CÁRITAS DIOCESANA SIGÜENZA-GUADALAJARA

 

Qué es Cáritas

Cáritas Diocesana Sigüenza-Guadalajara tiene por objeto la realización de la acción caritativa y social de la Iglesia en la diócesis, así como promover, coordinar e instrumentar la comunicación cristiana de bienes en todas sus formas y ayudar a la promoción humana y al desarrollo integral de todas las personas.

Su principal objetivo es dar respuesta a las realidades de pobreza y exclusión social a través de la denuncia social, la sensibilización y la lucha contra la pobreza, favoreciendo el desarrollo integral de todas las personas.

La red de Caritas en la diócesis de Sigüenza-Guadalajara está constituida por Cáritas Diocesana y Cáritas Parroquiales y Arciprestales distribuidas territorialmente en siete arciprestazgos, es misión esencial de Cáritas mantener permanente y vivo el compromiso personal y comunitario con los empobrecidos, como contribución a la realización de la misión de la Iglesia a través de las comunidades parroquiales. Los datos de la última memoria de Cáritas muestran que se atendieron a más de 6.500 personas.

Gracias al compromiso gratuito de 574 voluntarios, las acciones de Caritas son un signo de esperanza y transformación para construir una sociedad más justa.

 

 

Casa Nazaret sabe a familia, hogar, acogida, cercanía, afecto... y esto es lo que la Iglesia Diocesana ofrece a través de este recinto a todo el que se acerca, al que quiere compartir, a quien precisa atención o ayuda, a quien es capaz de dar y recibir...

Los diversos servicios sociales y caritativos que se prestan son por y para las personas a través de un mutuo enriquecimiento.

El continuo ir y venir, entrar y salir de tantas personas de cada día en este lugar nos indica y enseña cómo las vidas se entrecruzan y se entrelazan y  llevándonos al conocimiento y a la amistad  nos acercan al ideal cristiano de la fraternidad evangélica.

 


Vicario de Pastoral Social:
Braulio Carlés Barriopedro

Equipo:

Mª Lourdes López García (Delegada)

Mª José Bustos Garrido (Directora)

Belinda Rodríguez Calderón (Secretario General)

Miguel Ángel Calvo Blázquez (Administrador)

Dª Verónica Renales Romo (Coordinadora de Desarrollo Estratégico)

Alberto Carlés Barriopedro (Gerente)

Clarice María Barp (Coordinadora de Programas)

 

SERVICIOS   ASISTENCIALES

Centros para Personas sin Hogar

Centro de Atención residencial Betania

Dña María Aguilera Mora

Dirección: Centro Diocesano de Acción Social

Avda Venezuela, 9

Teléfonos: 949 216018  /  608318237

19005-GUADALAJARA

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DELEGACIÓN DIOCESANA DE MEDIOS DE COMUNICACIÓN SOCIAL

 

 

Delegado: Álvaro Ruiz Langa

 

Equipo:

Mercedes Castellano Fernández

Abel Cebrián

Jesús de las Heras Muela

Javier Bravo González

 

Casa Diocesana c/ Salazaras, 3

19005 Guadalajara

Teléfono: 949 21 99 89

Fax: 949 21 02 86

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La Delegación diocesana de Medios de Comunicación Social tiene, en la actualidad, función comunicadora más que pastoral. Sus acciones no buscan objetivos pastorales con un sector u otro, que es lo característico de las otras delegaciones, sino que se orientan a difundir informaciones de la vida diocesana, de las comunidades y parroquias, de las personas y de las instituciones. Es, por tanto, una delegación más de servicios que de actividades pastorales. La comunicación de informaciones diocesanas fluye por los siguientes canales:

 

1.- Boletín semanal para los medios de la provincia. Con una media de seis noticias diocesanas y la carta de don Atilano. Enviado por internet todas las semanas del año a una treintena de direcciones (periódicos, radios, televisiones y digitales).

 

2.- Programas de COPE: Iglesia Noticia y el Espejo. El Espejo, todos viernes salvo agosto y mitad de septiembre. El informativo Iglesia Noticia, todos los domingos del año.

 

3.- Informativos en Radio María. Dos espacios de cinco minutos a la semana. Uno de carácter local y el otro de rango regional.

 

4.- Colaboración con los medios diocesanos. Con El Eco y el Boletín, con la asiduidad de estos años: proporcionando noticias y colaboraciones literarias. En otra medida con el portal digital de la Diócesis.

