Por Alfonso Olmos

(director de la Oficina de Información)

 

 

El 6 de diciembre se celebra el 40º aniversario de la Constitución Española. Con ese motivo, el pasado domingo en Alovera se hacía un homenaje a la Guardia Civil, "que ha sido y es garante de nuestro orden constitucional y, día a día, permite que los derechos y libertados consagrados en el texto constitucional sean preservados y protegidos en caso de ataque o merma".

En este acto el ayuntamiento, con su alcaldesa al frente, quiso destacar y reconocer, los principios y valores constitucionales llevados a cabo por instituciones y agentes sociales, que han simbolizado el desarrollo constitucional en el municipio durante estos últimas cuatro décadas.

Entre esas instituciones se encontraban Caritas parroquial y la Cofradía de la Virgen de la Soledad, por el papel desempeñado en la promoción y cuidado de la igualdad de los vecinos de la localidad. Tanto Caritas como la Cofradía, entre otras muchas labores de carácter social, promueven un rastrillo solidario cuyo fin último es aportar dignidad a las familias más vulnerables y desfavorecidas del municipio.

La pluralidad y la convivencia han sido posibles, en gran medida, gracias a nuestra Constitución. La suma de todos los esfuerzos, de personas de diferentes signos, creencias e ideologías, hace posible la convivencia social y el pleno desarrollo de los pueblos. Y eso digno de reconocimiento cívico.

En estos días tan convulsos en todos los ámbitos, convendría hacer un ejercicio de memoria agradecida a tantas personas e instituciones, que han propiciado un ambiente de paz y concordia a nuestro alrededor, en estos últimos cuarenta años. Y, además, trabajar para construir entre todos, un mundo mejor.

Jesús Francisco Andrés Andrés

Delegado de Pastoral de la Salud

 

 

Hace unos días celebrábamos junto al Papa Francisco y a toda la comunidad de la Iglesia la II jornada mundial de la pobreza.

En su lema leíamos “este pobre gritó y el Señor lo escuchó”. Pero hay muchos pobres, demasiados, que no tienen fuerza ni para gritar.

A nuestro alrededor, en nuestro bloque, en nuestro barrio, en nuestra ciudad... muy cerca de nosotros hay muchísimas personas que no gritan porque no pueden, pero, aún así, levantan sus manos hacia el Señor y hacia todos nosotros pidiéndonos ayuda, apoyo, acompañamiento, presencia.

Hay gritos que nos llegan por la radio, por la tele, por el periódico, por el wasap.... pero hay otros que -aun teniéndolos cerca- no nos llegan porque sus voces no tienen fuerza para gritar. Los podemos encontrar en una cama del hospital, en una casita baja del pueblo o en el tercer piso de un bloque -sin ascensor-.

En el Evangelio aparecen pobres y enfermos que se acercan a Jesús a gritos, pidiendo ayuda. Algunos incluso se atreven a decirles: “cállate, no molestes...” -como le dicen al ciego Bartimeo- pero ellos siguen y siguen pidiendo -faltaría más-.

Es hora de poner atención y aguzar el oído para escuchar esos “gritos susurrantes” que nos llegan. Miremos a nuestro lado y descubramos esos pobres que nos piden ayuda desde su silencio, desde su debilidad, de su imposibilidad de moverse, de manifestarse, de salir a gritar a los cuatro vientos: “NECESITO AYUDA”.

 

 

Por Juan Pablo Mañueco

(escritor y periodista)

 

 

Hoy, desde esta espesura

del mundo y sus trabajos y fatigas

de eterna noche oscura,

la luz ya la persigas

y el viaje desde tu alma lo prosigas.

 

Dejaste las intrigas

del orbe y retornaste hasta la altura

de las altas cuadrigas,

donde vive la pura

y bella voz que vida la asegura.

 

Y todos cuantos vamos

aún en los misterios meditando,

contigo nos sintamos

que estás peregrinando

al lugar que estos versos miro y mando.

 

Ha llegado hoy tu cuándo,

y muchos lo sufrimos y sintamos

llorando llanto blando,

y en ti que aún pensamos

y en las cosas que ayer no más hablamos.

 

Amigo que falleces

pero aún con nosotros estás vivo,

en mente permaneces

en tanto que te escribo

y me dejas sin ti tan pensativo.

 

Ya viento fugitivo

a esta en recuerdo línea amaneces,

por tuya la concibo

pues sé que la mereces,

y en ella para siempre te estableces.

 

Oh, bosques y caminos

que veis a su alma queda ya ir llegando,

mostradle repentinos

los versos que le expando

de parte evocación que le estoy dando.

 

Mi corazón helando

memora sus comienzos campesinos,

y el hoy desalentando

se vuela hacia los pinos

del soriano campo en enfriados trinos.

 

Aún yo le llamara

como otras tardes, a eso de las siete,

y asiento me buscara

en silla que hoy se agriete

sin ti y tu diligencia, que se aquiete.

 

El dolor me asaete

al saber que ya nunca más llegara

tu alegría, que objete

lo malo que pasara

que nunca tu actitud lo reflejara.

