Por José Ramón Díaz-Torremocha

(de las Conferencias de San Vicente de Paúl en Guadalajara)

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CARGOS, CARGAS Y SERVICIOS

 

Hablaba en cierta ocasión con uno de mis maestros en las Conferencias, mi consocio Luis, (al que supongo felizmente gozando de la paz del Padre allá en su Reino), le pedía su consejo, sobre como contestar a una llamada que había recibido de un consocio, en la que éste pedía mi voto para alcanzar un servicio determinado, dentro de las Conferencias. Aquella petición, que venía acompañada de persona que quería hacerse muy popular, me dejo un tanto descolocado. Era la primera vez que me ocurría. También fue la primera vez que oí llamar con insistencia “cargo” al servicio al que al parecer aspiraba el consocio. Hasta entonces había oído hablar de servicio, incluso de “cargas” dentro de las Conferencias. Felizmente poco de cargos. Estos, los cargos, no tienen razón de ser en una Comunidad de Fe, Oración y Amor/Acción, como deben ser las Conferencias. Tienen poco sentido en la propia Santa Iglesia, donde el Vicario de Dios, el Santo Padre, se define como “Siervo de los siervos de Dios”

A las Conferencias y desde luego a cualquier institución eclesial y cristiana, se viene a servir a aquellos que sufren y no a disputar “cargos” y “enchufes”, como si fuéramos un Partido político o algo peor. El espíritu de humildad que debe regir nuestra entrega en las Conferencias, como nos recuerda un documento de los años de nuestra fundación y consolidación allá por 1835 del que copio a la letra: “Este mismo espíritu (de humildad) nos debe hacer desear, y hasta ver con júbilo, que los cargos de la Sociedad recaigan en otras personas mejor que en nosotros mismos”. (1)

Recuerdo perfectamente el consejo de mi amigo Luis que he seguido a lo largo de mi vida al pie de la letra: “Por supuesto no votes por él, salvo que creas firmemente en su valía y piedad y aun así………venir a una Institución cristiana a buscar cargos y no cargas…….”

He seguido esa norma a lo largo de mi pequeño servicio a la Santa Iglesia, a todo lo largo de mi vida. No lo he lamentado nunca. Aunque si me ha costado alguna incomprensión. Pero me he resistido siempre a amparar a quien solicitaba “cargos” o los buscaba y con frecuencia de cierto relumbrón. No es que abunden en las Conferencias, gracias a Dios, pero hemos de estar muy atentos como en todas las obras de servicio que son las únicas qué, en mi criterio, deben existir en la Santa Iglesia: servicio al Altar, servicio a los pobres, servicio a la catequesis, servicio siempre servicio. No tiene

Me entusiasman aquellos que “conozco solo de vista” por el humilde servicio que prestan sin aspirar a mayores premios que el que recogerán en su día de la mano del Padre: aquellos anónimos que se ofrecen para las lecturas en las Eucaristías dominicales, los que pasan la cesta de las ofrendas, los que se ocupan de arreglar el altar y dejarlo adecuado para que en él pueda reposar con dignidad el cuerpo y la sangre de Cristo, los que dirigen el Rosario, los que llevan las cuentas de la parroquia, los catequistas, los servidores del coro, de las retrasmisiones para servicio a los enfermos y ancianos, en fin todos aquellos miembros del Pueblo de Dios, que limitan su entrega dentro del anonimato en tantos y tan necesarios pequeños oficios eclesiales.

Cuando veo a estos “pequeños” que no aspiran más que a servir, no puedo evitar acordarme de Mateo cuando nos recuerda: “Lo que habéis recibido gratis, dadlo gratis” (Mateo 10-8)

Con María, siempre a Cristo por María

 

José Ramón Díaz-Torremocha

De las Conferencias de San Vicente

Guadalajara (España)

 

(1)  Prólogo al Reglamento de la Sociedad de San Vicente de Paúl de 1835

 

 

POSITIONS, CHORES AND SERVICES

 

On one occasion, I spoke to one of my teachers in the Conferences, my fellow member Luis, (who is, I suppose, happily enjoying the peace of the Father’s Kingdom). I asked for his advice on how to answer a call I had received from a fellow member asking my vote in order to obtain a particular service within the Conferences. That request from a person who wanted to become very popular, left me somewhat taken aback. It was the first time that this happened to me. It was also the first time I heard someone call insistently “position” the service, to which the fellow member apparently aspired. Until then I had heard service, even "chores" within the Conferences, fortunately scarcely “positions”. These, the positions, have no rationale in a Community of Faith, Prayer, and Love/Action, as the Conferences should be. They make little sense in the Holy Church itself, where the Vicar of God, the Holy Father, defines himself as "Servant of the Servants of God"

One goes to the Conferences, and certainly to any ecclesial and Christian institution, to serve those who suffer and not to dispute “positions" and "personal connections to pull the strings", as if we were a political party or worse. The spirit of humility should govern our dedication in the Conferences, as a document of the years of our foundation and consolidation reminds us back in 1835, from which we quote: "This same spirit (of humility) must make us desire, and even see with joy, that the positions of the Society fall to others rather than to ourselves." (1)

I remember perfectly well the advice of my friend Luis, which I have followed throughout my life to the letter: "Of course do not vote for him, unless you firmly believe in his worth and devotion and yet...... coming to a Christian institution to seek positions and not chores......."

