Queridos catecúmenos:
 
Este momento conclusivo del Año de la Fe os ve aquí reunidos, con vuestros catequistas y familiares, en representación también de tantos otros hombres y mujeres que están realizando, en varias partes del mundo, vuestro mismo itinerario de fe. Espiritualmente estamos todos relacionados en este momento.
 
Venís de muchos países distintos, de tradiciones culturales y experiencias diferentes. Y sin embargo, esta tarde sentimos que tenemos entre nosotros muchas cosas en común. Sobre todo, tenemos una: el deseo de Dios. Este deseo es evocado por las palabras del Salmista: “Como la cierva anhela corrientes de agua, así mi alma te anhela a ti, oh Dios. Mi alma tiene sed de Dios, del Dios vivo: ¿cuándo veré su rostro?” (Sal 42,2-3).

¡Qué importante es mantener vivo este deseo, ente anhelo de encontrar al Señor y hacer experiencia de Él, hacer experiencia de su amor, hacer experiencia de su misericordia! Si faltara la sed del Dios vivo, la fe corre el riesgo de convertirse en una costumbre, corre el riesgo de apagarse, como un fuego que no es reavivado; corre el riesgo de convertirse en rancia, sin sentido.
 
El relato del Evangelio (cf. Jn 1,35-42) nos muestra a Juan Bautista que indica a Jesús a sus discípulos como el Cordero de Dios. Dos de ellos siguen al Maestro, y después, a su vez, se convierten en "mediadores" que permiten a otros encontrar al Señor y seguirle.

Hay tres momentos en este relato que recuerdan la experiencia del catecumenado. En primer lugar, está la escucha. Los dos discípulos han escuchado el testimonio del Bautista. También vosotros, queridos catecúmenos, habéis escuchado a aquellos que os han hablado de Jesús y os han propuesto seguirle, convirtiéndoos en sus discípulos por medio del Bautismo. En el tumulto de tantas voces que resuenan alrededor nuestro y dentro de nosotros, vosotros habéis escuchado y acogido la voz que os señalaba a Jesús como el único que puede dar pleno sentido a vuestra vida.
 
El segundo momento es el encuentro. Los dos discípulos encuentran al Maestro y se quedan con Él. Tras haberlo encontrado, advierten en seguida algo nuevo en su corazón: la exigencia de transmitir su alegría también a los demás, para que también ellos puedan encontrarle. Andrés, de hecho, encuentra a su hermano Simón y le lleva a Jesús. ¡Cuánto bien nos hace contemplar esta escena! Nos recuerda que Dios no nos creado para estar solos, encerrados en nosotros mismos, sino para poder encontrarlo a Él y para abrirnos al encuentro con los demás.

Dios primero viene hacia cada uno de nosotros en primer lugar; ¡y esto es maravilloso! ¡Él viene a nuestro encuentro! En la Biblia Dios aparece siempre como el que toma la iniciativa del encuentro con el hombre: es Él el que busca al hombre, y normalmente lo busca mientras el hombre hace experiencia amarga y trágica de traicionar a Dios y de huir de Él. Dios no espera a que lo busque: lo busca rápidamente. ¡Es un buscador paciente nuestro Padre! Él nos precede y nos espera siempre. No para de esperarnos, no se aleja de nosotros, sino que tiene la paciencia de esperar el momento favorable del encuentro con cada uno de nosotros.
 
Y cuando se da el encuentro, no es nunca un encuentro apresurado, porque Dios desea permanecer de forma duradera con nosotros para apoyarnos, para consolarnos, para darnos su alegría. Dios se apresura para encontrarnos, pero nunca se apresura para dejarnos: permanece con nosotros.
 
Como nosotros lo anhelamos a Él y lo deseamos, así también Él tiene el deseo de estar con nosotros, porque nosotros pertenecemos a Él, somos “cosa” suya, somos sus criaturas. También Él, podemos decir, tiene sed de nosotros, de encontrarnos. Nuestro Dios está sediento de nosotros; este es el corazón de Dios. Es bonito escuchar esto.
 
