Rafael C. García Serrano

(Conferencias de San Vicente de Paúl de Guadalajara)

 

 

 

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EN LA CAPILLA

 

Aquella mañana despertó intranquilo. Algo le estaba angustiando, y mucho. ¿Un mal sueño?, ¿un presentimiento incómodo?

No sabría decir qué. Decidió salir a que el fresco aire de la mañana despejase su ánimo, devolviese la normalidad a su reposada vida.

Calles tranquilas, con pocos ciudadanos camino de su trabajo y paso ligero. Él ya no tenía deberes laborales, podía sentirse un hombre libre, pero atado, y muy atado, a sus costumbres, a su invariable modo de vivir. Una vida monótona pero no desagradable, ni demasiado aburrida.

Pero aquella mañana era distinta. Algo no funcionaba en su cerebro, le pedía cambiar, hacer las cosas de otro modo, encontrar qué o quien le motivara, le indicara cómo cambiar esa rutina cómoda pero indiferente y poco solidaria.

Sus pasos le llevaron ante la fachada de una pequeña capilla que, con la puerta abierta, invitaba a echar una mirada a su interior. Transmitía una paz que empujaba a su interior donde el silencio era un imán poderoso, irresistible casi.

Hacía tiempo que no visitaba un templo. Se decidió a entrar.

La luz tibia y la solemnidad fueron una buena acogida para su ánimo quebrantado. Apenas había nadie y la piedad reinaba en aquel ambiente limpio, envolvente, que llamaba a la reflexión, invitaba al alma a una entrega que la elevaba a alguien superior, alguien por encima de la vida, más allá de cualquier sentimiento humano.

Se arrodilló y se entregó al silencio. Silencio que le abrigaba y le protegía. ¿Era el silencio de Dios que empezaba a hablarle?  Pensó que había algo que olvidaba, algo más importante que la vida misma: ¡algo le llegaba con palabras tenues, pero con un fuego que ardía en su pecho y le iluminaba!

Llevaba un buen rato: era un tiempo de nadie, un tiempo sin horas: tiempo distinto de paz, de luz interior.

En aquella quietud sintió que alguien le miraba. Son esas miradas que uno presiente y no sabe quién y porqué le miran. Indagó curioso; no se había fijado y se encontró una imagen de la Virgen que, en su humilde trono, con ojos muy tristes, pero sonriendo, le estaba mirando.

Un dardo de acero atravesó su pecho y acertó en su alma. Algo iba directo a su corazón, algo le decía que hay otro camino, que estaba triste porque no encontraba lo que ya tenia, pero no lo usaba. ¡Es tu corazón que solo piensa en él dejando olvidado donde está el amor, donde tu prójimo, donde tu Dios que te está esperando!

María le hablaba. ¡Señora! ¡Señora!... Sus ojos, tan dulces, hablaban mirándole, le invitaban a pensar con calma.

Y empieza a recordar lo que había olvidado y en lo que ganaría siguiendo lo que Dios le pide y que ella le enseña con solo sus ojos en los suyos puestos. Siente que está ahí para él; quiere ayudarle a encontrar la senda perdida. Tranquilo su cuerpo, serena su mente, se encuentra dispuesto a no sabe qué, pero a seguir los pasos que le indica ella.

La paz de aquel templo ha ayudado al hombre a elevar su espíritu.

¡Bendita seas Señora!, ¡bendito el momento que entré en esta capilla! Te entrego mi vida, te entrego mis sueños, mi amor, mi esperanza. Yo no te buscaba, tú me has encontrado. Me abriste la puerta del pequeño templo donde solo habitan el Dios que nos ama y tú que nos llamas a estar a su lado.

Me entrego a tus brazos y a través de ellos a Jesús que me está esperando.

El hombre sale de nuevo a su vida, ¡pero algo ha cambiado! La luz de María lo ha iluminado.

Y rezan sus labios:

         

Tanto tiempo Madre en busca tuya

sin entender que estás siempre conmigo.

Gracias te doy, tú me has buscado,                        

has salido a mi encuentro en el camino.

He encontrado el amor que había perdido.

 

 

Rafael César García Serrano

Conferencia Nª Srª de la Antigua

Guadalajara, España

 

 

 

IN THE CHAPEL

 

That morning he woke up feeling restless. Something was troubling him, and very much so. A bad dream, an uncomfortable premonition?

