Actualidad de la Delegación Pastoral Penitenciaria

   

Por Sor María Cortes

Delegación Pastoral Penitenciaria

 

Hola a todos/@s, mi deseo es haceros llegar las últimas actividades realizadas desde la Pastoral Penitenciaria. Para comenzar os comunico que el pasado mes de octubre, tuvo lugar el Encuentro Nacional de Delegados Diocesanos, fue mi primer contacto como delegada y os podría contar cantidad de impresiones al comprobar el fuerte compromiso de todos los asistentes,  fueron dos días colmados de experiencias compartidas, ganas de impulsar  y avanzar por una Iglesia en salida que acompaña, lucha y trabaja por los no compadecidos; es necesario que todos seamos conscientes y responsables para mirar la cruda realidad que se vive en los Centros Penitenciarios, sin olvidar que nada de cuanto acontece al ser humano es ajeno a Dios.

En este encuentro contamos con la compañía de D. José Ángel, Obispo de Terrassa;  D. Agustín Rodríguez, Sacerdote de la Cañada Real; D. José Luís Segovia, Coordinador del Área Jurídica del Departamento de Pastoral Penitenciaria. Y con la siempre gozosa acogida del P. José Sesma (Mercedario) y Sor. Carmen Martínez (Hija de la Caridad).

También os hago participes de la actuación de nuestros compañeros, y ya conocidos en el Centro Penitenciario “CATÓLICOS SIN COMPLEJOS” En nombre de la Diócesis Gracias por dedicar vuestro tiempo, esfuerzo y alegría con todos ellos/@s. El mensaje de vuestras canciones fue como la apertura a un tiempo de Esperanza “Tú me quieres ayudar a no rendirme jamás, a no dejar de luchar, Tú sí que eres Grande Mujer” Es cierto, María espera con ellos porque ninguna celda está tan aislada como para excluir su Amor materno y consolador.

Por los niños que no tienen educación

   

Por Gregorio Rivera

Franciscano

 

Casi me parto de la risa que ha brotado, así, instantánea, cuando un niño del colegio ha pedido en la misa de comienzo de curso por los niños que no tienen educación. Os aseguro que no han sido los niños del tercer mundo, ni los del cuarto, los primeros que me han venido a la mente. Más bien, niños con nombre y apellidos, cuyo carácter se les fue de la mano a los padres en un principio y en el colegio no dan con la clave de su enderezamiento.

No me gusta culpar a los padres. En algunos casos se ve claramente que el problema viene de casa porque siguen retorciendo el proceso formativo. Pero en otros, como dice el Maestro en sus enseñanzas, son demonios que no salen ni con oraciones y ayunos. Vaya bichos. Son diablillos creciendo en malicia hasta que esos corazones oscuros encuentren una luz rojiza que los seduzca y enamore.

Pero vayamos al grano, vayamos a la intención, a ese deseo de pedir los tantos niños que no tienen lo que nuestros niños, hijos o sobrinos, tienen para ir al Cole, porque no tienen cole. En estos momentos en los que escribo, viene a mi corazón la fuerza de unas imágenes de una película que se está promocionando, llena de brillos, música y colores, aunque lo que se ve es un enorme basurero. No recuerdo el título ahora, pero es de esas películas sobre el valor de la vida que quieres ver para no haberla visto, porque tiene que reflejar esa miseria que pisan y abrazan muchos niños de otros países donde el mayor trauma es que no pueden soñar porque su realidad, viendo su pasado, muestra un futuro triste y desconsolado. Por los niños que no tienen educación.

Por los niños que no tienen educación. Por los niños que no tienen padres. Por los niños que no tienen colegio. Por los niños que no tienen libros, cuadernos, lapiceros. Por los niños que no saben qué es eso de reír porque sus enfermedades restringe con dolores las muecas de la alegría. Por.., por.., por..,

La campaña del DOMUND y las constantes referencias al Ébola nos hacen reflexionar los bienes que hemos recibido en esta vida, colocando la salud en el marco de una ventana llena de sensaciones placenteras. Aprovechemos estas circunstancias para dar gracias y compartir con los más débiles lo que tenemos, aunque sea desde nuestras intenciones. Por los niños que no tienen educación.

