Rafael C. García Serrano

(Conferencias de San Vicente de Paúl de Guadalajara)

 

 

 

 

Hoy me he sentado un largo rato en este rincón

en un de tú a tú conmigo, los dos solos.

 

Porque tanto debo y tanto me debo

hemos de discurrir serenamente,

sin nada que altere la exigible imparcialidad,

aclarando viejas cuentas.

 

He vuelto a mi casilla de salida

a mi conciencia de insanas ansiedades,

la he limpiado de mentira, barro y miserias

que tan difícil hacían mi camino.

 

He salido después a la vida

con mi yo tranquilo y ventilado

proyectando en mi cerebro

un futuro algo más perfecto

desde un pasado imperfecto

perfectamente pasado.

 

Puede que ahora esté más cerca

de lo que Dios de mí siempre ha querido.

 

Gregoria Aguirre

(Delegación de Catequesis)

 

 

Así fue, lo que en un principio nos parecía un sueño, salió adelante, con el esfuerzo y la ilusión de un equipo de responsables y monitores, impulsado y coordinado desde las Delegaciones de Infancia-catequesis y Vocaciones que se pusieron en marcha después del “parón” impuesto por la pandemia. Y así, en pocos meses resurge el campamento con el lema “1, 2. 3. empezamos otra vez”, este año ubicado en Alarcón (Cuenca) en un bello paraje junto al pantano.  La respuesta fue increíble y en la primera semana de la convocatoria quedaron cubiertas las plazas con un total de 129 participantes y con una novedad, esta vez se ha distribuido el campamento en dos periodos: del 30-junio al 4 de julio con el grupo de los más pequeños (9-11años) y del 5 al 9 de julio con el grupo de mayores (12-13 años). Lo que en un principio se planteó como una necesidad, por la exigencia de los aforos ha resultado ser un descubrimiento que aún tendremos que evaluar.

Han sido días intensos, los chicos han tenido la oportunidad de vivir momentos de convivencia con otros chicos de la diócesis, desde la oración, juegos, marcha, piscina, trabajo de grupo, celebraciones del perdón y Eucaristía…y todo con el objetivo de seguir creciendo en los valores cristianos. Hemos seguido. un “hilo conductor” que en esta ocasión ha estado inspirado en el libro del Génesis (la Creación, Adán y Eva, la torre de Babel, Abrahán…)

Pero no queremos que esta aventura acabe aquí, como una actividad de tiempo libre, sin más, y animamos a todos los participantes junto con sus familias a que continúen con los itinerarios de catequesis en sus parroquias…

Gracias a todos los que habéis hecho realidad este proyecto y ¡hasta pronto!

 

 

 

 

 

«Sal de tu tierra» es el lema del presente Año Santo Compostelano, el 120 de la historia, que, excepcionalmente, en razón de la pandemia, durará dos años: del 31 de diciembre de 2020 a la misma fecha de 2022

 

Por Jesús de las Heras Muela

(Periodista y sacerdote. Deán de la catedral de Sigüenza)

 

 

 

 

 

 

 

 

Desde el 25 de julio de 1122 cada vez que el día de la fiesta del apóstol Santiago cae en domingo se celebra, en la ciudad del Apóstol, Santiago de Compostela, año santo y jubilar. Así lo dispuso el Papa de entonces, Calixto II. Medio siglo después, el Papa Alejandro III, en 1179, mediante la Bula «Regis aeterni», le confirió carácter de perpetuidad a esta gracia jubilar. Desde entonces, el año jubilar compostelano se repite en secuencias de 11, 6, 5 y 6 años y vuelta a comenzar. Cada siglo hay catorce años jubilares. 2010 fue año santo, el 119 año jubilar compostelano de la historia y el primero del tercer milenio.

Los últimos años jubilares compostelanos fueron en 1976, 1982, 1993 y 1999 y 2004 y los próximos serán en los años 2021 (ya comenzado desde el pasado 31 de diciembre y se prolongará, excepcionalmente a causa de la pandemia, hasta el 31 de diciembre de 2022) y luego la secuencia de años citados: es decir, en 2027, 2032, 2038, 2049, …

 

Las esencias del año santo compostelano

La veneración de las reliquias del Apóstol Santiago centra toda la historia y tradición jacobea. La esencia del año santo compostelano es, pues, la veneración de la tumba del primer Apóstol que bebió el cáliz del Señor Jesús.

