Tercer y penúltimo recorrido detallado sobre la catedral de Sigüenza, abierta las visitas culturales todos los días de 11 a 14 horas y de 17 a 20 horas, excepto el descanso del personal laboral del lunes completo y del martes por la mañana

 

Por Jesús de las Heras Muela

(Periodista y sacerdote. Deán de la catedral de Sigüenza)

 

 

 

 

 

 

 

 

Hace dos semanas, al hilo del 852 aniversario de la consagración de la catedral de Sigüenza, ofrecí una visita general, un recorrido panorámico sobre ella. La pasada semana nos adentramos en el templo para recorrer sus quizás siete principales lugares: el crismón de consagración de 1169, el Doncel y capilla, la Sacristía de las Cabezas, el sepulcro del obispo Bernardo de Agén, santa Librada y la Virgen de la Mayor

Y anuncié para este viernes, en la página de Religión de NUEVA ALCARRIA, un nuevo recorrido, que se completará el viernes próximo con una visita completa al claustro.

Este nuevo recorrió parte del coro, en el corazón de la catedral, recorre la girola, se detiene en dos espléndidas capillas de la nave del Evangelio y hace un ya más somero recorrido de las capillas de la nave de la Epístola.

 

El coro gótico-renacentista

 

El coro de la catedral es un espacio reservado para la oración cantada del cabildo catedralicio que, en nombre de toda la comunidad diocesana, reza la liturgia de las horas. Se comunica con el Altar Mayor, cuyo retablo de Giraldo de Merlo ya conté, la pasada semana. a través de la denominada Vía Sacra, ubicada en la nave central de la catedral, y así denominada porque atraviesa la nave central del templo, de tres a imitación de Cruz de Jesucristo y comunica el palo vertical (el servicio a Dios) de la cruz con el palo horizontal (el servicio al prójimo).

Su fábrica es de sillar y el interior va revestido de una excelente sillería de nogal de estilo gótico castellano. La planta es rectangular, con tres lados y 84 sitiales distribuidos en dos órdenes. Entre los distintos artistas que trabajaron en él se pueden citar con certeza a Francisco de Coca, Gaspar, Peti-Juan y Martín de Vandoma. Terminado en 1491, fue completado posteriormente añadiendo sillas en la parte inferior, destinadas a beneficiados y cantores.

Las sillas superiores, asignadas a canónigos y seglares invitados, se muestran más trabajadas, sobre todo en sus respaldos. Destaca la elegante silla episcopal que muestra la influencia del gótico flamígero. Su respaldo está decorado con las figuras de dos profetas. Dos ángeles sostienen el escudo heráldico del cardenal Mendoza, obispo de Sigüenza y arzobispo de Toledo, mecenas de este coro. Corona la silla episcopal un pináculo aéreo, que asemeja una mitra, signo episcopal. La autoría decorativa de la silla del obispo parece pertenecer al maestro Rodrigo Duque Alemán.

Sobre el doselete corrido de la sillería se emplaza una balaustrada plateresca del siglo XVI elaborada por los entalladores Calderón y Juan de Amores y por el pintor Juan de Arteaga.

 

 

Dos magníficos órganos de tubos

 

En lo alto del coro se hallan los dos órganos catedralicios. El órgano mayor, el del evangelio, fue montado (tras los destrozos de la guerra civil para suplir a otro de comienzos del siglo XX) por la casa Amézua de San Sebastián en 1945, con sonoridad sinfónica. El de epístola, denominado “órgano pequeño o de san Pascual”, obra del taller Acitores de Torquemada, armonizado al modo barroco, fue donado a la catedral en el año 2011. Este segundo órgano también suplió a otro destrozado en el mismo periodo histórico recién citado. Ambos disponen de dos teclados y pedalero.

