Por Ángel Moreno

(de Buenafuente)

 

 

 

 

No me dejas. Te acompaño.

No vas solo, voy contigo.

No me buscas, yo te llamo.

No me inventas, yo te he hecho.

 

Desde el seno, yo te quiero.

Tú bien sabes que eres mío.

No te esfuerces en recuerdos,

Sin nostalgia. ¡Eres nuevo!

 

Hoy comienzas privilegio.

¿Lo percibes? Yo te envuelvo

de presencia tan adentro?

¿No lo notas? Yo te habito.

 

No preguntes, vive atento.

¿Por qué dudas? ¡Mira el hecho!

No mendigues, soy pan tierno.

Y guardemos el secreto.

 

Dame el sí, y caminemos.

Ten seguro el horizonte.

En la meta, yo te espero.

Mientras, haces el sendero.

 

Desde siempre, te hecho mío.

Para siempre eres ungido.

Aquí estoy, ¡amigo mío!

¡Vamos, sigue el camino!

Por Ángel Moreno

(De Buenafuente)

 

 

El día 6 de mayo de 1957 entraba en el seminario, para hacer el cursillo de discernimiento, junto a 106 compañeros. Y hoy, 9 de mayo de 2019, fiesta de san Juan de Ávila, la diócesis reconoce de manera especial el ministerio de los sacerdotes que cumplen 50 y 25 años de servicio a la Iglesia, entre los que me encuentro, por haber sido ordenado el 14 de septiembre de 1969, y celebrar por ello mis bodas de oro, sacerdotales, y también de capellán de Buenafuente.

Los primero años de mi estancia en el Sistal, cuando éramos testigos de la evolución favorable del Monasterio, habiendo estado a punto de cerrarse, entonábamos el salmo 125, porque nos parecía soñar, y las lágrimas se volvían cantares, y la sementera, cosecha. Hoy, soy yo quien me parece soñar, cuando tengo que hacerme consciente de cumplir 50 años de sacerdote, y todos ellos en Buenafuente. Reconozco que naturalmente no se explica, ni el cambio del Monasterio de Buenafuente, ni mi permanencia en el mismo y concreto lugar, durante tanto tiempo. Esta historia solo se explica por la misericordia de Dios. Y reconozco también que no ha sido menor la mediación entrañable de la Virgen María, sobre todo en momentos recios.

 

Por todo ello, deseo entonar mi Magnificat:

Cómo no agradecerte, Señor, estar vivo, después de haber sufrido accidentes tan graves, y haberme mantenido en tu servicio sin merma de facultades.

Reconozco el regalo que me hiciste, Señor, de los años en los que me acompañó mi madre. Ella fue casa abierta, posibilidad hospitalaria, razón de retornar a casa. Mujer recia, que supo arriesgarse, como Maria, en la misión de su hijo.

Te doy gracias, Señor, porque desde el principio pusiste en mí el deseo de comentar diariamente tu Palabra y adentrarme en el conocimiento de las Sagradas Escrituras. Por aquellos primeros días, que transcurrían en inmensa soledad, y tu presencia en el Sacramento de la Eucaristía era mi alivio y la cita de subsistencia.

No me invento, Señor, Tú lo sabes, los momentos de intensa consolación, que te agradezco, y que son los hitos ungidos de mi historia, que me permiten no apartarme del camino en situaciones complejas.

Lo he reconocido públicamente: “A mí me han hecho mis amigos”, tantas relaciones favorables. Gracias Señor por ellos, porque han sido y son luz, estímulo, puerto franco, posibilidad de verbalizar el alma, sana emulación. ¡Qué diferente es poder tener un altar comunitario, a no saber dónde celebrar la Eucaristía! Gracias, Señor, por la Comunidad monástica, por quienes cada día damos visibilidad al icono del Iglesia. Reconozco que ha sido y es la columna vertebral de mi ministerio, sobre todo en esos días largos de invierno, al poder participar de las Horas Litúrgicas.

Soy privilegiado por el acompañamiento que he tenido, a lo largo de tantos años, de sacerdotes y de laicos, que han compartido y comparten tarea y mesa, regalo, Señor, de tu Providencia.

Gracias a ti, Señor, por el don de la fe, que me permite fiarme de ti, y abandonarme a tus manos, y por la presencia e intercesión amorosa de tu Madre. ¡Gracias!

