Por Ángel Moreno

(de Buenafuente)

 

 

 

"/¡Cómo no contar y transmitir lo recibido, aquello que se nos ha regalado para otros, el poder decir: “Dios te quiere, siempre te espera siempre, te perdona”!

Acabamos de celebrar en Roma el III encuentro de los Misioneros de la Misericordia, una institución del año 2016, Año de la Misericordia, que el Papa ha querido introducir en la nueva Constitución de la Iglesia.

Han sido días remecidos de luz, de acogida, de belleza, de encuentro humano, de oración y de misericordia.

Las lecciones que nos han ofrecido los distintos conferenciantes han esponjado el corazón, de manera especial la impartida por el cardenal Raniero Cantalamessa y, sobre todo, las palabras que el Papa nos dirigió a los Misioneros en la audiencia especial que nos ofreció generosamente a pesar de su dolencia física

El Papa nos recordó sus enseñanzas anteriores, y nos ha vuelto a indicar el modo de ejercer la misericordia, a la manera de los hijos de Noé,   extendiendo la manta del perdón para cubrir la vergüenza del pecador.

Hemos sido acogidos y enviados a mostrar el rostro misericordioso de la Iglesia, con el encargo de no guardarnos en el bolsillo el tesoro que llevamos los misioneros, el de ofrecer el perdón siempre, sin tener que acudir a protocolos penosos.

"/Este año el Papa nos ha propuesto la figura bíblica de Rut, la moabita, mujer pobre, extranjera, llena de amargura, que se compadece de su suegra Noemí y, por su generosidad, después es enriquecida con dones y regalos. El momento en que el Papa levantaba la mirada  fue el que nos infundió  mayor calor al corazón, pues compartía su pensamiento generoso que enriquecía con detalles de su experiencia más personal. Nos contó que en Argentina, un religioso redentorista tenía siempre una fila enorme de penitentes y a todos los absolvía, apelando a la bondad de Dios. Cuando murió fue él al tanatorio y le llevó un ramo de flores, pero vio que llevaba un rosario y se atrevió a quitarle la Cruz y nos confesó que la lleva colgada por dentro.

Los Misioneros hemos convivido y compartido experiencias; hemos rezado juntos, nos hemos acogido en el sacramento del perdón  concelebrado junto al Papa, y todos nos llevamos el obsequio de una estola, regalada por el Papa,  ornamento litúrgico, que hace referencia al vestido de fiesta que se recibe con la gracia del perdón sacramental.

Al escuchar al Papa lo que él desea de los Misioneros, se comprende que es una misión inmerecida. Sólo cuando uno se siente perdonado, y tantas veces, se mueve a perdonar.

Una vez más, nos venimos agradecidos al Pontificio Consejo de la Nueva Evangelización, presidido por Mons. Rino Fisichella.

 

Rafael C. García Serrano

(Conferencias de San Vicente de Paúl de Guadalajara)

 

 

 

 

Tu eres la paz

y yo camino descalzo hacia ti

porque el camino es húmedo y mullido

cuando uno pisa el jardín de tu milagro.

En tu casa están esas sandalias

con las que poder salir a ver la vida

con esa protección que Tú nos brindas

y con los pies calzados de tu fuerza.

 

Tu eres la paz

y una vez contigo todo cambia,

el alma, al cuerpo abrazada, a ti se abraza,

y aquel frío de invierno permanente

es ahora una brasa que arde y no se apaga.

Eres Tú el que me llama y a ti voy

en busca de tu abrigo y tus sandalias

para no hacer daño por la vida,

para que los daños de la vida no me alcancen.         

 Por Juan Pablo Mañueco

(escritor y periodista)

 

 

(Saeta a la Humanidad y a la Tierra)

 

 

Después de que ya ha pasado

tanto Cristo con madero,

hoy quiero procesionar

con Jesús de carne y hueso.