A partir de esta creencia, avalada científicamente tras los estudios y hallazgos arqueológicos en la tumba del Apóstol a finales del siglo pasado y la correspondiente Bula del Papa León XIII «Deus omnipotens» de 1894, los «caminos» de Santiago pasan por la búsqueda, por el esfuerzo, por la reconciliación, por la gran «perdonanza», tal y como recoge la tradición jacobea.

El camino de Santiago se convierte, así, en símbolo y metáfora de la condición cristiana y humana. La búsqueda del perdón de Dios por los pecados cometidos y la necesidad de la reconciliación configuran también la entraña del Jacobeo, que está lucrado por la Iglesia con indulgencia plenaria.

La tradición jacobea se inserta plenamente en la clave de las grandes peregrinaciones de la Edad Media (a Roma, Jerusalén y Santiago, que han sido a lo largo de los siglos los tres grandes y hasta competitivos focos de peregrinaciones) y en el entonces preponderante culto a las reliquias. En tiempos todavía de milenarios y de una visión teocéntrica de la realidad, esta tradición surgirá también como camino de penitencia y conversión.

Es «año de la gran perdonanza, del perdón de los pecados y de las penas de los pecados, año de la reconciliación entre los adversarios, año de múltiples conversiones y de penitencia sacramental y extrasacramental».

 

 

Ganar, recibir el Jubileo

Para ganar (o mejor, recibir) el jubileo compostelano se necesitan cuatro requisitos: visitar la catedral y la tumba del Apóstol; rezar por las intenciones del Papa; y, quince días antes o después de la peregrinación a la catedral, confesarse y comulgar. A estos cuatro requisitos, bueno sería añadir, fiel al espíritu de la tradición de la Iglesia, otro: una obra de caridad.

De este modo, el año santo será ocasión privilegiada para la gran «perdonanza» y para la conversión, que los peregrinos del Medievo, simbolizaban entrando a la catedral compostelana por la puerta del perdón y saliendo, una vez cumplidos los citados requisitos, por la puerta de la gloria.      

El Jubileo Compostelano, con su indulgencia plenaria y demás prerrogativas, antecederá en más de un siglo al Jubileo Romano de los años santos y jubilares romanos -cada 25 años, instituidos en el año 1300 por el Papa Bonifacio VIII.

 

Peregrinos y viajeros

Aquellos peregrinos que recorren, al menos, cien kilómetros a pie o doscientos en bicicleta o a caballo serán considerados propiamente como peregrinos y recibirán la «compostela», el pergamino acreditativo.  Desde este año, los peregrinos también pueden obtener la Compostela haciendo un recorrido a bordo de un velero o caminando por la costa sin perder de vista el mar. Cinco días lleva la opción marinera de unas 90 millas náuticas y tres días, la andariega de unos 89 kilómetros a pie por la costa.

Los caminos de Santiago, con su universalismo, son también, en cualquier caso, caminos de cultura, de historia y tradición y al final del camino, la experiencia demuestra que el peregrino se encuentra interiormente más renovado y purificado.

La práctica totalidad de los municipios y parroquias de Galicia peregrinan en los años santos hasta Santiago. Empresas, instituciones varias y hasta variopintas, parroquias, cofradías, movimientos, comunidades, congregaciones, hermandades, colegios, asociaciones y particulares sin fin de nuestra sociedad y de nuestra Iglesia tienen o han tenido su peregrinación y su encuentro jubilar en Santiago, a la vera de la tumba del Apóstol, en compromiso de renovación de nuestras raíces cristianas.

 

Peregrinos ilustres

En los pasados Años Santos Compostelanos 1999, 2004 y 2010, el entonces Príncipe de Asturias, Felipe de Borbón, acudió a la Catedral compostelana como peregrino tras recorrer a pie 25 kilómetros. Era hasta ahora uno de los últimos peregrinos más afamados e ilustres. Ahora se espera su presencia como rey de España en la celebración del 25 de julio.

Rodrigo Díaz de Vivar (El Cid), Raimundo Lulio, Francisco de Asís, Brígida de Suecia, Domingo de Guzmán, Fernán González, el rey Jaime el Conquistador, Vicente Ferrer, los Reyes Católicos, Juan de Austria, Felipe II, Giuseppe Angelo Roncalli, antes de ser el Papa Juan XXIII, el Papa Juan Pablo II, en dos multitudinarias y emblemáticas ocasiones -en noviembre de 1982 y en agosto de 1989- y el Papa Benedicto XVI, en noviembre de 20210, forman parte de este elenco de ilustres y hasta santos peregrinos… Y es que, como ya escribiera Dante en el final del Medievo, «peregrinos solo los de Santiago».