El coro se cierra con una imponente reja barroca, obra de Domingo Zialceta en 1647. Está coronada por Nuestra Señora del Rosario, santo Domingo de Guzmán y santo Tomás de Aquino, por deseo del donante, fray Pedro de Tapia, dominico y obispo entonces de Sigüenza.

        

La girola o corona de la Cruz

 

La primera parada, una vez concluida la nave de la epístola, es la capilla del Cristo de la Misericordia, que acaba de ser objeto de rehabilitación integral. Antiguamente, esta capilla fue sagrario o sacristía mayor. Su construcción data del año 1498, aunque fue restaurada en el siglo XVI. Su portada es de estilo plateresco, con un arco de medio punto decorado en sus enjutas y coronado con un frontón triangular recargado de elementos decorativos. En el interior destaca su hermosa bóveda gótica tardía y, en el centro, un retablo del siglo XVII que acoge la imagen del venerable Cristo titular de la capilla. Se trata de una excelente talla en madera del siglo XVI que expresa de forma admirable un gran naturalismo y serenidad. Los detalles anatómicos propios de estado de crucifixión son muy cuidados.

Tras esta capilla, aparece el altar dedicado a san Pedro Arbués. Se trata de un cuadro del siglo XVII, de estilo y líneas muy sencillas. En el centro, el lienzo de su titular, flanqueado por otros dos de san Pedro de Alcántara y santa Teresa de Jesús.

El siguiente altar es el de san Roque. También de mediados del siglo XVII, pero de un marcado estilo herreriano, recoge en su hornacina la talla estofada del santo titular. A ambos lados, algunos lienzos alusivos a su vida.

El altar central está dedicado a Nuestra Señora del Rosario. Es obra del siglo XVII de estilo escurialense. En su hornacina central se emplaza la Virgen titular, una bella talla policromada costeada por el franciscano fray Pedro González de Mendoza, obispo de Sigüenza.

El cuarto altar está dedicado a san Felipe Neri. Dispone de una arquitectura sencilla de corte herreriano. En él se sitúan varios lienzos alusivos a la vida del titular, obra del pintor aragonés Jusepe Martínez.

El último altar es el de san Ildefonso. Del mismo siglo que los demás altares visitados, presenta un retablo con pinturas. La central la imposición de la casulla por la Virgen al santo titular.

Cada uno de estos cinco altares están rematados por cinco vidrieras. Tras el altar de san Felipe Neri, llegan la sacristía de las Cabezas y la tumba del obispo don Bernardo de Agén, descritas la pasada semana, y la sacristía menor o de los Mercedarios (está tiene una preciosa bóveda gótica y alberga un Cristo del siglo XV, probablemente de Alejo de Vahía y cuya restauración se espera comience en las próximas semanas).

 

Capilla de San Marcos y Santa Catalina

 

Concluido el recorrido de la girola y del transepto norte (el maravilloso conjunto de Santa Librada, descrito la pasada semana), se prosigue por la nave del Evangelio y se llega a la capilla de San Marcos y Santa Catalina.

Esta capilla cuenta con fachada gótica. En el intradós del arco se observan los escudos de su fundador, el chantre de la catedral y protonotario apostólico don Juan Ruiz de Pelegrina, enterrado en la parte derecha del muro de la capilla.

En su interior, llama la atención un interesante tríptico de la escuela castellana del siglo XVI. Se trata de un retablo gótico-flamenco de gran valor artístico, obra probable de Antonio Contreras. Se compone de una predela con siete tablitas, tres calles con dos tablas cada una y el guardapolvo.

En la tabla central aparecen los dos santos titulares de la capilla: san Marcos, con el fundador arrodillado ante él, y Santa Catalina. Justo encima un Calvario y en los cuerpos laterales escenas alusivas a la vida de los titulares. Destaca sobremanera la técnica utilizada, la armonía y su magnífico colorido.

Justo encima de la puerta de la sacristía, se observa un Calvario de estilo románico de fábrica anterior a la capilla.

