Al igual que ha acontecido con toda la humanidad, la pandemia del coronavirus COVID-19 ha condicionado y marcado en su práctica totalidad la agenda papal

 

Por Jesús de las Heras Muela

(Periodista y sacerdote. Deán de la catedral de Sigüenza)

 

 

 

 

 

 

 

 

Si en España, la fecha que determinó un antes y un después en 2020, a causa de la causa del COVID 19, fue el domingo 15 de marzo, en Italia, y en consecuencia en el Estado de la Ciudad del Vaticano, fue doce días antes. Y ya el domingo 8 de marzo, el Papa Francisco no apareció en el balcón de los palacios apostólicos para rezar el ángelus dominical, sino que lo hizo desde la biblioteca de dichos palacios. "Es un poco extraña esta oración del ángelus de hoy, con el Papa 'enjaulado' en la Biblioteca, pero yo os veo y os estoy cercano", afirmó Francisco, al inicio de la conexión televisada.

Desde entonces y hasta el viernes 27 de marzo, en una tarde lluviosa, el Papa no volvió a aparecer en la Plaza de San Pedro de Roma, eso sí desierta y desolada. El 27 de marzo de 2020 era viernes de Cuaresma. A través de los medios de comunicación conectados con Roma, se transmitió para todo el mundo una impresionante vigilia de oración en tiempos de pandemia como invitación a la humanidad a no tener miedo y a encomendarse al Señor: "Tenemos una esperanza: en la Cruz de Cristo, hemos sido sanados y abrazados para que nada ni nadie nos separe de su amor redentor".

 

Francisco, más mediático que nunca

Aquella vigilia de oración concluyó con adoración eucarística y  con una extraordinaria bendición “urbi et orbi” (para la ciudad y para el mundo). Mientras seguía lloviendo sobre Roma y la humanidad entera tiritaba de dolor y de incertidumbre ante la tan abrupta y letal aparición de un virus invisible y descontrolado.

La Biblioteca Apostólica Vaticana volvió a acoger las dos citas habituales semanales de los papas: la audiencia general de los miércoles y el rezo y alocución del ángelus los domingos.

 

El Papa reza ante el Cristo de Peste de Roma

 

Y la oración y la emergencia sanitaria protagonizaron también en las catequesis de las audiencias generales de 2020: en la primera, de hecho, el Papa dedica un ciclo entero que comienza el 6 de mayo y se reanuda el 7 de octubre. Sobre el tema "Sanar el mundo", el Pontífice reflexiona a partir de agosto, recordando en particular, el miércoles 19, la importancia del acceso universal a las vacunas. Un tercer ciclo de catequesis, de enero a finales de abril, estuvo dedicado a las Bienaventuranzas.

En 2020, fiel a la cita de los miércoles hábiles, ha habido un total de 46 audiencias generales año y 58 veces el Papa recitó el ángelus (en Pascua, el Regina Caeli). Y, además, Francisco quiso que su misa diaria de las 7 de la mañana, en la capilla de la Residencia Santa Marta, donde vive, fue televisada en directo desde el 9 de marzo hasta el 18 de mayo, centenario del nacimiento de san Juan Pablo II.

Por otro lado, las celebraciones de la Semana Santa en la basílica de San Pedro fueron muy restringidas de fieles, especialmente la Semana Santa, al igual que en toda la Iglesia.

Y el pasado 6 de marzo y hasta mitad de mayo, y después en distintas ocasiones, todos los días el Papa Francisco escribió al menos un mensaje en Twitter para contribuir a frenar la pandemia del coronavirus. Fueron, en total, más de  centenar largo de mensajes en Twitter con el hashtag (etiqueta) #OremosJuntos. En NUEVA ALCARRIA, nos hicimos eco de cerca de setenta de estos mensajes, en las páginas de Religión de los viernes 22 de mayo  y 5 de junio.

 

Fratelli tutti”, “Querida Amazonia” y Palabra de Dios

2020 ha sido también el año de la tercera encíclica del Papa. Así, el domingo 4 de octubre, fiesta de san Francisco de Asís y en texto firmado la tarde de antes ante la tumba de este santo universal, se publicó "Fratelli tutti" (“Todos somos hermanos”), en la que el Pontífice indica la fraternidad y la amistad social como formas primarias para construir un mundo mejor.

Con anterioridad, el 2 de febrero, se hizo pública la exhortación apostólica postsinodal "Querida Amazonia", fruto del Sínodo Especial para la Región Panamazónica, sínodo celebrado en Roma en octubre de 2019. El texto representa el deseo de Francisco de una Iglesia con rostro amazónico y traza nuevos caminos de evangelización y cuidado del medio ambiente.

