Por Alfonso Olmos

(director de la Oficina de Información)

 

 

 

El mes de octubre, recién estrenado, es el mes del rosario y el mes misionero por excelencia. A mediados del siglo XX un obispo estadounidense, Fulton Sheen, tuvo la idea de unir la oración por todo el mundo, en clave de misión, con la oración del rosario a la Virgen.

Cada misterio está representado por un color, que evoca realidades que se viven en el continente por el que se pide al rezar esas diez avemarías. De esta forma, al rezar el rosario a María estamos poniendo en sus manos intercesoras las intenciones del mundo entero.

El primer misterio es de color verde y se reza por África. El color verde recuerda las verdes selvas de este continente. El segundo es rojo y se reza por América. El color rojo recuerda a las personas originarias del continente, a las que se les relacionaba con este color de piel. El tercero es de color blanco y se reza por Europa. El color blanco, recuerda a la raza blanca, originaria de este continente y al color de las vestiduras del Papa, que también tiene en él su sede. El cuarto, de color azul, se reza por Oceanía. El color azul nos habla de ese continente, con sus miles de islas esparcidas en las azules aguas del Océano Pacífico. El quinto, finalmente, es de color amarillo y se reza por los habitantes de Asia. El color amarillo trae a la memoria el Asia, poblado en gran parte por razas de este color.

Al orar en el mes de octubre a María, encomendamos las intenciones de los pueblos y las gentes del mundo entero con sus diversas dificultades: la pobreza extrema y la convulsión política de muchos lugares de África, la opresión que sufren algunos pueblos de Latinoamérica o el exacerbado capitalismo y la violencia en muchos lugares del norte del continente americano, la descristianización de Europa, la desigualdad y los conflictos bélicos, los desastres naturales y las divisiones de Oceanía y la inestabilidad social de Asia, el continente más habitado de la tierra.

Nos queda rezar, estos días y siempre, para que la idea de aquel prelado norteamericano, que se ha vivido intensamente en la Iglesia con los famosos rosarios de colores, provoque una conversión interior y exterior al amor y la paz, a la fe y a la esperanza, tan necesaria para nuestro mundo.

 

Rafael C. García Serrano

(Conferencias de San Vicente de Paúl de Guadalajara)

 

 

 

 

La fuerza de tu brazo poderoso,

la confianza en la luz con que alumbras

el camino que hacia ti me lleva,

el mensaje que, convence, atrae, eleva

y firmemente se convierte en mi palabra

para hablar de tu amor a quién pregunta,

para ser de tu amor cuando camino,

para estar en tu amor cuando te rezo,

para sentir tu perdón cuando te ofendo

y volver de tu mano a tu presencia.

La fuerza de tu mano poderosa

que me acoge, me protege, ¡que es mi fuerza!

El Año Santo Compostelano, que será clausurado el próximo 31 de diciembre, ha batido ya su récord histórico de peregrinos en sentido estricto

 

Por Jesús de las Heras Muela

(Periodista y sacerdote. Deán de la catedral de Sigüenza)

 

 

 

 

 

 

 

 

El Camino de Santiago ha vuelto a batir récord histórico. La cifra máxima de peregrinos en el sentido estricto del término quedó fijada, a fecha 31 de diciembre de 2019, en 347.578 personas, y ya ha sido superada en 2022. Por peregrino en sentido estricto se entiende a quienes han recorrido a pie o a caballo los últimos 100 kilómetros a pie o a caballo, y los que en bicicleta recorren los últimos 200. En ambos casos debe portarse la credencial oficial de peregrino con uno o más sellos diarios de los albergues o las parroquias recorridas por cualquiera de las rutas jacobeas.

La llegada de la pandemia del COVID frenó bruscamente las peregrinaciones compostelanas. Así, en 2020, el primer año y más crudo año de la pandemia, se expidieron 53.896 “compostelas”, el título y diploma acreditativo de hacer recorrido el Camino en las condiciones antedichas. La cifra, con todo, no era desdeñable, habida cuenta los confinamientos y restricciones a los que la pandemia obligó. Pero sí muy lejana a los registros de los últimos años, que ya desde 2017 habían superado los 300.000.

