Por Odete Almeida

(Pastoral del Sordo)

 

 

Todos somos hijos de Dios, desde las semejanzas y las diferencias. Diferencias respecto al país de origen, idioma o cultura. Sin embargo, tenemos una gran semejanza y es que todos somos amados por Dios y tenemos la misma capacidad de amar al hermano.

A veces pensamos que la entrega total o la más plena es para gente “especial”, que es  para sacerdotes, misioneros o vida consagrada. Sobre todo, cuando nos movemos en un ámbito religioso, pero todos los bautizados son evangelizadores en potencia.

El bautismo nos hace ser profetas, sacerdotes y reyes, es decir, cada bautizado tiene la misma capacidad de transmitir el amor de Dios con sus palabras o gestos. Con el bautismo somos incorporados a la Iglesia, unos con más talentos que otros, con más o menos capacidad intelectual o física, pero todos hijos de Dios con la misma dignidad. Somos igualmente dignos ante nuestro Padre Dios, porque somos amados por Él tal como somos. 

Las personas con discapacidad son felices cuando se sienten amadas y valoradas, entonces son verdaderos transmisores de la alegría de Dios. Dios no hace distinción con ninguno de sus hijos; por eso, este año tenemos como lema: “Evangelizar desde la diferencia”.

La diferencia está en la forma de demostrar el amor a los demás. Las personas con discapacidad cuando son acogidas en la Iglesia y tienen un espacio adecuado para evangelizar, dan un testimonio muy fuerte de la fuerza del amor de Dios en sus vidas. Tienen otras capacidades que muchas veces son invisibles, pero «lo esencial es invisible a los ojos humanos». Cuando nuestros ojos (los ojos del corazón) se abren a la realidad de estos hermanos muy fácilmente reconocemos que son un don para nosotros y  para la Iglesia. Ellos también pueden y deben ser protagonistas de la evangelización.

El Papa Francisco, en el Jubileo a las personas con discapacidad dijo: «Si todos fuésemos iguales el mundo sería muy aburrido». En la diversidad está la riqueza, la diversidad no es una amenaza, es más bien el lugar para encontrar las huellas de Dios, para ser creativos en la nueva evangelización, que busca la inclusión de todos. Para estos hermanos no hay límites, ni frenos, necesitan de nosotros que creamos en ellos. La persona con discapacidad tiene un gran aporte a la Iglesia. Ellas nos abren los ojos a la gratitud de vivir la vida como un verdadero regalo.

Nuestra vida y nuestro entorno es frágil. El hecho de que muchos de nosotros no tengamos discapacidades no es garantía ni seguro de vida. ¡Quizás tenemos discapacidades invisibles! «Lo esencial es invisible para los ojos» (El principito).

Por Rafael Amo

(Delegación de Ecumenismo)

 

 

Al hablar de la pluralidad de religiones la actualidad del día a día nos concentra en el Islam pero no podemos olvidar al judaísmo, del que en cierto modo procede nuestra religión.

El Concilio Vaticano II no lo hizo en la declaración Nostra Aetate n. 4: “Pues la Iglesia de Cristo reconoce que los comienzos de su fe y de su elección se encuentran ya en los Patriarcas, en Moisés y los Profetas, conforme al misterio salvífico de Dios. Reconoce que todos los cristianos, hijos de Abraham según la fe, están incluidos en la vocación del mismo Patriarca y que la salvación de la Iglesia está místicamente prefigurada en la salida del pueblo elegido de la tierra de esclavitud. Por lo cual, la Iglesia no puede olvidar que ha recibido la Revelación del Antiguo Testamento por medio de aquel pueblo, con quien Dios, por su inefable misericordia se dignó establecer la Antigua Alianza, ni puede olvidar que se nutre de la raíz del buen olivo en que se han injertado las ramas del olivo silvestre que son los gentiles. Cree, pues, la Iglesia que Cristo, nuestra paz, reconcilió por la cruz a judíos y gentiles y que de ambos hizo una sola cosa en sí mismo”.

Por Ángel Moreno

(de Buenafuente)

 

Jesús resucitado:

En los días de tu Pasión, se nos invitaba a asumir el papel de alguno de los personajes que figuraban en los relatos evangélicos. Cabía proyectarse en el Cirineo, en la Verónica, en Nicodemo, en José de Arimatea, en las mujeres que acompañaban a tu Madre… Aunque la personalización más real era la de sabernos causa de tus sufrimientos por culpa de nuestros pecados, negaciones y egoísmos…

En tiempo de Pascua, la Liturgia nos ofrece las escenas en las que te ibas encontrando con tus discípulos, y ellos te iban reconociendo resucitado, aunque algunos se resistieron.

¡Cómo me gustaría ser uno de aquellos tuyos que corrieron temprano al sepulcro y fueron testigos de primera hora de tu resurrección! Las mujeres, Pedro, el discípulo amado tuvieron la primera noticia de que tu sepultura estaba vacía. Pero debo reconocer que estoy más cerca de los discípulos de Emaús, pues a menudo se apodera de mí el pensamiento negativo, la hipótesis fatal, y me asalta la tristeza, la duda, el cansancio en la espera, mientras se suceden acontecimientos que juzgo adversos.