 

No me valen Jesucristos

ni de pino ni de cedro,

ni de aliso, ni de roble

ni de encina ni cerezo.

 

Ni de nogal ni de olivo

ni de castaño o de enebro,

ni de abedul ni de olmo,

ni de álamo blanco o negro.

 

No quiero siquiera ver

ni el paso de un misterio,

ya sean tres esculturas

ni trece, con el Maestro.

 

Hoy ya no seré cofrade

en un desfile de leños,

donde la imagen me diga

¡qué calvario de tormentos!,

 

¡qué agonía de la sangre!,

¡qué crucificado cuerpo!,

¡qué belleza en esta talla

de un torturado muriendo!,

 

¡qué realismo ficticio!,

¡qué descoyuntados miembros!,

¡qué maderas convertidas

en la agonía de un muerto!

 

¡Hoy la armazón de madera

que portan los costaleros

y adornan cirios y velas

y siguen los nazarenos

 

muestra figuras reales,

personas de carne y hueso,

que viven entre nosotros

pero que viven muriendo!

 

Viene abriendo procesión

el Anciano que está Viejo,

y abandonado por todos

lanza un suspiro discreto.

 

Él no quiere molestar

aunque dolor va sintiendo,

pero se aparta a un lado

porque le falla el aliento;

 

que disfruten los más jóvenes

y él, si acaso, quede interno

en un asilo, aunque llamen

sociosanitario centro,

 

sin hacer apenas ruido,

recomiéndose por dentro,

y apenas sin atención

en el último momento.

 

¡Eso en los tiempos normales

atado quizá a un asiento,

y si le busca la muerte

en los instantes pandémicos,

 

entonces le ignoren todos

nadie consuele sus miedos,

y hasta por no recibir

nadie le llame ni al médico!,

 

sino que quede olvidado

en algún compartimento,

y cuando vengan por él

hace tiempo que esté muerto,

 

con la mirada muy triste

y los ojos muy abiertos,

la postura horizontal

y sus dolores muy tiesos.

 

Y quizá igual o peor

sea la suerte del viejo,

que muere en medio de guerras,

¡deshuesado ya esqueleto!

 

Las trompetas y trombones

sollocen por todos ellos,

las tubas y las cornetas

se aflijan al mismo tiempo…

 

Los tambores y los bombos

los platillos del lamento,

bombardinos y clarines

se unan al movimiento

 

de la procesión que pasa

de seres vivos en cuerpo,

que sufren y que se duelen

lo mismo viejas que viejos.

 

El segundo paso es

la Mujer entre Tormentos,

los varales de su palio

se doblan por el exceso

 

de dolores que soporta;

el manto de los extremos

rigurosos que la vida

le va bordando de duelos.

 

Toda Mujer con Tormentos

por el simple hecho de serlo,

como el Hombre también mismo,

que es cuestión de humano género.

 

Pero acaso la Mujer

mayor dolor en su velo,

por las discriminaciones

habidas en todo tiempo.

 

Marginadas, oprimidas,

desdeñadas, sufrimientos

especiales, menoscabos

por su mero nacimiento.

 

La Mujer más Dolorosa

vestida de desconcierto,

iluminada de sombras,

orlada de luto negro.

 

Advocación femenina

que resuena entre lamentos,

desde el principio de eras,

al comienzo de los tiempos.

 

Por la fuerza, dominadas,

sin otro más fundamento

que el corpulento domine

al otro ser indefenso.

 

En la paz, son sometidas

al capricho del guerrero,

y en la guerra son violadas

por borrachos somnolientos.

 

Y acaso luego son muertas

para que guarden secreto

de haber sido utilizadas

como simples vertederos.

 

La Mujer entre Tormentos

de aspavientos dolorosa

se mueve en la procesión

clamando a todos los vientos.

 

Inferior sin que lo sea,

inferior por nacimiento,

inferior categoría,

inferior en crecimiento.

