Por Ángel Moreno
(de Buenafuente)
Tú aseguras tu protección a quien en ti confía.
Tú indicas la forma de ser huésped en el banquete.
Tú enseñas la respuesta más eficaz:
“Hágase en mí según tu Palabra”.
Tú no especulas con tu relación materna,
ni fuerzas a tu Hijo a prestarte obsequio.
Quieres ser como Él, normal entre mortales,
discípula de su enseñanza, peregrina.
Mas tú eres el fruto enamorado de Dios,
el jardín secreto donde germina el Verbo.
La criatura recreada a la medida
de quien no cabe en cielo y tierra.
Eres profecía y acontecimiento,
doncella, virgen, mujer, madre,
esposa, hogar, entrañas compasivas,
creyente, amiga, medianera e intercesora.
Criatura exenta de pecado, hermosa,
belleza interior, capaz de fascinar al Creador,
Humilde, sencilla, nazarena, vecina
de tu pueblo, y de su linaje.
Quiero comenzar este tiempo de tu mano.
Te escojo por maestra y compañera.
Dime, aunque sea en voz baja,
la forma de recorrer el sendero.
Deseo seguir tras de tu Hijo,
con la premura del discípulo.
Revísteme la túnica que me haga digno
de sentarme a la mesa del banquete.
Y sin palabras, discreta, como siempre,
actúas entrañable, sin factura.
Solo sé que el camino es diferente
de avanzar a solas o de tu mano.
1 de enero, 2025