Por Juan Pablo Mañueco

(escritor y periodista)

 

 

 

Es la noche y en un portal sosegado
un Niño nacido luce como el fuego,
hará hablar al mudo, hará ver al ciego.
Dará en Amor su pecho en él abrasado.
 
Alegría, alegría y venid,
alegría, alegría y subid,
hasta Usanos que el Niño
bendito ha nacido aquí.
 
Será un buen pastor que pace su ganado,
elevará a su Padre por el Hombre el ruego
de darle la paz, el reposo y el sosiego
al corazón inquieto y desvelado.
 

Alegría, alegría y venid,
alegría, alegría y subid
hasta Usanos que el Niño
bendito ha nacido aquí.
 
Jesús del nacimiento, amor amado,
Niño grosezuelo, rosa y risueño
que vienes a quedarte a nuestro lado.
 
Alegría, alegría y venid.
Alegría, alegría y subid,
hasta Usanos que el Niño
bendito ha nacido aquí.
 
Qué gloriosa ventura y qué risueño
destino el que nos traes en ti anunciado:
el cielo vienes a traernos en tu sueño.
 
Dadle en pago a quien rimó este eco
un dulce de Navidad.
¿Su nombre? Juan Pablo Mañueco.

 



Juan Pablo Mañueco

Premio CERVANTES-CELA-BUERO VALLEJO, 2016. 

Junta de Comunidades de Castilla-La Mancha

 

Vídeo autor: 

https://www.youtube.com/watch?v=HdKSZzegNN0

Lo que es la Navidad y su celebración y diez frases de otros tantos santos y otras diez frases del Papa Francisco nos ayudan redescubrir la verdad de la Navidad

 

Por Jesús de las Heras Muela

(Periodista y sacerdote. Deán de la catedral de Sigüenza)

 

 

 

 

 

 

 

 

“La Navidad suele ser una fiesta ruidosa: nos vendría bien estar un poco en silencio, para oír la voz del Amor”. “Liberemos la Navidad de la mundanidad que la ha secuestrado. El verdadero espíritu de Navidad está en la belleza de ser amados por Dios”. “Si queremos celebrar la verdadera Navidad, contemplemos este signo: la frágil sencillez de un pequeño recién nacido. Allí está Dios”. Las tres anteriores frases son del Papa Francisco. Con ellas, busca “centrar” la Navidad, despojarla de las adherencias secundarias que tantas veces oculta su verdadera belleza y proponer su auténtica vivencia,

Y es que, en medio de la noche (también de nuestras noches personales, familiares, laborales y sociales como la pandemia que no cesa), Navidad es la Luz incandescente del Dios que se hace hombre y que ilumina, guía y orienta el caminar de la humanidad de todos los tiempos.

Y Navidad es una luz cuyos reflejos verdaderos son la celebración litúrgica del misterio de la Navidad, con la participación en las correspondientes eucaristías; la intensificación de la oración, de la vida interior y de la escucha de la Palabra de Dios; la alegría, la paz y la fraternidad; y saber admirar y traducir a nuestras vidas la humildad, la pobreza y la ternura del Niño Dios de Belén.

Navidad es también familia, es asimismo perdón y reconciliación y es, muy singularmente, caridad y amor, que respondan con obras concretas en favor de los más necesitados, a la gran Caridad y al gran Amor de Jesucristo que lo comparte todo con nosotros y que nunca nos deja solos y que no quiere que nosotros dejemos solos a los demás.

 

 

Diez ideas claves para celebrar y vivir la verdad de la Navidad

1.-La Navidad es la celebración, memoria y actualización del acontecimiento salvífico histórico del nacimiento de Jesucristo, de la manifestación de la salvación de Dios en Jesús de Nazaret.