 

Capilla de la Anunciación o de la Inmaculada

 

Su fachada es de gran interés por la combinación de tres estilos diferenciados: el gótico es visible en el centro del friso que corre sobre el arco y en el coronamiento de la cornisa; el plateresco se aprecia desde la base hasta el arranque del arco; y el mudéjar ocupa el resto. De algún modo, es lo que se entiende, en el alba del siglo XVI, por el estilo cisneriano.

En la parte baja, insertas en pequeñas hornacinas, se emplazan las figuras de piedra de san Miguel, a la izquierda, y Santiago, a la derecha. En las enjutas del arco, y entre labores de lacería moriscas, se sitúan los escudos del fundador, don Fernando de Montemayor. Encima se desarrolla un friso con paños de lacería a los extremos y la escena de la Anunciación en el centro junto a la jarra de azucenas, emblema del Cabildo. Otro friso corrido se sobrepone con los escudos del fundador y del cabildo, separados por paños de lacería. Remata una cornisa de mocárabes con figuras de leones en los extremos y una crestería gótica con un pequeño calvario en el centro.

La capilla está cubierta por una bóveda gótica y su retablo actual, de 1654, acoge una imagen de la Purísima (la Inmaculada), tallada en Madrid por el artista catalán Francisco Font y Pons, en 1904, con ocasión del cincuenta aniversarios de la definición del dogma de la Inmaculada Concepción de María.

En su interior, están enterrados el obispo don Eustaquio Nieto y Martín, martirizado el 27 de julio de 1935, obra neogótica del siglo XX, del escultor aragonés Ángel Bayod, y el del fundador de la capilla, don Fernando de Montemayor, de estilo plateresco, Cierra este espacio una reja gótica con abundantes temas renacentistas, obra de Juan Francés.

 

Altares menores de la nave de la Epístola

 

Un magnífico Pentecostés de Julio César Semini, de comienzos del siglo XVII, es el primer elemento ornamental de la nave de la Epístola. Le sigue el altar de santa Cecilia, patrona de la música, con una imagen en escayola de la santa de comienzos del siglo XX, y un óleo del 1989 del sacerdote y pintor seguntino Constantino Casado.

La tercera parada es el altar de san Joaquín y de santa Ana, barroco, los padres de la Virgen María, que aparecen en óleo, acompañados, ya en imágenes pictóricas más pequeños, por san Pascual Baylón y san Francisco de Asís.

A continuación, llega el retablo de la Virgen de las Nieves (actualmente esta imagen está en el claustro, como contaré la próxima semana), en cuya hornacina aparece una talla de la Virgen del Pilar, del primer cuarto del siglo XIX.  Y al lado, ya lindando con el crucero, aparece un cuadro, muy oscuro, fututo objeto de restauración, del jesuita del siglo XVI san Francisco de Borja.

Y debajo del órgano menor, enfrente del retablo de la Virgen de las Nieves, actualmente de la Virgen del Pilar, se halla el altar de san Pascual Baylón, el primer santo canonizado oriundo de la diócesis (de Torrehermosa, en la provincia de Zaragoza, hasta 1956, obispado de Sigüenza, ahora de Tarazona). Fraile franciscano de la segunda mitad del siglo XVI, es el patrono de los movimientos y asociaciones eucarísticas ya que destacó por su amor a la eucaristía. En su honor, ya en el siglo XVIII, se levantó un altar rococó, con talla central del santo y acompañándole, escenas de su vida de piedad mariana y eucarística, humildad y pobreza.

 

 

Artículo publicado en 'Nueva Alcarria' el 2 de julio de 2021

El crismón de consagración de 1169, el Doncel y capilla, la Sacristía de las Cabezas, el sepulcro del obispo Bernardo de Agén, santa Librada y la Virgen de la Mayor

 

Por Jesús de las Heras Muela

(Periodista y sacerdote. Deán de la catedral de Sigüenza)

 

 

 

 

 

 

 

 

La pasada semana, al hilo del 852 aniversario de la consagración de la catedral de Sigüenza, ofrecí una visita general, un recorrido sobre ella. Y anuncié para este viernes, en la página de Religión de NUEVA ALCARRIA, siete paradas sobre siete de sus lugares más o espacios más representativos y emblemáticas.