Por otro lado, con fecha 30 de septiembre de 2020, el Santo Padre escribió la carta apostólica  “Scripturae Sacrae affectus” sobre el afecto a la Sagrada Escritura con ocasión del XVI centenario de la muerte de san Jerónimo, el gran difusor y traductor de la Biblia. En este contexto, ya en 2019, instituyó el Domingo de la Palabra, fijando su celebración para el tercer domingo del tiempo ordinario, que en 2020 fue el 26 de enero y este año será el día 24.

 

Años de la ecología integral, la familia y san José

El 24 de mayo se cumplieron cinco años de la segunda encíclica de Francisco, la encíclica sobre la ecología integral y el cuidado de la casa común. Y con este motivo,  se lanzó un especial "Año de la Laudato si`".

Y en las postrimerías de 2020, el Papa anunció que, del 19 de marzo de 2021 al 26 de junio de 2022, fecha de clausura del 10º Encuentro Mundial de las Familias, previsto en Roma, será el Año de la “Amoris laetitia”, su exhortación apostólica postsinodal sobre el matrimonio y la familia, también para conmemorar su quinto aniversario.

Y entre ambos años especiales, un tercero: el Año de San José entre el 8 de diciembre de 2020 y el 8 de diciembre de 2021 para  celebrar el 150 aniversario de la proclamación, por parte del Papa beato Pío IX, de san José como patrono universal de la Iglesia. Al afecto, Francisco ha escrito una breve y preciosa carta apostólica, "Patris corde" (“Padre de corazón”), y, además, con indulgencias plenarias especiales durante todo este año santo.

 

La reforma que no cesa

En marzo, Francisco promulgó la ley CCCLI sobre el sistema judicial del Estado de la Ciudad del Vaticano, que sustituyó a la que estaba en vigor desde 1987, dando mayor independencia a los magistrados. El 1 de junio le  promulgó "Normas de transparencia, control y competencia en los contratos públicos de la Santa Sede y la Ciudad del Vaticano", seguido, el 5 de diciembre, por el nuevo Estatuto de la Autoridad de Información Financiera, que se convierte así en la Autoridad de Supervisión e Información Financiera. Por último, el 28 de diciembre, con un decreto "Relativo a algunas competencias en materia económico-financiera", se transfirió al Administración del Patrimonio de la Sede Apostólica la gestión de los fondos y propiedades de la Secretaría de Estado, incluido el Óbolo de San Pedro. Al mismo tiempo, se refuerza la función de supervisión de la Secretaría de Economía, que tendrá la función de Secretaría Papal de asuntos económicos y financieros.

Por otro lado, en 2020 han proseguido los trabajos para la reforma de la Curia Romana y también para sanar, erradicar y prevenir los abusos a menores.

 

Nuevos cardenales

En la tarde del 28 de noviembre, víspera de Adviento, Francisco presidió su séptimo consistorio de creación de nuevos cardenales, con trece nuevos purpurados.  Brunei y Ruanda  han pasado a formar parte de la "geografía" del colegio cardenalicio por primera vez.

El capuchino navarro, con nacionalidad también chilena, Celestino Aós Braco (1945), arzobispo de Santiago de Chile, fue uno de los nuevos trece cardenales, entre los que halla también el asimismo capuchino y muy conocido Rainiero Cantalamessa (1934), predicador de la Casa Pontificia.

 

Un año sin viajes apostólicos y en 2021, Irak

Cuando irrumpió la pandemia, la Santa Sede tenía ya confirmados tres viajes papales: uno dentro de Italia (a Acerra, el 24 de mayo, en Campania, junto a Nápoles, para celebrar el quinto aniversario de la ya citada encíclica de Francisco sobre el cuidado de la casa común) y dos internacionales (el 31 de mayo a Malta; y, del 2 al 9 de septiembre, con destino previsto a Indonesia, Timor Oriental y Papúa Nueva Guinea).

Antes de la pandemia, el Papa, el 23 de febrero, fue a Bari, en el sur de Italia,  para un encuentro intercristiano de oración, reflexión, fraternidad y espiritualidad  con el Mediterráneo y las causas de la paz, la unidad de los cristianos, la justicia y la acogida a migrantes y refugiados como epicentros. Y el sábado 3 de octubre,  como ya se dijo, Francisco fue a Asís, en visita privada, y allí, en la tumba del santo poverello, firmó la encíclica "Fratelli tutti.

Y de cara a 2021, y respetando todos los protocolos sanitarios y de seguridad y a tenor de la evolución de la pandemia, del 5 al 8 de marzo próximo, Francisco visitará Irak, en el corazón, siempre atribulado de Oriente Medio.