El amor de Cristo nor urge (2 Cor 5, 14)...

   

Por Francisco Dombriz

Profesor de Religión

 

Nuestro Plan Pastoral Diocesano para estos próximos años, tal como vimos en la Asamblea Pueblo de Dios, quiere recoger y hacerse eco de toda la vida eclesial que se da en nuestra Diócesis y a la vez pretende que no olvidemos cómo el Señor sigue llamándonos precisamente ahí, en lo que vivimos y hacemos cada día, para que no caigamos en la rutina y el desánimo, sino que por el contrario renovemos nuestra pertenencia a Él y nuestra entrega generosa.

El Plan Pastoral nos recuerda, una vez más, las diferentes dimensiones, que como Iglesia, Pueblo de Dios, cultivamos en nuestras Parroquias, Movimientos, Comunidades, Asociaciones…

Juntos los días 3 y 4 de octubre pudimos escuchar, reflexionar, hacer preguntas, compartir ilusiones, animarnos y seguir percibiendo la hondura de una Iglesia que tiene en la misma entraña su ser orante y es ahí donde se cimenta y sostiene, que ha sido engendrada en la comunión, que como su mismo Señor está llamada a pasar por la vida haciendo el bien en actitud Samaritana, en definitiva una Iglesia Misionera que anuncia desde el testimonio alegre y esperanzado, a Jesucristo, como Buena Nueva para el hombre de Hoy.

 

Queremos retomar de nuevo lo escuchado en el XXII Encuentro del Pueblo de Dios y hacerlo como anuncio y llamada para nuestra Iglesia Diocesana. Ese paso del Espíritu por la Asamblea, y, por ello, por cada uno de nosotros, nos hace estar atentos para seguir “escudriñando los designios de Dios”.

 

Misión que nace de la intimidad con Dios. Iglesia orante

Anunciamos no sólo con palabras, sino sobre todo con una vida que se ha transfigurado en la Presencia de Dios (EG 259).

En una sociedad centrada, entre otras cosas, en la publicidad, en atraer la atención del otro y hacer de él adicto, admirador, seguidor, afiliado, consumidor… a los cristianos se nos pide hacer del verdadero Anuncio espacio para el encuentro, para la profundidad de vida, para compartir y sanar heridas, para acompañar y celebrar nuestras vidas. Si los encargados del marketing dedican todo su esfuerzo en diseñar imágenes atractivas, palabras sugerentes… nosotros los creyentes estamos llamados a entrar en la pasividad-activa de la oración, a dedicar nuestro tiempo a estar con Quien va tallando su imagen en la nuestra y va poniendo en nuestro corazón y en nuestros labios los gestos y las palabras oportunas. Somos portadores de su misma vida pero sólo cuando estamos dispuestos a recibirla en la intimidad de nuestro ser.

Como Iglesia, cada uno de nosotros, hemos de dejarnos transformar por su Presencia.

 

Sólo el amor de Cristo llena nuestros corazones y es eso lo que nos impulsa a evangelizar (Benedicto XVI, Porta fidei, 7) por tanto si no hablamos de Dios es porque nos falta amor en el corazón, porque nos falta oración… pero Cristo nos sigue llamando y enviando… transformando con su luz nuestras tristezas y apatías.

Lo que va quedándose y reside en el corazón es clave para nuestra vida y bien sabemos que es el corazón, lo que en él hay, aquello que marca nuestro talante y nuestro modo de hacer las cosas.  Un creyente no puede descuidar su vida interior. La Escritura nos invita: “Cuida tu corazón porque en él están las fuentes de la vida” (Prov 4, 23). Atender el corazón es dar espacio a la vida de Dios en nosotros. Una Iglesia que ora y que celebra, es una Iglesia que late al ritmo del Amor que Dios deposita en ella, que necesariamente contagia su latido y que se acerca a los otros con entrañas de misericordia para acompañar y compartir, para sanar y celebrar.

