Por José Ramón Díaz-Torremocha

(Conferencias de San Vicente de Paúl de Guadalajara)

 

 

"Se presentó en aquel momento,

dando gracias a Dios y hablando del niño

a cuantos esperaban la liberación de

Jerusalén" (Lc 2, 38)

 

Todos conocemos el saludo de Simeón y muchos en la Iglesia, lo recitan todos los días al terminar el Oficio Divino en "Completas". Es un texto conocido y admirado. Es un saludo íntimo y profético de Simeón a unos padres sorprendidos. Pero es un saludo, repito, íntimo: sin hacerlo público, para los padres y dirigido al Buen Dios en agradecimiento "porque mis ojos han visto a tu salvación" (Lc 3, 30). Pero Lucas sigue describiendo lo que sucede alrededor de este saludo y allí está la profetisa Ana haciendo a todos partícipes de su alegría y hablando del niño tal y como nos recuerda el versículo que antecede a estas líneas. Siempre me ha maravillado lo poco que hemos hecho nuestro este estado de ánimo y actitud de la profetisa. Cómo nos hemos quedado con el maravilloso canto de Simeón sin poner en debido valor a esta Ana que canta las maravillas del Señor y habla del niño que ha venido a salvarnos. Sin ponerlo en valor como ejemplo para nuestras propias vidas y ofrecerlo a los demás. 

La profetisa, está alegre. Ella también ha visto la salvación del género humano y no se limita a un saludo contenido para el pequeño grupo que asiste a la ceremonia. No sólo. Por el contrario, asombrada por la Buena Noticia, su corazón se desborda y habla del niño a cuántos encuentra a su paso. No lo deja para ella misma. No goza sola de la novedad. Por el contrario, se siente gozosamente llamada a extender la noticia. A evangelizar ya desde aquella primera hora. Puede que sea, sin ella saberlo, la primera a quién pueda atribuírsele el precioso nombre de “evangelizador”. Desde los primeros días del nacimiento de Cristo: ella canta, sin duda inspirada por el Espíritu, a la liberación de Jerusalén que ha conocido. 

Meditando sobre este pasaje del Evangelio de Lucas, me he interrogado con frecuencia si: ¿Vivimos nosotros los cristianos este espíritu evangelizador entre aquellos con los que nos encontramos o pasan a nuestro lado, como si estuviéramos a la entrada del Templo? ¿Es nuestra actitud como la de la profetisa de hablar y contar las maravillas del Señor? También con frecuencia me he contestado que estamos en ocasiones tan inmersos en hacer cosas por los demás, que olvidamos el hablar a los demás de Dios. De ese Buen Dios que quiso entregarse por nosotros y regalarnos la salvación. Hay dos párrafos en la Carta Encíclica “Deus Caritas Est” del Santo Padre Benedicto XVI que no me resisto a dejar de citar aquí: “Este amor – de la Iglesia – no brinda a los hombres sólo ayuda material, sino también sosiego y cuidado del alma, una ayuda con frecuencia más necesaria que el sustento material” (o.c. 28b) y, seguimos recordando al Santo Padre: “Con frecuencia la raíz más profunda del sufrimiento es precisamente la ausencia de Dios” (o.c. 31c). 

Nuestros fundadores, los primeros consocios de la Sociedad de San Vicente de Paúl, no lo olvidaron nunca y estuvieron adelantados a su tiempo y al Concilio Vaticano II en su deseo de extender la Buena Nueva entre los pobres. Entre los que sufrían. El Concilio, en una de sus muchas recomendaciones para los laicos, nos indica: “Con el apostolado de la palabra, absolutamente necesario en algunas circunstancias, los seglares anuncian a Cristo, explican su doctrina, la difunden, cada uno según su condición y saber, y la profesan fielmente” (CVII Decreto “Apostolicam actuositatem” 16). 