Este nuevo recorrió parte del lugar donde nació la catedral, en el crucero sur, se adentra por la girola, al este del templo, y tras detenerse en el norte del edificio, concluye su itinerario en el oeste.

Es muy probable que próximamente ofrezca otras paradas de otros tantos lugares capitales de nuestra catedral como el cuadro de El Greco, las salas de los tapices, las capillas de la Anunciación o de la Inmaculada y de san Marcos y santa Catalina, etcétera.

 

El crismón de consagración, 1169

 

En el transepto o brazo sur del templo, junto a la actual puerta del Mercado antes puerta de la Cadena (desde la que impartía justicia, por ejemplo, el cardenal Cisneros, cuando canónigo capellán mayor de la catedral y provisor del obispado), en un dintel de la puerta de la torre del Santísimo, junto a la capilla del Doncel, está esculpido el dibujo más antiguo de la catedral. Dentro de un círculo (figura de lo divino), están grabadas y superpuestas las letras iniciales de la palabra Cristo en griego. Cristo significa Ungido. Puesto que la acción de ungir se realiza con el «crisma», por eso a este grabado se le llama «crismón».

Y en él viene la prueba científica epigráfica de la fecha de consagración de la catedral: 19 de junio de 1169, que es la fecha que conmemora este año jubilar: 850 años. En concreto, debajo del crismón aparece esta leyenda, en piedra arenisca, notablemente desgastada: ERA. M. CC.VI, fecha de la era de Augusto que corresponde al año de la era cristiana 1169. La fecha viene completada, ya en documento, con el 19 de junio del citado año. Era obispo de Sigüenza Joscelmo Adelida, quien consagró el templo.

El crismón mide 0,50 por 0,50 metros. Técnica, artísticamente es un lábaro de Constantino el Grande.

Con ocasión del 850 aniversario de la consagración del templo, el 19 de junio de 2019, al lado de este crismón, se labró un nuevo en memoria del año jubilar con que la catedral había celebrado la efeméride.

 

El Doncel, siempre el Doncel

 

Al lado del crismón, a la izquierda según se camina, aparece la capilla de San Juan Bautista y de Santa Catalina de Alejandría, más conocido por ser la capilla funeraria de la capilla Arce, donde se halla y sobresale la obra artística más hermosa y popular de la catedral seguntina: el Doncel, el sepulcro yacente de Martín Vázquez de Arce (1461-1486), hijo de los fundadores de la capilla. Se trata de una prodigiosa escultura, en estilo gótico flamígero o isabelino, del año 1493, de autor anónimo. Sobrecoge de que autor de la obra halla representado vivo y semiyacente al Doncel, la belleza, compostura (ojos vivos, libro en las manos, vestido de comendador de la Orden Militar de Santiago, a la que perteneció), simbolismo (un anticipo del ideal renacentista) y mensaje del personaje, muerto en la guerra de Granada, en junio de 1486. Es de autor anónimo.

La portada de la capilla es de comienzos del siglo XVI, de composición renacentista y con labores de estilo plateresco que responden a las trazas de Francisco de Baeza, Sebastián de Almonacid, Juan de Talavera y Peti Juan. Se dispone con un arco de medio punto que lleva a sus lados columnas jónicas de dos tramos. Sobre el arco se observan los emblemas heráldicos de los patronos, la familia de los Arce. En la parte superior de la clave y enjutas del arco se encuentra un entablamento con la inscripción, flanqueada por el escudo del obispo de Canarias, Fernando de Arce, hermano del Doncel y mecenas de la capilla, también enterrado en ella, en una espléndida tumba plateresca. La entrada se corona un magnífico frontón semicircular con la representación artística de la Epifanía.