I have followed this norm throughout my small service to the Holy Church, throughout my life. I have never regretted it. Although it has brought me some misunderstanding. However, I have always tried not to support those who requested positions, who had often a certain shine.

I feel full of enthusiasm by the humble service provided by those whom "I know by sight", without aiming for greater prizes other than the one they will receive, in due time, from the Father’s hand. Those anonymous people who volunteer for the readings in the Sunday Eucharist. Those who pass around the collection basket. Those who take care of the altar so that it be worthy of holding the body and blood of Christ. Those who lead the Rosary. Those who keep the accounts of the parish, the catechists, those who collaborate in the choir, in the broadcasting for serving the sick and the elderly, and all those members of God’s People, who offer their dedication within the anonymity in so many necessary small ecclesial tasks.

When I see these "little ones" who aspire only to serve, I cannot help remembering Matthew when he reminds us: "What you have received for free, give it for free" (Matthew 10-8)

With Mary, always toward Christ through Mary

 

José Ramón Díaz-Torremocha

Conferences of Saint Vincent

Guadalajara (Spain)

 

(1)  Prologue to the 1835 Regulations of the Society of St. Vincent de Paul.

 

 

POSTES, CHARGES ET SERVICES

 

À une occasion, je parlais avec l’un de mes professeurs aux Conférences, mon confrère Luis, (que je suppose heureux, en jouissant de la paix dans le Royaume du Père). Je lui demandais conseil sur la façon de répondre à un appel que j’avais reçu d’un confrère qui demandait mon vote pour obtenir un service particulier au sein des Conférences. Cette demande, qui venait d’une personne qui voulait devenir très populaire, me laissa quelque peu déconcerté. C’était la première fois que cela m’arrivait. C’était aussi la première fois que j’entendais instamment appeler « poste » le service que le confrère apparemment souhaitait. Jusqu’alors, j’avais entendu parler de service, même de « charges » au sein des Conférences. Heureusement, rarement de postes. Ces derniers, les postes, n’ont aucune raison d’être dans une Communauté de Foi, de Prière et d’Amour/Action, comme doivent être les Conférences. Ils ont peu de sens dans la Sainte Église elle-même, où le Vicaire de Dieu, le Saint-Père, se définit comme « Serviteur des Serviteurs de Dieu »

On arrive aux Conférences et certainement à toute institution ecclésiale et chrétienne, pour servir ceux qui souffrent et non pas pour disputer les « postes » et les « pistons », comme si nous étions un parti politique ou pire. L’esprit d’humilité doit régir notre dévouement dans les Conférences, comme nous le rappelle un document des années de notre fondation et consolidation en 1835, dont nous citons : « Ce même esprit (d’humilité) doit nous faire souhaiter, et même voir avec joie, que les postes de la Société reviennent à d’autres plutôt qu’à nous-mêmes. » (1)

Je me souviens parfaitement des conseils de mon ami Luis que j’ai suivis tout au long de ma vie à la lettre : « Bien sûr, ne vote pas pour lui, à moins que tu croies fermement en sa valeur et sa pitié et malgré tout ...... venir à une institution chrétienne pour chercher des postes et non des charges .......

J’ai suivi cette norme tout au long de mon mince service à la Sainte Église, tout au long de ma vie. Je ne l’ai jamais regretté. Même si cela m’a coûté quelques incompréhensions. Mais j’ai toujours résisté à soutenir ceux qui demandaient des postes, souvent quelque peu clinquants.

Je suis rempli d’enthousiasme par le humble service prêté par ceux que « je connais de vue », et qui ne visent pas d’autres prix, si ce n’est celui qu’ils recevront, le jour venu, de la main du Père. Ces personnes anonymes qui s’offrent pour les lectures dominicales de l’Eucharistie, ceux qui font circuler le panier des offrandes, ceux qui prennent soin de préparer l’autel afin de pouvoir y mettre dignement le corps et le sang du Christ, ceux qui dirigent le Rosaire, ceux qui tiennent les comptes de la paroisse, les catéchistes, les serviteurs de la chorale, ceux qui font les retransmissions pour le service aux malades et personnes âgées. Enfin, tous ces membres du Peuple de Dieu, qui limitent leur dévouement dans l’anonymat dans tant de petites tâches ecclésiales nécessaires.