 

No es justo ni parezca

que la herida que aquí dejas al irte

sentido alguno ofrezca.

Quisiera aun reunirte

y quedar como siempre y recibirte

 

La puerta entreabirte

y sentir de la calle el aire helado,

y luego despedirte

con un -ya no arribado-

“hasta mañana”, al pronto agonizado.

 

Adiós ya no escuchado

que nunca más podré hablar y decirte,

pero que aquí he dejado

y puedo repetirte

las líneas de arriba que escribirte.

 

Dormido ayer estabas

y nada sospechar aún tu viaje

hacía. Pero entrabas

ligero de equipaje

en distinto lugar y otro paraje.

 

Este verso agasaje

tu vida, tu trabajo; pues llevabas

entre dolor encaje

y no lo mostrabas.

No es justo te amortaje, si alegrabas.

 

Adiós, que la he sentido

cual si tu ausencia fuera igual partida

de algo tan muy unido

a mi existencia y vida

que estés siempre a ella misma entera unida.

 

Pero aún no despida

ni tu rostro, tu vista, ni tu oído,

pues siendo recorrida

cada calle y sonido,

creeré lo hago en ti. Sin que haya olvido.

 

Volverá tu sonrisa

a sonreírme, acento de tus tardes,

e incluso más precisa

señal en que resguardes

la memoria que, aun hoy, aquí la guardes.

 

Quisiera sobretardes

nuevas que anochecieran, por divisa

tuya, e igual tus alardes

de paciencia precisa

por sobrellevar vida que no avisa.

 

A las nuevas veladas

de otros días, como antaño lo hice,

te solicito. Ajadas

serán, sin tu matice.

Nada relevo tuyo realice.

Por Ángel Moreno

(de Buenafuente)

 

 

La peregrinación a Tierra Santa sigue dejándonos el sabor de la Providencia.   

Una peregrina nos hizo llegar muy preocupada la pérdida de su móvil, había estado en la oración en el Primado, y se lo dejó, pero al volver a buscarlo, ya no estaba. Lo que en verdad había sucedido es que se lo había dejado olvidado en el autobús. 

Al salir de Ein Gev, en Galilea, revolvimos Roma con Santiago, porque una peregrina nos decía que le habían sustraído el bolso con el dinero y la documentación, por lo que deberíamos acudir en Jerusalén al Consulado español a solicitar un pase para el retorno. Durante todo el día llamábamos y escribíamos al Kibutz en que nos habíamos hospedado, para que buscaran por todas partes el bolso, pero la respuesta era siempre la misma: “No encontramos nada”. Al llegar a Jerusalén y vaciar el maletero, allí estaba el bolso, y se nos quitó el peso de encima, y elevamos la acción de gracias. 

De nuevo, otros peregrinos solicitaban mi ayuda, porque habían olvidado la bolsa con todo lo comprado en la cooperativa, que por favor avisáramos. Se lo comuniqué al chofer, pero cuando este llegó al autobús, la boda estaba olvidada en los asientos. Algo semejante le sucedió a una peregrina, al observar que se le habían extraviado las pulseras de oro, se pudo a buscarlas por todas partes, y cuando volvió a la habitación las tenía encima de la cama. 

Hoy hemos madrugado, para poder entrar en las explanadas de las mezquitas, pero a pesar de ser día de visita, por razón de las fiestas especiales del nacimiento de Mahoma, estaban cerradas. Esta circunstancia nos ha hecho estar desde temprano, recorriendo todo el torrente Cedrón, y hemos camino a pie por el mismo sendero por el que Jesús se trasladó en la noche del Jueves Santo con sus discípulos, y después fue conducido, prisionero, hasta la casa del Sumo Sacerdote. Si hubieran estado abiertas las explanadas no llevaríamos en nuestros pies la memoria de caminos tan sagrados. 

Parecía que todo se iba resolviendo, cuando una peregrina nos informa que estaba sintiendo agobio y opresión en el pecho, con taquicardia. De nuevo, nos pusimos en guardia pidiendo al Señor su misericordia. Le aconsejamos que se retirara a descansar a la casa de las Hermanas Franciscanas Misioneras de María, donde estamos hospedados. En la tarde, intensifiqué mi oración y al poder conectar nuestros teléfonos, nos llegaba la noticia de la mejoría, que nos hacía llegar su esposo. 

Debo reconocer la gran colaboración del grupo numeroso de peregrinos. En ningún momento ha manifestado contrariedad por los distintos incidentes, sino que por el contrario seguimos experimentando el acompañamiento del Señor y la colaboración de todos. 

Jerusalén está imposible, lleno a rebosar, a mediodía hemos tardado una hora para poder ir a comer, cuando la distancia era de un Kilómetro. Y la volver a casa, dos kilómetros nos han durado cerca de una hora. No hemos visto acciones violentas, aunque sí una manifestación con tambores en el día que se celebra el nacimiento del profeta Mahoma.

 

Gracias por vuestra oración, nosotros lo hacemos por todos vosotros.

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