2.-El centro de la Navidad lo constituye el alumbramiento de Jesús, Hijo de Dios e Hijo de María, en Belén de Judá. Es el insondable misterio de un Dios nacido en la carne. El que ha nacido de la Virgen es Hijo de Dios e Hijo de hombre. Afirmamos las dos realidades juntas, sin merma de ninguna de ellas, sin deterioro, sin que deje de ser realmente Dios y realmente hombre.

3.-Navidad es adentrarse en el misterio de la encarnación del Hijo de Dios. La fe descubre, sin escándalo, a la Majestad divina humillada; a la Omnipotencia, débil; a la Eternidad, mortal; al Impasible, padeciendo; al Bendito, maldecido; al Santo, hecho pecado por nosotros; al Rico, empobrecido para enriquecernos; al Señor, tomando forma de siervo para liberarnos de la esclavitud.

4.-La Navidad, con toda su sencillez y ternura, con su misterio y su gracia, es mucho más que un tiempo ingenuo o explotado por la sociedad de consumo. Es el tiempo de Dios y el tiempo del hombre. El clima creado por la liturgia de estos días pretende provocar la fe en la manifestación divina, la apertura a la gracia, la necesidad del amor y del seguimiento a Jesucristo.

5.-La liturgia de la Iglesia prolonga el tiempo de Navidad hasta la Epifanía, que se fija en el sentido y significado de este acontecimiento. Navidad es la eclosión de la luz y la luz es para alumbrar, para calentar, para guiar.

6.-La liturgia de Navidad y Epifanía se subdivide, a su vez, en la semana dentro de la Navidad, la semana de la octava y las ferias de los días de Epifanía hasta la celebración de la festividad del Bautismo del Señor.

Durante toda la octava de la Navidad se debe rezar o cantar el Gloria en la Eucaristía y el Te Deum en el oficio de lecturas de la Liturgia de las Horas. Igualmente, se recomienda cantar el Aleluya, previo a la proclamación del Evangelio, en la Misa, o, en la Liturgia de las Horas, donde se prescriba como Responsorio breve.

7.-La liturgia de Navidad y Epifanía, desde el Nacimiento hasta el Bautismo en el Jordán, va desgranando las primeras manifestaciones de la salvación de Dios en Jesús: a los pastores, a los magos, en el templo, a los discípulos en Caná de Galilea.

8.-Desde las celebraciones vespertinas de la Navidad (tarde del 24 de diciembre) hasta la festividad del Bautismo del Señor discurre el tiempo litúrgico de Navidad y Epifanía. Su color litúrgico es el blanco. La alegría, el gozo y la celebración de la Natividad y de la Manifestación de Jesucristo son sus características principales.

Y este tiempo litúrgico, todo él de color blanco en la casulla del sacerdote, propiamente concluye con el domingo siguiente a la Epifanía del Señor, el domingo del Bautismo del Señor. Se cierra así el ciclo de la infancia de Cristo, aunque su bautismo de manos de Juan fuera ya a los 30 años, significándose con ello que también la Navidad, como todo en la vida de Jesús y de la vida de la Iglesia, fue para la gloria de Dios y para la misión evangelizadora.

9.-Dentro de la octava de la Navidad hay otras dos grandes fiestas: la Sagrada Familia y Santa María Madre de Dios. El domingo dentro de la octava de la Navidad es la festividad de la Sagrada Familia, que, en la Iglesia Católica en España, coincide con el día de la familia y de la vida.

En el día de la octava de la Navidad (1 de enero), toda la Iglesia Católica celebra la solemnidad de la Maternidad divina de la Virgen María. Desde 1968, por disposición del Papa Pablo VI, es también el día de la Jornada Mundial de Oración por la Paz, que conlleva siempre mensaje papal.

10.-La Epifanía es una fiesta más conceptual. Celebra el mismo misterio de la Navidad, pero va más directamente a su significación salvadora. Palabras claves de este tiempo son: iluminación, manifestación, aparición, desvelamiento. El día 6 de enero la Iglesia celebra la Epifanía del Señor. Este misterio complementa al de Navidad. En España se une a este día la popularmente llamada festividad de los Reyes Magos.