 

5.- Colaboración con vicarías, delegaciones, comunidades religiosas, movimientos, parroquias y arciprestazgos. En todos los casos que se ha pedido, enviando información ordinaria y notas de prensa específicas, facilitando acceso a medios, colaborando con otras acciones de difusión y de contactos: por ejemplo, las beatificaciones de Tarragona, las campañas misioneras, las convocatorias mayores de Juventud, los actos de la Misión Arciprestal de Guadalajara...

 

6.- Gestión de entrevistas y consultas de periodistas particulares. Cada vez que un periodista o un medio ha pedido un contacto, unos datos, una fuente informativa.

Durante las celebraciones del Triduo Pascual hemos meditado un año más los misterios de la pasión, muerte y resurrección de Nuestro Señor Jesucristo. Junto a la cruz de Jesús hemos contemplado y admirado a la Santísima Virgen con el alma traspasada de dolor por la muerte violenta de su Hijo. Acompañada por el discípulo amado y por las piadosas mujeres, la llena de gracia permanece firme en la fe y confiada en el cumplimiento de las promesas del Padre.

 

Desde lo alto de la cruz, María escucha y guarda en lo profundo de su corazón la última recomendación de Jesús: “Mujer, ahí tienes a tu hijo” (Jn 19, 26). De este modo, la que había permanecido íntimamente unida a Jesús a la largo de su peregrinación por este mundo, se convierte a partir de aquel instante en la Madre de sus discípulos, al acoger su última súplica junto a la cruz.

 

Elegida por Dios desde toda la eternidad para llevar a cabo la incomparable misión de engendrar en su seno al Verbo eterno del Padre para la vida terrena, al pie de la cruz permanece en comunión con su Hijo, que lleva a término la obra de la redención de todos los hombres. Con su “sí” junto a la cruz, la Santísima Virgen extiende el ejercicio de su maternidad a toda la Iglesia. Se convierte en la Madre espiritual de todos los hombres, al aceptar el encargo de su Hijo de cuidar maternalmente del discípulo amado, en quien todos estábamos representados.

 

Esta función maternal María comienza a realizarla desde los primeros pasos de la Iglesia, acompañando a los apóstoles de su Hijo que se preparaban para recibir el  Espíritu Santo y para salir en misión hasta los confines de la tierra, cumpliendo así el mandato del Maestro (cfr. Act 1, 13-14). Como Madre buena, les enseña a orar, a poner la confianza en la providencia divina y a abrir la mente y el corazón a la acción purificadora y transformadora del Espíritu Santo.

 

A lo largo de la historia de la Iglesia constatamos admirados cómo María acoge bajo su protección a hombres y mujeres de toda lengua, raza y cultura para llevarlos a Cristo. En todos los rincones de la tierra, millones de personas acuden a Ella con total confianza para presentarle su dolor, para exponerle sus esperanzas, para impetrar su protección maternal. Iluminados por el testimonio de la Madre, muchos creyentes han descubierto la necesidad de abrir el corazón desde las pequeñas esperanzas de cada día a la  gran Esperanza, que da plenitud de sentido a la vida y puede colmar la existencia humana de una alegría profunda e indestructible.

 

Contemplando el testimonio filial de tantos hijos de la Iglesia que, a lo largo de los siglos, han invocado la especial protección y amparo de la Santísima Virgen en sus oraciones personales y comunitarias, el papa Pablo VI, después de escuchar a los padres conciliares, el día 21 de noviembre de 1964, durante la celebración del Concilio Vaticano II, proclamaba solemnemente a María con el título de Madre de la Iglesia.

 

Entre los padres conciliares que pidieron el reconocimiento explícito de este título mariano se encontraba Don Laureano Castán Lacoma, obispo de Sigüenza-Guadalajara en aquel momento. Al regresar a la diócesis, no dudó en apoyar la iniciativa de los Movimientos de Acción Católica que le habían propuesto la posibilidad de llevar a cabo una peregrinación de toda la diócesis al Santuario de Nuestra Señora de la Salud de Barbatona. Esta iniciativa, además de agradecer al Santo Padre la concesión del nuevo título mariano a la Virgen, pretendía estrechar los vínculos de la comunión eclesial entre todos los diocesanos tras la reestructuración de la diócesis y estimular la verdadera devoción a la Virgen, presentándole los proyectos para la renovación espiritual de todo el pueblo cristiano.

