberos Romanos, y para rezar una oración.
Monumento romano a la Inmaculada en la Plaza de España
La columna de la Inmaculada Concepción es un monumento de la mitad del siglo XIX que representa a la Santísima Virgen María en el centro de Roma, situado en la llamada Piazza Mignanelli, en la parte sureste de la Plaza de España. Fue colocada frente al Palacio de Propaganda Fide, histórica sede de la Congregación para la Evangelización de los Pueblos, así como frente a la sede la Embajada de España ante la Santa Sede, como reconocimiento por parte del Pontífice a la defensa que esta nación (España) siempre ha hecho del dogma de fe de la Inmaculada Concepción.
El monumento mariano fue diseñado por el arquitecto Luigi Poletti, y encargado por Fernando II, rey de las Dos Sicilias. La columna fue inaugurada el 8 de diciembre de 1857, celebrando el entonces recientemente adoptado dogma de la Inmaculada Concepción de 1854. El dogma fue proclamado ex cathedra a través de la bula papal “Ineffabilis Deus” del Papa Pío IX.
La estructura es una base cuadrada de mármol con estatuas de figuras bíblicas en las esquinas que sostienen una columna de mármol cipollino de 11,8 metros. La columna corintia fue esculpida en la antigua Roma y descubierta el 17 de septiembre de 1777 durante la construcción del monasterio benedictino de Santa María de la Concepción en el Campo de Marte.
Encima de la columna hay una estatua de bronce de la Virgen María, obra de Giuseppe Obici. Se utiliza la imagen estándar de la Inmaculada Concepción: una virgen sobre una media luna, en lo alto del mundo, pisoteando una serpiente (símbolo de satanás y del pecado original heredado por todos los humanos desde Adán y Eva; excepto María).
La base de mármol presenta cuatro bajorrelieves que recuerdan la Anunciación, el sueño de San José, la coronación de la Virgen y la promulgación de este dogma mariano. En la base. hay cuatro estatuas de figuras hebreas que presagiaban el nacimiento virginal de Jesús, cada una acompañada de una cita de un versículo bíblico en latín, que incluye al patriarca Moisés, al rey David y a los profetas Isaías y Ezequiel.
Como singularidad, en 1922, se levantó una réplica de la columna en el campus de la Universidad de Saint Mary of the Lake en Mundelein, Illinois, Estados Unidos.
Oraciones del Papa Francisco ante la Inmaculada
Fiel a la tradición descrita, el Papa Francisco ha ido también a Plaza de España a presentar su ofrenda y su oración ante la Inmaculada. A causa de la pandemia, en los años 2020 y 2021 la visita del Papa fue privada y no hubo oración.
Estas son las oraciones de los dos últimos años pronunciadas por el Papa Francisco en este lugar y en esta fiesta.
8 de diciembre de 2023
¡Virgen Inmaculada!
Acudimos a ti con el corazón dividido entre la esperanza y la angustia.
¡Te necesitamos, Madre nuestra!
Pero antes que nada queremos agradecerte,
porque en silencio, como es tu estilo, vigilas esta ciudad,
quien hoy te envuelve en flores para decirte su amor.
En silencio, día y noche, velas por nosotros:
en las familias, con alegrías y preocupaciones –tú lo sabes bien-;
en lugares de estudio y trabajo; sobre instituciones y oficinas públicas;
en hospitales y residencias de ancianos; sobre prisiones; sobre los que viven en la calle; sobre las parroquias y todas las comunidades de la Iglesia de Roma.
Gracias por tu presencia discreta y constante, que nos da consuelo y esperanza.
Lo sabes bien: te necesitamos, madre,
porque eres la Inmaculada Concepción.
Tu persona, el hecho mismo de existir.
nos recuerda que el mal no tiene ni la primera ni la última palabra;
que nuestro destino no es la muerte sino la vida,
no es odio sino hermandad, no es conflicto sino armonía,
no es guerra sino paz.
Mirándote nos sentimos confirmados en esta fe
que los acontecimientos a veces ponen a prueba.
Y tú, Madre, vuelve tus ojos de misericordia
a todos los pueblos oprimidos por la injusticia y la pobreza,
juzgado por la guerra: Madre, mira al atormentado pueblo ucraniano,
al pueblo palestino y al pueblo israelí,
volvió a hundirse en la espiral de violencia.
Hoy, Madre Santa, traemos aquí, bajo tu mirada,
a tantas madres que, como te pasó a ti, están en duelo.
Madres que lloran a sus hijos asesinados por la guerra y el terrorismo.
Las madres que los ven partir en viajes de esperanza desesperada.
Y también las madres que intentan liberarlos de las ataduras de la adicción, y los que velan por ellos en una larga y dura enfermedad.