 

Vídeomensajes de proximidad y nuevas letanías

Durante estos 12 meses, el Pontífice ha grabado numerosos mensajes de video, incluyendo los del 25 de septiembre y el 10 de diciembre. En el primero, Francisco se dirige a la 75ª Asamblea General de las Naciones Unidas y lanza una enérgica advertencia a la comunidad internacional para que ponga fin a la carrera de armamentos, proteja los derechos de los migrantes y reconsidere los sistemas económicos y financieros. También condenó enérgicamente el aborto como un servicio humanitario "esencial".

El segundo mensaje, en el día de 72º aniversario de la Declaración Universal de los Derechos Humanos, fue un vídeo dirigido a los participantes en la reunión, promovida en línea por el Dicasterio para el Servicio del Desarrollo Humano Integral, sobre la crisis en Siria e Irak. "Es necesario asegurar," subraya Francisco, "que la presencia cristiana, en estas tierras, siga siendo lo que siempre ha sido: un signo de paz, progreso, desarrollo y reconciliación.

En el final de la primera ola de la pandemia, con fecha 20 de junio, y como gesto también de proximidad en medio de tanto dolor, se produjo una disposición mediante la cual el Papa Francisco incluye tres nuevas advocaciones marianas a las letanías lauretanas: “Mater misericordiae” (Madre de Misericordia), “Mater spei” (Madre de la Esperanza) y  “Solacium migrantium” (Consuelo, Solaz, Alivio o Ayuda a los migrantes). La primera invocación se colocará después de “Mater Ecclesiae” (Madre de la Iglesia); la segunda después de “Mater divinae gratiae” (Madre de la Divina Gracia); y la tercera después de “Refugium peccatorum” (Refugio de los pecadores).

 

Ninguna canonización

La pandemia ha obligado a no programar canonizaciones en 2020. En octubre de 2020, estaba previsto que fuera canonizado el beato Charles de Foucauld, además de otros beatos. Es de esperar que sea posible en 2021.

Y las beatificaciones, en las que el Papa delega la presidencia de la celebración al cardenal prefecto de la Congregación para las Causas de los Santos,  han sido también muy escasas, aunque citaremos dos de las celebradas. Así, en Asís, el 10 de octubre, fue beatificado el adolescente italiano, nacido en Gran Bretaña, Carlo Acutis, de 15 años; y, en Barcelona, el 7 de noviembre, en Barcelona, Joan Roig Diggle, joven laico barcelonés de 19 años, martirizado en 1936.

 

Artículo publicado en 'Nueva Alcarria' el 8 de enero de 2021

Al hilo de esta frase, tomada de un poema de Gerardo Diego, he aquí, todavía en la octava de la Navidad, las actitudes, símbolos, lugares y gestos de la Navidad

 

Por Jesús de las Heras Muela

(Periodista y sacerdote. Deán de la catedral de Sigüenza)

 

 

 

 

 

 

 

 

En las tres últimas semanas, esta página de Religión de NUEVA ALCARRIA ha preparado la Navidad mediante la carta apostólica del Papa Francisco «Admirabile signum» (AS), escrita hace un año, sobre el sentido y valor del pesebre o del Belén. Glosábamos, el pasado 11 de diciembre, el triple simbolismo e interpelación del Belén y su potencialidad evangelizadora. El viernes 18 de diciembre nos detuvimos en el entorno natural, paisajístico y urbanístico del pesebre de Belén y de sus figuras menores, que suelen acompañar a nuestros Belenes. En las vísperas de la Navidad, nos deteníamos en el misterio central del Belén: Jesús, María y José, corazón palpitante del Belén; y, además, añadía unos apuntes, también de la mano del Papa Francisco y de ideas y reflexiones propias, sobre los magos de Oriente.

Hoy, como un apéndice y supuesto que seguimos en el tiempo de litúrgico de Navidad y de Epifanía, ofrece dos decálogos: uno sobre las actitudes cristianas para  la Navidad; el segundo sobre los símbolos, lugares y gestos de este tiempo precioso de la Natividad de Nuestro Señor Jesucristo.

 

Actitudes cristianas de Navidad

1.- EL SILENCIO: Es tantas veces el lenguaje de Dios. Dios habla siempre en el silencio. «Mientras un silencio apacible lo envolvía todo, y en el preciso instante de la medianoche, tu omnipotente palabra, oh Señor, se lanzó desde los tronos del cielo», afirma el salmo 18.