He could not say what. He decided to go out to let the fresh morning air lighten his mood, bring normalcy back into his quiet life.

Quiet streets, with few citizens on their way to work at a brisk pace. He no longer had work duties; he could feel himself a free man, but attached, and very attached, to However, that morning was different. Something was not working in his brain, it was asking him to change, to do things differently, to find something or someone to motivate him, to show him how to change this comfortable but indifferent and unsupportive routine.

His steps led him to the entrance of a small chapel that, having the door open, invited him to take a look inside. It conveyed a peace that drew you inside, where silence was a powerful, almost irresistible magnet.

It had been a long time since he had visited a temple. He decided to step inside.

The dim light and the solemnity were a welcome to his broken spirit. There was hardly anyone there and piety reigned in that clean, surrounding atmosphere, which called to reflection, invited the soul to a surrender that raised it to someone higher, someone above life, beyond any human feeling.

He knelt down and surrendered to silence, a silence that sheltered and protected him. Was it the silence of God who began to speak to him?  He thought there was something he was forgetting, something more important than life itself: something was coming to him in faint words, but with a fire that burned in his chest and lit him up.

He had been there for a while: it was a time of nobody, a time without hours: a different time of peace and inner light.

In that stillness, he felt that someone was looking at him. There are those gazes that one senses but does not know who and why they are looking at him. He looked around curiously; he had not noticed it and found an image of the Virgin Mary looking at him from her humble throne, with very sad but smiling eyes.

A steel dart pierced his chest and hit his soul. Something went straight to his heart, something told him that there was another way, that he was sad because he could not find what he already had but did not use. It is your heart that thinks only of itself and forgets where love is, where your neighbour is, where your God is waiting for you!

Mary was speaking to him, our Lady! Her eyes, so sweet, were looking at him, inviting him to think calmly.

And he begins to remember what he had forgotten and what he would gain by following what God asks of him and what she teaches him with only her eyes on him. He feels that she is there for him; she wants to help him find the lost path. Calm in his body, serene in his mind, he finds himself ready to do he knows not what, but to follow the steps she shows him.

The peace of that temple has helped this man to elevate his spirit.

Blessed be our Lady, blessed the moment I entered this chapel! I give you my life; I give you my dreams, my love, my hope. I was not looking for you, you found me. You opened the door of the little temple inhabited only by the God who loves us and by you who call us to be at his side.                                                                                                                                                       

I surrender myself into your arms and through them to Jesus who is waiting for me. 

The man returns to his life, but something has changed! Mary's light has enlightened him.

Then, his lips pray:

         

Mother, so much time searching for you

Without understanding that you are always with me.

I thank you; you have looked for me,                         

You have come out to meet me on the road.

I have found the love I had lost.

 

 

Rafael César Garcia Serrano

Conference of Our Lady of Antigua

Guadalajara, Spain

 

Guía para el trabajo sinodal en grupos del tema segundo, sesión segunda, del cuaderno primero, "Llamados", de nuestro Sínodo de Sigüenza-Guadalajara

 

Por Jesús de las Heras Muela

(Periodista y sacerdote. Deán de la catedral de Sigüenza)

 

 

 

 

 

 

 

 

En la segunda sesión del tema de los fundamentos de la fe cristiana, vamos a reflexionar sobre los que podemos considerar sus fundamentos externos o extrínsecos: la familia, la escuela y la parroquia. A estos tres, hay que añadir los medios de comunicación, de decisiva Estos tres ámbitos, estas tres realidades, han sido claves y vitales no solo para la transmisión de la fe, sino también para su propio crecimiento, cultivo y desarrollo.

El Papa Benedicto XVI advertía hace unos años: «Sucede hoy con frecuencia que los cristianos se preocupan mucho por las consecuencias sociales, culturales y políticas de su compromiso, al mismo tiempo que siguen considerando la fe como un presupuesto obvio de la vida común. De hecho, este presupuesto no sólo no aparece como tal, sino que incluso con frecuencia es negado. Mientras que en el pasado era posible reconocer un tejido cultural unitario, ampliamente aceptado en su referencia al contenido de la fe y a los valores inspirados por ella, hoy no parece que sea ya así en vastos sectores de la sociedad, a causa de una profunda crisis de fe que afecta a muchas personas».

