En su mensaje «Urbi et Orbi» de Pascua 2022, Francisco centra su plegaria en favor de la paz en Ucrania y en otros lugares del mundo asolados por la violencia

 

Por Jesús de las Heras Muela

(Periodista y sacerdote. Deán de la catedral de Sigüenza)

 

 

 

 

 

 

 

 

Como en otros años, el primer artículo de esta página de Religión de NUEVA ALCARRIA tras la Semana Santa se centra en el mensaje que el Papa ha dirigido a la ciudad y al mundo (de ahí, su nombre latino de mensaje «Urbi et Orbi») con ocasión de la fiesta de la Pascua del Señor, la fiesta más importante del año cristiano y de la misma historia de la humanidad.

Este mensaje, que también se produce el 25 de diciembre, fiesta de la Natividad de Jesucristo, y que conlleva bendición papal especial con indulgencia plenaria, aborda el significado de la Pascua y lo proyecta sobre la realidad presente. Por ello, sin olvidar la pandemia global del coronavirus, la invasión y guerra en Ucrania y los otros conflictos bélicos existentes en el mundo han estado muy presentes en las palabras del Papa Francisco.

Además, recogemos siete hermosísimos mensajes en Twitter que el Santo ha escrito en la vigilia de esta Pascua 2022.

 

 Bendición «Urbi et Orbi» de la Pascua 2022

 

Texto íntegro mensaje papal «Urbi et Orbi» 2022

 

“Queridos hermanos y hermanas: ¡Feliz Pascua! Jesús, el Crucificado, ha resucitado. Se presenta ante aquellos que lloran por él, encerrados en sus casas, llenos de miedo y angustia. Se pone en medio de ellos y les dice: «¡La paz esté con vosotros!» (Jn 20,19). Les muestra las llagas de sus manos y de sus pies, y la herida de su costado. No es un fantasma, es Él, el mismo Jesús que murió en la cruz y estuvo en el sepulcro. Ante las miradas incrédulas de los discípulos, Él repite: «¡La paz esté con vosotros!» (v. 21).

También nuestras miradas son incrédulas en esta Pascua de guerra. Hemos visto demasiada sangre, demasiada violencia. También nuestros corazones se llenaron de miedo y angustia, mientras tantos de nuestros hermanos y hermanas tuvieron que esconderse para defenderse de las bombas. Nos cuesta creer que Jesús verdaderamente haya resucitado, que verdaderamente haya vencido a la muerte. ¿Será tal vez una ilusión, un fruto de nuestra imaginación?

 

La resurrección no es una ilusión, es verdad

 

No, no es una ilusión. Hoy más que nunca resuena el anuncio pascual tan querido para el Oriente cristiano: «¡Cristo ha resucitado! ¡Verdaderamente ha resucitado!». Hoy más que nunca tenemos necesidad de Él, al final de una Cuaresma que parece no querer terminar.

Hemos pasado dos años de pandemia, que han dejado marcas profundas. Parecía que había llegado el momento de salir juntos del túnel, tomados de la mano, reuniendo fuerzas y recursos. Y en cambio, estamos demostrando que no tenemos todavía el espíritu de Jesús, tenemos aún en nosotros el espíritu de Caín, que mira a Abel no como a un hermano, sino como a un rival, y piensa en cómo eliminarlo. Necesitamos al Crucificado Resucitado para creer en la victoria del amor, para esperar en la reconciliación. Hoy más que nunca lo necesitamos a Él, para que poniéndose en medio de nosotros nos vuelva a decir: «¡La paz esté con vosotros!».

 

El Resucitado porta sus heridas y nuestras heridas

 

Solo Él puede hacerlo. Solo Él tiene hoy el derecho de anunciarnos la paz. Sólo Jesús, porque lleva las heridas, nuestras heridas. Esas heridas suyas son doblemente nuestras: nuestras porque nosotros se las causamos a Él, con nuestros pecados, con nuestra dureza de corazón, con el odio fratricida; y nuestras porque Él las lleva por nosotros, no las ha borrado de su Cuerpo glorioso, ha querido conservarlas consigo para siempre.

Son un sello indeleble de su amor por nosotros, una intercesión perenne para que el Padre celestial las vea y tenga misericordia de nosotros y del mundo entero. Las heridas en el Cuerpo de Jesús resucitado son el signo de la lucha que Él combatió y venció por nosotros con las armas del amor, para que nosotros pudiéramos tener paz, estar en paz, vivir en paz.