El evangelio de esta solemnidad litúrgica es precisamente la adoración de los magos de oriente. La Iglesia Católica en España, en el contexto de esta solemnidad de marcado carácter misional, celebra el día 6 de enero el día de los catequistas nativos y del Instituto Español de Misiones Extranjeras (IEME). El ciclo litúrgico de la Navidad concluye la fiesta del Bautismo del Señor, el comienzo de su vida pública.

 

Diez santos escriben sobre la Navidad

(1) “El Señor de todas las cosas apareció en forma de siervo, revestido por pobreza para que la prensa no se escapase espantada. Nació en una ciudad que no era ilustre en el imperio, escogió una oscura que ver y ser la Luz. Fue alumbrado por una humilde virgen, asumiendo la indigencia más absoluta, para lograr, al modo de un cazador, apresar a los hombres y así salvarlos”. (San Teodoto de Ancira)

(2) “Él ha sido puesto en un pesebre para que tú puedas ser colocado sobre los altares. Él ha sido puesto en la tierra para que tú puedas estar entre las estrellas”. (San Ambrosio de Milán)

(3) “Jesús yace en el pesebre, pero lleva las riendas del gobierno del mundo; toma el pecho, y alimenta a los ángeles; está envuelto en pañales, y nos viste a nosotros de inmortalidad; está mamando, y lo adoran; no halló lugar en la posada, y Él fabrica templos suyos en los corazones de los creyentes. Para que se hiciera fuerte la debilidad, se hizo débil la fortaleza… Así encendemos nuestra caridad para que lleguemos a la eternidad”. (San Agustín de Hipona)

(4) “No puede haber mucho lugar para la tristeza, cuando acaba de nacer la vida; la misma que acaba con el temor de la mortalidad, y nos infunde la alegría de la eternidad prometida”. (San Gregorio Magno, papa)

(5) “¿Hay algo que pueda declarar más inequívocamente la misericordia de Dios que el hecho de haber aceptado nuestra miseria? ¿Qué hay más rebosante de piedad que la Palabra de Dios convertida en tan poca cosa por nosotros? Cuánto más pequeño se hizo en su humanidad, tanto más grande se reveló en su bondad; y tanto más querido me es ahora”. (San Bernardo de Claraval)

(6) “Navidad es Belén, es humildad, es paz, es intimidad, es gozo, es dulzura, es esperanza, es benignidad, es suavidad, es aurora, es bondad, es amor, es luz, es ternura, es amanecer... Es silencio”. (San Francisco de Asís)

(7) “No disimules con oropeles y sonrisas huecas. Quien reposó en un pesebre desea recostarse en tu pobreza y debilidad humildemente reconocidas”. (Santa Teresa de Jesús)

(8) “Todas las fiestas de la Iglesia son hermosas… la Pascua, si, es la glorificación… pero la Navidad posee una ternura, una dulzura infantil que me atrapa todo el corazón”. (San Padre Pío de Pietrelcina)

(9) “Es Navidad cada vez que permites al Señor renacer para darlo a los demás. Es Navidad cada vez que estás en silencio para escuchar al otro. Es Navidad cada vez que no aceptas aquellos principios que destierran a los oprimidos al margen de la sociedad”. (Santa Madre Teresa de Calcuta)

(10) “Hoy, día de alegría para todos, día lleno de llamamientos a la paz y la fraternidad, se hacen más intensos e incisivos el clamor y la súplica de los pueblos que anhelan la libertad y la concordia, en situaciones de preocupante violencia étnica y política. Hoy resuena más fuerte la voz de quienes están comprometidos generosamente en derribar barreras de miedo y de agresividad, para promover la comprensión entre hombres de distinto origen, raza y credo religioso”. (San Juan Pablo II, papa)

 

Diez frases breves del Papa Francisco sobre la Navidad

1.-Que el Emmanuel sea luz para toda la humanidad herida. Que ablande nuestro corazón, a menudo endurecido y egoísta, y nos haga instrumentos de su amor. Que, en este día de fiesta, conceda su ternura a todos, e ilumine las tinieblas de este mundo

2.- Este es el significado de la Navidad. Si el Señor sigue viniendo entre nosotros, si sigue dándonos el don de su Palabra, es para que cada uno pueda responder a esta llamada: hacerse santo en el amor.