 

Los faroles del dolor

sombrean su descontento,

bambalinas que son lágrimas

gimen por el contratiempo.

 

Las trompetas y trombones

sollocen por todo ello,

las tubas y las cornetas

se aflijan al mismo tiempo…

 

Los tambores y los bombos,

los platillos del lamento,

bombardinos y clarines

se unan al movimiento

 

de la procesión que pasa

de seres vivos en cuerpo,

que sufren y que se duelen

como eternos mandamientos.

 

El tercer paso que sigue

La Infancia en Padecimiento,

las figuras pasionales

son muchas en descontento.

 

Niños llamados a filas

a punta de algún secuestro,

para servir a las guerras

en algún remoto ejército.

 

Niñas llamadas a filas

a punta de algún secuestro,

para servir a soldados

de objetivos turbulentos.

 

La Infancia que así es violada

tal como siempre se ha hecho,

por los mayores en todo

que abusan sobre el pequeño.

 

Lobos con piel de tratantes

que mandan por mor del miedo,

a las niñas y a los niños

que pueblan este misterio.

 

Y venganzas de mayores

que cortan brazos y sueños,

que cortan manos y pies

a Infancia en Padecimiento.

 

El cornetín del horror

ha soplado en pleno viento,

para que suene un agudo

y, sin arrepentimiento,

 

daño entre los corazones

que escuchen este lamento.

Y el aire ha vibrado a sangre

roja, como el fuego enfermo.

 

Las trompetas y trombones

sollocen por todo ello,

las tubas y las cornetas

se aflijan al mismo tiempo…

 

Los tambores y los bombos,

los platillos del lamento,

bombardinos y clarines

se unan al movimiento

 

de la procesión que pasa

de seres vivos en cuerpo,

que sufren y que se duelen

como eternos mandamientos.

 

El cuarto paso es simbólico

de seres en movimiento:              

Animales Maltratados

mientras que malviven presos,

 

y, después, sacrificados

para el humano alimento,

o para de otros animales

ser provisional sustento.

 

Esclavos de los humanos,

al servicio de sus dueños,

donde todo está en negrura

cual corazón del invierno.

 

Producir y producir

viviendo sobre un pañuelo,

contaminando la tierra,

contaminando el terreno.

 

Ríos de sangre animal,

y se llama a ellos “los cerdos”;

el ansia desorbitada

de ver correr los dineros.

 

Y también en este paso

que puebla grande misterio,

vienen Vegetales, Plantas,

Floras de Origen Transgénico.

 

El hombre manipulando

cuanto que se estaba quieto

y que ahora evoluciona

a ritmo da miedo verlo.

 

Las bacterias y los virus

modificados a cientos;

los hongos, que ahora nacen

en obradores secretos.

 

Derivados del carbón

recalentando los lechos

de las tierras y los mares:

¡cambiando el clima a diverso!

 

Y los mares inundados

de plásticos sin regreso.

Los deshechos nucleares

heraldos son del infierno.

 

y aún el terror atómico

que culmine este proceso,

que procesione hacia el caos

y deje este planeta hueco.

 

¡Sí, miradlo, penitente,

doloroso, El Orbe Entero

viene cerrando el desfile

de esta serie e hilo postrero!

 

¡El último ser viviente

-que muere entre sufrimiento-

es el planeta y el orbe,

con sonido lastimero!

 

 

Juan Pablo Mañueco

 

Premio CERVANTES-CELA-BUERO VALLEJO, 2016.

Junta de Comunidades de Castilla-La Mancha

 

Vídeo autor:

https://www.youtube.com/watch?v=HdKSZzegNN0

 

 

 

En su mensaje «Urbi et Orbi» de Pascua 2022, Francisco centra su plegaria en favor de la paz en Ucrania y en otros lugares del mundo asolados por la violencia

 

Por Jesús de las Heras Muela

(Periodista y sacerdote. Deán de la catedral de Sigüenza)

 

 

 

 

 

 

 

 

Como en otros años, el primer artículo de esta página de Religión de NUEVA ALCARRIA tras la Semana Santa se centra en el mensaje que el Papa ha dirigido a la ciudad y al mundo (de ahí, su nombre latino de mensaje «Urbi et Orbi») con ocasión de la fiesta de la Pascua del Señor, la fiesta más importante del año cristiano y de la misma historia de la humanidad.