Mirando sus llagas gloriosas, nuestros ojos incrédulos se abren, nuestros corazones endurecidos se liberan y dejan entrar el anuncio pascual: «¡La paz esté con vosotros!»

 

Paz en la martirizada Ucrania

 

Hermanos y hermanas, ¡dejemos entrar la paz de Cristo en nuestras vidas, en nuestras casas y en nuestros países!

Que haya paz en la martirizada Ucrania, tan duramente probada por la violencia y la destrucción de la guerra cruel e insensata a la que ha sido arrastrada. Que un nuevo amanecer de esperanza despunte pronto sobre esta terrible noche de sufrimiento y de muerte. Que se elija la paz. Que se dejen de hacer demostraciones de fuerza mientras la gente sufre.

Por favor, por favor, no nos acostumbremos a la guerra, comprometámonos todos a pedir la paz con voz potente, desde los balcones y en las calles. ¡Paz! Que los responsables de las naciones escuchen el grito de paz de la gente, que escuchen esa inquietante pregunta que se hicieron los científicos hace casi sesenta años: «¿Vamos a poner fin a la raza humana; o deberá renunciar la humanidad a la guerra?» (Manifiesto Russell-Einstein, 9 julio 1955).

Llevo en el corazón a las numerosas víctimas ucranianas, a los millones de refugiados y desplazados internos, a las familias divididas, a los ancianos que se han quedado solos, a las vidas destrozadas y a las ciudades arrasadas. Tengo ante mis ojos la mirada de los niños que se quedaron huérfanos y huyen de la guerra. Mirándolos no podemos dejar de percibir su grito de dolor, junto con el de muchos otros niños que sufren en todo el mundo: los que mueren de hambre o por falta de atención médica, los que son víctimas de abusos y violencia, y aquellos a los que se les ha negado el derecho a nacer.

En medio del dolor de la guerra no faltan también signos esperanzadores, como las puertas abiertas de tantas familias y comunidades que acogen a migrantes y refugiados en toda Europa. Que estos numerosos actos de caridad sean una bendición para nuestras sociedades, a menudo degradadas por tanto egoísmo e individualismo, y ayuden a hacerlas acogedoras para todos.

Que el conflicto en Europa nos haga también más solícitos ante otras situaciones de tensión, sufrimiento y dolor que afectan a demasiadas regiones del mundo y que no podemos ni debemos olvidar.

 

Vigilia Pascual, el Papa bautiza a una adulta

 

Paz en Oriente Medio

 

Que haya paz en Oriente Medio, lacerado desde hace años por divisiones y conflictos. En este día glorioso pidamos paz para Jerusalén y paz para aquellos que la aman (cf. Sal 121 [122]), cristianos, judíos, musulmanes. Que los israelíes, los palestinos y todos los habitantes de la Ciudad Santa, junto con los peregrinos, puedan experimentar la belleza de la paz, vivir en fraternidad y acceder con libertad a los Santos Lugares, respetando mutuamente los derechos de cada uno.

Que haya paz y reconciliación en los pueblos del Líbano, de Siria y de Irak, y particularmente en todas las comunidades cristianas que viven en Oriente Medio.

 

Paz en Libia, Yemen, Myanmar, Afganistán

 

Que haya paz también en Libia, para que encuentre estabilidad después de años de tensiones; y en Yemen, que sufre por un conflicto olvidado por todos con incesantes víctimas, pueda la tregua firmada en los últimos días devolverle la esperanza a la población.

Al Señor resucitado le pedimos el don de la reconciliación para Myanmar, donde perdura un dramático escenario de odio y de violencia, y para Afganistán, donde no se consiguen calmar las peligrosas tensiones sociales, y una dramática crisis humanitaria está atormentando a la población.

Paz en el Sahel, Etiopía, República Democrática del Congo, Sudáfrica

Que haya paz en todo el continente africano, para que acabe la explotación de la que es víctima y la hemorragia causada por los ataques terroristas ―especialmente en la zona del Sahel―, y que encuentre ayuda concreta en la fraternidad de los pueblos.

Que Etiopía, afligida por una grave crisis humanitaria, vuelva a encontrar el camino del diálogo y la reconciliación, y se ponga fin a la violencia en la República Democrática del Congo. Que non falten la oración y la solidaridad para los habitantes de la parte oriental de Sudáfrica afectados por graves inundaciones.