 

Desde aquel 9 de mayo de 1965, fecha de la primera peregrinación a Barbatona, miles de peregrinos venidos de todos los pueblos de la diócesis y de las diócesis vecinas han participado con profunda devoción en la tradicional “marcha” a la casa de la Madre, haciendo verdad cada año el lema de la primera peregrinación: “Aclamar a María, Madre de la Iglesia. Darle el gozo de la gracia en nuestro corazón de hijos”.

 

Cuando estamos a punto de finalizar el cincuenta aniversario de estas peregrinaciones, después de escuchar a los distintos organismos de la diócesis, he considerado oportuno convocar a todos los diocesanos a peregrinar  un año más al encuentro de la Madre. En esta ocasión, además de la tradicional peregrinación que tendrá lugar el día 10 de mayo con el rezo del Santo Rosario y la celebración de la Eucaristía en la explanada del Santuario, la Comisión organizadora de los actos ha dispuesto también la realización de distintos momentos de oración, de convivencia fraterna, de experiencia evangelizadora y de celebración festiva en la ciudad de Sigüenza el día anterior. A todas las parroquias, movimientos y asociaciones llegará información detallada de estas celebraciones.

 

Con el fin de favorecer la participación de todos los diocesanos en la peregrinación, invito a los sacerdotes a que supriman las celebraciones de la Santa Misa en las parroquias durante la mañana del día 10 de mayo, avisando previamente a los fieles. De este modo, como ocurrió en la primera “marcha”, quienes así lo deseen podrán participar en las celebraciones de la Santa Misa que tendrán lugar en Barbatona o en las respectivas parroquias el sábado o el domingo por la tarde.

 

En esta ocasión, al mismo tiempo que agradecemos a Jesucristo el habernos regalado a su Madre como Madre nuestra, pretendemos que el encuentro oracional y gozoso con la Santísima Virgen nos ayude a crecer en la comunión fraterna, a experimentar la infinita misericordia de Dios y a seguir impulsando con nuevo ardor apostólico los objetivos pastorales propuestos en nuestro Plan Pastoral  para los próximos años.

 

María, la Madre de Jesucristo, el Evangelio viviente, no quiere nada para sí. Ella nos orienta siempre al encuentro de su Hijo, el único Salvador de los hombres, para que le dejemos hacer en nosotros y en el mundo. Con su testimonio de fe, nos enseña a vivir en la contemplación del misterio de Jesucristo, a proclamar la salvación de Dios a todos los hombres y a salir con prontitud de nosotros mismos para ir al encuentro de los hermanos, concretando así nuestra condición de discípulos misioneros.

 

En medio de las fatigas y cansancios del camino, la contemplación de la fe de María nos ayuda a no dejarnos vencer por el fatalismo, sino a buscar en todo momento la voluntad del Padre celestial con la profunda convicción de que lo único que Él quiere es el amor, la felicidad y la vida de sus hijos. Cuando pretendemos afirmar nuestra voluntad y nuestros proyectos ante Dios, considerándolos buenos y razonables, María nos enseña a presentárselos a Él y a dejarle hacer, asumiendo siempre el mandamiento del amor.

 

En la celebración de la Eucaristía, Jesucristo, el Hijo de Dios, nacido de María, muerto y resucitado por la salvación del mundo, se nos da como alimento de vida eterna. Bajo las especies del pan y del vino, el Señor se hace real y verdaderamente presente sobre el altar y viene a nosotros para enseñarnos a amarle a Él y a los hermanos como lo amó la Santísima Virgen en cada instante de la vida.

 

A partir de esta experiencia del amor de Dios, podremos mostrarlo y ofrecerlo a los hermanos, como María lo llevó a su prima Isabel y a los jóvenes esposos de Cana  de Galilea, suscitando en ellos alegría y gozo. Como templos del Espíritu, presentemos al Señor nuestros cuerpos y nuestra disponibilidad para que a través de nuestro testimonio su amor llegue a todos los hombres y mujeres de la tierra, especialmente a los más pobres y necesitados.

 

Contemplando el testimonio de fe, esperanza y caridad de la Santísima Virgen, pidámosle confiadamente que nos ayude a evitar el mal y hacer el bien, a no desanimarnos ante las dificultades del camino y a crecer en la fraternidad. De este modo, unidos en un mismo bautismo y en la confesión de un solo Señor, podremos mostrar cada día el verdadero rostro de la Iglesia estaremos poniendo los medios para  la construcción de un mundo más justo, pacífico y solidario.