El último fragmento del relato es caminar. Los dos discípulos caminan hacia Jesús y después caminan un tramo junto a Él. Es una enseñanza importante para todos nosotros. La fe es un camino con Jesús. Recordad siempre esto. La fe es caminar con Jesús. Es un camino que dura toda la vida. El final existe. Cierto, en algunos momentos de este camino nos sentimos cansados y confusos. La fe, sin embargo, nos da la certeza de la presencia constante de Jesús en toda situación, también en la más dolorosa o difícil de entender.
 
Estamos llamados a caminar para entrar cada vez más dentro del misterio del amor de Dios, que nos sobrepasa y nos permite vivir con serenidad y esperanza.
 
Queridos catecúmenos, hoy vosotros iniciáis el camino del catecumenado. Espero que lo recorráis con alegría, seguros del apoyo de toda la Iglesia, que os mira con mucha confianza.
 
María, la discípula perfecta, os acompaña: ¡es bello sentirla como nuestra Madre en la fe! Os invito a custodiar el entusiasmo del primer momento que os ha hecho abrir los ojos a la luz de la fe; a recordar, como el discípulo amado, el día, la hora en la que por primera vez os quedasteis con Jesús, habéis sentido su mirada sobre vosotros. No olvidéis nunca esta mirada de Jesús, sobre ti. No olvidéis nunca esta mirada, es una mirada de amor. Y así estaréis seguros del amor fiel del Señor. Él es fiel, estad seguros. Él no os traicionará nunca.

El Catecumenado, como institución diocesana que depende directamente de la misión del Obispo, se convierte en el proceso ordinario para aquellas personas, ya sean adultas, jóvenes o niños en edad catequética o escolar, que piden el Bautismo.

Para informar, orientar, acompañar y llevar a cabo todo el itinerario catequético-litúrgico, existe el departamento Diocesano para el Catecumenado, que está al servicio de los sacerdotes y las personas que acompañan a los que piden el Bautismo.

La breve experiencia del Catecumenado en nuestra diócesis, nos dice que verdaderamente es un don de Dios para las comunidades diocesanas y parroquiales, acoger con generosidad esta nueva oportunidad que el Señor y la Iglesia nos ofrece a través del Catecumenado.

El camino a recorrer ante la petición del Bautismo, por parte de jóvenes y adultos es el siguiente:

  1. Petición del Bautismo al sacerdote de la parroquia, que acoge la petición.
  2. Contactar con el delegado de catequesis, el cual, de acuerdo con el sacerdote, propone el proceso a seguir.
  3. El proceso catequético-litúrgico y la celebración de los sacramentos de la Iniciación Cristiana tienen lugar en el grupo diocesano o en la propia parroquia.
  4. El retiro de preparación al rito de Elección, el mismo rito de Elección y la clausura del proceso catecumenal son momentos comunes a todos los catecúmenos neófitos de la diócesis.
  1. ¿QUÉ ES EL "DESPERTAR RELIGIOSO"?

            El despertar religioso es la primera experiencia de apertura a la trascendencia. Es la relación inicial con Dios y su mundo que el niño desarrolla en la primera etapa de su vida al descubrirse a sí mismo, a quienes le aman y al mundo que le rodea. El despertar religioso pretende dar a luz, desentrañar en el niño la disposición natural de abrirse a la trascendencia y establecer relación con Dios.

            Este amanecer religioso del niño se sustenta básicamente en el compartir con sus padres una experiencia de la vida que se fundamenta en Dios y se apoya en Él con confianza.

 

  1. DESPERTAR EL TECLADO

            Podemos comparar a la persona humana con un teclado musical de diversas escalas, que nos permiten hacer sonar las notas más profundas y las más agudas de la vida. En ese teclado se encuentran escondidas, como adormecidas, las mejores melodías; es cuestión de despertarlas, de sacarlas a la luz, pulsando convenientemente y a su tiempo las teclas debidas.