3.-La Navidad tiene sobre todo un sabor de esperanza porque, a pesar de nuestras tinieblas, la luz de Dios resplandece.

4.-Dios, enamorado de nosotros, nos atrae con su ternura naciendo pobre y frágil en medio de nosotros, como uno más.

5.-En la sencillez del pesebre encontramos y contemplamos la ternura de Dios, manifestada en el Niño Jesús.

6.-Dios se ha hecho Niño para estar más cerca de los hombres de todos los tiempos, demostrándonos su infinita ternura.

7.- Siempre tenemos necesidad de dejar que la sonrisa del Niño Jesús nos renueve, que su bondad desarmada nos purifique de las escorias que a menudo se incrustan en nuestros corazones.

8.-Contemplando al Niño Dios que emana luz en la humildad del pesebre, nosotros también podemos convertirnos en testigos de humildad, ternura y bondad.

9.-Jesús, recién nacido, se reflejó en el rostro de su madre. De ella recibió las primeras caricias, con ella intercambió las primeras sonrisas. Con ella inauguró la revolución de la ternura. La Iglesia, mirando al niño Jesús, está llamada a continuarla.

10.-Los símbolos de la Navidad, especialmente el belén y el árbol adornado, nos recuerdan la certeza que nos llena el corazón de paz: la alegría por la Encarnación, por Dios que se hace familiar, habita con nosotros, infunde esperanza en nuestros días.

 

 

 

PUBLICADO EN NUEVA ALCARRIA 23 DICIEMBRE 2021

Por José Ramón Díaz-Torremocha

(Conferencias de San Vicente de Paúl en Guadalajara)

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En medio de la alegría de estos días navideños, un pequeño y triste cuento. Habían superado ambos los 90 años y continuaban juntos y sin duda ayudándose el uno al otro, en las dificultades de todo tipo que habían ido encontrando en la vejez. Como así lo habían hecho a lo largo de los últimos sesenta o sesenta y cinco años desde aquel día remoto ya, casi perdido en la memoria, en el que se conocieron e iniciaron una vida en común.

Los encontraron juntos y hubo de ser el mal olor que desprendían, tras más de dos meses fallecidos, los que alertaran a un vecino de que algo andaba mal en aquel piso. No había la menor señal de ningún tipo de violencia.

Estaban acostados en la cama común y ella, perfectamente amortajada. Sin duda en algún momento, el anciano marido, viéndose solo con la compañera de su vida muerta, no se resistió a la idea de que nadie tocara aquel cuerpo querido. Él se encargó, solo, de amortajarla como el último servicio que había de prestarle. Después esperó la llegada de la muerte para él. Se dejó ir. Él Misericordioso, debió hacerle esperar muy poco.

Hasta aquí la noticia del periódico que cayó en mis manos produciéndome una profunda pena y un sinfín de preguntas cuyas respuestas, intuidas, me produjeron aún mayor dolor.

¿Nadie los había echado en falta? ¿No tenían familia? ¿Tampoco amigos o vecinos? ¡Estaban solos! A nadie les preocupaban: dos meses fallecidos antes de que alguien se percatase. A nadie parecía importarle aquellos dos ancianos.

Entre las preguntas que me hice, perdón si traslado algunas al papel. ¿Eran creyentes y practicantes? Si lo eran, ¿dónde estaban aquellos con los que cada domingo o en cada Eucaristía, se intercambiaban el saludo de Paz?