Volvamos con Ana. Si la manifestación de Simeón puede calificarse de mística, la de Ana es la de la mujer corriente. La viuda, nos cuenta Lucas, alegre y confiada en Dios que no quiere reservarse para sí sola el acontecimiento. El gran acontecimiento. Debe ser un ejemplo para los cristianos y en particular, para cada uno de los vicentinos que nos encontramos con el sufrimiento del hombre y que intentamos ayudar a repararlo en lo posible. Seamos como ella: alegres y confiados y contemos a los otros, a todos aquellos con los que nos encontremos, la infinita alegría que nos embarga al conocer la salvación. De tener asegurada la salvación. La infinita alegría de haber conocido a Jesucristo a pesar de nuestras personales debilidades. 

En definitiva, de evangelizar. Hermosa palabra que, sin embargo, su frecuente y a veces mal uso, ha hecho perder buena parte de su rico significado de origen. Evangelizar no es imponer a los otros la fe en Jesucristo. No es someter a los otros a nuestra fe. Evangelizar es “predicar la fe de Jesucristo o las virtudes cristianas”[i]. Es contar al mundo “tu” y “mi” enriquecedora experiencia de sentir al Buen Dios que se ha hecho Hombre por cada uno de nosotros, que ha muerto y ha resucitado. Es contar, a quién quiera escucharnos, las verdades de esa fe con la que queremos ser mejores y que nos otorga la paz, la esperanza y la fortaleza para poder entregarnos a los otros.    

Recordemos a los santos: La caridad no se demuestra solamente con la limosna, sino sobre todo con el hecho de comunicar a los demás las enseñanzas divinas y prodigarles cuidados corporales. (san Máximo Confesor, abad). 

Qué bueno y qué oportuno parece recordarlo en este nuevo comienzo de curso. De vuelta a la normalidad de la actividad habitual después del paréntesis veraniego ya un tanto olvidado, ¿sabremos hacerlo con la alegría y la publicidad de Ana? ¿sabremos hacerlo de manera profética? 

Qué la alegría de la salvación, queridos amigos, nos desborde y nos haga en cada una de las circunstancias de nuestra vida, auténticos y alegres “publicitarios” de Jesucristo resucitado. Auténticos “publicistas” de la Buena Nueva en todos los ambientes de nuestra vida.

 

 

[i] Diccionario de la Real Academia Española, vigésima segunda edición 2.001

Por Ángel Moreno

(de Buenafuente)

 

 

 

Enseguida de tomar la barca,

quise apuntar notas del encuentro,

intuido esbozo del poema,

ante íntima cita presentida.

 

Me esperaste, al alba, en Galilea,

anticipaste hora de la cita,

viento recio precedió el encuentro,

al sentirte nuevamente amigo.

 

Privilegio es creer en la espera,

Sin importar que arrecie el miedo,

Solo pides no amedrante el alma.

Aunque se levante la tormenta.

 

La memoria vence los temores,

De que pases sin sentirte amigo

Porque siempre que crucé este lago,

te hiciste en la brisa encontradizo

 

Por más que no sienta tu presencia,

Te dejas reconocer al alba,

En viento recio, y en marejada,

En brisa suave o en mar rizada.

 

Quisiera apresar este momento,

De cita amiga sobre cubierta,

Abrazado el interior de luz,

Sumergido en íntima presencia.

 

No quiero olvidar esta frescura,

De brisa azul, y rayos de plata,

Anticipo de encuentro íntimo,

Espejado en el hondón del alma.

 

Cómo decir el gozo y la calma,

íntima alegría, envuelto en viento,

sin poder demostrar el abrazo,

¡Poo no aparecer presuntuoso!

 

Solo quiero decir como Pedro,

Aún a esta orilla de la vida,

Que no te fijes en mis huidas,

Ni te fijes en mis evasivas.

 

Solo quiero decir como Pedro,

A pesar de dudas y temores,

Desde mis torpezas reiteradas,

Creo en ti, Tú sabes que te quiero.

 

Como tu discípulo primario,

En momentos recios de tormenta,

Sálvame, Señor, tiende tu mano,

Y evita siempre mi hundimiento.

