Por Santiago Moranchel

(Delegación de Enseñanza)

 

Mientras desde la Delegación de Enseñanza vamos celebrando los encuentros de chicos que participan en la clase de Religión en Barbatona (el primer encuentro fue  el pasado 16 de Mayo para los de 6º de Primaria; el próximo encuentro es el próximo martes, día 30, los primeros de la ESO),  os hacemos llegar la Carta Pastoral de los Obispos Gallegos publicada recientemente, y a la cual hacía referencia nuestro Obispo el pasado Domingo en el Eco. Esta dirigida a los padres y madres. Solamente apuntar que es sencilla, se entiende fácilmente.

 

Queridos padres y madres:

1.- Estamos seguros de que una de vuestras mayores preocupaciones es la educación de vuestros hijos e hijas. En ella ponéis todo vuestro empeño y esfuerzo en unos momentos llenos retos y dificultades.

2.- En esta situación los centros educativos juegan un papel importante de cara a lograr una educación de calidad.

3.- Para ayudaros a lograr esa educación, os pedimos que no os olvidéis de solicitar para ellos la Enseñanza Religiosa. Si se pretende una formación integral de la persona, la educación no puede prescindir de la dimensión religiosa que es constitutiva de todo ser humano.

4.- La presencia de la Enseñanza religiosa en los centros educativos es un derecho y un deber que tenéis vosotros, los padres, reconocido en la Constitución, y que todas las autoridades educativas deben garantizaros para que podáis optar por ella con plena libertad evitando toda discriminación y en igualdad de trato que el resto de las demás asignaturas.

5.- La Enseñanza Religiosa ayudará a vuestros hijos e hijas a conocer mejor y profundizar en el mensaje de Jesús; a reflexionar sobre los criterios, valores y actitudes que permiten dar pleno sentido de la vida, del mundo y de la historia; a crecer en inteligencia de la Palabra de Dios para encontrar en ella la luz que les ilumine a la hora de formar su personalidad e insertarse en medio de la sociedad; a comprender la propia tradición religiosa, en la que han nacido y a conocer el sentido religioso de nuestra cultura llena de costumbres, fiestas, ritos y modos de vida impregnados por el cristianismo; capacitarles para un diálogo entre fe y cultura en un mundo cada vez más pluricultural y plurireligioso.

6.- Sin duda queréis que progresen en el conocimiento de matemáticas, sociales o literatura.  Pero no permitáis que vuestros hijos crezcan sin una cultura y formación religiosa. Estad seguros de que en ella encontrarán conocimientos y valores que les ayudarán a ser buenas personas. La religión no hace daño a nadie, al contrario, nos ayuda a ver la vida y actuar en ella con sentido de verdad, justicia y solidaridad.

7.- La Iglesia se pone a vuestro servicio para alcanzar esa formación religiosa que, sin duda, será un gran bien para vuestros hijos e hijas. No os dejéis llevar por esas opiniones de la mal llamada modernidad que proclaman que la Religión no tiene valor ni sentido

8.- Por tanto, esta es nuestra petición: Sed conscientes de vuestra responsabilidad de padres creyentes y pensad en el bien de vuestros hijos. Pedid Enseñanza Religiosa Católica en todos los centros educativos.

9.- Esta solicitud ha de ser consecuencia lógica de vuestra condición de padres creyentes y de los compromisos adquiridos en el día de su bautismo. No solicitarla sería, sin duda, un contrasentido con esos compromisos.

10.- Queremos agradecer todo el esfuerzo que hacen los profesores de Religión y les pedimos que con su palabra y su testimonio transmitan a sus alumnos el mensaje de Jesús y les encaminen por los caminos de los valores del Evangelio.

11.- Que el Señor os ayude a todos los que colaboráis en una mejor educación humana y religiosa de la infancia y juventud.

Por Odete Almeida

(Delegación del Sordo)

 

 

El Papa Francisco nos hace a nosotros como Iglesia un gran llamado: vivir y crear «la cultura del encuentro».

«La cultura del encuentro» significa que debemos incluir en nuestra vida, como cristianos, a las personas que se sientan marginadas. La sociedad no está adaptada para algunos colectivos. Son muchos los colectivos con necesidades y cada vez más surgen nuevas pobrezas en nuestra sociedad. Una sociedad que busca el perfeccionismo y que a veces opta por el bienestar y «ciertas seguridades» ¡Cuántas vidas que día a día no nacen por este motivo!