Cuando en Greccio, como ya recordábamos, san Francisco de Asís se «inventó» el «Belén», hablaba del silencio de la Navidad. «¿Qué es la Navidad?», le preguntó el hermano León... Y Francisco le respondió, balbuceando: «Es Belén, es humildad, es paz, es intimidad, es gozo, es dulzura, es esperanza, es benignidad, es suavidad, es aurora, es bondad, es amor, es luz, es ternura, es amanecer... Es silencio». Y Dios vino esa noche.

2.-LA FE: La fe, a pesar de la debilidad de los signos de la salvación, nos descubrirá la grandeza, escondida en la pequeñez, la fortaleza, revestida de debilidad, de la Navidad.

3.-LA CONTEMPLACIÓN Y LA ESCUCHA DE LA PALABRA DE DIOS, que anunciaba el misterio y lo desvelaba, porque se han cumplido las promesas, porque la Palabra se ha hecho carne, ha hablado y habla para siempre en los gemidos, susurros y balbuceos inenarrables y hasta inaudibles de un recién nacido.

4.-LA TERNURA, que es amor, ante Jesús, hermano nuestro, niño que entre pajas yace, tan débil, tan necesitado como un bebé.  «El amor no es amado», exclama Francisco de Asís, por los valles y caminos de Rietti, mientras anunciaba la Navidad, cuando proclamaba que «esta noche vendrá Dios». La ternura y el amor de la Navidad llaman a la ternura y al amor de toda nuestra vida.

5.- LA ALEGRÍA, HUMILDE Y BULLICIOSA, porque la gracia y la salvación de Dios nos han visitado, porque Dios se ha hecho uno de nosotros y si Dios se hace hombre, ser hombre es lo más grande que se puede ser para Dios. La Navidad es la fiesta del hombre. Por eso, Navidad es alegría, la alegría verdadera, sin edulcorantes y sin burbujas, la alegría de saber y de sentir a Dios con nosotros y para siempre.

6.- LA INTENSIFICACIÓN DE LAS RELACIONES FRATERNALES, porque Jesús, el Hijo de Dios y el hijo de mujer, al nacer y al vivir en la carne, se ha hecho hermano de todos para siempre. Nada humano le es ajeno. Comparte en todo nuestra condición humana menos en el pecado. Es hermano entre los hermanos. Navidad es fraternidad. Navidad es solidaridad. Navidad es caridad.

7.- LA ALABANZA: «Gloria a Dios en el cielo y en la tierra, paz a los hombres de buena voluntad». Alabanza traducida en cánticos y villancicos, alabanza a su inmensa grandeza abajada a nuestras categorías, alabanza a su infinita misericordia.

8.- LA ADORACIÓN, donde mejor contemplar y descubrir, entender y discernir el misterio y su llamada. Adoración que es oración y plegaria.

9.- LA ACCIÓN DE GRACIAS, porque Dios ha venido a nuestro valle, porque se ha manifestado su poder y su gloria, porque la historia humana es historia de Dios, porque la gratitud es única respuesta posible a tanto amor derramado por nosotros.

10.- LA CONVERSIÓN: La Navidad es la buena y definitiva noticia de la felicidad y de la salvación que tanto anhelamos. No podemos reducirla o constreñirla a unos días. Lleva en sí misma inscrita vocación de futuro, de eternidad. Porque, como escribe San Pablo, «ha aparecido la gracia de Dios, que trae la salvación para todos los hombres, enseñándonos a renunciar a la vida sin religión y a los deseos mundanos, llevando ya desde ahora una vida sobria, honrada y religiosa, aguardando la dicha que esperamos: la aparición gloriosa del gran Dios y salvador nuestro Jesucristo».

 

Belén de la parroquia de San Pedro de Sigüenza, niño Jesús de marfil de la catedral y operación kilo para Cáritas

 

Símbolos, lugares y gestos de la Navidad

1.-El pesebre. Llamado también y más popularmente en España Belén. Es la escenificación del misterio del nacimiento de Jesucristo, que se pone en las iglesias, en los hogares y en otros lugares. El Belén en nuestros templos y en nuestras familias nos recuerda que Dios puso su tienda, su morada entre nosotros.

2.-El villancico. Arranca también de la devoción de San Francisco por el misterio de la Navidad y en su deseo de propagar los cánticos y cantos populares que suscitaba entre los fieles este misterio. La palabra villancico se define, en una de sus acepciones, como «canción popular, principalmente de asuntos religiosos que se canta en Navidad y otras festividades».

Son canciones del pueblo -como se deriva de su etimología- para expresar el gozo y la alabanza por la salvación en Dios hecho hombre. Son como evocaciones de aquella primera adoración de los pastores, canción de canciones, en definitiva, del pueblo humilde y sencillo, el primero en reconocer y adorar al Salvador.