 

La familia

 

Ya hace algún año el religioso mexicano Pascual Chávez, entonces rector mayor de la Congregación Salesiana, afirmaba que "lo que era una la cadena de transmisión de una experiencia religiosa está rota. Lo está porque antes dicha transmisión comenzaba en la familia, que era el ambiente natural en que se crecía humanamente y en la que también se maduraban concepciones religiosas y formas de comportamiento. Y esto no existe hoy. La familia se ha debilitado mucho en su capacidad de dar hijos al mundo y de educar".

Las familias de esta hora necesitan redescubrir su propia y exclusiva identidad, basada en el matrimonio entre un hombre y una mujer, que constituye el hogar de amor abierto y destinado a la procreación y educación de los hijos. La familia necesita ser ella misma, reavivar sus raíces, fortalecer su naturaleza y misión y no acostumbrarse y dar por buenos otros "modos" de convivencia.

Fue el Concilio Vaticano II el que acuñó la expresión y el anhelo de convertir a cada familia en una Iglesia doméstica. Y por lo que respecta a la transmisión de la fe, ésta, debe traducirse a actitudes y acciones como la toma de conciencia de esta irreemplazable misión en el ejemplo coherente de los padres, en la vivencia de las prácticas sacramentales, en la oración enseñada y practicada desde el mismo seno familiar, en el compromiso por la educación religiosa de los hijos a través de la enseñanza religiosa escolar y de la catequesis, en la lectura y escucha en familia de la Palabra, en el anuncio explícito de Jesucristo, en la pertenencia y comunión eclesial y en el testimonio de la propia vida.

 

La escuela

 

La escuela, el colegio ha de enseñar no solo conocimientos y hábitos básicos y vitales sino también valores y creencias.

De ahí la importancia a la hora de defender una escuela libre y respetuosa con los derechos de los padres, los primeros e insustituibles educadores de sus hijos. De ahí la importancia de defender y promover una enseñanza de calidad y de valores, de solidaridad y de esfuerzo.

De ahí, asimismo, la necesidad de insuflar en nuestras escuelas y colegios (también en los de titularidad católica, más allá de que se pueda dar por supuesto) el alma de la verdadera educación, que incluye también la educación y la formación religiosa, en suma, la transmisión de la fe.

Y de ahí, igualmente, la necesidad imperiosa de defender y hacer valer el derecho fundamental de los padres a elegir el modelo de educación que desean para sus hijos según sus convicciones, incluido el derecho a la educación religiosa escolar.

 

La parroquia

 

La parroquia ha sido y debe seguir siendo asimismo ámbito fecundo para la fundamentación y la transmisión de la fe.

En su emblemática y programática exhortación apostólica “Evangelii gaudium”, de la que ya hemos hablado, escribió, en 2013, el Papa Francisco: “La parroquia, que no es una estructura caduca y aunque no es tampoco la única institución evangelizadora, está llamada a sumarse a este proceso. ¿Y cómo? Estando en contacto con los hogares y con la vida del pueblo, y no convirtiéndose en una prolija estructura separada de la gente o en un grupo de selectos que se miran a sí mismos. La parroquia ha de ser comunidad de comunidades, santuario donde los sedientos van a beber para seguir caminando, y centro de constante envío misionero. Por ello y porque no siempre nuestras parroquias responden siempre a este perfil ideal, la parroquia ha de situarse en estado de misión permanente y en conversión eclesial y misionera”.

La parroquia no es un dispensario de sacramentos, un espacio para el culto solo privado, devocional y ocasional, sino el hogar comunitario donde crece y madura la fe y la pertenencia y comunión eclesial.

La parroquia es la Iglesia en pequeño, en particular, en miniatura, en concreto, en lo cotidiano, con nombres y rostros conocidos, sin anonimatos.

La parroquia es la Iglesia de cercanías y en cercanía, la casa de la comunión y de la misión, el hogar de la fiesta y también del llanto.

Y necesitamos intensificar y fortalecer las catequesis parroquiales, no solo las destinadas directamente a la recepción sacramental (por ejemplo, las importantísimas catequesis de primera comunión y también las catequesis de confirmación), sino todo el proceso e itinerario formativo de la educación en el despertar de la fe y en su crecimiento y maduración a tenor de las distintas edades. Deberíamos vivir la catequesis parroquial como un itinerario educativo similar al de los centros escolares.

 

 Altar y capilla sinodal en la catedral

 

Los medios de comunicación

 

Y, además, y máxime hoy en día y cada vez más, la fundamentación y la transmisión de fe encuentra hoy en los Medios de Comunicación Social (MCS) uno de los principales y más desafiantes ámbitos.