Los dos viajes del Papa Juan Pablo II a Santiago de Compostela, y de una manera muy particular, su visita en agosto de 1989 en el marco de la Jornada mundial de la juventud, que atrajo a cerca de medio millón de jóvenes de todo el mundo, han sido, sin duda, uno de los factores que más han contribuido al actual momento de pujanza -hasta desborda- de las peregrinaciones jacobeas. En el emblemático Monte del Gozo, a cinco kilómetros de la Catedral compostelana, un hermoso monumento recuerda al Papa Juan Pablo II peregrino jacobeo.

Francisco, el actual Papa, ha sido invitado a visitar Santiago de Compostela en distintas ocasiones. No hay ninguna confirmación oficial al respecto, sino que más bien se duda de que esta peregrinación vaya a tener lugar. Con todo, no sería antes de julio de 2022, y se podría hacer coincidir con alguno de los lugares más relacionados con san Ignacio de Loyola, fundador de la Compañía de Jesús, a la que el Papa pertenece, y quien, san Ignacio de Loyola, se celebra, desde el 20 de junio de 2021 al 31 de julio de 2022, el quinto centenario de su conversión.

 

El campo de estrellas

El camino de Santiago y la devoción al Apóstol nacieron en los finales del primer milenio de la era cristiana como respuesta a la creencia y fervor popular de que en estos confines de Galicia y de España, en un «campo de estrellas», se hallaba la tumba del Apóstol Santiago, uno de los predilectos del Señor y el primero en beber su cáliz de martirio.

El obispo Teodomiro, el monje Pelayo y el Rey Alfonso II el Casto son los primeros protagonistas y nombres propios de esta historia. A ellos, y por diferentes motivos, le seguirán otros como los Papas, ya citados, Calixto II y Alejandro III y los obispos Godescalco y Gelmírez, y el monje benedictino Aymeric Picaud el autor del «Codex Calixtinus​​» o, al menos, de su quinto libro, la Guía del Peregrino del camino de Santiago, escrito, aproximadamente, en 1140.

Antes ya, en el año 813 el emperador del Sacro Imperio Romano Germánico, Carlomagno, acuñaba monedas alusivas al Apóstol y a su enterramiento en el Finisterre y el camino a Santiago se irá haciendo camino al andar. El ser humano, «homo viator», encontraba en el camino de Santiago una de las expresiones más simbólicas y hasta metafóricas de su misma condición y destino, acrecentado por la índole cristiana y religiosa de este camino.

En el siglo XII el camino y la devoción jacobea adquiere tal relieve en la Iglesia que los Papas Calixto II y Alejando III, grandes devotos de esta tradición, instituyen, tal y como decíamos al comienzo, el año santo jubilar, haciéndolo coincidir siempre que el día de Santiago, 25 de julio, caiga en domingo, lo que sucede en la secuencia de años ya indicada.

 

Camino de Europa, camino del hombre, camino de las estrellas

El camino de Santiago fue desde sus comienzos camino de Europa y de cristiandad unida. De ahí, aquel memorable discurso del Papa Juan Pablo II, en su primera visita a Santiago, el 9 de noviembre de 1982, cuando recordó que Santiago está en las raíces de Europa y cuando pronunció aquella célebre frase: «¡Europa, sé tú misma!», aludiendo a su identidad e historia cristiana, alentada y significada en Santiago de Compostela y en su camino.

El bajo medievo, el barroco y los finales del siglo XIX y XX y, sobre todo, el comienzo del siglo XXI han sido los momentos más esplendorosos de esta tradición, promovida, en sus albores, por los monjes cluniacenses, quienes convirtieron el Camino en instrumento de evangelización, de renovación y de purificación, en una época donde, como queda dicho, las peregrinaciones y el culto a las reliquias eran el corazón de la religiosidad popular.

Junto a ello, la tradición jacobea intensifica su dimensión penitencial y el año santo es también el año de la «gran perdonanza», a la par que el camino se traduce asimismo en el surgimiento y crecimiento de burgos y ciudades y de una red de infraestructuras al servicio de los peregrinos.