Pero, aunque no comulgáramos juntos cada domingo ¿cómo podemos despreocuparnos los cristianos para que algo así pueda suceder? ¿Cómo no nos percatamos de tantas soledades que nos rodean a las que podríamos aminorar el sufrimiento con nuestra cercanía y muestras de empatía?

Angustia pensar cómo estamos actuando los cristianos. ¿La Iglesia, habría llevado su Fe y enamorado a tantos en el siglo I y posteriores, con esas actuaciones que hoy son tan frecuentes entre los que así nos denominamos? Que no me cuente nadie si la sociedad civil está así o asá, me importa el servicio y el testimonio que estamos obligados a dar los cristianos y que debía enamorar como antaño. El testimonio que hoy la mayoría, no damos

¿Qué tendría en la cabeza el anciano mientras solo y sintiendo la soledad, amortajaba a la que había sido su compañera de vida? ¿Qué sentiría al tumbarse a su lado, solo, seguramente acariciando su mano yerta, mientras esperaba y posiblemente pedía, su propia y pronta muerte?

¿Dónde estábamos los cristianos mientras morían viejos, juntos y solos?

¿Dónde…………………………….?

¡Pidamos perdón!

¿Habrá alguien a nuestro lado cuya soledad podamos aminorar?

Siempre a Cristo por y con María

 

 

José Ramón Díaz-Torremocha
Conferencia of Santa Maria la Mayor
Guadalajara, Spain
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WHERE WERE WE?

 

In the midst of the joy of these Christmas days, here is a sad short story. They had both passed the age of 90 and were still together, no doubt helping each other through the difficulties of all kinds that they had encountered in old age. As they had done throughout the last sixty or sixty-five years since that remote day, almost lost in memory, when they met and began a life together.

They were found together and it must have been the foul smell they were giving off, after more than two months of being dead, which warned a neighbour that something was wrong in that flat. There was not the slightest sign of violence.

They were lying on the common bed, and she was perfectly shrouded. No doubt at some point, the old husband, seeing himself alone with his life companion dead, could not resist the idea that no one should touch that beloved body. He alone took it upon himself to shroud her as the last service he would render her. Then he awaited the coming of his death. He let himself go. The Most Merciful must have made him wait only a short time.

So far the newspaper story that fell into my hands, causing me deep sorrow and a host of questions to which I sensed answers that caused me even greater pain.

Had anyone missed them? Did they not have family, friends or neighbours? They were alone! Nobody cared about them: two months dead before anyone noticed. Nobody seemed to care about those two elderly people.

Let me put in this letter some of the questions I asked myself. Were they believers and practising? If they were, where were those with whom, every Sunday or at every Eucharist, they exchanged the greeting of Peace?

But even if we did not receive communion together every Sunday, how can we Christians be unconcerned that such a thing might happen? How can we not be aware of so much loneliness around us of which we could lessen the suffering with our closeness and empathy?

It is distressing to think the way we Christians are acting: would the Church have carried its Faith and won the hearts of so many in the first century and later, with those actions that are so frequent today among those of us who call ourselves Christians? Nobody should tell me whether the civil society is like this or like that; what matters to me is the service and the testimony that we Christians are obliged to give and that should make people fall in love with us like in the past. An example that today most of us do not provide.

What thoughts must have been in the old man's head as he lay alone and lonely, shrouding his lifelong companion? What would he feel as he lay beside her, alone, probably caressing her stiff hand, waiting for, and possibly begging for his forthcoming death?

Where were we Christians when they were dying old, together and alone?

Where ..................................?

Let us ask for forgiveness!

 

Is there anyone at our side whose loneliness we can lessen?