 

Paz en América Latina, paz en los pueblos indígenas de Canadá

 

Que Cristo resucitado acompañe y asista a los pueblos de América Latina que, en estos difíciles tiempos de pandemia, han visto empeorar, en algunos casos, sus condiciones sociales, agravadas también por casos de criminalidad, violencia, corrupción y narcotráfico.

Pedimos al Señor Resucitado que acompañe el camino de reconciliación que está siguiendo la Iglesia Católica canadiense con los pueblos indígenas. Que el Espíritu de Cristo Resucitado sane las heridas del pasado y disponga los corazones en la búsqueda de la verdad y la fraternidad.

 

 Jueves Santo, lavatorio de pies a presos

 

Paz en la entera humanidad

 

Queridos hermanos y hermanas, toda guerra trae consigo consecuencias que afectan a la humanidad entera: desde los lutos y el drama de los refugiados, a la crisis económica y alimentaria de la que ya se están viendo señales.

Ante los signos persistentes de la guerra, como en las muchas y dolorosas derrotas de la vida, Cristo, vencedor del pecado, del miedo y de la muerte, nos exhorta a no rendirnos frente al mal y a la violencia.

Hermanos y hermanas, ¡dejémonos vencer por la paz de Cristo! ¡La paz es posible, la paz es necesaria, la paz es la principal responsabilidad de todos!”.

 

 Oración Pascual del Papa Francisco

 

Siete mensajes del Papa Francisco en Twitter para la Pascua 2022

 

(1)  En esta noche dejémonos tomar de la mano por las mujeres del Evangelio, para descubrir con ellas la manifestación de la luz de Dios que brilla en las tinieblas del mundo.

(2) Las mujeres anuncian la alegría de la Resurrección. La Pascua no acontece para consolar íntimamente al que llora la muerte de Jesús, sino para abrir de par en par los corazones al anuncio extraordinario de la victoria de Dios sobre el mal y sobre la muerte.

(3)  La luz de la Resurrección genera discípulos misioneros que regresan del sepulcro y llevan a todos el Evangelio del Resucitado. Es por eso que, después de haber visto y escuchado, las mujeres corrieron a anunciar la alegría de la Resurrección a los discípulos.

(4)  Nuestra esperanza se llama Jesús. Él entró en el sepulcro de nuestros pecados, llegó hasta el lugar más profundo en el que nos habíamos perdido, cargó con el peso de nuestras opresiones y, desde los abismos más oscuros de nuestra muerte, nos despertó a la vida.

(5) Cristo está vivo y también hoy pasa, transforma y libera. Con Él el mal no tiene más poder, el fracaso no puede impedir que empecemos de nuevo, la muerte se convierte en un paso para el inicio de una nueva vida.

(6) ¡El Señor ha resucitado! Levantemos la mirada, quitemos de nuestros ojos el velo de la amargura y la tristeza, y abrámonos a la esperanza de Dios.

(7) Las heridas en el Cuerpo de Jesús resucitado son el signo de la lucha que Él combatió y venció por nosotros con las armas del amor, para que nosotros pudiéramos tener #paz, estar en paz, vivir en paz.

 

Artículo publicado en 'Nueva Alcarria' el 22 de abril de 2022.

Por José Ramón Díaz-Torremocha

(Conferencias de San Vicente de Paúl en Guadalajara)

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¡EL APOYO DE LA COMUNIDAD!

 

Habían estado meditando y profundizando sobre la comunidad fraterna de fe, oración y acción que debe ser cada una de las Conferencias de San Vicente de Paúl al igual que cualquier grupo apostólico.

Manuel, uno de los consocios de mi Conferencia, no ahorraba nunca a los consocios la caridad de hacerles pensar con sus elucubraciones modestamente “teológicas”. Decía que, ciertamente, era lo que perseguía: hacer pensar y especialmente en el Evangelio y que llegáramos a sentir gusto al hacerlo cada uno de los miembros de la Conferencia y viéramos en grupo e individualmente, lo que implicaba para nuestra vida. Manuel – Manolo para todos - era muy consciente de la necesidad de la meditación y la oración en común en el seno de la Conferencia. Afirmaba, con rotundidad, que el grupo que no tuviera claras esas dos fértiles obligaciones para cada reunión de Conferencia, sencillamente no podría serlo. No sería una Conferencia de San Vicente de Paúl, cuando faltasen alguna de ellas.