 

Quiero como él ir detrás de ti,

Y sin mirar agraviado al lado,

seguir a la voz de tu llamada,

Sin excusa en el quehacer del otro.

 

Gracias por tu paso tan discreto,

Instante hecho brisa, viento, abrazo,

Gracias por la cita en Galilea,

Por haberme otra vez esperado.

 

No sea solo sentimiento,

esta experiencia consoladora,

sea seguimiento acrisolado

pueda el amor siempre profesado.

Por Santiago Moranchel

(Delegación de Enseñanza)

 

La actual ministra de educación, en funciones, ha manifestado hoy, 14 de Noviembre, durante su participación en el encuentro de Escuelas Católicas, lo siguiente: "De ninguna manera puede decirse que el derecho de los padres a escoger una enseñanza religiosa o a elegir centro educativo podrían ser parte de la libertad de enseñanza. Esos hechos de elegir centro formarán parte del haz de derechos que puedan tener los padres, madres, en las condiciones legales que se determinen pero no son emanación estricta de la libertad reconocida en el artículo 27 de la Constitución"

 

A continuación mostramos algunos argumentos sobre lo que la señora ministra ha manifestado hoy.

  • Vayamos al artículo 27 de la Constitución.

 

Constitución española de 1978.

Título I. De los derechos y deberes fundamentales

Capítulo segundo. Derechos y libertades.

Sección 1.ª De los derechos fundamentales y de las libertades públicas

Artículo 27

  1. Todos tienen el derecho a la educación. Se reconoce la libertad de enseñanza.
  2. La educación tendrá por objeto el pleno desarrollo de la personalidad humana en el respeto a los principios democráticos de convivencia y a los derechos y libertades fundamentales.
  3. Los poderes públicos garantizan el derecho que asiste a los padres para que sus hijos reciban la formación religiosa y moral que esté de acuerdo con sus propias convicciones.
  4. La enseñanza básica es obligatoria y gratuita.
  5. Los poderes públicos garantizan el derecho de todos a la educación, mediante una programación general de la enseñanza, con participación efectiva de todos los sectores afectados y la creación de centros docentes.
  6. Se reconoce a las personas físicas y jurídicas la libertad de creación de centros docentes, dentro del respeto a los principios constitucionales.
  7. Los profesores, los padres y, en su caso, los alumnos intervendrán en el control y gestión de todos los centros sostenidos por la Administración con fondos públicos, en los términos que la ley establezca.
  8. Los poderes públicos inspeccionarán y homologarán el sistema educativo para garantizar el cumplimiento de las leyes.
  9. Los poderes públicos ayudarán a los centros docentes que reúnan los requisitos que la ley establezca.
  10. Se reconoce la autonomía de las Universidades, en los términos que la ley establezca.

 

  • ¿En que se apoyaba la ministra? “De esto da cuenta la sentencia del Tribunal Constitucional de 1981”.

Esta sentencia versa sobre una ley educativa, la LOECE, que no llegó a implantarse. Además, el fallo sí reconoce el derecho a la elección de centro aunque no explícitamente (a sensu contrario). Dice que los centros públicos tienen que ser “neutros” porque aquellos padres que “por decisión libre o forzados por las circunstancias” no han podido elegir centro no tienen por qué sufrir “una orientación ideológica determinada y explícita”.

El Ministerio de Educación envió un comunicado en el que especifica que la señora ministra se centra en otro apartado de la sentencia que dice que “el derecho de los padres a decidir la formación religiosa y moral que sus hijos han de recibir, consagrado por el artículo 27.3 de la Constitución, es distinto del derecho a elegir centro docente”.

Tras la sentencia de 1981, el Constitucional ha ido enriqueciendo en sucesivas sentencias la interpretación sobre la libertad de elección de centro. La última, del 10 de abril de 2018 señala que existe una “indudable interacción”  entre el derecho a establecer un ideario propio de los centros “con el derecho de los padres a elegir el tipo de formación religiosa y moral que desean para sus hijos”.