La reja, de estilo gótico renacentista, es de la autoría de Juan Francés. Fue pintada y dorada por el maestro Juan de Arteaga.

        

La Sacristía de las Cabezas

 

Estamos ya en la girola, hacia el norte de la misma. Entramos en la Sacristía Mayor, también conocida como la Sacristía de las cabezas, destaca por ser una de las obras más importantes del renacimiento español.

En primer lugar, obsérvese la magnífica portada renacentista. Es de estilo plateresco, pero, a pesar de su ornamentación, se advierte ya una tendencia al clasicismo puro, propia del renacimiento español avanzado. Fue erigida en 1573 bajo la dirección de Juan Sánchez del Pozo. Tiene aspecto de retablo a causa de las hornacinas que contienen las esculturas de los apóstoles. Está encuadrada por columnas corintias.

Mención aparte merece los batientes de la puerta de nogal que da acceso al interior. Son de estilo plateresco y fueron labrados por maese Pierres bajo la dirección del seguntino Martín de Vandoma. Ambos batientes se dividen en compartimentos que incluyen relieves del jarrón de azucenas, emblema del cabildo, y una serie de santas mártires representadas con sus atributos.

El diseño de la Sacristía de las Cabezas es obra del famoso arquitecto toledano Alonso de Covarrubias. A partir de 1533 y hasta 1567 participaron sucesivamente en su ejecución los maestros Francisco de Baeza, Nicolás de Durango, Juan de Durango y Martín de Vandoma.

Es de planta rectangular, dividida en cuatro tramos sobre los que descansa una bóveda encañonada con una decoración única: centenares de casetones circulares que alternan cabezas humanas y florones. Un total de 304 cabezas grandes que destacan por su expresividad, variedad y perfecta ejecución. En ellas se representan los distintos tipos sociales de la época: obispos, abades, doctores, alarifes, guerreros, monjes. etc. Si se tienen en cuenta las cabezas de inferior tamaño de querubines de la bóveda y las que se hallan en el friso, enjutas y capiteles el total asciende a 3.000 ejemplares.

Otro elemento a destacar son las cajonerías de nogal. Las dos más próximas a la capilla de las reliquias, las más antiguas, se diferencian de las demás por su talla, más artística y valiosa; fueron diseñadas por Martín de Vandoma y talladas por maese Pierres con motivos ornamentales platerescos.

 

Sepulcro del obispo don Bernardo

 

De origen francés, concretamente aquitano, y monje cisterciense, don Bernardo de Agén fue el obispo de la restauración diocesana en el siglo XII, a partir de 1124, en que, tras la reconquista de la ciudad, comenzó su ministerio episcopal en ella y en la diócesis. Falleció en 1152. Fue enterrado en esta catedral, junto a la sacristía de las Cabezas, recién descrita, en la girola. Fue don Bernardo quien puso las bases para la construcción de la catedral.

Bajo su estatua yacente, en la girola, entre la sacristía menor y la sacristía de las cabezas, vemos una larga inscripción que comienza con estas palabras: «Aquí yace don Bernardo, natural de la ciudad de Aquino, del Reino de Francia, capiscol de Toledo, y después que España se restauró de los moros, cuando el Rey don Rodrigo la perdió, fue el primer obispo de Sigüenza».

El sepulcro, «uno de los monumentos más venerables de la catedral», en palabras del historiador Manuel Pérez Villamil, fue ejecutado, en estilo gótico tardío por Martín de Lande, en 1499, y se halla entre la sacristía menor o de los Mercedarios y la sacristía mayor o de las Cabezas, en el comienzo de la girola, según la nave del Evangelio.

