Por Jesús de las Heras Muela
(Periodista y sacerdote. Deán de la catedral de Sigüenza)
La catedral de Valladolid acoge del 12 de noviembre al 2 de marzo una exposición con las mejores esculturas de Gregorio Fernández y Juan Martínez Montañés
La Catedral de Valladolid, capital de Castilla y León, acoge desde el pasado 12 de noviembre al próximo 2 de marzo la exposición “Gregorio Fernández y Martínez Montañés: El arte nuevo de hacer imágenes”, promovida el Arzobispado de Valladolid y la Junta de Castilla y León y organizada por la Fundación Las Edades del Hombre.
La exposición está abierta todos los días, excepto los lunes: de martes a viernes, de 10 a 13:30 horas y de 16 a 19:30 horas; los sábados, de 10 a 20 horas, ininterrumpidamente; y los domingos y festivos de 11:15 a 20 horas, también ininterrumpidamente. El teléfono de información de la exposición es el 644 546 811.
La exposición de Valladolid ha sido definida y descrita con las siguientes frases, entre otras: “Se trata de dos genios, dos maestros, dos legados; una misma espiritualidad sobre la madera”. Ambos crearon modelos e iconografías que se han convertido en prototipos repetidos a lo largo de los siglos. “Es el arte suspendido en el tiempo y un atisbo de rebeldía artística el que comparten las dos cumbres de la imaginería barroca en España”. “Esta exposición es un catecismo esculpido, una magistral lección de arte y una escuela de vida”.
Génesis, título, piezas artísticas
Esta magna exposición encuentra su génesis con ocasión de otra muestra que tuvo en el Museo de Bellas Artes de Sevilla de noviembre de 2019 a 2020, en el contexto del 450 aniversario de la muerte de Juan Martínez Montañés (Alcalá la Real, Jaén, 1568/Sevilla, 1649). Fue entonces cuando se ideó el tener en Valladolid una exposición en la que, junto a Martínez Montañés, se expusieran las principales obras del otro gigante de la escultura española del siglo XVII, Gregorio Fernández (Sarriá, Lugo, 1576/Valladolid, 1636).
Ambos artistas, sin conocerse, crearon, prácticamente en simultáneo, el arte nuevo de hacer imágenes (la imaginería religiosa, el barroco en preludio de naturalismo), por emplear la frase que titula la exposición y parafrasea el ensayo de Lope de Vega del año 1609 “El arte nuevo de hacer comedias en este tiempo”.
La exposición consta de 68 piezas, de ambos artistas, comisariada por los catedráticos de Historia del Arte René Payo Herranz y Jesús Miguel Palomero Páramo, plasmando su estilo y su obra. También, se pueden contemplar obras de otros artistas que influyeron o continuaron su obra, como luego se dirá.
La exposición comienza con los retratos de los dos autores, como preámbulo a la exposición, y transcurre a través de seis bloques temáticos, que ahora se recorren y que permiten a conocer la vida, obra e influencia de estos dos grandes escultores. Además, como preámbulo aparecen la pila donde recibió el bautismo Montañés y la lauda sepulcral de Fernández.
“El origen de dos estilos”
Ambos escultores tuvieron sus referencias en distintos ámbitos, talleres y grandes maestros que forjaron sus particulares estilos. La muestra rastrea las influencias heredadas de sus maestros y las derivadas de su magisterio. Con ese fin, se exhiben piezas de sus maestros, Pompeo Leoni y Francisco del Rincón, para Fernández; y Pablo de Rojas, para Montañés; así como de sus discípulos y continuadores, Solanes o Juan de Mesa.
De este primer capítulo, un apunte telegráfico a un Jesús Nazareno, obra realizada entre 1582-1586 por Pablo de Rojas, cuya figura ocupa un papel esencial en la plástica granadina y andaluza y preludio, de algún modo, del estilo de Montañés. Y un Calvario procedente del retablo mayor del convento de san Diego de Valladolid, obra de Pompeo Leoni y taller, tallado entre 1606-1607 y cuyo lenguaje iconográfico influyó en la formación de Fernández.
“Hacia la configuración del naturalismo”
Ambos escultores comparten un intento de superar los modelos manieristas, que habían dominado, en gran manera, en las artes figurativas de las últimas décadas del siglo XVI. Y este es sentido de la segunda sala o bloque de la exposición.
Por parte de Gregorio Fernández, en esta sala sobresale un Ecce Homo, de hacia 1620, tallado en madera policromada, cristal y tela encolada. Escultura de tamaño natural, se representa la figura de Cristo tras sufrir los azotes y la coronación de espinas. La imagen, llena de serenidad, apoya su peso en la pierna derecha, mientras la izquierda aparece flexionada y ligeramente adelantada. Los brazos se cruzan en el pecho, extendiendo los dedos evitando toda rigidez, mientras eleva su mirada hacia lo alto.
Y de Montañés, un San Bruno, de 1634. Imagen policromada tallada en la época final de su vida., representa al fundador de la orden de la cartuja. Su estilo refleja la realidad, manteniendo ecos del arte final del Renacimiento. Escultura de gran tamaño, en la que Montañés realizó con gran maestría el modelado de los paños, evitando la pesadez de la túnica. Es figura estática y, a la vez, dinámica. Destaca la gran expresividad en las manos y en el rostro, que acusa gran espiritualidad y sentimiento.