Quizás el hombre de hoy es más vulnerable y es incapaz de enfrentar el sufrimiento y mostrarse débil y necesitado. Sin embargo, no somos nosotros los dueños de la vida y no tenemos todo el control sobre ella. Aunque la medicina ha avanzado mucho, hay reconocer que todo es Gracia de Dios. La condición humana es débil y frágil. Cada día estamos expuestos a ella, no estamos libres de nada por muchos medios que pongamos, es Dios Quién lleva nuestra vida.

La cultura del encuentro es la cultura donde las debilidades y las fortalezas  están unidas y se encuentran continuamente. Un momento o una circunstancia de debilidad puede ser ocasión de fortaleza. Cuando en la vida hay una debilidad o fragilidad fuerte, podemos pasar por un momento de dolor, de sufrimiento, de shock, de negación, o de enfado, a un momento de aceptación hasta a la resiliencia. Nos hace más fuertes y testigos de un amor que es más fuerte, superando barreras y ciertos prejuicios que a veces tenemos.

La persona con discapacidad es un elegido de Jesús. Jesús la ha amado desde siempre y también se ha entregado en la cruz por ella, no tiene menos valor. En la cruz está el valor de cada ser humano. Jesús siempre amó a todos por igual, aunque tenía sus preferencias, los marginados en su época: los paralíticos, los sordos, los ciegos, los enfermos, la viuda, la adultera, etc. Jesús amó con todo su ser a cada uno. Cada persona se sentía conocida por Él, reconocido, respetado, amado, perdonado, y esto le llenaba a cada uno con una nueva alegría. Les daba sentido a sus vidas. Y eso se translucía, por ejemplo, en la curación del ciego, que después de la curación fue pregonero de la Buena Nueva. A Jesús le gustaba ir al encuentro de las personas marginadas, para hacerlas testigos. Las personas marginadas, excluidas, despreciadas a nuestros ojos, Jesús veía en ellas una belleza infinita y veía un lugar de encuentro. Eran personas marcadas por el sufrimiento, por la enfermedad, por la discapacidad. Jesús va a sanarlas y restaurar su dignidad plena.

La figura del ciego, que relata en el evangelio de San Juan, se veía como un castigo de Dios, un rechazo social. Jesús rechaza esta forma de pensar. El ciego no merece el castigo, sino que Jesús devuelve la vista, la nueva dignidad y le hace testigo de la misericordia.

Jesús sintió en primera persona el rechazo de los suyos, por eso comprendía muy bien el corazón de la persona marginada y excluida. Él mismo, fue excluido y marginado por curar los sábados, por decir que era Hijo de Dios. Excluido hasta en forma de morir, siendo Dios: ¿Cómo podía morir en una cruz como un ladrón?  Sin embargo, en la cruz Jesús instaura un nuevo amor, un amor fraternal y ve a todos los hombres dignos de su amor y de su entrega.

De este modo, Jesús nos abre una nueva visión de la vida y de la fe. Una nueva cultura del encuentro. Solamente, las personas que reconocen su fragilidad y sus límites pueden construir relaciones fraternas y solidarias en la Iglesia y en la sociedad. Cuando no reconocemos nuestros límites, diría que estamos “ciegos”. Somos humanos, sencillamente personas creadas por Dios, pero muy amadas por el Creador. Somos vasijas de barro, pero dentro llevamos un gran tesoro que es la infinita misericordia del Padre. Dios habita y cohabita en nuestras fragilidades y límites.

Por Juan Pablo Mañueco

(escritor y periodista)

 

Ave María rimado

 

DIOS TE SALVE, MARÍA

  

Dios te salve, María,

contraria a Eva, ave

de dulzura tan suave

que Dios mismo te alabe.

 

Llena eres de gracia,

del portal del cielo, llave.

Pues el Redentor lo sabe,

este verso a ti te alabe.

 

El Señor está contigo

y con nosotros tu nave,

sin pecado que la trabe

en que todo humano cabe.

 

Déjame que yo te alabe.

 

Bendita por siempre tú eres

entre todas las mujeres,

tu loor son los placeres

que das a quien los recabe.

 

Déjame que yo te alabe.

 

¡Y bendito sea el fruto

de tu vientre, al que pariste

e inmaculada seguiste,

Jesús, agnus que ofreciste.

 

Por ti nuestro Dios existe.

 

Santa María, máter Dei,

clemente, dulce y pía,

madre del más alto Rey

aboga por mí, María.

