1.- La conversión es recordar que el Señor nos hizo para sí y que todos los anhelos, expectativas, búsquedas y hasta frenesíes de nuestra vida, sólo descansarán, sólo se plenificarán, cuando volvamos a El.
2.- La conversión es la llamada insistente a asumamos, reconozcamos y purifiquemos nuestras debilidades.
3.- La conversión es ponernos en el camino, con la ternura, la humildad y la sinceridad del hijo pródigo, de rectificar los pequeños o grandes errores y defectos de nuestra vida.
4.- La conversión es entrar en uno mismo y tamizar la propia existencia a la luz del Señor, de su Palabra y de su Iglesia y descubrir todo lo que hay en nosotros de vana ambición, de presunción innecesaria, de limitación y egoísmo…
5.- La conversión es cambiar nuestra mentalidad, llena de eslóganes mundanos, lejana al evangelio, y transformarla por una visión cristiana y sobrenatural de la vida.
6.- La conversión es cortar nuestros caminos de pecado, de materialismo, paganismo, consumismo, sensualismo, secularismo e insolidaridad y emprender el verdadero camino de los hijos de Dios, ligeros de equipaje.
7.- La conversión es examinarnos de amor y encontrar nuestro corazón y nuestras manos más o menos vacías.
8.- La conversión es renunciar a nuestro viejo y acendrado egoísmo, que cierra las puertas a Dios y al prójimo.
9.- La conversión es mirar a Jesucristo -como hizo Teresa de Jesús a su Cristo muy llagado- y contemplar su cuerpo desnudo, sus manos rotas, sus pies atados, su corazón traspasado sentir la necesidad de responder con amor al Amor que no es amado.
10.- Y así, de este modo, la conversión, siempre obra de la misericordia y de la gracia de Dios y del esfuerzo del hombre, será encuentro gozoso, sanante y transformador con Jesucristo.
Por Jesús de las Heras Muela
LIRAS DE LA MISERICORDIA
Salmo 50
Misericordia pido
Señor, por tu bondad únicamente,
quiero ser corregido.
que sea simplemente
tu piedad lo que de Ti experimente.
Límpiame y sé la fuente
que borre mi pecado cometido
contra aquel que igual siente
el daño que ha sufrido
y ahora su absolución me ha ofrecido.
Pues mi culpa examino
cometí aquello que más aborreces,
delito clandestino,
y aquello que me ofreces
clemencia es en que Tú de amor floreces.
A mí me favoreces
para que el gozo y dicha en el camino
en donde tú apareces,
Dios ante quien me inclino
tu hisopo limpie en modo repentino.
Abre este pergamino
de piedad con que culpa desvaneces
y azuza el torbellino
con que al fin estableces
que en la comprensión de todo… amaneces.
Por Juan Pablo Mañueco