Y en este sentido deben seguir siendo especialmente luminosas e interpeladoras aquellas palabras del Papa Juan Pablo II, en la encíclica "Redemptoris missio" (1991): "El primer areópago del tiempo moderno es el mundo de la comunicación, que está unificando a la humanidad y transformándola en una aldea global. Los medios de comunicación son el principal instrumento informativo y formativo, de orientación y de inspiración para los comportamientos individuales, familiares y sociales".

¿Cómo podemos y debemos transmitir la fe mediante los medios de comunicación? En primer lugar, formándonos en medios de comunicación social, conociéndolos, sabiendo quiénes están detrás de los medios, cuáles sus intereses y sus ideologías.

En segundo lugar, los padres deben educar a sus hijos en el uso y no en la dependencia de los MCS, que son eso, "medios", "instrumentos", no fines en sí mismo. Los MCS no pueden suplir ni a los padres, ni a los maestros ni a los sacerdotes.

 

Iluminación desde la Palabra de Dios

 

En el Antiguo Testamento, entre los distintos textos bíblicos que encontramos en relación con estos fundamentos que hemos denominado extrínsecos, seleccionamos dos: Deuteronomio 6, 1-9 y Ester 4, 17. El primero es muy conocido. Es el llamado en hebrero “Shemá, Israel”, nombre de una de las principales plegarias de la religión judía. Su nombre retoma las dos primeras palabras de la oración en cuestión, siendo esta a su vez la plegaria más sagrada del judaísmo.

“Estos son los preceptos, los mandatos y decretos que el Señor, vuestro Dios, me mandó enseñaros para que los cumpláis en la tierra en cuya posesión vais a entrar, a fin de que temas al Señor, tu Dios, tú, tus hijos y tus nietos, observando todos sus mandatos y preceptos, que yo te mando, todos los días de tu vida, a fin de que se prolonguen tus días.

Escucha, pues, Israel, y esmérate en practicarlos, a fin de que te vaya bien y te multipliques, como te prometió el Señor, Dios de tus padres, en la tierra que mana leche y miel. Escucha, Israel: El Señor es nuestro Dios, el Señor es uno solo. Amarás, pues, al Señor, tu Dios, con todo tu corazón, con toda tu alma y con todas tus fuerzas. Estas palabras que yo te mando hoy estarán en tu corazón, se las repetirás a tus hijos y hablarás de ellas estando en casa y yendo de camino, acostado y levantado; las atarás a tu muñeca como un signo, serán en tu frente una señal; las escribirás en las jambas de tu casa y en tus portales” (Deuteronomio 6, 1-9).

El segundo texto veterotestamentario es del libro de Ester, quien, en su capítulo 4, versículo 17, reza con estas palabras ante el peligro inminente de muerte:

“Desde mi nacimiento yo oí en mi tribu y en mi familia que tú, Señor, escogiste a Israel entre todas las naciones y a nuestros padres entre todos sus antepasados para que fueran por siempre tu heredad. Realizaste en favor suyo todo lo que prometiste” (Libro de Este4, 17)

 

Concilio Vaticano II

 

Uno de los documentos más emblemáticos del Concilio Vaticano II (1962-1965), es su constitución dogmática sobre la Iglesia, titulada “Lumen gentium” (Luz de las gentes). En su número 41, podemos leer:

“Los esposos y padres cristianos, siguiendo su propio camino, deben apoyarse mutuamente en la gracia, con un amor fiel a lo largo de toda su vida, y educar en la enseñanza cristiana y en los valores evangélicos a sus hijos, recibidos amorosamente de Dios.

De esta manera, ofrecen a todos el ejemplo de un amor incansable y generoso, construyen la fraternidad de amor y son testigos y colaboradores de la fecundidad de la Madre Iglesia como símbolo y participación de aquel amor con el que Cristo amó a su esposa y se entregó por ella”.

 

Preguntas y propuestas para el trabajo en grupos

 

Tras estos y otros materiales, y desde un clima explícito de escucha, diálogo y oración, nuestro cuaderno sinodal 1, tema 2, sesión 2 formula, para el trabajo de los grupos, cinco preguntas, cuyas respuestas, en su momento, se estudiarán y formarán parte de los siguientes pasos del camino sinodal.  Las preguntas han de ser respondidas, preferentemente, en grupo y recogidas las distintas respuestas. 