 

Te confío guarda y guía.

 

Ruega por todos nosotros

pecadores, que aún plañimos,

que a tu manto nos asimos,

que esta salve te decimos.

 

Te pedimos uno y otros.

 

Ahora y en hora de muerte,

que a vida eterna despierte

y del dolor nos liberte,

Donde nada se halle grave.

 

María, que Dios te salve

por ser siempre nuestra nave.

 

Amén.

 

Virgen en que el cielo cabe,

sé tú nuestra luz y bien,

puesto que portas la llave

de un lugar, siendo tan suave,

principio y final Edén

 

Amén, amén.

 

 Juan Pablo Mañueco (2016)

del libro "Donde el Mundo se llama Guadalajara"

 

 http://blogs.periodistadigital.com/juan-pablo-manueco/2016/03/13/bibliografia-y-biografia-de-juan-pablo-manueco/

Por Ángel Moreno

(de Buenafuente)

 

Durante los días en los que estamos siendo acompañados por el paso de la imagen peregrina de la Virgen de Fátima, me he venido preguntando insistentemente ¿por qué se ha dejado ver Nuestra Señora a los pastorcitos ella sola, sin llevar al Niño Jesús en los brazos?

Y me he sorprendido mucho más cuando he recordado el icono de la Virgen de Guadalupe, quien se mostró al indio Juan Diego, la visión que tuvo santa Catalina Labouré en la Rue du Bac, en París, las apariciones de la Virgen en Lourdes a la pequeña Bernadette, las que ocurrieron en la Salette, y últimamente en Medjugorje. En todos los casos, los videntes testimonian que Nuestra Señora se les muestra sin el Niño Jesús.

Me he seguido preguntando: ¿Por qué se muestra así la Madre de Jesús, si la causa por la que es la Llena de Gracia, la Inmaculada, la Asunta al Cielo, la Coronada de gloria es su maternidad divina? ¡Y siempre se nos dice a Jesús por María!

En el deseo de comprender la razón de estas visiones, he recurrido al texto del Apocalipsis, en el que se nos dice: “Un gran signo apareció en el cielo: una mujer vestida del sol, y la luna bajo sus pies y una corona de doce estrellas sobre su cabeza; y está encinta, y grita con dolores de parto y con el tormento de dar a luz. Y apareció otro signo en el cielo: un gran dragón rojo. Y el dragón se puso en pie ante la mujer que iba a dar a luz, para devorar a su hijo cuando lo diera a luz. Y dio a luz un hijo varón, el que ha de pastorear a todas las naciones con vara de hierro, y fue arrebatado su hijo junto a Dios y junto a su trono; y la mujer huyó al desierto, donde tiene un lugar preparado por Dios para ser alimentada mil doscientos sesenta días” (Apc 12, 1-6). Y en el contexto de mi reflexión, he interpretado que la mujer vestida de sol que se ha quedado en el desierto, es Nuestra Señora. Ella nos acompaña durante la travesía de la vida y en nuestras necesidades, como peregrina.

Mas, de pronto, como si escuchara dentro una voz nítida, me vino el pensamiento: “¿No comprendes que la razón por la que me presento así es porque tú eres mi hijo?” Ante tal percepción, imprevisible desde mi lógica, se me hizo un nudo en la garganta, y me sobrecogí pensando que María me ofrecía su maternidad en obediencia a su único Hijo, que le dijo desde la cruz “ahí tienes a tu hijo”, refiriéndose también a mí.

Después del impacto emocional, de manera cadenciosa volvía a mi mente el pensamiento: “¿No te das cuenta de que tú eres mi hijo?” Ante el riesgo de caer en una sensación pretenciosa, las palabras de san Pablo a lo gálatas me han serenado: “Mas cuando llegó la plenitud del tiempo, envió Dios a su Hijo, nacido de mujer, nacido bajo la ley, para rescatar a los que estaban bajo la ley, para que recibiéramos la adopción filial. Como sois hijos, Dios envió a nuestros corazones el Espíritu de su Hijo, que clama: «¡Abba, Padre!». Así que ya no eres esclavo, sino hijo; y si eres hijo, eres también heredero por voluntad de Dios” (Gal 4, 4-6).

Y sigo sobrecogido, aunque ahora ya solo se ha quedado la respuesta como pensamiento, pero fundado en la Palabra y avalado por los testigos del amor maternal de María a todos los hombres.

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