Pretendía siempre aspirar a hacerlo, aspirar a hacernos pensar al resto de los consocios, de la manera más apegada al ejemplo concreto que nos acercara a nuestra misión hacia el que sufría, de nuestra misión de servicio en Comunidad. En definitiva, acercarnos al carisma que debe distinguir nuestro servicio en las Conferencias.

Sin olvidar que estaban reflexionando sobre la comunidad, en esa ocasión a la que me refiero, tomó prestado el texto siguiente del Evangelista San Lucas (15,4) para hacer meditar a sus consocios: “Entonces, (Jesús) les dijo esta parábola. ¿Quién de vosotros que tiene cien ovejas, si pierde una de ellas, no deja las noventa y nueve en el desierto, y va a buscar la que se perdió hasta que la encuentra?”

Después de la lectura, Eduardo, un consocio siempre hacía alguna pregunta para provocar a los consocios y vencer la timidez frecuente del primero en exponer su opinión. ¿Cómo se abandonan casi cien ovejas para ir a buscar una? Comenzaba su provocación, ¿cómo se dejan solas al grueso del ganado para ir a por una de ellas? continuaba y por fin: ¿No huiría el resto del hato que se deja abandonado perdiéndose todas? En principio, había cierta confusión, pues parecía que Manuel, quería criticar el pasaje bíblico.  Nada más lejos de la intención del buen consocio. Se trataba, exactamente, de lo contrario.

Verán, reflexionaba Manuel al margen de cualquier profundo y sesudo análisis teológico para el que no poseía el conocimiento necesario: porque si se dejan a todas unidas ninguna se separará y las encontrará a su vuelta el pastor donde las dejó. Puede irse tranquilo, pues en el rebaño, se sentirán seguras y se ampararán todas y cada una.

Mejor que las ovejas, también nos amparamos unos a otros en la pequeña Comunidad de amigos que conforma cada Conferencia o grupo apostólico. Nos amparamos espiritualmente y a veces también físicamente. Un ampararse en el que esté presente la oración por los consocios de nuestra Conferencia. De aquellos que comparten con nosotros la ilusión del servicio hacia aquellos que sufren.

Nos acordaremos unos de otros y le pediremos al que todo lo puede por las preocupaciones de nuestros consocios.

Hay que recordar siempre que: ni estamos solos, ni nos salvaremos solos. Ni el Misericordioso nos quiere solos.

 

A María, siempre a Cristo por María.

      

 

COMMUNITY SUPPORT!

 

They had been meditating and reflecting on the fraternal community of faith, prayer and action, that each of the Conferences of St. Vincent de Paul should be, just like any other apostolic group.

Manuel, one of the members of my Conference, never spared the fellow members the charity of making them think with his modestly "theological" elucidations. He said that, indeed, that was his aim: to make us think, especially about the Gospel, and to make each of the Conference members enjoy doing it and see, as a group and individually, what it meant for our lives. Manuel - Manolo for all of us - was very conscious of the need for common meditation and prayer within the Conference. He was adamant that a group that was not clear about these two fruitful obligations for each Conference meeting simply could not be a Conference. It would not be a St. Vincent de Paul Conference if either of them were missing.

He always sought to make the rest of the members think, in the nearest possible way to the concrete example that would bring us closer to our mission towards those who suffer, to our mission of service in Community. In short, to get closer to the charisma that should characterise our service in the Conferences.

Without forgetting that they were reflecting on the community. On that occasion to which I refer, he borrowed the following text from the Evangelist Luke (15:4) to make his fellow members meditate. Then (Jesus) told them this parable, "What man of you, having a hundred sheep, if he has lost one of them, does not leave the ninety-nine in the open country, and go after the one that is lost, until he finds it?

After the reading, Eduardo always asked a question to prompt his fellow members and to overcome their frequent shyness to express their opinion. ‘How do you abandon almost a hundred sheep to go in search of one?’, thus began his provocation. ‘How do you leave the bulk of the herd alone to go after one of them?’ He continued, and finally, ‘Wouldn't the rest of the herd flee and get lost?’ At first, there was some confusion, as it seemed that Manuel wanted to criticise the biblical passage. Nothing could be further from the good fellow's intention. It was exactly the opposite. 

“You see”, reflected Manuel, without any deep theological analysis for which he did not have the necessary knowledge, "because if they are all left together, none of them will go away, and the shepherd will find them on his return where he left them. He can go with peace of mind, because in the flock, they will feel safe and each one of them will be protected”.

