Por Ángel Moreno

(de Buenafuente)

 

 

"/

Hoy es por ti mi ofrenda,

por ti mi oración, amigo en la distancia,

y el de más cerca.

 

Hoy elevo mis manos suplicantes,

por ti y por los tuyos,

como gesto solidario.

 

Sacerdote en Él, el único intachable,

plegaria eficaz,

certeza entrañable.

 

Gracias por saberme en ti

fecundo en mi tarea,

por ser parcela de mi misión sagrada.

 

No lo sabrás, pero me ayuda sentirte

destinatario de mi oración

y de mi palabra.

 

La soledad se amaina en tus noticias,

en tu demanda y en tus preguntas.

Se es en la medida en que te das.

 

El desierto no es huida, sino espacio

para amar sin límites

ni distracciones hacendosas.

 

Hoy es por ti mi oración,

mi ofrenda y mi memoria,

que me hacen ser misericordia sin medida.

 

Otra forma de acompañarte en el camino,

Sin que tengas que hospedarme,

Estoy contigo ¡tan cercano!

 

Tus dudas, tus dolencias, tus miedos,

tu salud, tus nostalgias de tiempos anteriores,

tu despojo, tus vacíos, son reclamos.

 

Y todo se hace altar, postrado,

me hago voz unido a Jesucristo,

“Por estos, te ruego, porque son tuyos”.

 

Por Ángel Moreno

(de Buenafuente)

 

 

 

"/Pregúntame, Señor, por si te quiero. No me dejes sumido en mi silencio, memoria herida por mi negación primera.

Pregúntame de forma reiterada si mi amor llega al tuyo, aunque no lo alcance, para poder desahogar el alma. Déjame decirte que te quiero, aunque sé de las veces profesadas, Sin éxito fiel, mas no ceses.

No ceses, tres veces, siempre, permíteme confesar mi herida, pues Tú lo sabes todo, sin decirlo.

Pregúntame por ti, por si te quiero, por si sé quién eres, por mis miedos, por dónde estoy y qué busco. Solo tu pregunta me hará consciente, al pronunciar lo que llevo dentro. No ceses, Maestro, Señor, no ceses.

Sé quién eres, y es mi dolor creerlo con los labios, por de fuera, mas Tú lo sabes todo, y te profeso. Creo en ti, no permitas contradiga con las obras las palabras, y profese el amor, sin restricciones.

Solo tu perdón permite atreverme a profesar mi amor por ti, como algo nuevo, sincero, coherente. Sé Tú en mí el amor primero, el amor de joven, y el más maduro, sé Tú en mí el amor sincero.

 

Por Ángel Moreno

(de Buenafuente)

 

 

 

Si reverdece el campo

y se doran los sembrados.

Si florece el tomillo

y el cantueso vuelve malva los ribazos.

 

Si en la estepa corre la brisa,

al tiempo que arrecia el sol de plano.

Si el cielo luce el manto azul,

que bordan las nubes de blancos rosetones.

¿Estaré en presencia del Espíritu Santo?

 

Si la calma se extiende por el bosque,

y las encinas lucen sus retoños.

Si vuela la mariposa confiada

y se mecen las copas de los árboles.

¿Estaré en la presencia del Dador de toda bondad,

de toda belleza y armonía?

 

Y reconozco que hoy son mis ojos atentos

los que perciben una realidad permanente,

más allá de que contemple o ignore

la presencia viva del universo.

 

No es novedad el brillo de las hojas,

ni el éxtasis del ser al mediodía.

No es casual estar bajo la encina en hora recia

y recordar el paso anónimo de Dios por nuestra puerta.

 

Solo la actitud consciente

siente lo invisible en la materia,

la virtud en lo que existe,

el amor en las entrañas.

 

Y se atreve el pelirrojo a saltar entre las ramas

y a entonar el himno del universo.

¡Es verdad la luz, verdad el bien,

la acción discreta y artesana

del que hace todo bueno, aunque no se sepa.

 

Nadie sabrá de mi embeleso,

de la caricia cálida del viento,

de la luz radiante,

del silencio receptivo en la presencia.

 

Pero es cierto el abrazo,

El Tú que remece el universo,

El testigo permanente del aroma,

del suelo alfombrado de hermosura.

 

 

Por Alfonso Olmos

(director de la Oficina de Información)

 

 

 

Son cosas de Francisco. El Papa ya nos tiene acostumbrados a este tipo de decisiones. Algunos las denominan populistas y no las entienden y lo manifiestan públicamente y hasta de forma ofensiva. Definitivamente este es el Papa de las periferias en todos los sentidos. Y lo manifiesta, y lo demuestra, mostrándose cercano y preocupado por los que están al margen de la sociedad y de la Iglesia, sino porque le preocupan, y mucho, los descartados, los débiles, los que no cuentan.

Llama la atención, en este sentido, la sensibilidad del Papa a la hora de nombrar a los cardenales, los “príncipes de la Iglesia”, desde el inicio de su pontificado. Suele causar sorpresa el nombre de alguno de los elegidos, o la procedencia del mismo. Acostumbrados a la promoción de los que ostentaban diócesis históricamente “cardenalicias”, el papa Francisco no entiende tanto de sedes, sino de personas.

Así en Italia, de donde hace no muchos años se surtía eminentemente el colegio cardenalicio, solo un obispo ejerciente, de una sede menor, ha sido llamado a la púrpura, manteniéndose a la espera otros prelados que pastorean diócesis de “primera”.

Es de agradecer, por otro lado, la sintonía del pontífice con España, o más bien con clérigos españoles, puesto que en cada uno de sus ocho consistorios ha nombrado, al menos, un cardenal español, que no quiere decir que desarrolle su ministerio en nuestro país. Pero el caso es que, actualmente, España está en el pódium del cardenalato con quince birretas contando al último nombrado recientemente, Fernando Vérgez, salmantino de origen, presidente de la Pontifica Comisión para el Estado de la ciudad del Vaticano y del Governatorato. España se convierte así en el tercer país del mundo, después de Italia y Estados Unidos, con más cardenales nacidos en su territorio y con la peculiaridad de que muchos de ellos son religiosos.

La Iglesia ahora es visiblemente más católica en sus instituciones y sobre todo lo será a la hora de un futuro cónclave. Todos los continentes y todas las regiones del mundo estarán ahora mejor representadas en la Capilla Sixtina a la hora de elegir al sucesor de Pedro. Hasta Mongolia, con poco más de mil católicos, cuenta con un cardenal que con 47 años se convierte en el más joven del grupo que tendrá que elegir a quien pastoreará la Iglesia Universal.

 

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