También se pronunció al respecto el Tribunal Superior de Justicia, por ejemplo, en una sentencia del 25 de mayo de 2016.

En cuanto a la libertad de enseñanza religiosa que la señora ministra también niega que exista en el artículo 27, está reconocida en su apartado 3. 

¡ Y esto no ha hecho más que empezar!

Como decía ayer el famoso locutor de la COPE, Carlos Herrera, “nos esperan muchos días de gloria”.

Por la Comunidad de la Madre Dios

(Monasterio de Buenafuente del Sistal)

 

 

Queridos hermanos en el Señor:

Qué grande es pertenecer a la Iglesia; no caminamos solos. Frente al individualismo imperante, nosotros somos Iglesia, Comunidad. Jesús llamó a cada uno de los discípulos de una forma concreta y particular, como lo ha hecho con nosotros, para caminar juntos, siguiéndole a Él.  Esta experiencia eclesial, es un don que vivimos en Buenafuente del Sistal. El pasado mes de octubre, este año, Mes Extraordinario Misionero, hemos compartido la Eucaristía y la oración con un grupo de misioneros hijos del Inmaculado Corazón de María, claretianos de todo el mundo, que nos hacían presente el mandato evangélico: “Id a hacer discípulos entre todos los pueblos, bautizadlos consagrándolos al Padre y al Hijo y al Espíritu Santo” (Mt 28, 19). Al final del evangelio de san Mateo, Jesús no se dirige a unos pocos, sino a todos sus discípulos, y hemos de pensar que también a nosotros. La mayoría de los cristianos no abandonaremos nuestro hogar para ir a un país lejano a anunciar el Evangelio, pero tenemos la misión de proponer el seguimiento de Jesús, por medio de nuestro testimonio: a vecinos, familiares que han abandonado la fe, compañeros de estudios o de trabajo, incluso a quienes conviven con nosotros. Todos somos enviados y a la vez estamos necesitados de recibir el testimonio de nuestros hermanos en la fe. La Iglesia, que se concreta en nuestra parroquia o en el grupo de hermanos con quienes compartimos la fe, es la guía necesaria, la garantía de que seguimos a Jesús y no a nuestra idea de Jesús. Afirma un dicho popular: “Si quieres llegar rápido, ve solo; pero, si quieres llegar lejos, ve con otros”.   

El mes de octubre ha estado lleno de fiestas y memorias de santos, cada uno es un reflejo genuino de la santidad de Dios.  También nosotros estamos llamados a la santidad: “Sed santos, porque yo soy santo”  (1ª Pe 1, 16). De entre todos ellos, destacamos esta tarde el grito apasionado de san Juan Pablo II: “No tengáis miedo, abrid de par en par las puertas a Cristo”. Todos los santos lo han hecho, comenzando por la Virgen María, continuando con los que ha canonizado la Iglesia y terminando con los que cada uno ha conocido  particularmente. Respondamos esta tarde con el salmista: “Aquí estoy Señor, para hacer tu voluntad” (Sal 39).

 

Nuestro saludo agradecido, desde el Sistal

Información

Obispado en Guadalajara
C/ Mártires Carmelitas, 2
19001 Guadalajara
Teléf. 949231370
Móvil. 620081816
Fax. 949235268

Obispado en Sigüenza
C/Villaviciosa, 7
19250 Sigüenza
Teléf. y Fax: 949391911

Oficina de Información
Alfonso Olmos Embid
Director
Obispado
C/ Mártires Carmelitas, 2
19001 Guadalajara
Tfno. 949 23 13 70
Fax: 949 23 52 68
info@siguenza-guadalajara.org

 

BIZUM: 07010

CANAL DE COMUNICACIÓN

Mapa de situación


Mapa de sede en Guadalajara


Mapa de sede en Sigüenza

Si pincha en los mapas, podrá encontrarnos con Google Maps