3.-La Misa del Gallo. Es una de las cuatro Misas, de las cuatro Eucaristías, con que la Liturgia de la Iglesia honra el misterio de la Navidad y manifiesta su inagotable riqueza. Érase que se era, según narra una fábula, que fue un gallo el primero en presenciar el nacimiento de Jesucristo y de anunciarlo con su canto... Era el canto del gallo que anunciaba la aurora de los tiempos. La Misa del Gallo es, debe ser (este año la pandemia ha obligado a adelantar horarios), Misa de medianoche, cuando el silencio se rompió en la Palabra, cuando el pueblo que caminaba en tinieblas se vio envuelta en una luz grande y resplandeciente, cuando las estrellas palidecieron ante el alba de la luz tan esplendente.

4.- El árbol de Navidad. Sus orígenes se remontan a la noche de los tiempos, pretéritos períodos de la historia. El árbol expresa la fuerza fecundante de la naturaleza. Los rigores del otoño y del invierno no han podido con él, fuerte roble, árbol rey. Para suplir sus hojas caducas o heridas es preciso hacer pender objetos de adorno, cuajados de simbolismos: la luz, el obsequio, la sorpresa, el don de los dones, que es, en definitiva, el nacimiento de Dios en la carne. El árbol de Navidad habla de perennidad, de fecundidad, de inmortalidad, de fortaleza. Es imagen de Cristo luz del mundo, el árbol de la vida. En un árbol fue perdida la inocencia, en un árbol fue reparada y redimida la humanidad.

5.-Intercambio de dones, praxis quizás banalizada y exagerada en la actualidad, pero cuajada de simbolismo y de riqueza: Navidad es intercambio maravilloso. El hijo de Dios, al encarnarse, nos otorga participar de su divinidad. La encarnación es un misterio compartido. Nos dice la Liturgia de estos días: «¡Qué admirable intercambio! El Creador del género humano, tomando cuerpo y alma, nace de una virgen, y hecho hombre sin concurso de varón, nos da parte en su divinidad».

6.-La Palabra, el saludo, la felicitación navideñas, como aquel entrañable «felices pascuas», especial y cordialmente pronunciados en la noche y en el día de la Navidad y que quizás esté desapareciendo en nuestros ambientes, aun cuando Navidad es también Pascua: el paso del Señor y su entrada en nuestra historia. Navidad es la Palabra. Es el tiempo oportuno para el diálogo, para el encuentro, para la reconciliación, para la amistad, para el deseo de la felicidad y de la dicha, para la paz, dones todos ellos traídos en prenda en la Navidad por la Palabra de Dios hecha carne, revelada, manifestada, desvelada en y para el amor.

7.- La luz. Navidad es la explosión de la luz. Jesucristo encarnado, sin dejar de ser hombre, es «Dios de Dios, Luz de Luz, Dios verdadero de Dios verdadero». El pueblo que caminaba en tinieblas fue envuelto en la luz sin ocaso de la encarnación.

8.- El pan. Es la expresión básica del alimento. Es signo de Jesucristo, Pan de la vida. En Navidad adoramos el cuerpo de Jesús, que se nos dará después en la Eucaristía. Durante décadas existió la tradición que durante la adoración al Niño, en la Misa del Gallo, los fieles -particularmente, las mujeres- ofrecían y depositaban cestos llenos de pan bendecido, el Pan de la Navidad, que era llevado después a los pobres y a los enfermos.

9.- La acogida, la hospitalidad, el hogar, la familia. En algunos países de la Europa central existe la tradición de poner una vela encendida en la ventana abierta del hogar durante la noche de Navidad, como señal de acogida y de bienvenida. También en algunos de estos lugares, en Navidad se dejaba la puerta de la entrada de la casa sin cerrar.

Navidad es la gran acogida y la gran hospitalidad del Dios que, al hacerse hombre, al hacerse hogar y familia, nos abre las puertas de la divinidad, de la familia de Dios. Navidad fue la gran acogida y la gran hospitalidad de los pobres y de los pastores que cedieron su establo para que en él Dios pusiera su morada entre nosotros. Navidad fue la familia de Belén y de Nazaret. Navidad fue y es hogar. Y el hogar es el lugar de nuestra Navidad. Y es que Navidad es la fiesta de la familia. Es familia: Dios que se hace de nuestra familia, Dios que nace y vive en una familia, Dios que se prolonga en la familia de los hijos de Dios que es la Iglesia.