Estas son las preguntas:

  1. ¿Estás de acuerdo en que familia, escuela y parroquia son fundamentos, quicios básicos para recibir, vivir y transmitir la fe?
  2. De estos tres ámbitos, destaca el principal para ti en tu historia de fe y en el presente y dinos por qué con algún ejemplo.
  3. Que cada miembro del grupo evoque el nombre de un máximo de dos personas claves en su vida en la relación entre fundamentación y vivencia de la fe y familia, escuela y parroquia. De cada uno de estos tres ámbitos, dos nombres propios por miembro del grupo.
  4. ¿Cómo viviste en familia, en familia (en Familia-Iglesia doméstica) los meses más duros del confinamiento y de la pandemia?
  5. ¿Cuáles estás viendo que son sus primeros frutos?

Asimismo, se formulan estas dos propuestas:

(1) Señalar entre todos tres o cuatro propuestas para recuperar y revitalizar en nuestra diócesis la familia, la parroquia y la escuela como fundamentos de la fe y su transmisión.

(2) Señalar entre todos tres o cuatro propuestas para tomar conciencia y actuar en la fundamentación de la fe y en su transmisión a través de los medios de comunicación social, muy singularmente, además, pensando sobre todo en las generaciones jóvenes, en el mundo de las redes sociales.

 

Artículo publicado en 'Nueva Alcarria' el 1 de abril de 2022

Por Ángel Moreno

(de Buenafuente)

 

 

 

Según algunos comentaristas de las Sagradas Escrituras, la parábola del “hijo pródigo”, juntamente con la de la “dracma perdida” y la de la “oveja perdida” es el corazón del evangelio de San Lucas.

En mi meditación del texto lucano (Lc 15, 1-3. 11-32), había encontrado resonancias de la bendición que recibe Jacob, el hijo segundón, a quien por llevar el vestido del primogénito obtiene de su padre Isaac el título de heredero (Gn 27).

"/Es conocido el libro: “El regreso del hijo pródigo” de E. Nouwen. Texto que lleva al lector a personalizar las figuras del hijo menor, la del hijo mayor, e incluso la figura del padre. Uno se proyecta fácilmente en el retorno de quien se alejó de Dios por su pecado; siente la denuncia en el endurecimiento que muestra el hijo mayor, y se sorprende en la vocación de ser ternura, comprensión, perdón, como demuestra el padre.

El relato entrañable de Lucas se ha aplicado con frecuencia en la predicación al movimiento del pecador, que decide volver a la casa paterna, y se exaltan los detalles que concurren en la descripción evangélica, desde el alejamiento del hijo menor, que ha pasado todas las fronteras, hasta llegar desde tierras en las que se crían cerdos al abrazo del padre.

Yo mismo, en mi reflexión y estudio, me sorprendí, al encontrar en la parábola lucana el protagonismo de los sentidos, de cómo interviene la corporeidad en la acción. El padre, al otear por si ve venir a su hijo, no se cansa de mirar al horizonte; el texto cita el abrazo, el beso, la música, el banquete... descripción que tiene resonancias litúrgicas, especialmente a la hora de celebrar la Eucaristía. Cada vez más, se ofrecen métodos para despertar la consciencia, y todos ellos pasan por la mediación de la corporeidad. La atención, la sensibilidad, la percepción consciente de la realidad y de uno mismo son llamadas muy actuales en quienes desean avanzar por el camino espiritual.

Simón, el Nuevo Teólogo, tiene un poema en el que reza: “Haz que mis manos sean Tus Manos; que mis pies sean Tus Pies, que mi corazón sea Tu Corazón. Déjame ver con Tus Ojos, escuchar con Tus Oídos. Hablar con Tus labios, amar con Tu corazón, entender con Tu Mente, y servir con Tu Voluntad. Te encomiendo todo mi ser, hazme Tú otro yo” (en Vincent Pizzuto, “Contemplar a Cristo”, 56) Y cómo no recordar a M. Teresita, quien rezaba a la Virgen: “Quiero mirar con tus ojos, oír con tu oído, hablar con tu boca y amar con tu corazón”.

