Por Ángel Moreno

(de Buenafuente)

 

 

No cabe cantar victoria ante el sufrimiento del prójimo, ni gozarse de manera insolidaria de lo diferente que es la suerte de vivir en medio del campo y en un ambiente de soledad y silencio, de oración y de naturaleza, cuando la población se ve sometida al aislamiento más dramático. Pero, al ver cómo de pronto la ciudad se clausura y los habitantes se quedan encerrados en sus cuatro paredes de viviendas reducidas, sin espacios verdes, al escuchar las noticias de tanto confinamiento obligado por causa de la pandemia, salta la evidencia de lo distintas que son las circunstancias en las que viven los que de siempre pueblan las clausuras. 

En los monasterios no se ha modificado ningún horario ni actividad. La campana madrugadora llama a maitines a orar, cuando aún es de noche, por tantos que sufren las tinieblas de la enfermedad, del dolor o del exilio. Siempre recuerdo la intuición de Olivier Clément, cuando interpreta que los monjes se levantan a medianoche para que el hombre no llore, como lo hacen los padres cando lloran sus hijos pequeños. 

El canto de laudes, el tiempo de oración en silencio, la celebración de la Eucaristía, la restauración en el refectorio comunitario, el trabajo doméstico, el “ora et labora” en el marco de arcos ojivales, de espacios abiertos, de claustros y deambulatorios que propician el movimiento, favorece vivir el curso de la mañana en sosiego y serena presencia interior de Quien lo habita todo. 

La pausa al mediodía da oportunidad para agradecer los dones y para compartir la mesa de alimentos frugales, suficientes, hechos con amor y con sabor a hogar. 

Sucede el tiempo de descanso, y de nuevo el toque de oración para reiniciar la tarea de la tarde, que culmina en tiempo de adoración, con el canto de vísperas. Sigue la cena y la oración de completas para terminar con la invocación a Nuestra Señora, que se eleva con el último tañido de las campanas.

Encuentro, en las actuales circunstancias, que el modo de vida monástico se ha convertido en profecía que cabe asumir como terapia para tiempos recios. 

Hoy los monjes y contemplativos del mundo se convierten en el Moisés que eleva sus manos por la humanidad y pide a Dios misericordia, que tenga piedad de su pueblo y lo libre de todo mal. Y también en ejemplo de vida que transcurre dando valor a lo esencial. 

Es tiempo de trascendencia, de romper el techo tan bajo que nos agobia y oprime el alma, y abrirnos a la relación interior, insospechada. Ahora es tiempo de orar, de leer, de cultivar la riqueza del corazón. 

Tened la seguridad de nuestra oración, hoy desde el monte nevado, que nos permite contemplar la belleza en momentos tan recios.

Por la Comunidad de la Madre de Dios

(Monasterio de Buenafuente)

 

 

 

Queridos amigos:

Nos encontramos en el inicio de la Cuaresma del año 2020 del Señor. Cuarenta días que nos ofrece la Iglesia para convertir nuestro corazón al Padre. Una nueva oportunidad, por su infinita misericordia, para volver a la filiación divina y a la fraternidad, para vivir como Hijos de Dios que somos (Cf. 1ª Jn 3, 1). 

A nosotras, el Señor nos ha preparado para esta Cuaresma con dos acontecimientos:

 

  1. El pasado 20 de febrero, por iniciativa de D. Anibal, uno de los presbíteros que ahora viven aquí, en Buenafuente del Sistal, nos unimos a Mater Fátima en el rosario, adoración y consagración mundial por la paz, la vida, la familia y los sacerdotes, en el día del centenario de la partida al cielo de santa Jacinta Marto. En la consagración al Inmaculado Corazón de María, entre otras cosas le dijimos a nuestra Madre, la Virgen María: “quiero hacer lo que Tú quieres que haga”. Y nuestra Madre nos repite: “Haced lo que Él os diga” (Jn 2, 5). Como los sirvientes de la boda de Caná, hemos de estar atentos a Jesús para oír y escuchar su Palabra, y dejarnos interpelar por ella en nuestra vida cotidiana. Esta es la misma llamada que nos hizo la Iglesia, el pasado Miércoles de Ceniza, cuando en el rito de la imposición de la ceniza, el celebrante nos decía: “Convertíos y creed en el Evangelio” (Mc 1, 15b).
  2. Y el segundo hecho que queremos mencionar es la restauración de la talla de san Benito de la sala capitular. Nuestra vida personal y comunitaria está ordenada por su regla. Ver ahora su escultura reluciente y entera, pues antes le faltaban dedos o estaban rotos, también le faltaba un pie y otros muchos detalles, es una invitación a profundizar en los votos de nuestra profesión para que nuestra vida reluzca igual. Es un estímulo para querer lo que Dios quiere, es decir, para poner nuestro granito de arena en estos días santos de Cuaresma, para que el Señor ponga el ciento (Cf Mc 10, 30) y se cumpla la Palabra: “Que todos sean uno; como tú, Padre, estás en mí y yo en ti, que también ellos sean uno en nosotros, para que el mundo crea que tú me enviaste” (Jn 17, 21).

Para no quedarnos solo en buenas intenciones, pedimos al Espíritu Santo que nos ayude a obedecer a la Iglesia y, como nos recordó el presbítero, el pasado domingo, en la homilía: “Ayunar como terapia para nosotros mismos, dar limosna para mejorar la relación con nuestros hermanos y orar para estar más cerca, en intimidad con Dios Padre”. 