 

Orar es dialogar con Cristo desde mi situación actual y real… es habituarme a vivir acompañado, a vivir con Él… Ésta es la oración continua. Esta oración continua será alimentada por momentos especiales: la celebración de la Eucaristía, la vida litúrgica en la comunidad eclesial, las devociones particulares…

 

Misión que se construye desde la Comunión. Iglesia de Comunión

“Que sean uno para que el mundo crea”. Hay algo de la credibilidad de nuestro anuncio que pasa por la experiencia de unidad entre nosotros, por la comunión entre nosotros.

La urgencia que Jesús tiene necesita educar nuestra sensibilidad porque hay cosas que le preocupan más y cosas que quizá no le preocupan tanto. Y en esto de la unidad parece que ahí se juega algo importante… Jesús quiere que tomemos conciencia de lo que se juega de vital en la unidad entre nosotros a la hora del anuncio.

El testimonio creíble de la unidad y de la comunión es la mejor manera de mostrar que por encima de nuestros intereses personales o de grupo está la preocupación apremiante de seguir generando y haciendo realidad el Reino de Dios. El Reino no se gesta en la suma de individualidades sino en el horizonte común de una empresa que no es nuestra, en la que no nos mostramos a nosotros mismos, sino que mostramos la inabarcable y plural Presencia de Dios en nuestra Historia, para seguir haciendo de ella lugar de salvación para cada ser humano.

Es por ello que el Espíritu quiso unirnos en esta experiencia de ser diferentes en lo mismo, de no estar centrados en nuestras cosas sino en las cosas de Dios, de vivir la comunión entre los presentes en asamblea y con todos aquellos que desde el corazón y la oración estaban empujando esta obra del Espíritu: Que todos sean uno para que el mundo crea.

 

La vida de cada persona es un don para mi y yo también soy un don para el otro. Y ésta es una de las primeras miradas que tenemos que convertir en nosotros…Y hacer un ejercicio de orar con las personas, y especialmente con esas que más nos cuestan: “Señor, ¿quién es esa persona para ti, tanto vale para ti que diste tu vida por ella?…”.  Comunión, es comunión con el sentir de Dios.

Mirar al otro dejando de lado los juicios, ocasionados casi siempre por querer hacer a los demás a nuestra imagen, perdiendo de vista que la imagen que Dios ha puesto en cada uno de nosotros se corresponde con la que él quiere que no perdamos y que podamos mostrar al mundo. El respeto y la comunión con los demás es también expresión del respeto y la acogida al plan de Dios en este momento de la historia. Lejos de buscar la uniformidad se nos invita a mirar de otro modo y a suplicar la unidad, es decir, a dejar que el Espíritu sea el protagonista en nuestra Iglesia y Él siga repartiendo sus múltiples dones y carismas. Acogerlos y reconocernos es abrir el corazón a un Dios que no se deja manipular ni encerrar en determinadas fórmulas y formas, sino que transciende nuestros modos humanos para llegar y amar a cada uno.

 

Dios nos quiere hacer para este tiempo nuevo de evangelización como muy sensibles a la unidad entre nosotros y a las relaciones de amor mutuo, de ayudarnos a vivir felices porque eso contagia… Dios nos ha creado así y no nos ha llamado a salvarnos solos, sino como pueblo.

 

Misión que es Amor. Iglesia Samaritana.