Quand je vois ces « petits » qui n’aspirent qu’à servir, je me souviens de Matthieu lorsqu’il nous rappelle : « Ce que vous avez reçu gratuitement, donnez-le gratuitement » (Matthieu 10-8)

Avec Marie, toujours vers le Christ à travers Marie

 

José Ramón Díaz-Torremocha

Conférences de Saint Vincent

Guadalajara (Espagne)

 

(1)  Prologue au Règlement de la Société de Saint Vincent-de-Paul de 1835

 

Agustín Bugeda

(vicario general)

 

 

Cuando se empezó a realizar esta sección de colaboraciones en nuestra página web, el director de la misma me pidió un día concreto del mes para que pudiera escribir, e inmediatamente elegí el día 19 por la relación con San José, debido a la protección y cercanía que siempre experimento de él. Por diversos motivos y sobre todo por la acumulación de ocupaciones, deje de realizar esta colaboración, pero en este año especial de San José siento el impulso y la necesidad de retomar esta sencilla tarea, encomendándome de nuevo a su intersección y a la paciencia de los lectores.

Siguiendo al Papa Francisco en su cata sobre San José, “Patris Corde”, quisiera fijarme en este enero de 2021 en esas personas con las que convivimos cada día y que siempre, pero especialmente en este tiempo de pandemia, han hecho posible, no solamente que nuestra vida fuera más agradable, sino incluso que fuera vida… “ellos están escribiendo hoy los acontecimientos decisivos de nuestra historia: médicos, enfermeros y enfermeras, encargados de reponer los productos en los supermercados, limpiadoras,  cuidadoras, transportistas, fuerzas de seguridad, voluntarios, sacerdotes, religiosas y tantos pero tantos otros que comprendieron que nadie se salva solo” (Papa Francisco). A todos ellos en primer lugar nuestro agradecimiento y nuestra oración por sus personas y necesidades.

Ellos, nosotros, son los “san josés” de nuestro tiempo, custodios de lo más sagrado, encargados de velar por el bien de todos, por ello, les invito y me invito a que vivan con las mismas actitudes de San José.

Una primera actitud sería que lo hagamos todo con la alegría de estar cumpliendo la voluntad de Dios. S. José tuvo que cambiar sus planes cada día y cada momento para ir adaptándose a las novedades de la nueva situación viéndolas en clave providencial. Así hemos de vivir en la sencillez de cada día, las nuevas situaciones que puedan surgir, buscando la voluntad de Dios, para nosotros y para los demás. Este momento de pandemia con tantas necesidades y tantos cambios, hemos de ver esta situación como un reto, una oportunidad para ser fieles a la vocación recibida. Un momento de la historia para volver a comenzar, para mirar a cada persona de forma nueva, con la cercanía y el afecto que solo Dios puede dar en el corazón.

Y hacerlo con valentía, sin miedo. Levantarnos sin miedo, como San Jose, coger a María y a Jesús, y encaminarnos a la nueva tierra, a la nueva oportunidad. Hoy hay tantas periferias, tantos rincones en cada persona que se pueden acompañar, atender. No tener miedo a afrontar cada situación con entrega, con creatividad, con ilusión… sabiendo que todo es posible en manos de Dios, que Él lo hace todo y es posible la esperanza.

Seamos pues extraordinarios en lo ordinario de la vida, hagamos, como San José, de lo sencillo de cada día algo grande. Si lo hacemos cumpliendo la voluntad de Dios seremos felices y santos.

Laura Lara y María Lara

(Profesoras de la UDIMA, Escritoras, Premio Algaba y Académicas de la Academia de la Televisión)

 

 

 

¿Nos estamos volviendo realmente más vulnerables? Se fue 2020 y soñamos con un 2021 donde acabara la pandemia. Llegó 2021 y, no por enfermedad, sino por la nevada, volvimos a estar confinados. Llevábamos décadas en que el avance tecnológico había conquistado esferas de confortabilidad. Sin embargo, al inicio de los años 20 del siglo XXI, deseamos que estos lustros sean realmente felices, más que locos.
 
El temporal ha sido llamado Filomena. Aunque no se trata de un nombre muy habitual, el oírlo nos recuerda la obra "Filomena Marturano", la pieza teatral del napolitano Eduardo De Filippo. Este drama neorrealista fue estrenado en 1946, al finalizar la Segunda Guerra Mundial.  
 

"/El papel ha sido interpretado por Concha Velasco, magnífica actriz con quien las Hermanas Lara hemos tenido el honor de compartir pantalla en Cine de barrio, hablando sobre nuestro "Breviario de Historia de España". 