            El niño nace con todas sus capacidades y aptitudes, pero es preciso despertarlas y desarrollarlas plena y armónicamente. Ésa es la tarea de la educación. El niño despierta sus capacidades en la medida en que estimulado para que salgan a relucir sus capacidades sensitivas, emocionales, intelectuales. En los primeros años es posible despertar esas facultades; alrededor de los 2-3 años los padres pueden ayudarles a tener sus propias experiencias. Despertar la sensibilidad hace posible tener experiencias; a su vez, las experiencias ensanchan la sensibilidad. La labor educativa ayuda al niño y a la niña a descubrir el sentido de esas experiencias. Ese descubrimiento no se realiza por vía de razonamiento, sino por una especie de comunicación implícita de sentido que los niños perciben en las personas que les quieren, en especial sus padres.

            En el teclado del niño o de la niña no se puede interpretar una complicada sinfonía, pero sí se puede hacer sonar cada tecla con su sonido específico. La melodía "Dios" no es algo añadido y extraño a ese teclado; es, más bien, su soporte profundo. Es el nivel más hondo, que tiene que ver con un valor último, absoluto que envuelve toda nuestra realidad. Es el estrato correspondiente a la fe. Es ahí donde la realidad y el descubrimiento de su sentido son puestos en referencia al Dios de Jesucristo.

            Alrededor de los 3-4 años se despierta en el niño el interés por lo religioso. Es el momento en el que Dios pasa a ser alguien con quien los niños pueden tener relación real.

            La madurez de la vida cristiana comporta la capacidad de crear acordes en el seguimiento de Jesús, la coherencia de sentimientos, actitudes y comportamientos plurales en armonía con el evangelio del Reino. Los niños tienen que ser ayudados y entrenados para sacar de sí mismos melodías sencillas, interpretadas nota a nota. Tiempo habrá para un despliegue progresivo, a lo largo de la experiencia humana y religiosa, de todas las posibilidades que anidan en el corazón del creyente.

            En los niños hay que ir creando una sensibilidad religiosa fundamental que favorezca el nacimiento de la fe.

 

  1. RELIGIOSIDAD Y FE

            No hay fe sin la adhesión de todo el hombre al misterio de Dios que le sale al encuentro, se revela y autoentrega. La fe es don de Dios.

  1. El despertar religioso no produce la fe. Pero la fe se da en un contexto humano concreto de cada persona que ha desarrollado unas determinadas capacidades y aptitudes humanas que son como la base de la fe. La fe necesita un soporte: la religiosidad, que se entiende como "el conjunto de ideas, sentimientos y actitudes que unen, vinculan, religan al hombre con lo transcendente.
  2. La religiosidad se educa formando los modos de pensar, los modos de querer y los modos de sentir de las personas concretas.

 

  1. LA FAMILIA, EL MEJOR ESCENARIO PARA EL DESPERTAR RELIGIOSO

            El despertar religioso se sitúa en el desarrollo incipiente de la humanización del niño; se inscribe en el proceso de socialización por el cual el niño se hace persona y se integra en la sociedad.

            El principal agente y responsable del despertar religioso del niño es la familia cristiana; y, dentro de ella, los padres en el ejercicio de su paternidad plena. Los padres son símbolo revelador de Dios, de su presencia amorosa, de su ternura, de su paternidad.

            El lugar natural el despertar religioso del niño de 0-6 años es la familia. Es ahí donde el niño y la niña se van acostumbrando a considerar a Dios Padre como Alguien de casa. El niño percibe que Dios está presente de alguna manera en su propia vida, como lo está en la de sus padres, abuelos, hermanos…

            «El testimonio de vida cristiana, ofrecido por los padres en el seno de la familia, llega a los niños envuelto en el cariño y el respeto materno y paterno. Los hijos perciben y viven gozosamente la cercanía de Dios y de Jesús que los padres manifiestan, hasta tal punto que esta primera experiencia cristiana deja frecuentemente en ellos una huella decisiva que dura toda la vida. Este despertar religioso infantil en el ambiente familiar tiene, por ello, un carácter insustituible» (DGC 226).