Este mensaje, que también se produce el 25 de diciembre, fiesta de la Natividad de Jesucristo, y que conlleva bendición papal especial con indulgencia plenaria, aborda el significado de la Pascua y lo proyecta sobre la realidad presente. Por ello, sin olvidar la pandemia global del coronavirus, la invasión y guerra en Ucrania y los otros conflictos bélicos existentes en el mundo han estado muy presentes en las palabras del Papa Francisco.

Además, recogemos siete hermosísimos mensajes en Twitter que el Santo ha escrito en la vigilia de esta Pascua 2022.

 

 Bendición «Urbi et Orbi» de la Pascua 2022

 

Texto íntegro mensaje papal «Urbi et Orbi» 2022

 

“Queridos hermanos y hermanas: ¡Feliz Pascua! Jesús, el Crucificado, ha resucitado. Se presenta ante aquellos que lloran por él, encerrados en sus casas, llenos de miedo y angustia. Se pone en medio de ellos y les dice: «¡La paz esté con vosotros!» (Jn 20,19). Les muestra las llagas de sus manos y de sus pies, y la herida de su costado. No es un fantasma, es Él, el mismo Jesús que murió en la cruz y estuvo en el sepulcro. Ante las miradas incrédulas de los discípulos, Él repite: «¡La paz esté con vosotros!» (v. 21).

También nuestras miradas son incrédulas en esta Pascua de guerra. Hemos visto demasiada sangre, demasiada violencia. También nuestros corazones se llenaron de miedo y angustia, mientras tantos de nuestros hermanos y hermanas tuvieron que esconderse para defenderse de las bombas. Nos cuesta creer que Jesús verdaderamente haya resucitado, que verdaderamente haya vencido a la muerte. ¿Será tal vez una ilusión, un fruto de nuestra imaginación?

 

La resurrección no es una ilusión, es verdad

 

No, no es una ilusión. Hoy más que nunca resuena el anuncio pascual tan querido para el Oriente cristiano: «¡Cristo ha resucitado! ¡Verdaderamente ha resucitado!». Hoy más que nunca tenemos necesidad de Él, al final de una Cuaresma que parece no querer terminar.

Hemos pasado dos años de pandemia, que han dejado marcas profundas. Parecía que había llegado el momento de salir juntos del túnel, tomados de la mano, reuniendo fuerzas y recursos. Y en cambio, estamos demostrando que no tenemos todavía el espíritu de Jesús, tenemos aún en nosotros el espíritu de Caín, que mira a Abel no como a un hermano, sino como a un rival, y piensa en cómo eliminarlo. Necesitamos al Crucificado Resucitado para creer en la victoria del amor, para esperar en la reconciliación. Hoy más que nunca lo necesitamos a Él, para que poniéndose en medio de nosotros nos vuelva a decir: «¡La paz esté con vosotros!».

 

El Resucitado porta sus heridas y nuestras heridas

 

Solo Él puede hacerlo. Solo Él tiene hoy el derecho de anunciarnos la paz. Sólo Jesús, porque lleva las heridas, nuestras heridas. Esas heridas suyas son doblemente nuestras: nuestras porque nosotros se las causamos a Él, con nuestros pecados, con nuestra dureza de corazón, con el odio fratricida; y nuestras porque Él las lleva por nosotros, no las ha borrado de su Cuerpo glorioso, ha querido conservarlas consigo para siempre.