Santa Cuaresma, vuestras hermanas de Buenafuente del  Sistal

Por Guillermo Fernández

(Equipo de Estudios Cáritas Española)

 

 

Cohesión social es un concepto que nos remite a ideas como valores compartidos, capital social, pertenencia, orden social, integración, igualdad y un largo etcétera. Es un concepto para algunos autores ambiguo e incluso ambivalente. La retratamos desde la percepción que tienen las personas, tanto de su supervivencia material como desde la relación y el vínculo social que les une a los demás.

Desde este punto de vista, la fotografía de la España de hoy nos lleva a construir una imagen de país formada por cuatro diferentes sociedades, que tienden a distanciarse y a establecer entre ellas relaciones de desconfianza.

La gran mayoría social se encontraría en la sociedad de las oportunidades, un espacio adaptado a los mecanismos de participación social y a los valores que nuestro modelo de desarrollo representa. Las personas que la disfrutan sienten tener razón en sus ideas y prácticas cotidianas en cuanto a lo que es necesario hacer para salir adelante. Consumen en pro del desarrollo humano pero no acaban de asociar modelo de vida y crisis ecosocial. Al mirar hacia los otros cada vez practican menos la empatía y la solidaridad. Se han adaptado a los valores de la revolución neoliberal donde la responsabilidad individual explica casi todas las contingencias.

La sociedad insegura está representada por aquellos que tienen un empleo precario, insuficiente y un futuro incierto. Temen que en la próxima sacudida de la economía se pueden precipitar hacia la exclusión social. No se ven estancados pero sí sienten debilitar sus oportunidades y los lazos que les unen a la mayoría social.

Pero hay un grupo cada vez más numeroso de personas a las que caracteriza la desconfianza, la sociedad estancada. Desconfianza hacia los acomodados de la sociedad, hacia las instituciones que nos representan y nos protegen. Es una desconfianza contradictoria ya que son las personas que más necesitarían tanto de las instituciones como del apoyo del resto de la sociedad. Llevan más de una década pidiendo ayuda, reclamando protección porque se encuentran cada vez más a la intemperie, pero sus reclamos no se traducen en políticas públicas fuertes, dado que vivimos en un Estado de Bienestar low-cost.

El retrato lo completan aquellas personas y hogares que viven en la supervivencia pura y dura como objetivo cotidiano, la sociedad expulsada. En algún momento estuvieron protegidos pero ya no lo están, y el sistema ha dejado de pensar en ellos. Han roto sus vínculos con el resto porque ya no sienten que se les tenga en cuenta. Han dejado de participar socialmente porque la agenda política les ignora.

Los hilos que atraviesan el conjunto social tienden a debilitarse y a crear fragmentaciones y algunas polaridades. Estamos olvidando el sentido primigenio de nuestros Estados del Bienestar: no permitir dejar a nadie atrás ante las desigualdades, desde que nacemos hasta que morimos.

Por Jesús Montejano

(Delegación de Piedad Popular, Cofradías y Hermandades) 

 

 

La presente cuaresma ha venido acompañada por la crisis provocada por el coronavirus, el misterioso virus que se ha expandido por el mundo en un tiempo récord.

Las autoridades sanitarias adoptan medidas que puedan proteger del contagio de los ciudadanos.

En este sentido también se ha pronunciado la Conferencia Episcopal Española y nuestro Obispo diocesano.

En la nota de la Conferencia Episcopal, en el tercer apartado se indica: Que nuestra devoción y afecto hacia las imágenes, tan propia de este tiempo de Cuaresma y en la próxima Semana Santa, puedan ser sustituidas por otras como la inclinación o la reverencia, evitando el contacto físico con ellas, y facilitando una mayor rapidez que evite aglomeraciones.

Se trata de una prueba a una devoción madura y adulta, siendo conscientes que la salud es un bien preciado que debemos cuidar para nosotros mismos y para las demás personas. Prescindir de gestos externos no indica renunciar a nuestra devoción más profunda.

En la actualización de la nota por parte del Sr. Obispo, se dice: El propio Don Atilano, así como otros representantes de nuestra Diócesis, ruegan rezar por la salud de los enfermos, esperando una pronta recuperación de los mismos. La oración, tan propia de la Cuaresma y de la Semana Santa, tendrá un objetivo claro: la salud de los contagiados, el pedir con constancia y esperanza que el  Señor nos libre de todo mal de alma y cuerpo, también del coronavirus.

Desde la Delegación deseamos a todos una Cuaresma  y  una Semana Santa llenas de piedad sincera, devoción auténtica y compromiso cristiano.

Información

Obispado en Guadalajara
C/ Mártires Carmelitas, 2
19001 Guadalajara
Teléf. 949231370
Móvil. 620081816
Fax. 949235268

Obispado en Sigüenza
C/Villaviciosa, 7
19250 Sigüenza
Teléf. y Fax: 949391911

Oficina de Información
Alfonso Olmos Embid
Director
Obispado
C/ Mártires Carmelitas, 2
19001 Guadalajara
Tfno. 949 23 13 70
Fax: 949 23 52 68
info@siguenza-guadalajara.org

 

BIZUM: 07010

CANAL DE COMUNICACIÓN

Mapa de situación


Mapa de sede en Guadalajara


Mapa de sede en Sigüenza

Si pincha en los mapas, podrá encontrarnos con Google Maps