Hoy, María, te necesitamos como mujer,
para confiarte a todas las mujeres que han sufrido violencia
y aquellos que todavía son víctimas de ello,
en esta ciudad, en Italia y en todas partes del mundo.
Los conoces uno por uno, conoces sus caras.
Seca, por favor, sus lágrimas y las de sus seres queridos.
Y ayúdanos a seguir un camino de educación y purificación,
reconocer y contrarrestar la violencia anidada
en nuestros corazones y mentes y pidiendo a Dios que nos libre de ello.
Muéstranos de nuevo, oh Madre, el camino de la conversión,
porque no hay paz sin perdón
y no hay perdón sin arrepentimiento.
El mundo cambia si los corazones cambian;
y todos deben decir: empezando por el mío.
Pero solo Dios puede cambiar el corazón humano.
con su gracia: aquella en la que tú, María,
quedaste inmersa desde el primer momento.
La gracia de Jesucristo, nuestro Señor,
que generaste en la carne,
que murió y resucitó por nosotros, y que tú siempre nos señalas.
Él es salvación, para todo hombre y para el mundo.
¡Ven, Señor Jesús!
¡Que venga tu reino de amor, justicia y paz! Amén.
8 de diciembre de 2022
Madre nuestra Inmaculada,
hoy el pueblo de Roma se reúne a tu alrededor.
Las flores puestas a tus pies
por tantas realidades de esta ciudad
expresan su amor y devoción por ti,
que velas por todos nosotros.
Y que ves y acoges también
esas flores invisibles que son tantas invocaciones,
tantas súplicas silenciosas, a veces sofocadas,
ocultas, pero no para ti, que eres Madre.
Después de dos años en los que he venido
a rendirte homenaje a solas al amanecer,
hoy vuelvo a ti con el pueblo,
la gente de esta Iglesia, la gente de esta ciudad.
Y te traigo las gracias y súplicas
de todos tus hijos, cercanos y lejanos.
Tú, desde el Cielo donde Dios te ha acogido,
ves las cosas de la tierra mucho mejor que nosotros;
pero como Madre escuchas nuestras invocaciones
para presentárselas a tu Hijo
a su Corazón lleno de misericordia.
Ante todo, te traigo el amor filial
de innumerables hombres y mujeres, no solo cristianos,
que siente por ti inmensa gratitud
por tu belleza toda gracia y humildad:
porque en medio de tantas nubes negras
eres un signo de esperanza y consuelo.
Te traigo las sonrisas de los niños
que aprenden tu nombre delante de tu imagen,
en brazos de sus madres y abuelas,
y empiezan a conocer
que tienen también una Madre en el Cielo.
Y cuando, en la vida, sucede que esas sonrisas
dan paso a las lágrimas,
¡qué importante es haberte conocido,
haber tenido el don de tu maternidad!
Te traigo la gratitud de los mayores y los ancianos:
una gratitud acorde con sus vidas,
tejida de recuerdos, de alegrías y penas,
de logros que conocen bien
que han conseguido con tu ayuda,
teniendo su mano en la tuya.
Madre, te traigo las preocupaciones de las familias
de padres y madres que a menudo luchan
para llegar a fin de mes
y afrontan día a día
pequeños y grandes retos para salir adelante.
En particular, te encomiendo a las parejas jóvenes,
que mirándote a ti y a san José
afrontan la vida con valentía
confiando en la Providencia de Dios.
Te traigo los sueños y las angustias de los jóvenes,
abiertos al futuro, pero frenados por una cultura
rica de cosas y pobre de valores,
saturada de información y carente de educación,
persuasiva en el engaño y despiadada en la decepción.
Te encomiendo especialmente a los jóvenes
más afectados por la pandemia,
para que poco a poco vuelvan
a agitar y desplegar sus alas
y redescubrir el placer de volar alto.
Virgen Inmaculada, hubiera querido hoy
traerte el agradecimiento del pueblo ucraniano
por la paz que llevamos tanto tiempo pidiendo al Señor.
En cambio, aún tengo que traerte la súplica
de los niños, de los ancianos,
de los padres y madres, de los jóvenes
de esa tierra martirizada, que tanto sufre.
Pero en realidad todos sabemos
que estás con ellos y con todos los que sufren,
como estuviste junto a la cruz de tu Hijo.
¡Gracias, Madre nuestra!
Mirándote a ti, que estás libre de pecado
podemos seguir creyendo y esperando
que sobre el odio venza el amor,
que la verdad prevalezca sobre la mentira
que sobre la ofensa prevalezca perdón,
que sobre la guerra prevalezca la paz. ¡Que así sea!
Publicado en Nueva Alcarria el 6 de diciembre de 2024