> Un artículo de María Aparecida

> Delegación Diocesana de Migraciones

 

 

Es habitual oír que los inmigrantes son una carga en los países receptores, que no obtienen ningún beneficio de la inmigración. Pero, una vez más, los datos y los hechos desmontan los prejuicios…

  • Guadalajara cuenta, a fecha 1 de enero de 2019, con 11 970 inmigrantes afiliados a la Seguridad Social. Son 923 más que en el año 2018. Esto supone un incremento anual del 8,36 por ciento.
  • Según un estudio realizado por la Fundación La Caixa, los inmigrantes son los que más contribuyen con las arcas públicas. El 50 % del superávit de las finanzas públicas en los años de mayor crecimiento económico corresponde a impuestos y contribuciones sociales aportadas por el colectivo inmigrante. En el año 2008, gracias a esta aportación, la seguridad social se pudo mantener. Y eso que, después, este mismo colectivo fue el que más sufrió la crisis económica…
  • Todos los estudios destacan que los inmigrantes de países no europeos que llegan a España son más jóvenes, por lo que aportan crecimiento de la natalidad y del sistema de pensiones. Dos temas de fundamental importancia.
  • Eso demuestra que los inmigrantes contribuyen con el crecimiento y reemplazan a la población, especialmente en los pueblos. España ha vuelto a registrar un máximo histórico de envejecimiento del 120 %: ya se contabilizan 120 mayores de 64 años por cada 100 menores de 16. Con sólo hacer un pequeño análisis de los perfiles de trabajadores de la hostelería, de la agricultura y de cuidadores de mayores, tanto en residencia como en casas particulares, fácilmente sacaremos la conclusión.
  • El consumo es también unos de los motores del crecimiento económico. Los inmigrantes pagan impuestos y participan de la vida de ocio y tiempo libre. En la participación de las distintas actividades está también la diversidad cultural que aporta mucha riqueza a los países receptores.

¿Quién es, en definitiva, «carga» para quién?

¿Quién necesita de quién…?

 

Por la Delegación de Apostolado Seglar

 

 

 

Estamos en tiempo de cuaresma y estas palabras de Padre Ignacio Larrañaga nos pueden ayudar a parar, hacer un acto en el camino y darnos cuenta de la cantidad de veces que sufrimos por cosas sin importancia, y mientras lo hacemos no somos felices y lo que es peor hacemos sufrir a los que tenemos al lado.

Despertar es el primer acto de salvación.

La persona por lo general, es un sonámbulo que camina, se mueve, actúa, pero está dormido. Se inclina en una dirección y con frecuencia no sabe por qué irrumpe aquí, grita allá, ahora corre, más tarde se detiene; acoge a éste, rechaza a aquél, llora, ríe, canta; ahora triste, después contento: son generalmente actos reflejos y no plenamente conscientes. A veces da la impresión de ser un títere movido por hilos misteriosos e invisibles.

¡Cuántas veces el hombre no entiende nada y sufre!

Sufre porque está dormido y dormir significa estar fuera de la objetividad, dormir es sacar las cosas de su dimensión exacta, es exagerar los perfiles negativos de los acontecimientos, personas y cosas.

Es preciso despertar y despertar es salvarse; es economizar altas cuotas de sufrimiento. Es el arte de ver la naturaleza de las cosas, en uno mismo y en los demás, con objetividad, y no a través del prisma de mis deseos y temores. Es darse cuenta si un hecho tiene remedio o no; si lo tiene para encontrarle solución: si no la tiene, para olvidarlo.

Despertar y darse cuenta que los hechos consumados, consumados están, saber que todo pasará, que aquí no queda nada que todo es transitorio, precario, efímero. Que las penas suceden a las alegrías, y las alegrías a las penas; saber que aquí abajo nada hay absoluto; que todo es relativo, y lo relativo no tiene importancia o tiene una importancia relativa.

¡Despierta! muchas tinieblas de tu mente desaparecerán y grandes dosis de sufrimiento se esfumarán.

 

Extractado del libro del Sufrimiento a la Paz de p. Ignacio Larrañaga.

Pilar y Ángel

Raúl Pérez Sanz

(Delegación de Liturgia)

 

 

Toda celebración eucarística, e incluso podemos aplicar esta afirmación a cualquier celebración sacramental, tiene una estructura dialogal entre Dios y el hombre.

Así en la misa vemos como: Dios nos llama y nosotros acudimos, Dios nos habla y nosotros respondemos, Dios nos da sus dones y nosotros se los ofrecemos, Dios consagra sus dones y nosotros los recibimos, Dios nos envía y nosotros vamos.

Este diálogo se realiza en clave sacramental, es decir a través de signos y símbolos. Es de suma importancia familiarizarse con el lenguaje de los signos y de los símbolos en la celebración para adentrarnos así en el misterio celebrado.

Los signos en la celebración están muy bien elegidos en la Iglesia, son signos que valen para todos: tiempo y lugar, para todo estado y edad. Destacan tres grupos de signos en la celebración: los signos corporales, los signos materiales y los signos ornamentales.

Para descubrir el significado de los signos es llevar a cabo una gran tarea de catequesis mistagógicas. Catequesis que en nuestras parroquias no están muy desarrolladas.

Hemos de subrayar la necesidad que tenemos los cristianos de una mayor formación en lo que respecta a la liturgia, pues a veces, se ofrecen alternativas teatralizadas o cambiadas de signos que tienen su contenido ontológico y eclesial o se inventan ritos nuevos, sin preocuparnos por dar a entender el signo original de cómo quiere la Iglesia que se celebre el Misterio Pascual.

Feliz unión a Cristo muerto en la Cruz. Feliz Semana Santa.

Por Juan Pablo Mañueco

(escritor y periodista)

 

 

 

Amo amparo albo aupado altar alado,

María, máxima música mía.

Oh rosa, oh madre del Amparo, oh guía

Amorosa del fiel que se ha acercado.

 

Madre musical, más madre María

Para quien acude a tu amor llegado

Ante Dios más pronto, pues realzado

Rinde en tu amor materno luz más pía.

 

Oro a ti, oh señora, oh obra tan grande

Ante la que el orbe ora en pleitesía.

Lujo y "lumen dei" que lució el día

 

Bañado en luz, cuando la Luz se expande.

Aurora alada, alba, ayuda, amparo, vía

UNIDA A DIOS, por el umbilical y cande

 

parto de la luz que el mundo más demande:

Amor, Amparo, Alba, Alma, Alegría…

 

 

Juan Pablo Mañueco

Del libro:

“Cantil de Cantos VIII. Los poemas místicos”

http://aache.com/tienda/654-cantil-de-cantos-viii.html

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