 

"/Altar mayor

 

Ya en el centro del crucero, al fondo de la capilla mayor, en un plano elevado sobre el nivel de la capilla por medio de tres escaleras y rodeado por el gran retablo tardorenacentista que hizo Giraldo de Merlo, por disposición del prelado fray Mateo de Burgos, a comienzos del siglo XVII, vemos el altar mayor, el lugar donde se hace presente el sacrificio de Cristo. El altar mayor es el centro espiritual de la catedral, la fuente de donde brota la gracia. En el altar mayor se encuentra también la sede y la cátedra del obispo, donde éste ejerce su triple ministerio: enseñar, santificar y regir.

El retablo fue recientemente restaurado (2009) por el Ministerio de Cultura, al igual que su reja y púlpitos (el púlpito gótico del cardenal Mendoza, de la nave de la Epístola; y el púlpito plateresco de la nave del Evangelio).

La capilla mayor de la catedral es coronada en su bóveda por una extraordinaria clave con un Pantocrátor medieval como figura decorativa.

La capilla mayor de la mayor está en la cabecera del templo, al este, y es prolongada por el crucero -también de belleza extraordinaria-, en la nave central, y el coro, espléndida obra del siglo XVI con dos magníficos órganos musicales.

 

Relicario de Santa Librada

 

En el transepto o brazo norte de la catedral, en la parte central del retablo plateresco, mandado levantar por el obispo don Fadrique de Portugal, en el primer tercio siglo XVI, está la urna que contiene las reliquias de santa Librada, virgen y mártir aquitana de los primeros siglos del cristianismo, cuyas reliquias fueron traídas hasta aquí por don Bernardo de Agén, el obispo de la restauración.

Las catedrales se consagran con las reliquias de los mártires. Este fue el caso de la catedral de Sigüenza, consagrada, con toda probabilidad, con reliquias de santa Librada, quien llegó a ser patrona de la catedral, de la ciudad y de la diócesis.

El conjunto del transepto norte de la catedral (lo integran el mausoleo de don Fadrique de Portugal, el relicario de santa Librada, la puerta de jaspe o del pórfido –puerta de acceso al claustro- y la fachada de la sacristía de santa Librada) es de extraordinaria belleza, realzada aún más gracias al magnífico trabajo de restauración, auspiciado por el Ministerio de Cultura, concluido en abril de 2018.

La traza arquitectónica de este conjunto fue realizada por el gran Alonso de Covarrubias, en 1515, y ejecutada, entre otros, por Francisco de Baeza. Las pinturas del relicario de santa Librada son de Juan de Soreda. Estos tres artistas son del siglo XVI.

 

Virgen de la Mayor

 

Es una talla inicialmente románica del siglo XII, traída también por don Bernardo de Agén. La talla, esculpida en madera de ciprés, fue modificada en varias ocasiones, adquiriendo, a partir del siglo XIV, una configuración más gótica, esbelta, elegante y risueña.

La imagen es de las llamas «vírgenes sagrario», pues tiene una portezuela en la espalda donde se reservaba el Santísimo. Es la patrona de la ciudad, con fiesta el domingo siguiente a la Asunción y a san Roque, fiesta precedida por un solemne novenario.

Desde la segunda mitad del siglo XVII, un espléndido retablo barroco, mandado hacer por el obispo Andrés Bravo de Salamanca y ejecutada por Juan de Lobera, alberga la venerada imagen de la Virgen de la Mayor, cuya advocación responde, con toda seguridad, al hecho de que desde el siglo XII al siglo XVII, (quinientos años) estuvo en la capilla mayor del templo, de donde hubo de desplazar a partir de 1610 al erigirse allí el ya citado retablo mayor de Giraldo de Merlo.

 

Artículo publicado en 'Nueva Alcarria' el 25 de junio de 2021

Por Juan Pablo Mañueco

(escritor y periodista)

 

 

 

 

Peña del Águila y Hueva

su pico al cielo levantan

y ya la mirada encantan

desde esta plaza, que es nueva...

 

Por aquí andaban y aguantan

bases en sima y en cueva

que muralla sobrelleva.