El camino se transforma también en camino de leyendas como las del gallo o la gallina de la Catedral de Santo Domingo de la Calzada, la del paso honroso del río Orbigo en tierras leonesas, la piedra a recoger en Triacastela o los himnos y cánticos…

Mientras tanto, el camino de Santiago, camino hacia Finisterre, se convertirá también en un gran símbolo de la condición humana, creyente y cristiana y de su destino peregrino en búsqueda de perdón, de reconciliación y su misma identidad.

 

España y América

Como afirmaron los historiadores y ensayistas Claudio Sánchez Albornoz y Américo Castro, el camino de Santiago y la creencia en la autenticidad de las reliquias del Apóstol en este nuestro «campo de estrellas» fueron uno de los elementos constituyentes e integradores de la identidad nacional española. Tanta verdad es decir «España de Santiago» como «Santiago de España», tal como se puso de relieve en la reconquista o en el descubrimiento y evangelización de América.

Como botón de muestra, en la Iglesia Católica hay nueve diócesis con el nombre de Santiago: desde Cabo Verde a Chile, desde Argentina a Cuba, desde España a República Dominicana, desde Panamá a Venezuela, desde México a Nicaragua…, amén de otras muchas dedicadas en su patronazgo a este santo apóstol.

A luz de todo ello, nacerá el Voto y la Ofrenda nacionales a Santiago, quien se convertirá en el patrón de España y cuya devoción se trasplanta pronto por las tierras americanas, como lo demuestran las referidas ciudades, al igual que otras muchas localidades y lugares puestos bajo el nombre del Señor Santiago.

 

Artículo publicado en 'Nueva Alcarria' el 16 de julio de 2021

Cuarto y último recorrido detallado sobre la catedral de Sigüenza, abierta las visitas culturales todos los días de 11 a 14 horas y de 17 a 20 horas, excepto el descanso del personal laboral del lunes completo y del martes por la mañana

 

Por Jesús de las Heras Muela

(Periodista y sacerdote. Deán de la catedral de Sigüenza)

 

 

 

 

 

 

 

 

Hace tres semanas, al hilo del 852 aniversario de la consagración de la catedral de Sigüenza, ofrecí una visita general, un recorrido panorámico sobre ella. Hace dos viernes nos adentramos en el templo para recorrer sus quizás siete principales lugares: el crismón de consagración de 1169, el Doncel y capilla, la Sacristía de las Cabezas, el sepulcro del obispo Bernardo de Agén, santa Librada y la Virgen de la Mayor

Y el viernes pasado, esta página de NUEVA ALCARRIA recorrió el coro y los órganos de tubos, en el corazón de la catedral, la girola, las dos espléndidas capillas de la nave del Evangelio e hizo un ya más somero recorrido de las capillas de la nave de la Epístola. Hoy toca el claustro, donde se halla un espléndido cuadro de El Greco.

 

Bóvedas, estructura arquitectónica y jardín

 

El claustro de la catedral de Sigüenza es una magnífica obra gótica, de principios del XVI. De planta cuadrada, se adosa al costado norte de la catedral. En cada una de sus cuatro alas o pandas (se las conoce por su orientación según los cuatro puntos cardinales), se abren siete altos ventanales ojivales, cerrados por altas columnillas y calados con celosías de trazo gótico. Estos siete ventanales aluden a la presencia de Dios: a las siete lámparas del Apocalipsis que arden en la presencia divina.

La obra, concebida con un renovado sentido de espacialidad y monumentalismo, de acuerdo con la nueva estética del momento, fue realizada bajo la dirección de Alonso Vozmediano por cuadrillas de canteros encabezadas por Fernando y Pedro de las Quejigas, Juan de Gureña y Juan de las Pozas. Posteriormente, entre 1515 y 1537, para reforzar los grandes arcos ojivales, situaron contrafuertes entre los ventanales, unidos por arcos escarzanos que sostienen la cornisa del tejado.

El claustro presenta bóveda de crucería. En las repisas de las nervaduras y en las claves de las bóvedas alternan el escudo del cardenal don Bernardino López de Carvajal y el emblema del Cabildo, promotores de la obra. En el centro de los muros interiores se disponen las armas heráldicas del obispo don Francisco Santos Bullón (del siglo XVIII), como obsequio de la corporación capitular por haber sufragado el enlosado del pavimento.

En el centro del jardín, un elegante y bellísimo brocal renacentista de un aljibe de piedra y sillería sirvió antiguamente para surtir de agua potable a los capitulares, beneficiados y vecinos de la ciudad. En los lados este y oeste encontramos dos puertas hechas con arcos semicirculares y decoración plateresca, cerradas por rejas del maestro Usón, que dan acceso al jardín o vergel central.

