José González Vegas
Delegación de Piedad Popular, Hermandades y Cofradías
Se ha celebrado en Sevilla, entre los días 4 y 8 de diciembre, el II Congreso Internacional de Hermandades y Piedad Popular bajo el lema “Caminando en Esperanza”, que ha reunido a casi dos mil congresistas de cuatro continentes, contando entre ellos con una amplia representación de la Delegación de Piedad Popular Cofradías y Hermandades de la Diócesis de Sigüenza – Guadalajara.
En este Congreso que se ha celebrado cinco lustros después del anterior, se ha hecho, en palabras del señor arzobispo de Sevilla, Monseñor José Ángel Sáinz Meneses, una “audaz renovación de la mirada, como el modo concreto de las hermandades y cofradías para llegar a ser fermento en el mundo contemporáneo”, con el que se observa el mundo de las Cofradías y Hermandades, y en sí, el mundo cofrade. Se ha comprobado que nos hemos encontrado ante un espacio de diálogo fructífero y crecimiento mutuo.
El congreso ha contado con la participación como ponentes de prestigiosos expertos conocedores de los temas que se han tratado. Tal es el caso de: Excmo. y Rvdmo. Monseñor Salvatore Fisichella (Prefecto del Dicasterio para la Evangelización), S.E.R. Cardenal Kevin Joseph Farrell (Prefecto del Dicasterio de Familia y Vida), profesor Dr. D. Darío Vitali (Pontificia Universidad de Roma), S.E.R. Cardenal Marcelo Semeraro (Prefecto del Dicasterio para las causas de los Santos), S.E.R. Cardenal José Tolentino de Mendoza (Prefecto del Dicasterio para la Cultura y la Educación), Rvdo. D. Carlos Galli (Pontificia Universidad Católica Argentina), etc…
El Congreso se ha dividido en cuatro “líneas de fuerza”: “Encuentro, Reflexión, Contemplación y Compromiso”, que han aportado siete conclusiones prácticas.
Encuentro.- El congreso ha sido un espacio de encuentro, en el que se ha procurado el acercamiento a Dios en la Iglesia. La primera actitud que permite reflejar la imagen de Cristo en el seno de las hermandades y cofradías es la fraternidad, antídoto frente al aislamiento contemporáneo, que permite superar además toda forma de soledad. La pertenencia a una cofradía o hermandad no es algo aleatorio, sino un hecho que está íntimamente ligado a la pertenencia familiar, primer ámbito de anuncio de la fe para los hijos. Por ello, las cofradías no son simples sociedades de ayuda mutua o asociaciones filantrópicas.
Reflexión.- Este ejercicio intelectual ha aportado luces para el presente, pero será ante todo una hoja de ruta para el futuro. Se ha partido de los tres pilares de las reglas de las hermandades – liturgia y culto, la permanente llamada a la formación y la hermandad como casa de caridad – para destacar, a la luz de las ponencias escuchadas, que hay cuatro perspectivas a considerar: la antropologíca, la histórica, la teológica y la eclesiológica.
Las ponencias han resaltado con claridad dos grandes proyecciones que emergen como ejes fundamentales de la reflexión: “la evangelización y la identidad de las hermandades”. Por un lado, se ha profundizado en cómo las hermandades, desde su rica tradición espiritual, están llamadas a ser instrumentos eficaces de anuncio del Evangelio, testimoniando una fe que es celebrada, vivida y compartida. Por otro lado, se ha subrayado la importancia de reafirmar su identidad, entendida como un espacio de comunión y fraternidad en el que confluyen devoción, formación, compromiso pastoral y acción caritativa. El desafío de la evangelización en la actualidad implica no solo humanizar la tecnología, sino también redescubrir la maravilla ante la belleza como vía privilegiada para el encuentro con Dios. El cofrade que emerge de las reflexiones de este congreso se define como “un discípulo misionero, de profunda espiritualidad y sólida formación”.
Contemplación.- En una sociedad acelerada que a menudo deja poco lugar para el silencio y la meditación, es fundamental la contemplación. La “mirada”, a través de las imágenes, atravesando de parte a parte el impacto de su sensibilidad, alcanza su plenitud cuando se abre a un fenómeno que la desborda, pero en el que paradójicamente reconoce su identidad y su propia meta. La “mirada” – tocada por la presencia de lo trascendente, al que no puede someter a su control o a su interpretación– se dispone entonces para la acogida de un don, en el marco de una experiencia auténtica de asombro y de respeto. La imagen, a través de la veneración, debe ser atravesada por la mirada, como respuesta a una primera mirada, la que procede del mismo Dios. Hay que cuidar, aludiendo al Papa Francisco “que nunca se pierda de vista la ‘carne’ de Jesucristo, esa carne hecha de pasiones, emociones, sentimientos, relatos concretos, manos que tocan y sanan, miradas que liberan y animan; de hospitalidad, perdón, indignación, valor, arrojo. En una palabra, de amor”.