 

Always to Christ through and with Mary
                                                                                         

 
José Ramón Díaz-Torremocha
Conference of Santa Maria la Mayor
Guadalajara, Spain
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El 17 de diciembre, hoy, marca cada año la segunda parte del Adviento, su semana final caracterizada por el gozo y la esperanza ante la inminencia nacimiento del Jesús

 

Por Jesús de las Heras Muela

(Periodista y sacerdote. Deán de la catedral de Sigüenza)

 

 

 

 

 

 

 

 

Del 17 al 24 de diciembre, comienza la segunda parte del Adviento. Es la llamada semana de la “¡Oh!”. Esta semana final del Adviento es la semana de la espera y expectativa inminentes, con y junto a la María, la Virgen de la Esperanza, como el sábado 18 recordaremos. ¿Cuáles son los contenidos litúrgicos, devocionales, catequéticos y pastorales de esta semana final del Adviento?

 

 

Las antífonas de la Oh

Las antífonas de esta segunda parte del Adviento se cantan o se recitan en las vísperas del oficio divino de la liturgia de las horas desde el 17 de diciembre hasta el 23 de diciembre. También, después del Concilio Vaticano II, son cantadas o recitadas o cantadas, a modo de perícopa, versículo o exclamación, antes y después del Aleluya previo al Evangelio en la misa de los días de semana entre el 17 y el 23 de diciembre.

Y estas antífonas y sus significados son los siguientes: 17 de diciembre: O, Sapientia! (¡Oh, Sabiduría!); 18 de diciembre: O Adonai! (¡Oh, Señor!); 19 de diciembre: O Radix Jesse! (¡Oh, Raíz de Jesé!); 20 de diciembre: O Clavis David (¡Oh, Llave de David!); 21 de diciembre: O, Oriens (¡Oh, Amanecer, Luz, Sol que nace de Oriente!); 22 de diciembre: O Rex Gentium! (¡Oh Rey de las naciones!); y 23 de diciembre: O, Emmanuel! (¡Oh Emmanuel, o Dios con nosotros!). Todos estos nombres son títulos mesiánicos que se aplican y se culminan en Jesucristo. Además, leyendo al revés las primeras letras -van en negrita- dan el acróstico, en griego ERO CRAS, que significa en español “Llegaré mañana”, en clara alusión a la llegada del nacimiento de Jesús en la noche del último día de la semana de la oh: la Navidad.

 

La Virgen de la Esperanza

Virgen de la Esperanza, Virgen encinta, Virgen de la Divina Enfermera, Virgen de la Dulce Espera o Virgen de la O es una advocación mariana en la que se la asocia con el Adviento o espera de la Natividad de Cristo (además de con la virtud teologal de la esperanza); el período en que la Virgen María estaba embarazada (en latín Maria Gravida o Virgo Gestans).

La razón del nombre "O" es la exclamación admirativa "oh", ya explicada También se refiere cualquiera de estos títulos marianos al aspecto iconográfico de con que María es reflejada en estado de buena esperanza (embarazada). Iconográficamente, se representa frecuentemente con un círculo en el abdomen simulando el embarazo, en el que en ocasiones se sitúa el feto de Jesús dibujado o esculpido, y cuyo borde semeja una O, aunque esta ha desaparecido en la iconografía moderna.

 

¿Virgen de la Esperanza en la catedral de Sigüenza?

Escribe Julián García, canónigo fabriquero de la catedral de Sigüenza: “En el crucero de la catedral seguntina, a una altura superior a siete metros (varían en torno a 7,30 metros), sobre repisas de piedra, policromadas a imitación de mármol e incrustadas en las columnas que sostienen el tramo central del crucero, están situadas cuatro esculturas de bulto redondo de piedra caliza policromada, de una altura aproximada, incluyendo las peanas que forman unidad con ellas, de 2,10 metros”.