  1. 1. La experiencia de confianza básica

            La relación con Dios requiere unos cimientos previos, sin los cuales no se construirá debidamente. Es preciso hacer surgir en los niños una serie de sentimientos y actitudes positivos que generen en ellos la confianza básica en relación con la vida, con Dios y con los demás. El niño necesita una doble experiencia de confianza:

  • La experiencia de la confianza humana propiciada por los padres que ofrecen amor, seguridad, protección, cuidados cariñosos. Es la atmósfera natural necesaria para el crecimiento del niño, que siente así satisfechas sus necesidades básicas.
  • La experiencia de confianza de sus padres en Dios. En la experiencia viva de la fe de sus padres, el niño percibe la realidad de un Dios bueno, cercano, cálido. De alguna manera, el niño y la niña hacen suya la experiencia de sus padres. Las expresiones de fe de los padres son para el niño signos de la paternidad-maternidad de Dios.

            Los mensajes que los niños van recibiendo harán que adquieran una imagen válida, positiva y atrayente de Dios o que, por el contrario, le presientan como alguien temible, distante, manantial de miedos.

            Los contemporáneos de Jesús experimentaron en su hablar y actuar las actitudes y las acciones de Dios Padre hacia nosotros: protección, bondad, aceptación, amor, compasión, al mismo tiempo que la exigencia clara de fidelidad a sus caminos. En Jesús se nos han manifestado la "humanidad y la benignidad de Dios" (Tit 3,4).

            A la experiencia del Dios de Jesús, Liberador y Salvador, y a una relación significativa con Él llegan los niños partiendo de experiencias profundamente humanas, que tienen mucho que ver con el sentirse queridos, aceptados, protegidos, alentados. En la sucesión de los variados acontecimientos de la existencia, el niño o la niña tendrá que lograr crear un hilo conductor de confianza que le permita establecer con Dios una relación liberadora.

 

  1. CÓMO LLEVAR A CABO EL DESPERTAR RELIGIOSO

            No se trata de prever una catequesis sistemática y organizada en los primeros estadios de la educación de la fe; ésta se realiza más bien de una manera espontánea dentro de un clima, de una atmósfera envolvente, donde la relación con Dios se vive y se expresa con naturalidad. La fe se contagia como por osmosis. La "afición a Dios" se traslada de padres a hijos sin forzar situaciones, de un modo fluido.

 

  1. LAS OCASIONES QUE NOS BRINDA LA VIDA PARA EL DESPERTAR

            Son muchas las oportunidades que brinda la vida diaria con sus diversos acontecimientos -ordinarios y repetidos unos, extraordinarios y menos habituales otros- para experimentar y demostrar la afición, la "afección" a Dios. Gran parte de esas experiencias y acontecimientos tienen lugar en el fluir de la vida de familia, dentro o fuera del hogar. Es importante que el niño descubra la dimensión religiosa de esas experiencias. De ahí que la catequesis del despertar sea fundamentalmente ocasional.

  1. 1. El contacto con la Naturaleza

            "Señor, Dios nuestro, ¡qué admirable es tu nombre en toda la tierra!".

            Los salmos están llenos de referencias a la Naturaleza: El cielo, la tierra, las estrellas, el mar, los peces, los animales, las flores… son trampolines maravillosos para zambullirse en las profundidades de la sorpresa, de la admiración y prorrumpir en la alabanza a Dios. El asombro es puerta principal de entrada de Dios en nuestra vida.

            Es importante mirar y admirar con los niños la creación: la belleza de lo grande y de lo pequeño, la originalidad y variedad de seres: "Cuando contemplo el cielo, obra de tus manos…". Hemos de utilizar los sentidos al acercarnos a la Naturaleza: tocar, palpar, oler, gustar la realidad y las realidades contribuyen a crear una simpatía de toda la persona con la creación y con el Creador. A la contemplación y admiración de lo creado ha de acompañar la expresión explícita de admiración y gratitud al Creador.