Y el mapa del tiempo de enero nos conduce a pensar en santa Filomena, un enigmático personaje redescubierto en las catacumbas de Roma en la centuria decimonónica. Filomena significa"Hija de la Luz" y debió de ponerse de moda en aquella época. Porque, curiosamente, cuando el Padre Damián (ya santo) llegó a Molokai construyó una iglesia y la dedicó a santa Filomena.
 
Ella era la patrona de bebés, niños y jóvenes. Él comenzaba a ser el apóstol de los leprosos.
 
El Padre Damián no sabía que fallecería en acto de servicio por su abnegación con los enfermos olvidados, sería enterrado en 1889 al pie del árbol contiguo a ese templo en la isla proscrita, tornada por el imperialismo en el lazareto del mundo. Del 14 de abril de ese año data su última fotografía, en la que José de Veuster aparece irreconocible. ¿Dónde quedó su juventud? ¿Mereció la pena? Stevenson, Tolstoi y Gandhi lo admiraron. Y el 1 de diciembre de 2005 fue declarado como el "belga más universal".
 
El 31 de diciembre de 2020, de forma previa a las campanadas, Nacho Cano interpretaba al piano uno de sus temas para que la Puerta del Sol no se viera sola. Las fuentes aseguraban que no recibía remuneración alguna. Unos medios lo captaron, para otros la actuación pasó casi desapercibida.
 
Y, después de la cena, hablando con Laura, me decía: "Es que esto no se hace por dinero, se hace por algo que va más allá". Resultó que, en los días siguientes, se dio a conocer que llevaba el crucifijo de uno de los confesores que habían estado luchando en primera fila durante la pandemia.
 
La trascendencia de los hechos se acompaña hoy de otra acepción de ese sustantivo. Desde la meteorología a la medicina pasando por la pedagogía, vivimos una coyuntura compleja en que prácticamente cada paso individual conforma un trascender metafísico no sólo para la aldea, sino para el planeta.
 

 

Por Gregoria Aguirre

(delegada de Catequesis e Infancia)

 

 

"/Queridos amigos catequistas y sacerdotes, desde el equipo de la Delegación de Infancia y Catequesis venimos pensando que, igual que se celebran días especiales, de la madre, del padre, de la mujer trabajadora, de los abuelos, profesores, monaguillos, sacerdotes y un largo etc... ¿por qué no celebrar el día del catequista?

Por este motivo hemos pensado en unirnos a lo que hacen ya en otras diócesis y celebrar el “Día del Catequista” el día 27 de enero, fiesta de San Enrique de Ossó, patrón de los catequistas españoles, sacerdote, catequista y pedagogo, fundó la Compañía de Santa Teresa y se destacó en la formación de niños y jóvenes.

Proponemos que se celebre para agradecer la tarea evangelizadora, a veces tan ardua y difícil, otras tan gratificante. Puede ser un momento de gracia para pedirle al Señor que “envíe obreros a su mies”. Y además en este año, en medio de las dificultades que la pandemia está creando también a la tarea de la catequesis, podemos encomendarnos a San Enrique para seguir con ánimo nuestra tarea, que interceda por nuestras necesidades y para que desde ahora y bajo su protección podamos vivir de una manera agradecida nuestra vocación de ser testigos del Señor para niños, jóvenes y adultos a través de la catequesis.

Desde la Delegación impulsamos esta fiesta y os animamos a que lo celebréis en vuestra parroquia, de una manera sencilla pero gozosa en la fe el día 27 de enero o en otra fecha cercana.

Somos conscientes de que San Enrique no es muy conocido entre nosotros por lo que ofrecemos algunas pistas sobre su vida y su obra...

  • Reseña biográfica:

https://www.aciprensa.com/santos/santo.php?id=628http://es.catholic.net/op/articulos/34731/enrique-de-oss-y-cervell-santo.html

  • Frases de San Enrique:

       https://www.youtube.com/watch?v=CGep8ixaXFs

 

Oración de San Enrique de Ossó

 

Quiero conducir a tu presencia, Jesús,

a los que me has dado,

para que les hables al corazón,

les enamores de tu persona

y los cautives en tu amor.

Son la mayor parte corazones jóvenes,

que no pueden vivir sin amar.

Descúbreles quién eres, muéstrales tu rostro,

suene tu voz en lo más secreto de su espíritu.

Viniste al mundo, Jesús,

para meter fuego en la tierra de nuestros corazones

y no deseas otra cosa, sino que ardan en tu amor.

Éste es también mi deseo, y por eso te pido,

que me des, como a Pablo,

el evangelizar a todo el mundo

las insondables riquezas de tu amor. Amén.

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