Cada panda o lado del claustro mide casi cuarenta metros de longitud, que se relacionan con los cuarenta años que necesitó el pueblo de Israel para pasar de la esclavitud a la libertad o los cuarenta días y cuarenta noches que pasó Jesús en el desierto siendo tentado por el diablo. De esta manera, el claustro simboliza un espacio de libertad, abierto a la presencia divina, apropiado para el encuentro con Dios, donde es posible el triunfo del bien.

 

Capilla de la Concepción y El Greco

 

Al este de la panda norte del claustro, se encuentra en la capilla de la Concepción. Es la más interesante de cuantas contiene el claustro. Fue fundada por don Diego Serrano, abad de Santa Coloma, en 1509. Es de estilo de transición del gótico al plateresco. La portada muestra un amplio arco escarzano decorado delicadamente con elementos vegetales. Flanquean la puerta dos pilastras con los entrepaños cubiertos de grutescos, y se corona por un friso decorado con una escultura de la Virgen. El vano está cerrado por una reja forjada por el maestro Usón, que pone en el remate unas Sirenas.

En su interior, destaca la bóveda estrellada, con nervaduras múltiples policromadas, la más bella bóveda de nuestra catedral, remata en su clave o piedra angular por una preciosa escultura policromada con el escudo del cabildo seguntino, el jarrón de azucenas, símbolo mariano ya que la catedral seguntina está dedicada a la Virgen María en su misterio de la Asunción.

Podrá apreciar una hermosa decoración de dragones sobre sus nervios. El dragón o la serpiente, asociada al demonio, eran la representaban del Mal en la iconografía cristiana. En el renacimiento ese aspecto negativo empieza a desaparecer y se retoma la concepción clásica del dragón como símbolo protector. Estaríamos bajo una representación del triunfo del Bien sobre el Mal.

Destaca además el frontal plateresco y las pinturas ejecutadas sobre los muros, que recrean un mundo repleto de símbolos y alegorías, como la ciudad simbólica de la Jerusalén Celeste. Su autor fue Francisco de Pelegrina (entre 1531 y 1532).

Como culmen para esta excepcional capilla, cierra, desde 2014 (Año Greco), el espacio el cuadro de “La Anunciación” (es propiamente una Encarnación) de Doménicos Theotocópoulos, conocido mundialmente como El Greco. Este lienzo supone una de las últimas obras realizadas por el artista, posiblemente ayudado por su hijo Jorge Manuel. Aunque se ha considerado una “obra de taller”, como muchos de los grandes cuadros de El Greco, su firma se descubrió bajo el jarrón de azucenas, en su última restauración en el IPCE (Instituto del Patrimonio cultural de España).

 

        

Ocho tapices flamencos en el refectorio del claustro

 

La catedral de Sigüenza posee dos series de tapices sobre temas clásicos, realizados en Bélgica durante el siglo XVII. De ahí que se aprecie la marca B-B (Bruselas-Brabante) en cada uno de ellos. Para la creación de un tapiz, se elabora en primer lugar un pequeño patrón.

Fueron diseñados por un pintor flamenco al estilo del francés, Charles Poerson, y realizados en los talleres de Jean Le Clerc y Daniel II Eggermans. Se colgaron por primera vez en la capilla mayor de la catedral en el año 1664, como regalo a su obispo don Andrés Bravo de Salamanca. Son un total de 16 tapices, ocho dedicados a las Alegorías de Palas Atenea y ocho a la Fundación de Roma.

Los paños, el mayor de cuatro metros de altura por seis de anchura, están tejidos con hilos de seda y lana teñidos pigmentos naturales. Han sido restaurados de forma excepcional por la Real Fábrica de Tapices de Madrid.

En la gran sala central de la panda norte del claustro, de estilo cisterciense, y con total seguridad, el refectorio de los monjes canónigos regulares de San Agustín que sirvieron la catedral durante los siglos XII al XIV, se encuentran los tapices pertenecientes a la serie de las Alegorías de Palas Atenea, diosa civilizadora según la mitología griega. El hilo argumental de esta serie corresponde a las virtudes del buen gobernante, que debe buscar la paz, premiar a los que colaboran para conseguirla y mantenerla, porque trae bienestar y progreso, no tolerar a quienes no colaboran al bien común, proteger a quienes trabajan, fomentar las ciencias y las artes y favorecer la religión, la concordia y el comercio.

