La
segunda
sala presenta esculturas románicas y alguna pieza ya
gótica, aunque está presidida por el lienzo de la
Inmaculada Niña, obra de Francisco Zurbarán, que muestra
a María, en su Concepción Inmaculada, siguiendo la determinación
iconográfica que hizo Francisco Pacheco por encargo de la Iglesia en
1630. Apenas una muchacha de doce años, con su vestido blanco y su
manto azul, la luna a los pies, bañada de sol y coronada por las
doce estrellas, tal como la describe el capítulo doce del libro del
Apocalipsis. Y cerrando el cuadro en la parte inferior una
visión idealizada de Sevilla, para presentar los símbolos de las
letanías lauretanas.
La sala
se abre, en la contraportada del segundo de los arcos mudéjares, con
dos imágenes románicas, santa María Magdalena y santa Águeda, y al frente, escoltando a la Inmaculada
Niña dos bellísimas cruces
parroquiales, de bronce, de
finales del siglo XIII o del recién iniciado XIV. Muestra además un Rey Mago,
a caballo entre los siglos XII y XIII, una espléndida colección de
imágenes de la Virgen de los siglos XII al XIV con nombres como
Nuestra Señora de la Sopeña o del Buen Consuelo, la talla popular de la Huída a Egipto y la representación en
alabastro de Adán y Eva a ambos lados del paso a la sala tercera.