Me había atrevido, en mis meditaciones, a contemplar la concurrencia que se da entre el gesto de Dios al confeccionar unos vestidos y ponérselos a Adán y Eva, con la petición del padre del pródigo, quien manda traer un vestido de fiesta para el hijo menor. Pero debo reconocer mi sorpresa y fascinación ante la exégesis que compara el relato de la creación con el Misterio de la Encarnación. “El amor del padre pródigo se derrama en la Encarnación, no solo como un momento pasado, sino como una realidad permanente que afecta a la interioridad más profunda de todo ser viviente” (Ibid 108). En el relato de la creación, Dios busca al hombre en el jardín, por donde acostumbraba pasear cada tarde con él. Esta intimidad tiene consumación en el Dios hecho hombre, como gesto supremo. Ya no cabe perdernos, ni ocultarnos. Dios se ha hecho hombre, Dios se ha revestido de humanidad, para que la humanidad se revista de divinidad. Nuestros exilios, éxodos, emancipaciones y huidas, ya no pueden apartarnos de Dios, pues Dios está en nosotros. Quien da fe a este misterio, se deja abrazar, besar, perdonar y reconciliar, y sobrecogido, se sienta al banquete del amor, sin orgullo, consciente de la gracia de la misericordia.

Guía para el trabajo sinodal en grupos del tema segundo, sesión primera, del cuaderno primero, "Llamados", de nuestro Sínodo de Sigüenza-Guadalajara

 

Por Jesús de las Heras Muela

(Periodista y sacerdote. Deán de la catedral de Sigüenza)

 

 

 

 

 

 

 

 

Ofrecemos hoy la cuarta entrega del retorno en la diócesis al trabajo de los grupos para nuestro Sínodo. Nuestra primera entrega, de NUEVA ALCARRIA del 4 de febrero, hacía memoria del camino sinodal recorrido desde mayo de 2018 hasta enero de 20221 y del camino que ahora se abre y de sus etapas siguientes.

En los números de este periódico de los viernes 18 y 25 de febrero, abordábamos las dos primeras sesiones o apartados, respectivamente, del cuaderno de trabajo número 1, titulado “Llamados”.  La vocación universal a la santidad y las vocaciones para un seguimiento especial y más consagrado (la vocación sacerdotal y la vocación a la vida consagrada en sus distintos modos y formas de consagración) fueron sus contenidos.

Este viernes y el próximo nos adentramos en el segundo tema de este cuaderno primero de trabajo sinodal en grupo. Los fundamentos de la fe cristiana son sus ejes, divididos en dos nuevos apartados: Jesucristo, fundamento de la fe (tema de nuestro artículo de hoy) y el papel tan importante que en la fe desempeñan la familia, la parroquia, la escuela y los medios de comunicación (que comentaremos la próxima semana).

        

Lo que es y significa la fe cristiana

 

El autor del libro del Nuevo Testamento de la Carta a los Hebreos (capítulo 12, versículo 2) nos llama al respecto a tener la mirada fija en Jesucristo, “que inició y completa nuestra fe”. Esto significa, en primer lugar, que Jesucristo es el quicio fundamental de nuestra fe.

No hay fe cristiana sin encuentro, adhesión y seguimiento a Jesucristo. En Él, encuentra su cumplimiento todo afán y todo anhelo del corazón humano. La alegría del amor, la respuesta al drama del sufrimiento y el dolor, la fuerza del perdón y la victoria de la vida ante el vacío de la muerte, todo tiene su cumplimiento en el misterio de su Encarnación.

Benedicto XVI, en su primera encíclica “Deus caritas est” (Dios es amor), fechada en la Navidad de 2005, escribía: “…No se comienza a ser cristiano por una decisión ética o una gran idea, sino por el encuentro con un acontecimiento, con una Persona, que da un nuevo horizonte a la vida y, con ello, una orientación decisiva”.

El tema de la fe fue uno de los ejes principales del ministerio de Benedicto XVI (2005-2013). Por ello, el 11 de octubre de 2011, convocó a toda la Iglesia a celebrar un año santo especial, el Año Santo de la Fe, con ocasión de los cincuenta años de la apertura del Concilio Vaticano II.  Los documentos “Porta fidei” (La puerta de la fe), “Lumen fidei” (La luz de la fe) y “Evangelii gaudium” (La alegría del Evangelio), son los tres textos de los papas Benedicto XVI y Francisco en aquel año de la fe, que discurrió del 11 de octubre de 2021 al 24 de noviembre de 201, ya con Francisco como Papa.