El Kerygma [el anuncio de la muerte y resurrección del Señor] tiene un contenido ineludiblemente social: en el corazón mismo del Evangelio está la vida comunitaria y el compromiso con los otros. El contenido del primer anuncio tiene una inmediata repercusión moral cuyo centro es la Caridad. (EG 177)

Anunciamos la Buena Nueva al estilo del Maestro, no sólo dejando que los demás se acerquen a nosotros, sino acercándonos nosotros a ellos. La manifestación más clara de lo que es Dios, de un Dios Amor,  es su Hijo, icono de un Dios que se abaja para levantar el caído, sostener al débil, perdonar al pecador, acoger al pobre y abandonado, sanar al enfermo y excluido, en definitiva Amar a todos. Por eso no hay otro modo de seguimiento que aquel que se abaja para tocar la miseria humana, que aquel que como Jesús siente la conmoción de sus entrañas. No anunciamos sólo con discursos y palabras, anunciamos sobre todo puestos a los pies de los hermanos. Y ahí en el lugar de los esclavos conmemoramos a este Dios que quiso despedirnos de nosotros lavando y besando nuestros pies, que nos pidió hacer memoria suya haciendo también del servicio un sacramento. Un cristiano que no ha descubierto el amor hecho cercanía y misericordia, no ha llegado a descubrir lo más característico de ese Cristo a quien sigue. Una comunidad que rara vez lava los pies de los hermanos, está dormida en la comodidad y el ritualismo. El Amor de Dios nos despierta a los otros, a sus predilectos, a los pobres.

 

Para que nuestro anuncio sea creíble tiene que ser samaritano, servicial… La parábola del buen samaritano nos hace ver la diferencia entre del sacerdote y el levita con el samaritano, y es que miraron para otro lado, mientras que el samaritano…

No podemos mirar a otro sitio, no podemos ocultar el rostro ante el dolor y el sufrimiento humano, que es ahí hacia donde se tiene que dirigir nuestra mirada… Las periferias, tiene que ser objeto de nuestra contemplación, de nuestra mirada… la mística cristiana tiene que ver con mirar esa realidad de sufrimiento.

En la entraña de nuestra vida eclesial debe de estar muy vivo el hecho de que el seguimiento pasa por una entrega incondicional. El cenáculo es el lugar de la celebración, del descanso, de recobrar fuerzas, de encontrarnos con Él y los hermanos, pero la brecha a la que inevitablemente nos lanza esta experiencia es al lado de quienes necesitan de nosotros, de aquellos que han sido excluidos y marginados de la sociedad en tantos rincones de nuestros pueblos y ciudades. Una comunidad eclesial sin acción caritativa, a la manera como cada contexto lo requiera, ha perdido un aspecto constitutivo de la Iglesia de Jesús, estar entre los hombres como el que sirve teniendo como acicate hacerse presentes e ir transformando las situaciones de vulnerabilidad y de injusticia.

 

La Misión que es amor no es un apéndice a la Evangelización, no es un añadido. Los pobres no son el segundo plato de nuestra mesa, es el lugar en el que Dios se nos está manifestando, y se nos manifiesta como interrogante, pregunta, alternativa, esperanza, justicia. Y a nosotros ahora nos toca acogerlo.

 

Una Iglesia en salida

 

Nuestro Dios es misionero y nosotros somos misioneros conectando con nuestro Dios… No es la Iglesia la que tiene una misión, es la misión del Espíritu la que tiene una Iglesia…el Espíritu es el que dice yo quiero contar con esta Iglesia. Y entonces la Iglesia se vuelve dócil… Es la obediencia al Espíritu la que nos lleva a ser auténticos misioneros.

Comenzábamos con la oración y concluimos del mismo modo, el cultivo de la vida interior será el que nos permita saber que no somos nosotros, sino el Espíritu, y que todos nosotros somos humildes servidores de su obra. La docilidad al Espíritu lleva asociadas muchas otras actitudes, la humildad en nuestro ser y hacer, el saber que somos simples instrumentos y que el único fin es Dios, aceptar la pequeñez en la que estamos sabiendo que la única grandeza es la de Dios. Una Iglesia dócil no es otra cosa que una comunidad cuyos miembros, desde su humildad y buscando la voluntad de Dios, se dejan transformar y se presentan el mundo como signos vivientes de ese Dios que Ama y se Entrega sin medida.