En el anterior Año Santo Compostelano, 2010 se llegó a 272.412 peregrinos, una cifra que parecía difícilmente superable, pero que luego quedó ampliamente superada.

 

Hasta ahora, 120 años santos compostelanos

        

El 31 de diciembre de 2020 comenzó el 120 Año Santo Compostelano de la historia. Fue instituido en 1122, con el Papa Calixto II, confirmado posteriormente por el Papa Alejandro III, confiriéndole perpetuidad, y haciéndolo coincidir cada vez que el 25 de julio, fiesta del martirio del santo apóstol, el primer en beber el cáliz del martirio de Jesucristo, sea domigo.

El Año Santo Compostelano acaece con la periodicidad 11, 6, 5, 6 años. Si el anterior fue en 2010, el siguiente correspondía a 2021 y después en 2027, 2032, 2038 y vuelta a contar la secuencia citada de los años.

        

Año Santo Compostelano 2021-2022

 

Debido a la pandemia, en la misma apertura del año santo 2021, el Papa Francisco anunció que este se prolongaría por un año más, como así aconteció con otros años santos en toda la Iglesia. Esto significa que el año santo compostelano 2021 se clausurará el 31 de diciembre de 2022. “Sal de tu tierra. El apóstol Santiago te espera” es su lema.

En doble contexto –pandemia y ampliación del año santo- en 2021 alcanzó 178.900 “compostelas”, cuarenta mil más de las previstas, pero, de nuevo, muy lejos del récord histórico que marcó 2019.

Récord que ya ha quedado pulverizado, aun cuando quedan tres meses de año santo. Así, el pasado 22 de septiembre, la Oficina del Peregrino de la catedral de Santiago de Compostela cerró el día con 348.250 peregrinos registrados y acreditados. Y todo hace indicar que, al final del año, podrá ser unos 400.000 los peregrinos provistos de “Compostela”.

Todos estos datos no incluyen, obviamente, a las personas que acuden a Santiago por tren, coche, autobús o avión, que serán, al final del año, varios millones.

 

Pero, ¿qué buscan los peregrinos compostelanos?

 

No cabe duda de que a Santiago se peregrina por muy distintos motivos: deportivos, culturales, artísticos, gastronómicos, contacto con la naturaleza, etc. No cabe duda de que la marca “Camino de Santiago” ha sido un éxito y se ha puesto de moda. Pero tampoco cabe ninguna duda que el camino compostelano es una ruta espiritual y cristiana de primera magnitud.

A Santiago siempre se va en búsqueda. Santiago es siempre un hallazgo. Y es que Santiago es un camino que tiene meta. Santiago es un camino que tiene retorno. Santiago y la entera tradición jacobea es espléndida parábola de la vida.

En el camino de la vida necesitamos paradas y metas –metas volantes y metas más definitivas, aunque todavía no del todo-, y necesitamos compañeros del camino, mojones y señales que nos lo indiquen y guías, referencias y brújulas seguras. El camino y la tradición compostelanos son espléndidas brújulas y mediaciones. Es gracia. Es –en el siempre mítico y hermoso Finisterre- luz. Peregrinar por gracia, peregrinar hacia la luz, salir de nuestra tierra y encontrarnos, a través del Apóstol, con el Señor: esto es Santiago, esta es la tradición jacobea.

Un Año Santo Compostelano se puede definir como un tiempo privilegiado de gracia que la Iglesia nos ofrece para la renovación interior de nuestra vida cristiana. En concreto, el Año Santo Compostelano es una llamada desde Compostela a todos los peregrinos para que escuchen la Palabra de Dios, vivida y predicada por Santiago, purifiquen su corazón de todo pecado y emprendan el camino de Jesucristo, Luz del mundo.

 

 

 

Experiencia religiosa, experiencia de Iglesia

 

De ahí la importancia de preparar adecuadamente la peregrinación, no como una excursión o un viaje cultural o deportivo sin más, sino como una peregrinación. El Año Santo ofrece, desde esta preparación, expresa la fe en Jesucristo, recibir el perdón y la misericordia de Dios, renovar la vida cristiana a la luz del Evangelio y a alcanzar la gracia jubilar de la indulgencia plenaria.