Compromiso.- La piedad popular debe traducirse en obras concretas de amor y servicio con las que anunciar la Buena Noticia. En este apartado se ha subrayado que las hermandades “arraigadas en sus comunidades de fe, tienen una responsabilidad clave en la evangelización y en la dimensión caritativa y social de la Iglesia”. Esta cuarta línea de fuerza ha puesto de relieve la misión y el compromiso social de las hermandades, “entendidos como una respuesta concreta a las necesidades de los más vulnerables, pero, sobre todo, como una llamada directa a la conversión y a la santificación personal de sus miembros”. Este compromiso social, lejos de ser una acción aislada, se presenta como “una dimensión intrínseca a la espiritualidad de las hermandades”. Así, la acción social “no responde principalmente a las demandas externas”, sino que es una oportunidad para que “las hermandades encarnen de manera concreta el Evangelio, viviendo una fe que es al mismo tiempo veneración y compromiso con la realidad”.
El congreso nos recuerda que “las hermandades están llamadas a ser escuelas de santidad, donde cada gesto de servicio y cada proyecto caritativo son una invitación a crecer en virtud, a fortalecer los lazos de fraternidad y a caminar juntos hacia la plenitud de la vida cristiana”. También están llamadas “a desempeñar un papel fundamental en la construcción del Reino de Dios”, en un tiempo marcado por el individualismo y la fragmentación social, “las hermandades y cofradías ofrecen un modelo de comunión y fraternidad que responde a las necesidades profundas de pertenencia y encuentro humano”. Las hermandades, en suma, se convierten en “depositarias de una rica tradición, pero también en protagonistas activas de una evangelización que mira hacia el futuro, construyendo puentes entre la fe y la vida, y siendo reflejo de una Iglesia en salida, al servicio de la humanidad”. Para acabar con esta línea de fuerza se proclamó que “Es la hora de un nueva ‘imaginación de la caridad’, que promueva no tanto y no sólo la eficacia de las ayudas prestadas, sino la capacidad de hacerse cercanos y solidarios con quien sufre, para que el gesto de ayuda sea sentido no como limosna humillante, sino como un compartir fraterno”. Este planteamiento convierte a las hermandades en “casas de caridad”.
Las siete conclusiones prácticas se resumieron en lo siguiente.
La primera de ellas se resume en el redescubrimiento de la mirada transformadora de Dios: “Encuentro con Dios y contemplación”. “Este Congreso ha mostrado que la piedad popular ofrece un espacio privilegiado para el encuentro con Dios, en el que la veneración de las imágenes, pero, sobre todo, el ejercicio de la litúrgia, propicia un verdadero cruce de miradas trascendental”.
En segundo lugar, comunión y sinodalidad, ha subrayado que “las hermandades y cofradías han de ser un reflejo vivo de la comunión eclesial, enraizada en Cristo”. Aquí se habló de “casas y escuelas de comunión que testimonian el Amor de Dios, su esencia radica en la construcción de lazos de fraternidad, tanto entre los hermanos, como con las otras hermandades, la parroquia, la Diócesis, la Iglesia universal, de la que son parte activa.
La tercera conclusión, el misterio divino, se resume en el “misterio divino como fuente de la santificación”, destacando que la liturgia es “el acto de alabanza que hace posible el crecimiento en la santidad y la comunión eclesial, enraizada en Cristo.
La cuarta conclusión práctica, misión y testimonio, se resume en la necesidad de “ser fermento en medio del mundo”. Más concretamente, alude a un “testimonio valiente” del Evangelio en la sociedad contemporánea. Este testimonio, auténtico primer anuncio de la fe, ha de manifestarse visiblemente en una vida que anuncie el mensaje de salvación con el ejemplo cotidiano y la palabra oportuna, con la coherencia de vida .
En quinto lugar, hacer presente el amor de Dios en medio de su pueblo, y responder a las necesidades actuales requiere “una nueva imaginación de la caridad, que ponga en juego la ayuda material a los más pobres, junto con la fraternidad y el reconocimiento de la dignidad personal”. La caridad es un rasgo distintivo de las hermandades, que, como se ha señalado en este Congreso, son, de tantos modos, hogares acogedores para los más vulnerables. Responder a las necesidades actuales requiere una nueva imaginación de la caridad, que ponga en juego la ayuda material a los más pobres, junto con la fraternidad y el reconocimiento de la dignidad personal.
La formación en las hermandades es la sexta conclusión. Este compromiso formativo es determinante para que los hermanos vivan su vocación y puedan fortalecer su identidad eclesial y el sentido de su misión. De hecho, ha quedado también de manifiesto cómo “la formación cristiana debe ser una prioridad en las hermandades”.
La última conclusión práctica conmina a hacer un observatorio de piedad popular, es preciso impulsar la creación de un observatorio como espacio de estudio y reflexión permanente sobre la piedad popular. Este foro interdisciplinar está llamado a continuar el análisis de la riqueza espiritual de las hermandades, a identificar los retos y los desafíos contemporáneos y a diseñar propuestas pastorales que fortalezcan su papel evangelizador en la Iglesia.
Un último pensamiento cerró el congreso; “ante las imágenes de nuestra devoción, también nosotros nos sentimos mirados, pues no son meras pantallas, sino que, en ellas, es Dios mismo quien cruza su viva mirada con la nuestra, hasta el punto de que somos vistos por el Señor, alcanzados por el milagro de su Vida, de su Carne”.
Para finalizar el II Congreso Internacional de Hermandades y Piedad Popular se celebró una procesión con las principales devociones de Sevilla y su provincia a la que asistieron más de un millón de personas.
Parte de los miembros de la delegación de Guadalajara en el Congreso.