 

Necesitamos el nuevo método. Método de la mirada. Pasar del método del déficit al apreciativo, en lugar de buscar problemas, buscar milagros, porque quien busca problemas encuentra problemas, quien busca milagros encuentra milagros.

 

Para ser evangelizadores se nos pide cambiar nuestra mirada, unirnos al “+” que este momento histórico pide de nosotros. Los predicadores de calamidades ya dejaron de existir, nosotros somos testigos de la fuerza y la presencia de Dios. Mirar con sus propios ojos para positivizar nuestras comunidades y desde ahí seguir transformándolas y avanzando. Cada uno de nosotros hemos de abandonar la “seriedad” y su consiguiente losa de quedarnos en el todavía no…; hay un ya en nuestra vida, reconocerlo y compartirlo es necesario para ser creadores y generadores de esperanza, sólo así nuestro "todavía no" será vivido como llamada a transformarlo y no como escusa que me paraliza y no me permite avanzar.

Busquemos milagros en nuestras personas, en nuestras comunidades y en nuestra diócesis y si no los encontramos posiblemente sea porque hemos perdido el rastro del Espíritu. Sin duda Dios sigue actuando, Él no descansa, nuestra tarea en estos próximos años como Iglesia diocesana sigue siendo descubrirle para seguir haciendo bien lo que ya hacemos, para reforzar aquello que no termina de cuajar y acoger la novedad que se nos pide. Y todo ello buscando los milagros que impiden que magnifiquemos los problemas, de este modo seremos una Iglesia alentada y bendecida por la presencia del Espíritu.

 

Necesitamos una Iglesia que busque milagros porque los encuentra y porque Jesús nunca quiso una misión sin milagros.

Andamos de estrenos...

   

Por Agustín Bugeda Sanz

Vicario General

 

Al escribir esta primera colaboración para la renovada página web de nuestra Diócesis, no puedo menos que recordar con actitud agradecida los “estrenos” que vivimos y viviremos en estos días.

En primer lugar hemos estrenado el pasado día 4 esta remodelada página web desde la que escribo congratulándome por su buena presentación y abundancia de contenidos y servicios. Agradezco el trabajo de todos para llevarla a cabo, del Director de nuestra Oficina de Información, Alfonso Olmos, y de la empresa que la gestiona. Pero no puedo menos que agradecer la gran labor en estos años de Julián García que con unos sencillos medios la ha mantenido y cuidado muy dignamente. Gracias a todos.

Coincidiendo con el estreno de la página web y casi a la misma hora inauguraba mi servicio en la Diócesis como Vicario General de la misma. Un servicio que recibo con pleno abandono en las manos del Señor, con agradecimiento a D. Atilano, nuestro obispo, por la confianza manifestada y con gratitud también a D. Eduardo García Parrilla, mi antecesor, por todo lo realizado y la disponibilidad mostrada para seguir trabajar como Vicario de Curia y Delegado para el Clero. Asumo esta tarea pidiéndole insistentemente a S. José –de ahí mi colaboración siempre el día 19- que me haga sencillo, prudente, constante y fiel como él.

En este mes de noviembre estrenaremos también un nuevo año litúrgico, que coincidirá con el Año de la Vida Consagrada querido por nuestro Papa Francisco. Sea pues también un tiempo para dar gracias a Dios de corazón por el gran don de la Vida Consagrada en toda la Iglesia y en concreto en nuestra Iglesia particular de Sigüenza-Guadalajara. Con su entrega cotidiana de tantas formas y maneras son siempre un aliento constante para vivir cada uno nuestra propia vocación.

Y por último, nos estamos estrenando todos en este tipo de colaboraciones. Espero que cada una sea un aliento de esperanza, de anuncio de Jesucristo, de ánimo para vivir la caridad y la fe en nuestra Iglesia particular de Sigüenza-Guadalajara en bien de todos los que caminamos en ella.

 

 

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