10.-La paz. Navidad es paz, el don de los dones del Señor que nace, del Dios que se encarna. «Porque un Niño nos ha nacido, un hijo se nos ha dado; lleva a su hombro el principado y es su nombre Maravilla de Consejero, Padre Perpetuo, Príncipe de la Paz. Para dilatar el principado con una paz sin límites... Para sostenerlo y consolidarlo con la justicia y el derecho desde ahora y por siempre».

¿Habrá algo que invite más a la paz, a la ternura y al amor que un niño recién nacido? La paz surge de la justicia y hace brotar el anticipo del cielo nuevo y de la tierra nueva, de la civilización del amor y de la paz a la que todos estamos llamados y que Jesucristo, con su nacimiento vino a instaurar. «¡Qué hermosos son, pues, sobre los montes -como nos dice, de nuevo, el profeta Isaías- los pies del mensajero que anuncia la paz, que trae la buena noticia de la paz!».

Navidad es noche, días, noches y días, de paz. ¡Señor, danos la paz! ¡Tú eres nuestra paz! La paz de un niño, tierno y débil, que entre pajas yace. La paz de un niño envuelto en pañales y acostado en un pesebre. ¡Señor, danos la paz! ¡Tú eres nuestra paz!

 

Artículo publicado en 'Nueva Alcarria' el 30 de diciembre de 2020

Por Ángel Moreno

(de Buenafuente)

 

 

 

¡Nochebuena!

 

Esta noche irrumpe

una extraña luz:

La realidad se transfigura.

Todo es acontecimiento.

 

La cueva es hogar.

El silencio es Palabra.

La pobreza, un tesoro.

Florece el invierno.

 

El llanto de un Niño

es Encarnación de Dios.

El pecho de una madre,

entrañas de la tierra al cielo.

 

La noche se torna claridad.

El frío es cálido,

La soledad se vuelve compañía.

El interior desborda de presencia.

 

El bosque bate palmas.

El cielo llueve estrellas.

La tierra de perlas se engalana.

El campo queda envuelto en papel de seda.

 

Un halo invisible acompaña los pasos.

La sombra se torna trasparecía.

Lo que existe es vestigio divino,

firma del Verbo anticipada.

 

Ya no hay profeta, ni mensajero.

Hoy se entrega el testigo irrevocable,

Dios envía a su Hijo

Él es la verdad más plena.

 

Ya no estoy solo

Ni es anónima mi vida

Todo gesto de amor

Tiene sentido, aunque sea discreto.

 

El universo recibe mi embeleso,

el cielo la plegaria,

el mundo se equilibra

y la humanidad se beneficia.

 

Y vibra el corazón,

se contienen las lágrimas.

La gratuidad divina

empapa la tierra.

El misterio central del Belén y las figuras y mensaje de los Magos de Oriente según el Papa Francisco, según su carta apostólica sobre el Belén y en el Año de San José

 

Por Jesús de las Heras Muela

(Periodista y sacerdote. Deán de la catedral de Sigüenza)

 

 

 

 

 

 

 

 

Hace dos semanas esta página de Religión de NUEVA ALCARRIA comenzaba a preparar la Navidad mediante la carta apostólica del Papa Francisco «Admirabile signum» (AS), escrita hace un valor sobre el sentido y valor del pesebre o del Belén. Glosábamos, el pasado 11 de diciembre, el triple simbolismo e interpelación del Belén y su potencialidad evangelizadora. El viernes 18 de diciembre nos detuvimos en el entorno natural, paisajístico y urbanístico del pesebre de Belén y de sus figuras menores, que suelen acompañar a nuestros Belenes. Y, a su vez, os anunciaba que en la entrega de hoy, el mismo día de Navidad, nos centraríamos en el misterio central del Belén: Jesús, María y José.

Además, añado unos apuntes, también de la mano del Papa Francisco y de ideas y reflexiones propias, sobre los magos de Oriente.

 

María, la Madre

María es una madre que contempla a su hijo y lo muestra a cuantos vienen a visitarlo. Su imagen hace pensar en el gran misterio que ha envuelto a esta joven cuando Dios ha llamado a la puerta de su corazón inmaculado. Ante el anuncio del ángel, que le pedía que fuera la madre de Dios, María respondió́ con obediencia plena y total. Sus palabras: «He aquí́ la esclava del Señor; hágase en mí según tu palabra» (Lucas 1,38), son para todos nosotros el testimonio del abandono en la fe a la voluntad de Dios. Con aquel “sí”, María se convertía en la madre del Hijo de Dios sin perder su virginidad, antes bien consagrándola gracias a Él.