Piedras que la historia plantan.

 

La plaza se expande luego,

con sombra en un emparrado

y un breve sotillo al lado

que dota al lugar de sosiego.

 

Sobre el solar enlosado

que ante mi vista despliego

se va juntando en apego

gente que allí se ha encontrado.

 

La iglesia de Ginés, blanca

su doble torre la eleva.

Es una iglesia longeva:

del Renacimiento arranca.

 

El intradós bien nos prueba

que el círculo es la palanca

que la fachada desbanca

y hacia su interior nos lleva. 

 

Las palmeras su penacho

en el sotillo lo alzan.

Con palmas nuevas se calzan

para ascender su picacho.

 

De las viejas se descalzan

para abreviar su capacho.

Romanones, su mostacho,

en pedestal sobrealzan. 

 

Y aun diría que luz brilla

más por uno que otro lado,

tiene el dorso blanqueado

más que la frontal orilla.

 

El fulgor al sur quedado

y al norte quedó barbilla,

pues que en esto es mi Castilla

propensa a lo acostumbrado. 

 

Albo a oeste rascacielos

hacia el azul va viajando;

por el este va asomando

bloques con menores vuelos.

 

La calle Mayor quedando

por el norte, entre sus suelos;

y abajo, por los subsuelos,

restos de muralla hallando.

 

Y, si aguzas la mirada,

verás semillas lloviendo

de mayo, en su verde atuendo.

Viva vida tan amada. 

 

La Alcarria al sur aun viendo.

Al este, torre afilada

gótica, fina, acerada,

que las casas van cubriendo. 

 

Es la iglesia franciscana

en lo que hoy llaman el Fuerte

de San Francisco, que inserte

medievo en esta mañana.

 

Ciprés, morera me advierte

que iglesia dominicana

de San Ginés, verde y cana,

deje atrás, cuando deserte.

 

 

 

 

Juan Pablo Mañueco

Premio CERVANTES-CELA-BUERO VALLEJO, 2016.

Junta de Comunidades de Castilla-La Mancha

 

* La estrofa se llama "octava ola o copla alcarreña". Busque en internet quien quiera saber en qué consiste y ejemplos de ella; incluso hay un libro entero compuesto en esta estrofa. Pero la sonoridad de dicha estrofa es tan grande como ya se nota con esta sola poesía. La estrofa realza cuanto se escriba en ella.

 

Vídeo autor:

https://www.youtube.com/watch?v=HdKSZzegNN0

Por José Ramón Díaz-Torremocha

(Conferencias de San Vicente de Paúl en Guadalajara)

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Vi a un viejo llorar

 

Sucedió hace bastantes años, pero es difícil que lo aparte de mi pensamiento. Todo empezó con una distracción mía.

Estaba unas cuantas bancas detrás, pero me tenía hipnotizado el casi imperceptible temblor de sus hombros. ¡Aquel hombre estaba llorando!  Pensé que podría ser una equivocada percepción mía y no me atrevía a interrumpirle para preguntarle si necesitaba algo. Seguí intentando no distraer mi atención de la visita al Amigo. No lo conseguía. Una y otra vez, con cierta angustia, desviaba mi vista de Él para centrarme en él.

Finalmente, pensando que pudiera necesitar alguna cosa, me levanté y avancé hasta superar su banca, continuar algunos pasos más hacia adelante, para poder volverme y comprobar, viéndolo de frente, si realmente estaba llorando. Era así, lloraba.

No era de los habituales en aquel Templo, al menos a esas horas. Después supe que estaba allí por algo parecido a un ataque de desesperanza.

Intentando volver a mi asiento, en uno de esos golpes que los más simples solemos llamar casualidad, el viejo miró al frente y al encontrarse con mis ojos fijos en él, sostuvo la mirada. Aquel encuentro ocular, propició que venciera la timidez y al pasar por su lado, le preguntara si podía ayudarle. Bajó la cabeza y después de unos segundos en los que no sabía si le había molestado, dijo muy bajito: “no podrá hacer nada, pero………… si quiere escucharme, siéntese aquí, a mi lado”.