En el lado de la nave del evangelio, aparecen dos profetas, descritos históricamente como Isaías y Zacarías (este podría Miqueas), que se miran, uno desde la columna exterior de la capilla mayor, el otro desde la columna delantera del coro. En el lado de la nave de la epístola, nos encontramos con la Virgen María, que mira desde la columna exterior de la capilla mayor al arcángel san Gabriel, que está situado en la correspondiente columna del coro y le muestra su saludo escrito en una filacteria: AVE MARÍA, completando así en este lado derecho del crucero el misterio de la Anunciación-Encarnación, que habían anunciado los profetas.

Y añade el fabriquero de nuestra catedral: “Las peanas están decoradas con escudos de Simón Girón de Cisneros, obispo de Sigüenza entre 1299 y 1326, lo que permite datar las esculturas en el primer cuarto del siglo XIV”.

Con todo, el gran historiador por excelencia de la catedral seguntina, Manuel Pérez Villamil, escribe, en el alba del siglo XX, que el arcángel muestra el año 1640, información que interpreta como el momento en que serían colocadas en el lugar que ocupan en la actualidad. De 1640 a 1645 desarrolló su ministerio episcopal en Sigüenza el obispo Fernando de Andrade y Sotomayor. ¿Dónde estuvo hasta entonces este conjunto escultórico? No lo sabemos.

“La escultura de la Virgen María –describe Julián García-  es de gran calidad, tanto por el trabajo meticuloso del entallador como por su cuidadosa y rica policromía. Viste sobre una túnica de color rosáceo un amplio manto azul claro que recoge con su mano izquierda, en la que sostiene un libro de las horas, ricamente decorado con herrajes sobre cubierta de cuero carmesí. Los vestidos están decorados con hojas y flores doradas, también el borde del manto. No se observan perdidas volumétricas, aunque no se aprecia claramente la integridad del dedo pulgar de la mano derecha, quizás a causa el pliegue del manto. Se observa el polvo acumulado y algunas pérdidas de la policromía, y colores apagados especialmente en los vestidos”.

¿Podríamos considera a esta imagen de María como la Virgen de la Esperanza? Tengamos en cuenta, para reforzar esta hipótesis, al menos desde la piedad y la congruencia, que justo enfrente de ella, en el final de la epístola, aparece, hace cinco siglos, el precioso retablo en alabastro de la Virgen de la Leche, una tierna representación de María madre en posición de amamantar al Niño Jesús.

 

¿Y qué pasa con la corona de Adviento en esta semana final?

Permanece, ya con sus tres primeras velas encendidas; a lo largo de estos días finales, se encenderá la cuarta, correspondiente al cuarto y último domingo de Adviento, y el día de Navidad o en Nochebuena se podrá añadir un gran cirio blanco que representa la Natividad del Señor y que sitúa en el centro de la corona.

La corona de Adviento es una costumbre originaria de los países germánicos y extendida a América del Norte y al resto de Europa, y ya convertida en un símbolo del Adviento en los hogares cristianos y de las parroquias y comunidades.

Durante el frío y la oscuridad del final del otoño los pueblos germánicos precristianos recolectaban coronas de ramas verdes y encendían fuegos como señal de esperanza en la venida del sol naciente y de la primavera.

Ejemplo, pues, de cristianización de la cultura donde lo viejo toma ahora un nuevo y pleno sentido, la corona de Adviento encuentra un espléndido referente en Jesucristo, la luz del mundo, el vencedor de la oscuridad y de las tinieblas.

 

Lo que es la corona de Adviento

Se trata de una corona de ramas verdes, en la que se fijan cuatro velas vistosas. Suele colocarse sobre una mesita, o sobre un tronco de árbol, o colgada del techo con una cinta elegante. En principio, no se pone encima del altar, sino junto al ambón o en otro lugar adecuado como, por ejemplo, junto a una imagen o icono de la Virgen Madre, siempre Santa María del Adviento. La corona de Navidad es así el primer anuncio de la Navidad.