Son un sello indeleble de su amor por nosotros, una intercesión perenne para que el Padre celestial las vea y tenga misericordia de nosotros y del mundo entero. Las heridas en el Cuerpo de Jesús resucitado son el signo de la lucha que Él combatió y venció por nosotros con las armas del amor, para que nosotros pudiéramos tener paz, estar en paz, vivir en paz.

Mirando sus llagas gloriosas, nuestros ojos incrédulos se abren, nuestros corazones endurecidos se liberan y dejan entrar el anuncio pascual: «¡La paz esté con vosotros!»

 

Paz en la martirizada Ucrania

 

Hermanos y hermanas, ¡dejemos entrar la paz de Cristo en nuestras vidas, en nuestras casas y en nuestros países!

Que haya paz en la martirizada Ucrania, tan duramente probada por la violencia y la destrucción de la guerra cruel e insensata a la que ha sido arrastrada. Que un nuevo amanecer de esperanza despunte pronto sobre esta terrible noche de sufrimiento y de muerte. Que se elija la paz. Que se dejen de hacer demostraciones de fuerza mientras la gente sufre.

Por favor, por favor, no nos acostumbremos a la guerra, comprometámonos todos a pedir la paz con voz potente, desde los balcones y en las calles. ¡Paz! Que los responsables de las naciones escuchen el grito de paz de la gente, que escuchen esa inquietante pregunta que se hicieron los científicos hace casi sesenta años: «¿Vamos a poner fin a la raza humana; o deberá renunciar la humanidad a la guerra?» (Manifiesto Russell-Einstein, 9 julio 1955).

Llevo en el corazón a las numerosas víctimas ucranianas, a los millones de refugiados y desplazados internos, a las familias divididas, a los ancianos que se han quedado solos, a las vidas destrozadas y a las ciudades arrasadas. Tengo ante mis ojos la mirada de los niños que se quedaron huérfanos y huyen de la guerra. Mirándolos no podemos dejar de percibir su grito de dolor, junto con el de muchos otros niños que sufren en todo el mundo: los que mueren de hambre o por falta de atención médica, los que son víctimas de abusos y violencia, y aquellos a los que se les ha negado el derecho a nacer.

En medio del dolor de la guerra no faltan también signos esperanzadores, como las puertas abiertas de tantas familias y comunidades que acogen a migrantes y refugiados en toda Europa. Que estos numerosos actos de caridad sean una bendición para nuestras sociedades, a menudo degradadas por tanto egoísmo e individualismo, y ayuden a hacerlas acogedoras para todos.

Que el conflicto en Europa nos haga también más solícitos ante otras situaciones de tensión, sufrimiento y dolor que afectan a demasiadas regiones del mundo y que no podemos ni debemos olvidar.

 

Vigilia Pascual, el Papa bautiza a una adulta

 

Paz en Oriente Medio

 

Que haya paz en Oriente Medio, lacerado desde hace años por divisiones y conflictos. En este día glorioso pidamos paz para Jerusalén y paz para aquellos que la aman (cf. Sal 121 [122]), cristianos, judíos, musulmanes. Que los israelíes, los palestinos y todos los habitantes de la Ciudad Santa, junto con los peregrinos, puedan experimentar la belleza de la paz, vivir en fraternidad y acceder con libertad a los Santos Lugares, respetando mutuamente los derechos de cada uno.

Que haya paz y reconciliación en los pueblos del Líbano, de Siria y de Irak, y particularmente en todas las comunidades cristianas que viven en Oriente Medio.

 

Paz en Libia, Yemen, Myanmar, Afganistán

 

Que haya paz también en Libia, para que encuentre estabilidad después de años de tensiones; y en Yemen, que sufre por un conflicto olvidado por todos con incesantes víctimas, pueda la tregua firmada en los últimos días devolverle la esperanza a la población.

Al Señor resucitado le pedimos el don de la reconciliación para Myanmar, donde perdura un dramático escenario de odio y de violencia, y para Afganistán, donde no se consiguen calmar las peligrosas tensiones sociales, y una dramática crisis humanitaria está atormentando a la población.