Me senté después de encomendarme a Aquel que nos estaba viendo a ambos. Aquel hombre necesitaba descargar el peso que llevaba encima. La siguiente hora, la utilizó para desgranar una historia dura en la que había faltado de todo para templar tanto sufrimiento. Tanta soledad. Tanto desvalimiento.

No le dije nada. No le aconsejé. No supe hacerlo ni él me lo pidió. Tuve la sensación de haberme encontrado con mi hermano. Nada más. También nada menos.

Al cabo de un rato, volvió la cabeza y me preguntó: “¿volveré a verle?”

Después de aquello y al ritmo que el nuevo amigo me marcaba, quedando en cada ocasión para la siguiente, pasaron muchas semanas e incluso varios meses de escucharle. No necesitaba otra cosa. Creo que tampoco la quería.

Un día no apareció a la cita. Durante varias semanas, mantuve la asistencia a las horas en las que nos habíamos encontrado siempre. No volví a verle.

Seguramente, alguno que pudiera llegar a conocer esta historia, quizás me preguntase si realmente serví a aquel amigo para algo. Si solucioné alguna cosa, algún grave asunto. No hubo nada de eso, al menos de manera perceptible para mí.

Sin embargo, puedo asegurar, que pocas veces en mi vida me he sentido tan servidor de los pobres, tan hijo de San Vicente, como en aquella ocasión en la que todo comenzó cuando vi a un viejo llorar.

Por María, siempre a Cristo por María.

 


 

 

I saw an old man cry

 

It happened many years ago, but it's hard for me to take it away from my mind. It all started with a distraction of mine.

He was a few pews behind me, but I was mesmerized by the almost imperceptible trembling of his shoulders. That man was crying!  I thought it might be a misperception of mine, and I didn't dare to interrupt him to ask if he needed anything. I kept trying not to distract my attention from the visit to the Friend. I couldn't make it. Again and again, somehow anguished, I diverted my sight from Him to focus on him.

Finally, thinking that he might need something, I got up and advanced to get over his pew and continue a few steps further forward, so I could turn around and check, seeing him face to face, if he was really crying. He was indeed crying.

He was not one of the regulars in that Temple, at least at that hour. I learned later that he was there due to something akin to a fit of despair.

Trying to get back to my seat, by one of those coincidences that the simplest of us usually call chance, the old man looked forward and when he met my eyes fixed on him, he held his gaze. That eye contact made it possible that I overcame my shyness and as I passed by him, I asked him if I could help him. He lowered his head and after a few seconds in which I didn't know if I had bothered him, he said very quietly: "You won't be able to do anything, but............ if you want to listen to me, please sit here next to me."

I sat down after commending myself to the One who was seeing both of us. That man needed to unload the weight he was carrying. He used the next hour to unravel a hard story which lacked anything to temper so much suffering. So much loneliness. So much helplessness.

I didn't say anything to him. I didn't advise him. I didn't know how to do it, and he didn’t even asked me to. I had the feeling of having met my brother. Nothing more and nothing less.

After a while, he turned his head and asked me, “Will I see you again?”

After that and at the pace set by my new friend, every occasion arranging to meet next time, many weeks and even several months passed listening to him. He didn't need anything else. I don't think he wanted it either.

One day he didn't show up for the appointment. For several weeks, I kept attending at the time in which we had always met. I never saw him again.

Surely, someone who could get to know this story might ask me if I was really useful to that friend in any sense, if I solved anything, some serious matter. There was none of that, at least perceptible to me.

However, I can assure that seldom in my life have I felt so much a servant of the poor, so much St. Vincent's son, as on that occasion when it all began when I saw an old man cry. 

Through Mary, always to Christ through Mary.

 

 

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