 

La celebración del cincuenta aniversario de las peregrinaciones a Barbatona tiene que movernos a invocar de un modo especial la intercesión maternal de la Santísima Virgen sobre toda la diócesis y sobre los cristianos perseguidos en distintos rincones del mundo por dar testimonio de su fe. Este año no ha de faltar nuestra súplica confiada por los miembros de la vida consagrada, por las vocaciones a la vida sacerdotal y religiosa, así como por aquellas situaciones personales o sociales, a las que sólo la gracia de Dios puede llevar paz, verdad, justicia, consuelo y esperanza.

 

En comunión con el papa Francisco, que acaba de invitarnos a la celebración de un Año Jubilar para profundizar en el conocimiento y en la vivencia de la misericordia divina, oremos a María con confianza y esperanza:

 

“Tú, llena de la presencia de Cristo,

llevaste la alegría a Juan el Bautista,

haciéndolo exultar en el seno de su madre.

Tú, estremecida de gozo,

cantaste las maravillas del Señor.

Tú, que estuviste plantada ante la cruz

con una fe inquebrantable

y recibiste el alegre consuelo de la resurrección,

recogiste a los discípulos en la espera del Espíritu

para que naciera la Iglesia evangelizadora.

 

Consíguenos ahora un nuevo ardor de resucitados

para llevar a todos el Evangelio de la vida

que vence a la muerte.

Danos la santa audacia de buscar nuevos caminos

para que llegue a todos

el don de la belleza que no se acaba”.

 

Con mi sincero afecto y bendición

 

Atilano Rodríguez Martínez, obispo de Sigüenza-Guadalajara

 

 

PROGRAMA DE ACTIVIDADES

                                        

Sábado, día 9 de mayo: Preparación y evangelización

 

Actividades de la mañana:

 

11,30 h.:  Acogida y Oración en el atrio de la Catedral.

12, 00 h.: Tiempo de “misión” por distintos lugares de Sigüenza, creando “plazas ambientes” de diverso índole, juegos para niños, acompañamiento de ancianos, oración ante la Virgen y visita a las casas.

13,45 h.: Oración a María en el atrio de la Catedral.

14,30 h.: Comida en la Alameda, compartiendo lo que ha traído cada uno.

 

Actividades de la tarde:

16,30 h.: Festival Vocacional en el Atrio de la Catedral. Al terminar, se tomará un refresco.

19,00 h.: Visitas culturales y guiadas en varios grupos a Catedral, Museo y San Vicente con su barrio. También tiempo para “Café con sentido” y tiempo de oración.

21,00 h.: Cena en el Colegio Sagrada Familia.

22,00 h.: Gincana por Sigüenza.

23,00 h.: Descanso cada uno en el lugar asignado.

 

Domingo, día 10 de mayo: Celebración de la Marcha

 

9,00 h.: Comienzo de la Marcha, preparada especialmente este año con textos y plegarias.

11,00 h.: Celebración de la Eucaristía en la explanada. Hacen ofrenda los diez Arciprestazgos de la diócesis, Salesianos, Monjas Carmelitas de Iriépal, Acción Católica, Hermanitas de los Ancianos Desamparados y Delegación d. de Pastoral de la Salud.

14,00 h.: Tiempo de adoración guiada en la Parroquia de Barbatona.

 

* Durante la marcha y la celebración habrá confesores disponibles.

* Durante toda la jornada se realizará una “feria de carismas” en Barbatona

 

         

 

 

 

 

 

 

Queridos catecúmenos:
 
Este momento conclusivo del Año de la Fe os ve aquí reunidos, con vuestros catequistas y familiares, en representación también de tantos otros hombres y mujeres que están realizando, en varias partes del mundo, vuestro mismo itinerario de fe. Espiritualmente estamos todos relacionados en este momento.
 
Venís de muchos países distintos, de tradiciones culturales y experiencias diferentes. Y sin embargo, esta tarde sentimos que tenemos entre nosotros muchas cosas en común. Sobre todo, tenemos una: el deseo de Dios. Este deseo es evocado por las palabras del Salmista: “Como la cierva anhela corrientes de agua, así mi alma te anhela a ti, oh Dios. Mi alma tiene sed de Dios, del Dios vivo: ¿cuándo veré su rostro?” (Sal 42,2-3).

¡Qué importante es mantener vivo este deseo, ente anhelo de encontrar al Señor y hacer experiencia de Él, hacer experiencia de su amor, hacer experiencia de su misericordia! Si faltara la sed del Dios vivo, la fe corre el riesgo de convertirse en una costumbre, corre el riesgo de apagarse, como un fuego que no es reavivado; corre el riesgo de convertirse en rancia, sin sentido.
 