  1. 2. Contemplación especialísima del ser humano

            En el capítulo de la creación ha de tener lugar destacado el hombre y la mujer, que pueden llamar a Dios Padre: "Lo coronaste de gloria y dignidad. Le diste el mando sobre las obras de tus manos".

            No es difícil ayudar a los niños a descubrir la grandeza de las personas, comenzando por las de la propia familia; a fijarse en la variedad de razas, pueblos y culturas, en la riqueza de las realizaciones humanas, en las diversas tareas, oficios y profesiones, en el arte... Será bueno repasar los diversos modos de ser persona humana y subrayar la igualdad y dignidad de todas las personas y de todos los pueblos que tienen como Creador al mismo y único Dios.

            Los niños, si son conducidos y acompañados acertadamente, expresan con facilidad la alegría y el gozo por lo que es y hace el ser humano, al que Dios le ha confiado el cuidado y la responsabilidad sobre la tierra, la solidaridad con las demás personas.

  1. 3. La experiencia de vivir y crecer en familia

            En la familia experimenta el niño la dedicación, los cuidados, la protección, la ternura, que son el mejor estímulo para una alta autoestima y para un crecimiento gozoso.

            En la familia se experimenta el alcance y significado de la gratuidad: damos y recibimos en abundancia el cariño de manera desinteresada Es en la familia donde Dios puede ser nombrado y experimentado como padre-madre, con el que nos relacionamos con naturalidad. Es el Dios con sabor a casa, a hogar, a familia.

            La experiencia del crecimiento es una de las más gozosas para los niños. A lo largo de sus primeros años van aprendiendo muchas cosas, adquieren habilidades. Todo ello les produce sorpresas agradables y estimulantes.

  1. 4. Los sentidos desplegados

            El despertar religioso ha de abarcar a la persona entera. Somos una unidad. No "tenemos" alma y cuerpo, como dos realidades separadas.

            Para los niños es fundamental la imagen que se van formando de su propio cuerpo. Los mensajes de las personas que rodean al niño en este campo son absolutamente decisivos.

            El mundo nos entra por los sentidos. Desde ellos nos acercamos a la realidad, la hacemos nuestra, la modelamos, la transformamos. Es importante el cultivo de la sensibilidad en el despertar religioso. Es preciso despertar los diversos sentidos como modo de impresión y de expresión de los niños. La sensibilidad humana y religiosa tiene mucho que ver con los sentidos corporales.

            Los evangelios nos presentan a Jesús en múltiples expresiones corporales. Jesús no es un hombre de "puras ideas". La Buena Noticia se hace sonido, rostro, palpar, acariciar, emocionarse. Jesús se acerca con ternura a las personas: acaricia a los niños, los besa y abraza; toca a los enfermos; se deja tocar por la pecadora; impone las manos; siente el aliento de la multitud.

            Una bella tarea educativo-religiosa es aprender y enseñar a ver, a contemplar, a escuchar, a "afinar el oído", a gustar la realidad, a saborearla, a sentir el aroma profundo de la vida. No hemos de limitarnos a hablar, a producir palabras en la comunicación con los demás y con Dios. Tenemos muchas herramientas infrautilizadas.

  1. 5. Festejar y celebrar

            Relacionamos la fiesta con alegría, gozo, espontaneidad, comunicación gratuita…

            La dimensión celebrativa y festiva es necesaria en la experiencia y en la expresión de la fe, como lo es en la vida profana. La fiesta nos hace romper los ritmos normales y nos introduce en otra dimensión de la vida; nos pone en relación gratificante con la familia, los amigos, los vecinos, los conciudadanos, la comunidad que comparte nuestra misma fe. La fiesta nos recrea. De las fiestas "salimos como nuevos".

            Existen determinadas fiestas religiosas que nos conceden oportunidades muy especiales para descubrir y expresar el sentido celebrativo: Navidad, Pascua, la fiesta de algún santo.