La corona ha de ser circular, ramas o follaje verde, cuatro velas y algún adorno sobre ellas. ¿Y por qué circular? El círculo hace presente la figura perfecta que no tiene principio ni fin, evocando la unidad y eternidad del Señor Jesucristo que es el mismo ayer, hoy y siempre (cfr. Cartas a los Hebreos, 13, 8). Es señal del amor de Dios que es eterno, sin principio ni fin. Es asimismo interpelación para que también nuestro amor a Dios y amor al prójimo tampoco finalice nunca.

 

Colores, adornos y cirios

El follaje ha de ser verde, color que expresa esperanza y perennidad. Las ramas verdes pueden ser de ramas de pino, abeto, hiedra…. Representan a Cristo, siempre vivo.

Los adornos pueden ser unas manzanas rojas y un listón rojo. Las manzanas representan los frutos del jardín del Edén con Adán y Eva. Hablan, pues, del pecado de la expulsión del paraíso y el anhelo permanente del hombre de regresar a él. Por eso el listón rojo significa el amor de Dios que nos envuelve y nuestra respuesta también de amor a ese amor de Dios. También adornan la corona de Adviento pequeñas piñas, bolas de colores y otros signos decorativos propios y anunciadores de la Navidad,

Las cuatro velas representan los cuatro domingos. Nos hacen pensar en la oscuridad provocada por el pecado que ciega al hombre y lo aleja de Dios. Y así con cada vela que encendemos, la humanidad se iluminó y sigue iluminando con la llegada de Jesucristo a nuestro mundo.

¿Y los colores de las velas?  Suele haber dos modelos de colores. En uno, tres velas son moradas o violetas y una carta rosa o anaranjada. Esta último se enciende el tercer domingo de Adviento, el llamado domingo de la alegría (“gaudete” en latín), en el que los sacerdotes usan la casulla de color rosa.

Un segundo modelo de los colores de velas es aquel que las tiene de cuatro colores: morada para el primer domingo y que significa alerta, vigilancia y el color litúrgico del Adviento; verde, color de la esperanza, para el segundo domingo; rojo, color de alegría, para el tercer domingo; y la última, blanca, color de la fiesta de Navidad.  El gran cirio representativo del nacimiento de Jesús y que se puede colocar en el centro de la corona a partir de Nochebuena, siempre ha de blanco o dorado.

 

El encendido progresivo de las velas

Es expresión de alegre expectación, cada semana, se realiza el rito de encender las velas correspondientes: el primer domingo de Adviento, una, el segundo, dos, el tercero, tres, el cuarto y último, las cuatro.

El progresivo encendido de estos cirios nos hace tomar conciencia del paso del tiempo, en el que esperamos la última y definitiva venida del Señor. Este itinerario, acompañado de alguna oración o canto, nos marca los pasos que nos acercan hasta la fiesta de Navidad, y nos ayudará a tener más presente el tiempo en que nos encontramos.

El rito encendido de la corona se puede realizar en todas las misas dominicales de la parroquia, incluyendo la vespertina del sábado. En las comunidades religiosas, en cambio, será mejor hacerlo en la celebración que inaugure cada semana: las primeras vísperas.

La corona que se ha instalado en la iglesia parroquial, se puede bendecir al comienzo de la misa. La bendición se hará después del saludo inicial, en lugar del acto penitencial.

 

Metáfora de la corona de Adviento

Este sencillo lucernario es, a la vez, memoria, símbolo y profecía. Es memoria de las diversas etapas de la historia de la salvación antes de Cristo. Es símbolo de la luz profética que iba iluminando la noche de la espera, hasta el amanecer del Sol de justicia.

Y, finalmente y a su vez, es profecía de Cristo, luz del mundo que volverá para iluminar definitivamente al mundo y a quien esperamos con las lámparas encendidas.

 

 

 

PUBLICADO EN NUEVA ALCARRIA 17 DICIEMBRE 2021

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