El relato del Evangelio (cf. Jn 1,35-42) nos muestra a Juan Bautista que indica a Jesús a sus discípulos como el Cordero de Dios. Dos de ellos siguen al Maestro, y después, a su vez, se convierten en "mediadores" que permiten a otros encontrar al Señor y seguirle.

Hay tres momentos en este relato que recuerdan la experiencia del catecumenado. En primer lugar, está la escucha. Los dos discípulos han escuchado el testimonio del Bautista. También vosotros, queridos catecúmenos, habéis escuchado a aquellos que os han hablado de Jesús y os han propuesto seguirle, convirtiéndoos en sus discípulos por medio del Bautismo. En el tumulto de tantas voces que resuenan alrededor nuestro y dentro de nosotros, vosotros habéis escuchado y acogido la voz que os señalaba a Jesús como el único que puede dar pleno sentido a vuestra vida.
 
El segundo momento es el encuentro. Los dos discípulos encuentran al Maestro y se quedan con Él. Tras haberlo encontrado, advierten en seguida algo nuevo en su corazón: la exigencia de transmitir su alegría también a los demás, para que también ellos puedan encontrarle. Andrés, de hecho, encuentra a su hermano Simón y le lleva a Jesús. ¡Cuánto bien nos hace contemplar esta escena! Nos recuerda que Dios no nos creado para estar solos, encerrados en nosotros mismos, sino para poder encontrarlo a Él y para abrirnos al encuentro con los demás.

Dios primero viene hacia cada uno de nosotros en primer lugar; ¡y esto es maravilloso! ¡Él viene a nuestro encuentro! En la Biblia Dios aparece siempre como el que toma la iniciativa del encuentro con el hombre: es Él el que busca al hombre, y normalmente lo busca mientras el hombre hace experiencia amarga y trágica de traicionar a Dios y de huir de Él. Dios no espera a que lo busque: lo busca rápidamente. ¡Es un buscador paciente nuestro Padre! Él nos precede y nos espera siempre. No para de esperarnos, no se aleja de nosotros, sino que tiene la paciencia de esperar el momento favorable del encuentro con cada uno de nosotros.
 
Y cuando se da el encuentro, no es nunca un encuentro apresurado, porque Dios desea permanecer de forma duradera con nosotros para apoyarnos, para consolarnos, para darnos su alegría. Dios se apresura para encontrarnos, pero nunca se apresura para dejarnos: permanece con nosotros.
 
Como nosotros lo anhelamos a Él y lo deseamos, así también Él tiene el deseo de estar con nosotros, porque nosotros pertenecemos a Él, somos “cosa” suya, somos sus criaturas. También Él, podemos decir, tiene sed de nosotros, de encontrarnos. Nuestro Dios está sediento de nosotros; este es el corazón de Dios. Es bonito escuchar esto.
 
El último fragmento del relato es caminar. Los dos discípulos caminan hacia Jesús y después caminan un tramo junto a Él. Es una enseñanza importante para todos nosotros. La fe es un camino con Jesús. Recordad siempre esto. La fe es caminar con Jesús. Es un camino que dura toda la vida. El final existe. Cierto, en algunos momentos de este camino nos sentimos cansados y confusos. La fe, sin embargo, nos da la certeza de la presencia constante de Jesús en toda situación, también en la más dolorosa o difícil de entender.
 
Estamos llamados a caminar para entrar cada vez más dentro del misterio del amor de Dios, que nos sobrepasa y nos permite vivir con serenidad y esperanza.
 
Queridos catecúmenos, hoy vosotros iniciáis el camino del catecumenado. Espero que lo recorráis con alegría, seguros del apoyo de toda la Iglesia, que os mira con mucha confianza.
 
María, la discípula perfecta, os acompaña: ¡es bello sentirla como nuestra Madre en la fe! Os invito a custodiar el entusiasmo del primer momento que os ha hecho abrir los ojos a la luz de la fe; a recordar, como el discípulo amado, el día, la hora en la que por primera vez os quedasteis con Jesús, habéis sentido su mirada sobre vosotros. No olvidéis nunca esta mirada de Jesús, sobre ti. No olvidéis nunca esta mirada, es una mirada de amor. Y así estaréis seguros del amor fiel del Señor. Él es fiel, estad seguros. Él no os traicionará nunca.

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