Desde julio de 2014, estos ocho tapices se hallan en la gran sala de la panda norte del claustro de la catedral, la sala del antiguo refectorio, que evoca el refectorio de la Abadía de Santa María de Muerta.

 

La historia de Rómulo y Remo en otros ocho tapices

 

La segunda colección de tapices de la catedral es de también ocho tapices, de las mismas dimensiones, características, autoría, datación y donación. En esta segunda sala de tapices el tema principal gira en torno a la fundación de Roma y la historia de Rómulo y Remo. El pastor Faústulo recoge y lleva a casa a los niños, donde su esposa los cuida como hijos propios. Pasado el tiempo crecen y los lleva ante el rey Munitor que los reconoce como nietos por la canastilla en la que habían sido arrojados al río Tíber.

Posteriormente, Rómulo construirá la ciudad de Roma, que gobierna como rey. Para asegurar el futuro de la ciudad. los soldados romanos raptan a las mujeres sabinas, con las que se casan. Después de derrotar al rey sabino Acrón y a su ejército, las mujeres sabinas raptadas lograrán la paz impidiendo la guerra entre los romanos y los sabinos. Esta última escena la puede contemplar en el tapiz que ocupa el fondo de la sala.

Estos ocho tapices se hallan en la sala llamada de la Fragua, en el este-norte del claustro. A ella, se accede por la sala que a continuación describimos.

 

Pintura, escultura y ropa litúrgica

 

La Sala Capitular de Verano, también conocida como capilla de la Virgen de la Paz por la imagen sedente de la Virgen con el Niño que la preside, sirvió como sala de grados de la histórica universidad de Sigüenza Al comienzo el siglo XVII, el maestro Juan de Orihuela realizó la cancela y una sencilla sillería de nogal de banco corrido, el techo nos muestra un artesonado plano con decoración mudéjar.

Sobre la sillería de nogal están situados unos retratos femeninos, de medio cuerpo, que corresponden a nueve sibilas. Las sibilas son personajes de la mitología grecorromana a los que se adjudicaban poderes adivinatorios y que fueron adoptados por el pensamiento cristiano al considerar que habían anticipado la llegada de Cristo. En 1795, el canónigo de la catedral seguntina Antonio de la Peña regaló al cabildo doce cuadros (tres de ellos, se perdieron) representando a las sibilas, lienzos que pueden datarse en la primera mitad del siglo XVII como obra de un pintor de la escuela madrileña y de estilo clásico. Sostienen una pintura o imagen de misterios centrales de la vida de Cristo y podemos leer sus nombres en la cartela situada a sus pies.

Centran esta misma sala varios textiles (una docena), ornamentos litúrgicos de los siglos XVIII y XIX, de los que destacan dos: casulla real: en terciopelo rojo y bordados en oro, con el escudo del rey Alfonso XII, en la espalda (y la fecha de su boda con María Cristina de Austria, 19 de noviembre de 1889), donación de quien fuera obispo de Sigüenza, el cardenal Francisco de Paula Benavides y Navarrete; y la casulla de los pajaritos: es el ornamento más hermoso y valioso. Está tejido en raso de seda y bordados en seda, oro y plata, con flores, pájaros y en la espalda el Pelícano (signo eucarístico) y el Cordero del Apocalipsis, todo ello con vivos y variados colores. Es una casulla de origen filipino, donada a la catedral por el obispo de Sigüenza a comienzos del siglo XX e historiador de la diócesis, fray Toribio de Minguella y Arnedo, quien, como agustino recoleto, fue misionero en Filipinas.

En el centro del comienzo esta misma sala, una vitrina contiene una escultura policromada, san Mateo, magnífica obra barroca (siglo XVII), que procede del hospital seguntino del siglo XV, puesto bajo el patrocinio de este apóstol.

Finalmente, en la hornacina que hay sobre la sede episcopal de la sillería, podemos admirar la escultura sedente de la Virgen María que sostiene a su Hijo sobre las rodillas, conocida con el título de Nuestra Señora de la Paz, talla gótica del siglo XIV, que está punto de ser restaurada.

Tanto la Fragua como esta capilla y sus elementos ornamentales fueron restaurados recientemente y se muestran, como se ha contado, desde hace tres años, en el alba del Año Jubilar de la Catedral.

 

 

Artículo publicado en 'Nueva Alcarria' el 9 de julio de 2021

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