 

 

Decálogo de lo esencial de la fe cristiana

 

De los tres documentos papales recién citados, entresacamos las siguientes reflexiones, en forma de decálogo, son los fundamentos de la fe cristiana:

(1) La fe cristiana necesita y es inseparable del encuentro personal con Jesucristo. Es una fe esencialmente cristológica.

(2) La fe cristiana es creer en Jesucristo y con Él en Dios Padre y en el Espíritu, La fe es, de este modo, una fe trinitaria. Es creer en Dios uno y trino.

(3) Estas verdades de fe se expresan en el Credo Apostólico y en el Credo Nicenoconstantinopolitano.  Son los credos “corto” y “largo” que se recitan en las misas dominicales y de las solemnidades litúrgicas. Son también y respectivamente el Credo o Símbolo de los Apóstoles, el más antiguo símbolo bautismal; y el Credo formulado en el siglo IV, tras los Concilios de Nicea, año 325, y de Constantinopla, el primero de ellos, del año 381.

(4) La fe cristiana se nutre en la Palabra de Dios.  De modo que debemos descubrir de nuevo el gusto de alimentarnos con la Palabra de Dios. Una Palabra de Dios tal y como en el depósito de la fe nos custodia y transmite siempre viva la Iglesia y su magisterio auténtico.

(5) Por todo ello, la fe cristiana es asimismo inseparable e indisociable de fe en la Iglesia. La fe nace, crece y se difunde y testimonia en, con y desde la Iglesia.

(6) Y una de las derivadas y consecuencias del quinto punto recién glosado es la dimensión pública de la fe, también esencial a la misma. El cristiano no puede pensar nunca que creer es un hecho privado. La fe es decidirse a estar con el Señor para vivir con Él. Y este “estar con Él” nos lleva a comprender las razones por las que se cree. La fe, precisamente porque es un acto de la libertad, exige también la responsabilidad social de lo que se cree.

(7) La fe cristiana es siempre indisociable e inseparable de la caridad y viceversa. La fe sin la caridad no da fruto, y la caridad sin fe sería un sentimiento constantemente a merced de la duda.

(8) La fe cristiana crece creyendo y se fortalece mediante las pruebas y dificultades que la aquilatan y robustecen. Y las dificultades (pensemos en la experiencia vivida con ocasión de la pandemia del coronavirus) ponen a prueba la fe para aquilatarla y para robustecerla.

(9) La fe cristiana encuentra en María Santísima y en los santos su modelo, su cumplimiento, su viabilidad. María y la historia de los todos los santos de todos los tiempos es también la historia del fruto de la fe. Un santo canonizado es aquel cristiano que, antes de ser examinado en su intercesión posible en un milagro, ha recibido el reconocimiento oficial de la Iglesia de haber vivido las virtudes cristianas de modo eminente y heroico.

(10) Y para acceder a un conocimiento sistemático del contenido de la fe, todos pueden encontrar en el Catecismo de la Iglesia Católica (1992) un subsidio precioso e indispensable. Es uno de los frutos más importantes del Concilio Vaticano II.

 

Iluminación bíblica

 

El apóstol san Pedro, en su primera carta (libro del Nuevo Testamento), capítulo 1, versículos 6 al 9 nos habla de cómo las dificultades ponen a prueba nuestra fe y la robustecen:

“Por ello os alegráis, aunque ahora sea preciso padecer un poco en pruebas diversas; así la autenticidad de vuestra fe, más preciosa que el oro, que, aunque es perecedero, se aquilata a fuego, merecerá premio, gloria y honor en la revelación de Jesucristo; sin haberlo visto lo amáis y, sin contemplarlo todavía, creéis en él y así os alegráis con un gozo inefable y radiante, alcanzando así la meta de vuestra fe; la salvación de vuestras almas”.

 

Catecismo de la Iglesia Católica

 

El Catecismo de la Iglesia Católica, en su número 168, afirma lo siguiente, donde presenta la indisociable unidad entre la fe cristiana y la pertenencia eclesial:

“La Iglesia es la primera que cree, y así conduce, alimenta y sostiene mi fe. La Iglesia es la primera que, en todas partes, confiesa al Señor (Te per orbem terrarum sancta confitetur Ecclesia, -A Ti te confiesa la Santa Iglesia por toda la tierra- cantamos en el himno Te Deum), y con ella y en ella somos impulsados y llevados a confesar también: "Creo", "creemos". Por medio de la Iglesia recibimos la fe y la vida nueva en Cristo por el bautismo. En el Ritual Romano, el ministro del bautismo pregunta al catecúmeno: "¿Qué pides a la Iglesia de Dios?" Y la respuesta es: "La fe". "¿Qué te da la fe?" "La vida eterna".

