Por Alfonso Olmos Embid
(Director de la Oficina de Información)
Llama la atención, que una sociedad tan secularizada como la nuestra, esté tan pendiente y expectante ante la iluminación navideña de nuestras calles y plazas. Personalmente pienso que todo ayuda a la celebración social del nacimiento del Señor. No obstante, creo que se adelantan en exceso los acontecimientos por razones comerciales y turísticas.
Antes de encender en todas las iglesias la primera vela de la Corona de Adviento, dando así inicio al tiempo de preparación litúrgica y espiritual para la celebración del nacimiento de Jesús, ya se había llevado a cabo, en muchas ciudades, el encendido solemne de la iluminación festiva.
Adelantamos los acontecimientos sin necesidad. Es imposible, socialmente hablando, llevar el ritmo adecuado para la celebración de los distintos hitos eclesiales. Si atendemos a una razón litúrgica es un despropósito.
Vivamos los ritmos adecuadamente. Que las luces de la calle no desluzcan las de la Iglesia. Que el consumismo desaforado no apague nuestro recogimiento en este tiempo de preparación. Las luces del Adviento nos van anunciando, durante cuatro semanas, lo que cada una representa: el espíritu de vigilia y de espera, la presencia de Dios entre nosotros, la esperanza y la alegría por la cercanía del nacimiento de Cristo.