Me duele reconocerlo, pero también me siento proyectado en Tomás, quien por ser uno de los más aguerridos de tus discípulos, hasta quiso acompañarte a la muerte, pero después se vino abajo, lo vencieron la depresión, el desaliento y la tristeza que lo sumergieron en la incredulidad, porque no se podía permitir aceptar tu resurrección para sufrir después un nuevo desengaño.

Señor, por todo esto, te pido que salgas a mi paso, bien sea en mis caminos emancipados, bien cuando permanezco en mi estancia cerrada porque me repliego por la desilusión y caigo en el ensimismamiento. Sácame de mí mismo y déjame reconocerte en mis heridas, por las tuyas. Déjame encontrarte en mis búsquedas insatisfechas y llegar a confesar como tu apóstol: “Señor mío, y Dios mío”. Y como Pedro, a tus preguntas sobre mi amor por ti, que también te responda. “Te quiero”.

Déjame profesarte Maestro, como te llamó  María Magdalena, y proclamarte Señor, al igual que lo hicieron los dos de Emaús. Que sepa transmitir a cuantos me encuentre por los caminos que estás vivo, resucitado, presente en nuestras vidas de muchas maneras.

Señor mío resucitado, que te reconozca presente dentro de mí, en lo más íntimo, y así acierte a salir de todo egocentrismo estéril; que te perciba misteriosamente presente en la fracción del pan, en tu Palabra revelada, en el rostro del prójimo, en las noticias y acontecimientos de la historia, y dé crédito a tu acompañamiento discreto y amigo.

Tú, Señor, lo llenas todo y eres capaz de dejarnos sentir tu mirada en nuestras propias entrañas, en el dolor del otro, en la belleza creada, al hilo de un salmo, en el estremecimiento de algo inesperado y a nuestro juicio terrible.

Jesucristo, que sepa reconocerte resucitado y te confiese Maestro, Señor, Dios, amigo, aunque para ello tenga que poner mis manos en el dolor del mundo.

Por Juan Pablo Mañueco

(escritor y periodista)

 

 

1. La Saeta
 
Vía Crucis de la Juventud
del Martes Santo en Guadalajara
(Martes Santo)
                                     
 
 
Vía Crucis, Juventud,
en el arriacense Martes
Santo, cuyos estandartes
son fe, antorchas y la cruz
                         
de madera, que compartes
para compartir la luz.
Jóvenes en multitud,
nuevos de la fe baluartes.
 
Oooh, antorchas iluminadas,
la sombra en Guadalajara
 
eleva las llamaradas
de noches que a Dios nos llaman.
 
Oooh, donde cada estación
es punto de reunión
 
y de pausada lectura
de la Sagrada Escritura
 
para calmar el dolor
de esta Noche de Pasión.
 
¡El camino de la Cruz
escalando a la virtud!:
 
Jesús, condenado a muerte.
Jesús, a la cruz se inserte
 
Jesús cae primera vez.
Jesús a su Madre ve.
 
Cirineo ayuda a Jesús.
Verónica limpia a Jesús.
 
Jesús cae segunda vez.
Consuela a Jerusalén.
 
Jesús cae tercera vez.
Sin ropajes ya se ve.
 
Jesús, clavado en la cruz.
Jesús, ha muerto en la cruz.
 
Descendido a la Piedad.
En el sepulcro ya está.
 
Vía Crucis, Juventud,
en el arriacense Martes
Santo, cuyos estandartes
son fe, antorchas y la cruz
 
de madera, que compartes
para compartir la luz.
Jóvenes en multitud,
nuevos de la fe baluartes.
 
¡Oooh, antorchas iluminadas,
la sombra en Guadalajara
 
eleva las llamaradas
de noches que a Dios nos llaman!
 
 
Del libro "Cantil de Cantos, V. Saetas de la Semana Santa de España" J.P. Mañueco (2017)
 
 
 
2. El poema a Jesús Crucificado.
 
 
 
 
PASTOR CLAVADO QUE DESDE EL MADERO
 
 
Pastor clavado que, desde el madero,
A silbos de amor llamas al rebaño,
Según tu plan, cargaste con el daño
Total para hacer nuestro andar ligero.
 
Oro a tu sacrificio, Jesús, extraño,
Raro Dios dispuesto, hasta al aguacero
Cálido de tu sangre, a ser cordero,
Leño en cruz enclavado a un travesaño.
 
Ante ti, amor tan pleno reverbero,
Viendo tu forma humana en la que poro
A poro agua entre sangre rememoro,
DOnoso amor más dulce y verdadero,
 
Que doy rienda suelta al llanto… y lloro
Unido a tu último gemir postrero,
En donde el pastor clavado es viajero
DESDE EL MADERO, al cual yo ahora adoro.
 
del libro "La sombra del sol", Juan Pablo Mañueco
 

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