Better than sheep, we also protect one another in the small community of friends that makes up each Conference or apostolic group. We shelter each other spiritually and sometimes physically as well. A shelter in which we pray for our fellow members of our Conference, for those who share with us the enthusiasm for the service of those who suffer.

We will remember each other and pray to the Almighty for the worries of our fellow members.

We must always remember: we are not alone, nor will we save ourselves alone. Nor does the Merciful One want us alone.

 

To Mary, always to Christ through Mary.

 

 Por Juan Pablo Mañueco

(escritor y periodista)

 

  

 

 

 

 

Saeta a la Semana Santa de Salamanca          

 

Salamanca, Salamanca,

la blanca de altos altares

la de las dos catedrales

por donde el desfile pasa.

 

¡Yo cantaré estos cantares

para tu Semana Santa…

que siendo semana es tanta

que alcanza tantos lugares…!

 

Tus pasos monumentales

pasan por tus nobles calles,

 

cual la propia Salamanca

se pusiera en pie; y en viaje.

 

Van diciendo los cantares  

las piedras, que ya son arte.

 

Tu piedra, el mayor cantar

de tu semana tan grave,

 

 donde procesiona el Hijo

y sigue detrás su Madre.

 

¡Yo cantaré estos cantares

para tu Semana Santa…

 

que siendo semana es tanta

que alcanza tantos lugares…!

 

Piedad –como un crucifijo,

en manto azul y muy grande-

lo pasea por las calles

a Jesús, su muerto Hijo.

 

¡Les van diciendo cantares 

las piedras, que ya son arte;

y esas piedras y esas calles

sí son supremos cantares!

 

 

Del libro "Saetas a las Semanas Santas de España". Guadalajara y una al menos por región
En librerías o en plataformas digitales:

https://aache.com/tienda/es/647-cantil-de-cantos-v-saetas-a-las-semanas-santas-de-espana.html



.
Juan Pablo Mañueco
Premio CERVANTES-CELA-BUERO VALLEJO, 2016.
Junta de Comunidades de Castilla-La Mancha

Vídeo autor:
https://www.youtube.com/watch?v=HdKSZzegNN0

 

 Por Juan Pablo Mañueco

(escritor y periodista)

 

 

 

I. En la concatedral de Santa María

Hoy, luciendo ya el mediodía,
la Semana Santa acabó.
Tañeron de Santa María
campanas con su: ¡din-don!
.

A un lado, Virgen María
cubierta por un faldón,
recupera la alegría
viendo de Jesús visión.
.
Ya viene la cofradía
que alza el blanco pendón
de Jesús, que en este día,
nos da su salutación.
.
Y allá que está todavía,
su Madre en plena pasión,
con la cara aún sombría
y el llanto en el corazón.
.
Al fin se van acercando
dos pasos en procesión
y las campanas volando
ya entonan esta canción.
.
¡“Tan, tan”, están repicando
“din-dan- din-dan” y “din-don”! .
¡“Tan, tan”, están repicando
“din-dan- din-dan” y “din-don”!
Las cuatro están volteando
de la torre en su rincón.
.
Y los pasos van bailando
en contenida emoción,
porque se está confirmando,
¡al fin!, la Resurrección.
.
II. Ambos pasos en abrazo
Domingo final Semana,
has cumplido tu misión,
dando paso a estos pasos
y reluciendo tu sol.
.
Ambos pasos en abrazo
ya nos dan su bendición,
bailando de lado a lado,
que Madre y el Hijo son.
.
Y luego que, ya abrazados,
acabó su Santa Pasión,
a Santa María han entrado
al son del campanil: “din-don”.
.
III. Los dos nazarenos de bronce
-
Y hasta el nazareno de bronce
que porta su nuevo farol
y el penitente más joven,
en la mano su velón,
.
parece que se han alegrado
al ver la Resurrección.
.
IV. Las campanas, repicando
Las campanas han tocado
su hermosa y sonora canción.
.

Y aun se quedan repicando.
“Din-don”, “din-don” y “din-don”

 


.
Del libro "Saetas a las Semanas Santas de España". Guadalajara y una al menos por región
En librerías o en plataformas digitales:
https://aache.com/tienda/es/647-cantil-de-cantos-v-saetas-a-las-semanas-santas-de-espana.html

.
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