            El niño y la niña van descubriendo el lenguaje propio de la fiesta: los símbolos, vestidos, música, baile, comida, regalos, juegos... Les gusta ser protagonistas y centro en determinadas fiestas.

            En el despertar religioso ayudamos a los niños a percibir a Dios como fuente de alegría y de fiesta y a expresar de mil maneras nuestro gozo.

  1. 6. ¿Qué me cuentas? La importancia de la narración

            A todos nos gusta escuchar narraciones. Nos adentramos fácilmente en el mundo que nos presenta la narración; nos identificamos con sus personajes. La Biblia es una larga narración que nos cuenta la vida de Dios y la de los que de una u otra manera -positiva o negativa- han entrado en contacto con Dios.

            A los niños les encantan los cuentos, los relatos de todo tipo. Se pueden utilizar en cualquier momento. Es un medio maravilloso para introducirles en el mundo de los valores: de la verdad, del esfuerzo, de la colaboración, de la paz.

            El niño goza escuchando episodios y anécdotas de la vida de la familia: de la suya propia, de la de los abuelos, padres, hermanos.

  1. 7. Narrar la historia de la salvación

            Hemos de introducir a los niños en la historia más grande muchas veces contada: la historia de la salvación. Es preciso cuidar la narración de las maravillas del amor de Dios.

            La narración de la historia de la salvación no debe ser como la narración de un cuento Es necesario que los niños distingan un cuento de una narración bíblica. Hemos de tener tacto a la hora de escoger las narraciones bíblicas; escogeremos aquéllas que estén más en consonancia con la evolución de sus intereses y de su desarrollo sicológico. Poco a poco irán familiarizándose con algunos grandes personajes de la Biblia, tanto del Antiguo como del Nuevo Testamento.

            Puesto que la narración no es un entretenimiento, conviene que los niños puedan expresar lo que han oído mediante un dibujo, un diálogo, una canción, una dramatización, una oración.

 

  1. FASES DEL DESPERTAR RELIGIOSO

            Primera fase (de 0-4 años)

            En esta fase del desarrollo motor y sensorial tienen importancia decisiva la referencia materna y el entorno familiar. Son fundamentales las experiencias de protección, seguridad y amor de los padres y de otros miembros de la familia, particularmente de los abuelos. Es importante que el niño o la niña perciba en ellos expresiones y gestos religiosos en un marco de naturalidad; que escuche el nombre de Dios pronunciado con respeto y amor, y que contemple en el hogar signos o imágenes religiosos.

            Los niños sólo se relacionan con Dios de la mano de los mayores: sus padres y otros miembros queridos del hogar. Si descubren a Dios en el marco natural y cálido de la familia, se despiertan en ellos sentimientos de cariño hacia Él.

            Segunda fase (de 4-6 años)

            El niño y la niña poseen ya una cierta capacidad de comunicación y de socialización. Experimentan gran curiosidad, que se manifiesta de forma progresiva en diálogos y preguntas. Viven gozosamente su experiencia de crecimiento y de adquisición de habilidades, y desarrollan una intensa actividad. Saben observar, asociar, reflexionar y formular explicaciones, elaborar ciertas relaciones.

            Los niños de esta edad se interesan por narraciones y gestos religiosos; pueden ser iniciados en la oración. Empiezan a abrirse a lo trascendente, si bien, con frecuencia, lo confunden con lo imaginario. Al final de esta fase podrán comenzar a acercarse a la vida litúrgica en compañía de sus padres y dar los primeros pasos en la catequesis de la comunidad cristiana.

            En esta etapa de la educación religiosa de los niños es esencial ayudarles a configurar el sentido de Dios y orientar sus primeros sentimientos y sus intuiciones básicas hacia la figura paternal y acogedora de Dios. Aunque no tienen aún capacidad de transcendencia o abstracción, sí son capaces de entender la existencia de Alguien a quien no ven, pero que es bueno y les quiere.