Vemos en ella a la Madre de Dios que no tiene a su Hijo solo para sí misma, sino que pide a todos que obedezcan a su palabra y la pongan en práctica (cf. Juan 2,5).

MARÍA DE NAZARET, la Madre de Jesús. Es la Madre de Dios. Es Madre de Cristo total. Ella es la Mujer creyente que llevó a Jesús en su seno y lo dio a luz virginalmente y lo recostó entre pañales. Ella es figura de la comunidad de los creyentes, dando testimonio de Cristo en la historia y engendrando en su seno a los hombres de la nueva creación. El «sí» de María floreció en Belén en la Palabra; su «hágase» de la anunciación fue el fruto bendito de la natividad, mientras Ella, madre y modelo del pueblo creyente, seguía peregrinando en la fe y «conservando todas estas cosas y meditándolas en su corazón».

 

José, el custodio y padre adoptivo

Junto a María, en una actitud de protección del niño y de su madre, está san José́. Por lo general, se representa con el bastón en la mano y, a veces, también sosteniendo una lámpara. San José́ juega un papel muy importante en la vida de Jesús y de María. Él es el custodio que nunca se cansa de proteger a su familia. Cuando Dios le advirtió́ de la amenaza de Herodes, no dudó en ponerse en camino y emigrar a Egipto (cf. Mateo 2,13-15). Y una vez pasado el peligro, trajo a la familia de vuelta a Nazaret, donde fue el primer educador de Jesús niño y adolescente. José́ llevaba en su corazón el gran misterio que envolvía a Jesús y a María su esposa, y como hombre justo confió́ siempre en la voluntad de Dios y la puso en práctica.

JOSÉ DE NAZARET, el esposo de María, el padre adoptivo de Jesús. Siempre fiel, silente y obediente. Siempre abierto a la providencia de Dios y de los hombres. Siempre discreto y en segundo plano. Siempre necesario e imprescindible. Es el José que sube con su grávida esposa María hasta Belén; el José que acuna al niño; el José que recibe a los pastores y a los magos de Oriente; el José que se pone en marcha y en camino cuando Herodes buscaba al niño para hacerlo desaparecer. Navidad es tiempo también excepcional para escuchar, en el silencio y en la admiración, el «sí» de José.

 

Año de San José

La figura de san José ha de ser estas Navidades especialmente significativa para la comunidad católica en este año de 2020. Y es que, Con motivo de cumplirse el 150 aniversario de la proclamación de san José como patrono de la Iglesia Universal, el Papa ha querido que se celebre en toda la Iglesia un Año Santo de San José, que va desde el pasado 8 de diciembre hasta el 8 de diciembre de 2021. Además, ha reglado a la Iglesia una hermosa carta apostólica, titulada «Patras Carde» («Con corazón de padre»), en la que va desgranando algunas reflexiones personales sobre san José, presentándolo como padre amado, tierno, obediente, acogedor, valiente, trabajador y escondido.

Y el Papa Francisco ha escrito igualmente una hermosa nueva oración a san José: La Salve de San José, que dice así: «Salve, custodio del Redentor/ y esposo de la Virgen María./ A ti Dios confió a su Hijo,/ en ti María depositó su confianza,/ contigo Cristo se forjó como hombre./ ¡Oh, bienaventurado José,/ muéstrate padre también a nosotros/ y guíanos en el camino de la vida!/ Concédenos gracia, misericordia y valentía/ y defiéndenos de todo mal. Amén».

Asimismo  ha pedido a la Penitenciaría Apostólica que emanara un secreto, con fecha 8 de diciembre de 2020, por el que se conceden indulgencias especiales con ocasión de este año especial.

Por ello, la Penitenciaría Apostólica ha establecido las siguientes ocasiones en las que los fieles pueden recibir la indulgencia plenaria, que puede una de las siguientes y cada día de este año santo: la meditación durante 30 minutos del Padre Nuestro; la realización de un retiro espiritual de un día, que incluya una meditación sobre san José; ejercicio de una obra de misericordia, corporal o espiritual; el rezo del santo rosario en familia o los novios entre ellos y en parroquia; confiar el trabajo diario a san José u orar por quienes buscan trabajo y por la dignidad del trabajo; y el rezo de la letanía de san José en favor de la Iglesia y de los cristianos perseguidos. Además, también se concede indulgencia plenaria a los fieles que recen cualquier oración en honor a San José, especialmente el 19 de marzo y el 1 de mayo, y también el día 19 de cada mes y cada miércoles, día de la semana tradicionalmente dedicado a su memoria.

Para la obtención de estas indulgencias se requiere, como en otras ocasiones, el cumplimiento de las tres condiciones habituales establecidas por la Iglesia (confesión sacramental, comunión eucarística y oración según las intenciones del Santo Padre) y un espíritu de desprendimiento hacia cualquier pecado.