“Fieles a Trento”
Ambos maestros trataron en sus obras los temas de representación (sobre todo, la Crucifixión de Cristo) que se formularon en el Concilio de Trento (1545-1563, el concilio de la reforma o contrarreforma católica frente a la reforma o ruptura protestante), pero también trataron escenas que no estaban mencionados en los Evangelio como Sagrada Familia o el dolor de María por la muerte de su hijo.
Es el tercer bloque de la exposición, que tiene, a su vez, como dos secciones: “Estancias con vírgenes” y “Modelos de santidad”. Y he aquí, sendos apuntes. Primero, Nuestra Señora de la Piedad o la Quinta Angustia, de Gregorio Fernández, de 1625. Aparece María, con su hijo muerto en su regazo, de la forma tradicional, siguiendo las premisas de Trento. María tiene la rodilla izquierda apoyada en un peñasco, levantando sus brazos y su mirada llena de dolor hacia lo alto. El cuerpo inerte de Cristo descansa en su regazo, sobre un sudario, y tiene el brazo derecho apoyado sobre el muslo derecho de la Virgen. Los pliegues de los paños son suaves, muy naturalistas.
San José fue uno de los santos que fue muy favorecido en el Concilio de Trento, iconográficamente se le empezó a representar más joven y con más contacto con Jesús. De Juan Martínez de Montañés, sobresale una escultura de madera tallada, estofada y policromada hecha hacia 1610-1620, para la Real Parroquia de Santa María Magdalena de Sevilla. Se trata de un San José, con la vara florida en una mano y en la otra, una imagen del Niño Jesús.
“Escultura y pintura”
La importancia de la policromía en la escultura de este momento fue trascendental, los escultores se rodeaban de los mejores pintores para decorar sus obras, en el entorno de Gregorio Fernández destaca el vallisoletano Diego Valentín Díaz, con el que tuvo gran relación. En lo que respecta a Montañés, éste tuvo mucho contacto con Francisco Pacheco y Baltasar Quintero.
Es la cuarta sala, en la que se hallan estas piezas: Primero, La tentación de San Bernardo de 1615, obra en madera policromada de Fernández, a la que se acompaña el óleo sobre lienzo de 1635 de este mismo tema, obra de Valentín Díaz
En diálogo, aparecen, asimismo, Inmaculada Concepción de Montañés, de 1625, en madera tallada y policromada; e Inmaculada Concepción con Vázquez de Leca, óleo de Francisco Pacheco, 1621. De este mismo autor, se expone un Cristo crucificado, de 1614.
“Unas estéticas en expansión. La estela de los maestros”
La influencia de ambos escultores se extendió fuera de las fronteras de sus ciudades. En lo que respecta a Fernández, su huella se extendió a Burgos, La Rioja, Palencia, con una "estética basada en un naturalismo no exento de rasgos teatrales y con el peculiar sistema de paños, tomando en muchos casos de manera literal los modelos de este escultor".
Lo mismo ocurre con Montañés, cuya influencia sobre la "plástica sevillana y en parte sobre la de la Andalucía occidental, es fundamental". Muchos escultores se vieron influidos por sus planteamientos plásticos basados en una "concepción de realismo naturalista, mesurado y de fuerte impronta clásica".
En relación con las obras que alberga este quinto capítulo y sala, la Oración en el Huerto de Andrés de Solares, un san Sebastián de Francisco Fermín de hacia 1636, la cabeza degollada de san Juan Bautista de Juan de Mesa de 1625.
“Los grandes modelos”
Ambos escultores realizaron modelos que fueron seguidos por muchos artistas de la época. En el caso de Gregorio Fernández, Cristo flagelado, Cristo muerto, Santa Teresa de Jesús, la Inmaculada, pasos procesionales son ejemplos que ejercieron gran influencia en el momento. Igual ocurrió en el caso de Juan Martínez Montañés, con sus Nazarenos, Crucificados, Inmaculadas, santos, que traspasaron fronteras.
Primer ejemplo: Descendimiento de la Cruz, 1623, de Gregorio Fernández paso procesional de gran envergadura y una composición muy original, con un total de siete imágenes (Jesús muerto, que es descolgado de la cruz por dos personas, su madre María, María Magdalena, apóstol san Juan, José de Arimatea y Nicodemo) en lo alto de dos escaleras, mientras desclavan y bajan el cuerpo inerte de Cristo., todas ellas inspiradas en la pintura el Descendimiento de Pedro de Campaña de 1547.
Segundo ejemplo: San Jerónimo penitente, de Montañés, 1604. Excelente escultura, llena de virtuosismo, de vigor y misticismo del primer barroco. Presenta al santo de rodillas, con una anatomía muy marcada y demacrada debido a su penitencia, portando una piedra en la mano derecha con la que se autodisciplinaba, mientras su brazo izquierdo se eleva enarbolando una cruz a la que mira. Su rostro está lleno de misticismo, sus ojos miran a la cruz con infinita ternura. En la parte inferior, encontramos el león, que forma parte de su leyenda, en la que curó al animal y este agradecido le acompañó hasta su muerte.
Publicado en Nueva Alcarria el 21 de febrero de 2025