            Los adultos continúan teniendo suma importancia en el sentido de Dios que el niño o la niña va adquiriendo; descubre a Dios de modo similar a como aprende a conocer a sus padres, hermanos y demás miembros del hogar cuando éstos no están presentes. No los ve, pero en su mente viven sus imágenes y sabe cosas de ellos. Así sucede con la imagen que tiene de Dios: sabe que existe y que puede actuar.

 

  1. ¿Y SI SE NOS DUERME EL DESPERTADOR...?

            La familia es el marco natural para el despertar religioso de los niños. Es cierto que muchas familias están dormidas o semidormidas desde el punto de vista de la fe. Es difícil que de familias dormidas surjan niños despiertos. Es preciso despertar al despertador.

  1. 1. La comunidad cristiana en acción

            Ha de ser tarea prioritaria en la programación de nuestra pastoral la atención a la familia, a sus padres, a la primera presentación de la Buena Noticia, en muchos casos, y a su renovación, en otros. La pastoral familiar cobra especial importancia.

            Para la pastoral familiar se requieren agentes. Familias cristianas, estables, creyentes, con experiencia de inserción en la comunidad cristiana, serán los agentes más indicados para acompañar e iluminar a otras familias. Si no existen en las parroquias, se podría iniciar ese grupo de familias con ocasión del despertar religioso de los niños.

  1. La comunidad cristiana ha de trabajar la dimensión humana de los esposos y de la familia, ayudando a construirse humanamente, a clarificar su mundo de valores y referencias.
  2. La comunidad cristiana, en sus diferentes ámbitos -parroquias, movimientos, asociaciones, colegios- debe convertirse en espacio humano y creyente de referencia. Es necesario crear espacios donde la familia pueda tratar con otras familias, donde las relaciones cercanas y cálidas den lugar a la confianza, a la amistad, a la seguridad; donde se pueda compartir y reafirmar la identidad cristiana. Los hijos podrían vivir la fe, celebrarla, convivir en actos festivos, en un marco de participación con otras familias.
  3. La comunidad cristiana tiene la responsabilidad de formar, sostener y acompañar la fe de los padres mediante procesos de catequesis de adultos, grupos de compromiso.
  4. Otra responsabilidad de la comunidad cristiana es la de equipar a los padres, prepararles y ayudarles en su labor de educar cristianamente a los hijos. A esto pueden ayudar cursillos específicos, materiales.

 

Materiales: “En familia: El despertar religioso” [Estuche] PPC

Es la primera etapa del proceso de infancia de la diócesis.

Esta etapa previa a la catequesis le corresponde a la familia realizarla desde la más tierna infancia y se aconseja realizarla de manera más formal entre los tres y los cinco años. Cuando la familia no ha iniciado a sus hijos en la fe, será  la comunidad cristiana en colaboración con los padres, quien ayude a esos niños a realizarla antes de comenzar con ellos el tiempo de catequesis.  

El Despertar Religioso es el periodo por el que los padres inician a sus hijos en el descubrimiento de Dios a través del ejemplo en el seno de la familia, a percibirlo en todo lo que rodea; a la oración de acción de gracias y alabanza por todo lo que tiene como regalo de Dios; a rezar por las noches y a bendecir la mesa; al conocimiento del sentido de la cruz, del sagrario, del templo cristiano; a enseñarle hacer la genuflexión y santiguarse; a ir presentándole a su amigo Jesús para que desee seguirle y ser como Él.

Finalidad: Despertar e iniciar la fe de los niños y proponer el deseo de querer conocer a Dios como Padre y a Jesucristo como amigo.

Destinatarios: Los niños comprendidos entre 0 a 5 años. De modo más formal se debería hacer entre los tres y cinco años.

Materiales: Se puede utilizar el libro “Los Primeros pasos en la fe” o el catecismo “Jesús es el Señor” eligiendo los temas adecuados para esta etapa.

 

INDICACIONES A LOS PADRES SOBRE EL DESPERTAR RELIGIOSO

 

Materiales:

 “Los primeros pasos de la fe” EDICE

“Jesús es el Señor” EDICE

“En familia: El despertar religioso” [Estuche] PPC

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