 

El Niño Jesús

El corazón del pesebre comienza a palpitar cuando, en Navidad, colocamos la imagen del Niño Jesús. Dios se presenta así, en un niño, para ser recibido en nuestros brazos. En la debilidad y en la fragilidad esconde su poder que todo lo crea y transforma. Parece imposible, pero es así́: en Jesús, Dios ha sido un niño y en esta condición ha querido revelar la grandeza de su amor, que se manifiesta en la sonrisa y en el tender sus manos hacia todos.

JESÚS, el hijo de Dios, el hijo de mujer.  Es niño recién nacido, envuelto en pañales y reclinado en un pesebre. Es niño anunciado por los ángeles, adorado por los pastores, buscado, adorado u obsequiado por los magos, odiado y perseguido con sangre inocente por Herodes, tomado en brazos y reconocido por los ancianos Simeón y Ana. Es el hijo de Dios hecho carne. Es el hijo de María, alumbrado de sus purísimas entrañas y acostado por ella, acompañada y servida siempre por José, en el pesebre. Es la gran gloria de Dios en la mayor de las precariedades humanas. «Lo esperaban poderoso y un pesebre fue su cuna; lo esperaban rey de reyes y servir fue su reinar».

 

Los Reyes Magos

Cuando se acerca la fiesta de la Epifanía, se colocan en el Nacimiento las tres figuras de los (Reyes Magos. Observando la estrella, aquellos sabios y ricos señores de Oriente se habían puesto en camino hacia Belén para conocer a Jesús y ofrecerle dones: oro, incienso y mirra. También estos regalos tienen un significado alegórico: el oro honra la realeza de Jesús; el incienso su divinidad; la mirra su santa humanidad que conocerá́ la muerte y la sepultura.

Contemplando esta escena en el belén, estamos llamados a reflexionar sobre la responsabilidad que cada cristiano tiene de ser evangelizador. Cada uno de nosotros se hace portador de la Buena Noticia con los que encuentra, testimoniando con acciones concretas de misericordia la alegría de haber encontrado a Jesús y su amor.

 

Adoración de los Magos, retablo mayor de la catedral de Sigüenza, fotografía de Antonio López Negredo

 

Los Magos ensenan que se puede comenzar desde muy lejos para llegar a Cristo. Son hombres ricos, sabios extranjeros, sedientos de lo infinito, que parten para un largo y peligroso viaje que los lleva hasta Belén (cf. Mt 2,1-12). Una gran alegría los invade ante el Nino Rey. No se dejan escandalizar por la pobreza del ambiente; no dudan en ponerse de rodillas y adorarlo. Ante El comprenden que Dios, igual que regula con soberana sabiduría el curso de las estrellas, guía el curso de la historia, abajando a los poderosos y exaltando a los humildes. Y ciertamente, llegados a su país, habrán contado este encuentro sorprendente con el Mesías, inaugurando el viaje del Evangelio entre las gentes.

De los magos sabemos poco, pero lo suficiente. Que eran de Oriente y que miraban y observaban los cielos esperando y escrutando los signos de Dios. Vieron salir una estrella que brillaba con especial fulgor y resplandor. Y fueron siguiendo su rastro. Era la estrella que anunciaba el nacimiento del Rey de los Judíos. Se entrevistaron con Herodes como gesto de cortesía y éste quiso engañarlos. Continuaron su camino hasta que la estrella se posó encima de donde estaba el niño. «Al ver la estrella, se llenaron de inmensa alegría. Entraron en la casa, vieron al niño con María su madre, y cayendo de rodillas lo adoraron; después, abriendo sus cofres, le ofrecieron regalos: oro, incienso y mirra. Y habiendo recibido en sueños un oráculo para que no volvieran a Herodes se marcharon a su tierra por otro camino». El «personaje» navideño de los Magos está lleno de simbolismo y de interpelación sobre el sentido y el reto de la Navidad: la atenta observación y escucha de los signos de Dios y de los hombres, la búsqueda de la verdad y del saber ponerse en camino, la perseverancia hasta llegar a la meta y los sentimientos y actitudes de alegría, de adoración y de ofrenda ante Dios. En y con ellos se complementa la gran Manifestación, que es luz para todos los hombres: los pastores en la Natividad, los magos en la Epifanía, los de cerca y los de lejos, los pobres e ignorantes y los poderosos y sabios. Para todos y por todos nace Dios.

 

Artículo publicado en 'Nueva Alcarria' el 23 de diciembre de 2020

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