De este modo, los efectos deseados son la citada renovación interior, la recepción de la gracia santificante a través de los sacramentos y el fortalecimiento de la condición y del compromiso apostólico.

El camino de Santiago de Compostela -su tradición, su jubileo, su alma e historia- supone la oportunidad privilegiada de sentir y de vivir la Iglesia en su variedad, en su pluralidad, en su misma vitalidad y condición peregrina. Ir a Santiago como peregrino es una reconfortante experiencia eclesial, cristiana y humana.

El camino en sí mismo, la tan numerosa presencia de fieles, las largas filas para venerar los lugares de la tradición jacobea, los penitentes en confesión -quizás una de las dimensiones y realidades a potenciar y cuidar más por parte de todos-, la tan abultada presencia de fieles en las eucaristías y las posibilidades de participación en la misma mediante la comunicación de los peregrinos presentes, la presentación de una o dos Invocaciones al Apóstol y la realización de las ofrendas, las muy abundantes comuniones y los bancos siempre repletos en la capilla de la adoración son experiencias hermosas y profundamente eclesiales e inequívocos motivos para el gozo y la esperanza. Peregrinar a Santiago es, sí, una plenificadora experiencia de Iglesia.

 

La condición del peregrino

 

A Santiago hay que ir siempre como peregrino. La experiencia jacobea para ser verdadera debe pasar por la renovación y por la potenciación de su dimensión espiritual y cristiana, que no habría de entrar en contradicción con los otros aspectos culturales, históricos o turísticos de Santiago, pero tampoco descuidarse, preterirse o ignorarse. También estos otros "caminos" pueden y deben conducir a Santiago.

Y, además, peregrinar a Santiago con estas actitudes abre un hontanar de gracias jubilares. Por ello, para lucrarse de la indulgencia plenaria del Año Santo Compostelano, el peregrino debe desear esta gracia, confesarse, comulgar y rezar por la Iglesia y por el Papa. Son los requisitos previstos por la vigente disciplina de la Iglesia, a los que se puede añadir, según tradición secular, una obra de caridad.

 

Y también mi reciente testimonio personal

 

Hace un mes peregriné a Santiago de Compostela. Mi mente y mi corazón retienen todavía los caminos compostelanos repletos, los nutridas filas y colas para acceder a la oficina de peregrino y a la catedral compostelana, por sus distintas puertas en especial por la puerta santa o puerta del perdón. A mi mente y a mi corazón regresan también con frecuencia ecos, instantes y secuencias de la misa del peregrino del miércoles 24 de agosto, en la que participé.

Sigo admirando la belleza de la catedral compostelana y la pulcritud y acierto con que ha sido restaurada, con su esplendoroso renovado pórtico de la gloria de Maese Mateo. Y veo, también, de nuevo, la catedral como un ferviente hervidero humano y religioso, y la plaza del Obradoiro y sus aledaños plenos también de gentes, de músicas, de fiesta y de alegría.

Evoco mis visitas a Astorga, Puebla de Sanabria, Coruña, Bayona la Real, O Grove, La Toja Santa Tecla, y el espléndido e inmenso Océano Atlántico bañado por el sol y por el constante fluir de pasajeros y peregrinos. Y la alegría inmensa, de las 34 personas de Sigüenza, Guadalajara y Madrid que acompañaban, dichosas de haber podido peregrinar a Santiago en tiempos todavía de pandemia o de postpandemia.

 

Invocación al Apóstol Santiago

 

Y al resplandor de estas ideas y sentimientos para la misa del peregrino del sábado 28 de agosto, a las doce horas, con el deán de la catedral Compostela, José Fernández Lago, como celebrante principal de la eucaristía, compuse y recité la siguiente invocación al Apóstol:

“Señor y amigo apóstol Santiago: también nosotros como tú queremos beber el cáliz del amor, del servicio y de la misión de Jesucristo.