 

Obispo diocesano

 

Don Atilano Rodríguez, nuestro obispo, con fecha 1 de mayo de 2020, publicó la carta pastoral “Con gratitud y esperanza” en la que compartía con todos los diocesanos su experiencia durante la pandemia; en ella nos dice:

“El Dios, que se ha hecho uno de nosotros, que ha querido compartir nuestra existencia y que nos amó hasta el extremo de dar la vida por nosotros, es el único que puede fundamentar la esperanza humana. Solo el amor de Dios, manifestado en Jesucristo, permite mantener la esperanza en un mundo que, por naturaleza, es imperfecto. El amor de Dios, que es un amor absoluto y sin límites, puede garantizarnos la participación de la vida plena, de la vida eterna, que todos anhelamos. Cuando tomamos conciencia de nuestra finitud y de nuestra pobreza, podemos acoger al Resucitado y dejarle entrar a formar parte de nuestra existencia”.

Y añade nuestro obispo diocesano. “La fe en la persona de Jesucristo y la confianza en sus promesas nos ofrecen la luz que necesitamos para avanzar en el presente y nos capacitan para afrontar el futuro a pesar de las dificultades del camino. Es más, la fe nos impulsa a dar frutos de buenas obras y a mantener fija la mirada en la herencia eterna que, anhelantes, esperamos alcanzar un día. Jesucristo resucitado nos atrae a todos hacia sí y nos convierte en sarmientos de la vid, que es Él mismo, por medio del sacramento del bautismo y de los restantes sacramentos (Cfr. Juan 12, 32)”.

“Por eso –concluye-, como en su día le dijo a Marta, la hermana de Lázaro, hoy nos dice a nosotros: “Yo soy la resurrección y la vida: el que cree en mí, aunque haya muerto, vivirá; y el que está vivo y cree en mí, no morirá para siempre” (Juan 11, 25-27). Estas palabras de Jesús, podrían ayudarnos a reflexionar sobre nuestra fe y responder a preguntas como estas: ¿En quién o en qué creemos? ¿Qué lugar ocupa Dios en nuestra existencia? ¿En quién ponemos nuestra fe y nuestra esperanza, en la ciencia y en la técnica o en el Dios revelado en Jesucristo, muerto y resucitado para nuestra salvación?”.

 

Preguntas y propuestas para el trabajo en grupos

 

Tras estos y otros materiales, y desde un clima explícito de escucha, diálogo y oración, nuestro cuaderno sinodal 1, tema 2, sesión 1, formula, para el trabajo de los grupos, cinco preguntas, cuyas respuestas, en su momento, se estudiarán y formarán parte de los siguientes pasos del camino sinodal.  Las preguntas han de ser respondidas, preferentemente, en grupo y recogidas las distintas respuestas. 

 

Estas son las preguntas:

 

1.- ¿Cómo nos resuena la afirmación de que “no se comienza a ser cristiano por una decisión ética o una gran idea, sino por el encuentro con un acontecimiento, con una Persona, que da un nuevo horizonte a la vida y, con ello, una orientación decisiva”?

2.- ¿Qué es para cada uno de los miembros del grupo la Palabra de Dios y cuál es su experiencia real de ella?

3.- ¿Cómo resuena la afirmación según la cual la fe cristiana no es nunca un hecho privado, sino que conlleva necesariamente una responsabilidad y dimensión social y pública?

4.- ¿Qué hacer en nuestras parroquias para pasar de una “fe sociológica” y heredada a una “fe personalizada, iluminada y testimonial”?

5.- La fe se purifica y robustece ante las pruebas y dificultades, ¿cómo has sentido y transmitido tu fe cristiana durante el confinamiento y pandemia?

Asimismo, se formulan estas dos propuestas: (1) Releer en grupo el Credo apostólico y el Credo nicenoconstantinopolitano y aclarar algunos de sus conceptos y lenguaje. (2) Una lluvia de ideas sobre la Virgen María y los santos como modelos e intercesores de la fe cristiana.

 

Artículo publicado en 'Nueva Alcarria' el 25 de marzo de 2022

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