Por Ángel Moreno

(de Buenafuente)

 

 

 

 

No quiero sientas fórmula barata,

el consejo nacido en el desierto, 

que va ungido de días esteparios,

de búsquedas a tientas prolongadas.

 

Si te digo que esperes, no me evado.

El consejo de trascender el hito,

no es un recurso piadoso, vano.

¡Espera, cree, trasciende y confía!

 

Antes, otros como tú, te preceden.

Aunque no parezca la respuesta

de mirar a los lados semejantes,

tú no eres menos, ni con menos fuerzas.

 

La dura prueba enraíza el árbol.

El maestro va tan solo dos pasos

por delante y acredita el camino

de que es posible remontar el trecho.

 

Recibe esta palabra compañera, 

sin juicio ni descrédito en tu duda.

Ahora puedes de nuevo levantarte,

Y el camino remprender más ligero. 

 

 

 

Por Ángel Moreno

(de Buenafuente)

 

 

 

 

Ya fue la sementera en tierra labrada.

El campo recibió la semilla,

el hielo arrecia, y la sequía.

 

El labrador espera paciente el tempero,

a que se abra el cielo en lluvia temprana,

Y acuda providente la tardía.

 

Los terrenos verdean la semilla

esparcida, y la paciencia ayuda

a confiar en el proceso de la naturaleza.

 

La Palabra penetra las entrañas,

y exige el tiempo sin medida,

a que brote por su fuerza la obediencia.

 

El campesino mientras duerme,

su ofrenda germina generosa,

superado el hielo y el invierno.

 

Nada se pierde en el corazón creyente.

Sin saber cómo, la escucha atenta

produce fecundas resonancias.

 

Y al igual que la simiente,

hecha espiga sazonada,

granada y madura, alegra al sembrador.

 

El fruto de la Palabra remece

el corazón de paz y de alegría,

y confirma que no fue inútil la esperanza.

 

Si el frío entumece el ánimo,

si el desierto deja sentir su vértigo,

y si todo parece yermo, sin efectos.

 

Solo conviene la espera y la plegaria.

Un día, sin previo aviso, luminosa

brotará la flor en primavera.

 

 

 

 

 

Por Ángel Moreno

(de Buenafuente)

 

 

 

 

No quiero argumentarte por oficio,

porque pienses que me es fácil la vida.

Ya sé que se hace muy larga la noche,

Perdida la salud y la familia.

 

No sé si te llegará el pensamiento,

de alguien que en tu grito se proyecta,

y recoge el clamor de tu vacío,

el pudor de tu llanto reprimido.

 

He salido de noche, a cielo raso,

para enviar con fuerza los mensajes,

porque te llegue el eco solidario,

convertido en sorbos compañeros.

 

No sirven las recetas paternales,

cuando se sufre la contienda recia.

Solo el tú codo a codo, se recibe,

el gesto entrañablemente, humano.

 

Aunque no lo veas, quizá ni sientas,

que en su memoria otros te recuerdan,

mira la luz nueva de las estrellas,

siente la suave brisa atardecida.

 

¡Son verdad las ofrendas gratuitas!

las ráfagas amables de la vida.

No te hieras introvertido, solo.

Hasta cabe que seas tú el alivio.

 

Tu existencia reclama las entrañas,

tu herida atrae el vino y la posada,

tu dolor cita el silencio amigo,

tu miedo, la presencia compañera.

 

Gracias por no dejarme en mi egoísmo,

Por ser fuerte pregunta tu persona.

levanto la voz y también las manos,

ruego, callo, amo y sufro contigo.

 

 

 

 

Por Rafael Amo

(Director de la Cátedra de Bioética de la Universidad Pontificia Comillas | Delegación de Ecumenismo de la Diócesis)

 

 

 

Hemos visto su estrella y venimos a adorarlo (Cfr. Mt. 2, 2)

Como es habitual, del 18 al 25 de enero se celebra la Semana de Oración por la Unidad de los cristianos. Este año, el lema y los materiales han sido preparados por el Consejo de Iglesias de Próximo Oriente, con sede en Beirut (Líbano). Ellos han sido los encargados de la tarea de escoger el tema de la Semana de Oración de 2022 y preparar los materiales. Eligieron el tema: «Nosotros hemos visto aparecer su estrella en el Oriente y venimos a adorarlo» (Mt 2, 2). Más que nunca, en estos tiempos difíciles, necesitamos una luz que brille en las tinieblas, y esa luz que proclaman los cristianos se ha manifestado ya en Jesucristo.

En esta región del mundo donde los derechos humanos son habitualmente pisoteados por intereses políticos y económicos injustos, afectada por la actual crisis sanitaria internacional sin precedentes y que sufre por las pérdidas materiales y humanas a consecuencia de la grave explosión que devastó Beirut el 4 de agosto de 2020, se percibe, más que nunca, la necesidad de la luz de Cristo.

Como sabéis en las Iglesias orientales se da gran importancia a la fiesta de la epifanía que celebra la revelación de la salvación de Dios a todas las naciones en Belén y en el Jordán. Este énfasis en la teofanía (la manifestación) es, en cierta forma, uno de los tesoros que los cristianos de Próximo Oriente pueden ofrecer a sus hermanos y hermanas de todo el mundo.

Este año se quiere poner el acento en el alcance universal del anuncio de la salvación en Cristo y, por tanto, en el carácter misionero de un ecumenismo para que no pierda de vista el fin último de la evangelización: la congregación en una sola Iglesia de los pueblos y las naciones, meta a la que tiende la acción misionera de la Iglesia en el mundo, cuyo culmen es la celebración de la eucaristía.

Pero ¿qué significa esto en la práctica? Servir al Evangelio hoy exige el compromiso de defender la dignidad humana, especialmente en los más pobres, los más débiles y los marginados. Exige por parte de las Iglesias transparencia y responsabilidad en sus relaciones mutuas y en su relación con el mundo. Significa que las Iglesias deben cooperar para proporcionar alivio a los afligidos, para acoger a los desplazados, para confortar a los abatidos y para construir una sociedad justa y honesta. Se trata de una llamada a que las Iglesias trabajen juntas, de manera que los jóvenes puedan construir un futuro conforme al corazón de Dios, en el que todos los seres humanos puedan experimentar la vida, la paz, la justicia y el amor. El nuevo camino entre las Iglesias es el camino de la unidad visible que buscamos con abnegación, valentía y audacia, hasta el día en que «Dios sea soberano de todo» (1 Co 15, 28).

Nuestra iglesia diocesana, inmersa en un particular camino sinodal, acostumbrada a escuchar al Espíritu Santo y no las opiniones e ideas de sus miembros, puede contribuir al movimiento ecuménico rezando esta semana por todas las Iglesias que anhelan el don de la Unidad.

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