Paz en el Sahel, Etiopía, República Democrática del Congo, Sudáfrica

Que haya paz en todo el continente africano, para que acabe la explotación de la que es víctima y la hemorragia causada por los ataques terroristas ―especialmente en la zona del Sahel―, y que encuentre ayuda concreta en la fraternidad de los pueblos.

Que Etiopía, afligida por una grave crisis humanitaria, vuelva a encontrar el camino del diálogo y la reconciliación, y se ponga fin a la violencia en la República Democrática del Congo. Que non falten la oración y la solidaridad para los habitantes de la parte oriental de Sudáfrica afectados por graves inundaciones.

 

Paz en América Latina, paz en los pueblos indígenas de Canadá

 

Que Cristo resucitado acompañe y asista a los pueblos de América Latina que, en estos difíciles tiempos de pandemia, han visto empeorar, en algunos casos, sus condiciones sociales, agravadas también por casos de criminalidad, violencia, corrupción y narcotráfico.

Pedimos al Señor Resucitado que acompañe el camino de reconciliación que está siguiendo la Iglesia Católica canadiense con los pueblos indígenas. Que el Espíritu de Cristo Resucitado sane las heridas del pasado y disponga los corazones en la búsqueda de la verdad y la fraternidad.

 

 Jueves Santo, lavatorio de pies a presos

 

Paz en la entera humanidad

 

Queridos hermanos y hermanas, toda guerra trae consigo consecuencias que afectan a la humanidad entera: desde los lutos y el drama de los refugiados, a la crisis económica y alimentaria de la que ya se están viendo señales.

Ante los signos persistentes de la guerra, como en las muchas y dolorosas derrotas de la vida, Cristo, vencedor del pecado, del miedo y de la muerte, nos exhorta a no rendirnos frente al mal y a la violencia.

Hermanos y hermanas, ¡dejémonos vencer por la paz de Cristo! ¡La paz es posible, la paz es necesaria, la paz es la principal responsabilidad de todos!”.

 

 Oración Pascual del Papa Francisco

 

Siete mensajes del Papa Francisco en Twitter para la Pascua 2022

 

(1)  En esta noche dejémonos tomar de la mano por las mujeres del Evangelio, para descubrir con ellas la manifestación de la luz de Dios que brilla en las tinieblas del mundo.

(2) Las mujeres anuncian la alegría de la Resurrección. La Pascua no acontece para consolar íntimamente al que llora la muerte de Jesús, sino para abrir de par en par los corazones al anuncio extraordinario de la victoria de Dios sobre el mal y sobre la muerte.

(3)  La luz de la Resurrección genera discípulos misioneros que regresan del sepulcro y llevan a todos el Evangelio del Resucitado. Es por eso que, después de haber visto y escuchado, las mujeres corrieron a anunciar la alegría de la Resurrección a los discípulos.

(4)  Nuestra esperanza se llama Jesús. Él entró en el sepulcro de nuestros pecados, llegó hasta el lugar más profundo en el que nos habíamos perdido, cargó con el peso de nuestras opresiones y, desde los abismos más oscuros de nuestra muerte, nos despertó a la vida.

(5) Cristo está vivo y también hoy pasa, transforma y libera. Con Él el mal no tiene más poder, el fracaso no puede impedir que empecemos de nuevo, la muerte se convierte en un paso para el inicio de una nueva vida.

(6) ¡El Señor ha resucitado! Levantemos la mirada, quitemos de nuestros ojos el velo de la amargura y la tristeza, y abrámonos a la esperanza de Dios.

(7) Las heridas en el Cuerpo de Jesús resucitado son el signo de la lucha que Él combatió y venció por nosotros con las armas del amor, para que nosotros pudiéramos tener #paz, estar en paz, vivir en paz.

 

Artículo publicado en 'Nueva Alcarria' el 22 de abril de 2022.

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