Por ello, hasta tu multisecular santuario compostelano, hemos peregrinado, una vez más, un grupo de personas de la Asociación de Amigos de la Catedral de Sigüenza, en la diócesis de Sigüenza-Guadalajara.  Volvemos, señor y amigo Santiago, a presentarnos en ofrenda ante tu sepulcro santo como lo hicimos en los anteriores Años Santos Compostelanos de 1993, 1999, 2004, 2010 y también en 2002 y en 2016.

Venimos, señor y amigo Santiago, a pedir tu intercesión poderosa en favor de un mayor y más fecundo diálogo entre la Iglesia y la cultura, entre la razón y la fe. Queremos que nuestra Iglesia se haga más presente en medio del mundo a través del patrimonio cultural, de la sociedad de comunicación, de su ingente labor educativa, misionera y socio-caritativa.

Oramos también ante tu altar por las familias y por la vida, por toda la vida y por la vida de todos. Pedimos por nuestras familias y por todas las familias del mundo. Ruega especialmente por las vocaciones sacerdotales, consagradas y laicales, en esta hora de sequía.     Apóstol Santiago, ayúdanos a descubrir y a vivir más y mejor nuestra vocación y misión en la Iglesia y en el mundo.  Que seamos Iglesia discípula y misionera, Iglesia, que, fortalecida en y desde su interior, es Iglesia en salida, Iglesia en modo sínodo.

Que seamos, señor Santiago, fieles a nuestras raíces cristianas. Te pedimos en España, en su unidad y pluralidad; te pedimos por en Europa -esta Europa nuestra que nació peregrinando a Compostela-; te pedimos por Ucrania y por el final de la invasión y de la guerra en estas tierras y en otros lugares del mundo.

Eleva nuestra plegaria, señor Santiago, en favor de todas las personas más necesitadas en el cuerpo y en el alma, por todos los sufren por las razones que sean. También pedimos tu intercesión por nuestro mundo para que renuncie a vivir como si Dios no existiera.       

Señor Santiago, ayúdanos a salir de nuestra tierra de comodidades, mediocridades, individualismos y compromisos solo a la carta. Muéstranos el camino, camino que tiene meta, y haznos siempre peregrinos por gracia hacia la luz de la vida y de la misión que conlleva ser amigos de Jesús. Amén”.

 

Artículo publicado en 'Nueva Alcarria' el 30 de septiembre de 2022

Por Juan Pablo Mañueco

(escritor y periodista)

 

 

 

Porque son el bienestar supremo con que saciar el hambre y deseo humano,

Ante lo que todo lo demás es sed seca y fría sombra que importa menos,

Zaguán imprescindible que pone proa a la dicha, a la gloria y a dar serenos

Pasos hacia dentro del gozoso silo de soles que colmen el anhelo cotidiano…

 

Intima clemencia ten contigo y todos. Que la paz nos lleve a los valles plenos

En los que la piedad, compasión e indulgencia contigo mismo y el hermano

Demuestren la arcillosa bondad fructífera del fértil y fecundo grano

Ante el que tales sentimientos nos hacen ser, con nosotros y el entorno, buenos.

 

Demos al amigo, al adversario y a la naturaleza la viva y abierta mano

Para que ellos nos devuelvan instantes, tiempos y actos libres de cienos,

En armonía, consonancia, cordialidad, perdón y en acuerdos plenos,

Rindiendo y desterrando la desafección y la enemistad a un lugar lejano.

 

Deseo que camines, amigo, siempre por estos vitales y luminosos terrenos,

Ondeando la bandera de la paz, la piedad y el perdón, como un lozano

Navío que singla hacia un tiempo de abrazos ya casi sobrehumano.

AMOR, PAZ, PIEDAD, PERDÓN, en suma, te desea con ánimos nazarenos

LO MÁS PROFUNDO del tañido de este humilde hermano franciscano.

 

 

Juan Pablo Mañueco

Premio CERVANTES-CELA-BUERO VALLEJO, 2016.

Junta de Comunidades de Castilla-La Mancha

 

Poema del libro "Los versos del cardenal"

https://aache.com/tienda/es/655-cantil-de-cantos-ix.html

 

Vídeo autor:

https://www.youtube.com/watch?v=HdKSZzegNN0

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