Por Javier Bravo

(Delegación de Medios de Comunicación Social)

 

 

Entra hoy en este blog de opinión dedicado a la presencia diocesana en internet, como es sabido, la Delegación de Migraciones, que no tiene página web como tal, pero si blog. Para ellos es el ME GUSTA mensual. Se puede acceder a ella desde la web del Obispado en el apartado enlaces o en la dirección: http://ddmigracionesguadalajara.blogspot.com/. Dentro del blog hay una serie de artículos bajo el epígrafe “arañas y visigodos” de él vamos a hablar hoy.  

Es una acción que están llevando a cabo cuantos se sientan en la Mesa de Migraciones (Delegación Diocesana de Migraciones de Sigüenza-Guadalajara), en el marco del Sínodo Diocesano.

La razón del título procede de la película “La vida es bella”. En este enlace pueden ver el origen de esa razón (clica en el link). 

Hasta la fecha han publicado seis artículos, todos ellos muy interesantes. Os invito a leerlos. Suelen ser dos mensuales y van dirigidos a la sociedad en general. El primer artículo del mes pretende informar sobre la realidad migratoria además de alertar y poner en guardia sobre la falsedad de muchas opiniones e informaciones que en ocasiones circulan por los medios de comunicación. Además, el segundo mensual, está dirigido especialmente a las comunidades cristianas, en particular a los denominados católicos practicantes, como un llamamiento exigente de conversión y acción eclesial respecto a las personas migrantes. 

Estos artículos pueden encontrarse en la sección de opinión de la web del Obispado, en el blog de la Delegación de Migraciones, en el periódico Nueva Alcarria y en el programa de El Espejo de la Cadena COPE, aquí en este medio radiofónico aparece en forma narrativa, otra forma diferente de acercárselo a sus hogares.

Por Ángel Moreno

(de Buenafuente)

 

 

 

 

Volved a Galilea

 

“El Ángel se dirigió a las mujeres y les dijo: «Id enseguida a decir a sus discípulos: "Ha resucitado de entre los muertos e irá delante de vosotros a Galilea; allí le veréis." En esto, Jesús les salió al encuentro y les dijo: «¡Dios os guarde!» Y ellas, acercándose, se asieron de sus pies y le adoraron. Entonces les dice Jesús: «No temáis. Id, avisad a mis hermanos que vayan a Galilea; allí me verán» (Mt 28, 5-10). 

En los relatos de Pascua, el evangelista san Mateo se hace eco dos veces de una de las consignas más acertadas para experimentar la presencia de Jesucristo resucitado, que es “Volver a Galilea”. 

No tengo que demostrar la experiencia sensible que cabe percibir a las orillas del Lago de Galilea, donde todo se hace sacramento: la luz, la brisa, el color del mar, el círculo de montañas, los restos arqueológicos que se conservan en su entorno… Sin embargo, no puede quedar la experiencia fundante de la fe cristiana hipotecada a la posibilidad de visitar Tierra Santa. Otra meta deben indicar las palabras del Evangelio. 

Galilea es la tierra donde Dios se hizo hombre, es la geografía más relacionada con el Evangelio. El Lago de Tiberiades es el icono de la travesía de la vida. Junto a la ribera de las aguas de Genesaret, los  discípulos escucharon la llamada del Nazareno a ir detrás de Él, y allí fueron testigos de los signos y de las palabras de Jesús. 

El mar, superficie inestable, representa la fragilidad, los riesgos, las aventuras de la vida. A la vez, la invitación de ir a la otra orilla supone la inexcusable travesía de la existencia que debemos hacer todos los seres humanos. 

Desde la memoria de lo que acontece en Galilea según los relatos evangélicos, es posible descubrir el acompañamiento que necesita el cristiano en el camino espiritual. En Cafaranúm, Jesús nos enseña que la jornada debe tener dimensiones sociales religiosas, familiares y laborales, pero también tiempo de soledad, de oración y de intimidad.

En Galilea se fijan los discursos más emblemáticos de Jesús: “Las Bienaventuranzas” y el discurso del “Pan de Vida”, enseñanzas que fraguan la identidad del discípulo. 

Nazaret, Caná, Betsaida, Cafarnaúm, Magdala son ciudades emblemáticas que nos invitan a encontrarnos con Jesús niño, hijo de la Nazarena, y también con Jesús trabajador, adulto, amigo, maestro, Hijo de Dios. En esas ciudades aún queda la resonancia de la misericordia divina, del perdón derramado y de la mesa santa, dispuesta por el Resucitado. 

Esta Pascua, te invito a ir a Galilea, a encontrarte de tú a tú con Jesús. Él ha dispuesto las brasas y el pescado, y te invita a que tú lleves algo para comer juntos. ¿Has pesando con qué puedes contribuir a la fiesta? ¡Feliz Pascua Florida!

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