Por la Comunidad de la Madre de Dios

(Monasterio de Buenafuente del Sistal)

 

 

Queridos hermanos: Esta semana, cumbre del año litúrgico, nos conviene recordar a s. Pablo: “Si Cristo no ha resucitado, vana es nuestra fe” (I Co 5,14). Estamos seguras, todos lo hemos vivido en algún momento,   ¡Cristo ha RESUCITADO, verdaderamente ha Resucitado! Ojalá esta experiencia contagie toda nuestra existencia y se manifieste así  nuestra unión y comunión, destronando nuestras visiones particulares, nuestros pensamientos y sentimientos, y dejándonos guiar por el Espíritu Santo. 

El Papa Francisco, nos exhortaba al inicio de la Cuaresma con estas palabras: “Cada vida que encontramos es un don y merece acogida, respeto y amor” (Mensaje Cuaresma 2017).  Ser discípulo de Cristo, es sencillo, no hemos de inventar nada, sólo hemos de seguir los pasos del Maestro y escucharle. En el siguiente texto de la Evangelii Gaudium, el Papa lo explica muy bien: “El Evangelio invita ante todo a responder al Dios amante que nos salva, reconociéndolo en los demás y saliendo de nosotros mismos para buscar el bien de todos” (39).   Esta es nuestra esencia, el testamento que Jesús nos ha dejado:” Os doy un mandamiento nuevo: que os améis los unos a los otros. Que, como yo os he amado, así os améis también vosotros los unos a los otros. En esto conocerán todos que sois discípulos míos: si os tenéis amor los unos a los otros” (Jn 13, 34-35).

Este tiempo de Cuaresma, como toda nuestra vida, es el gimnasio en el que nos entrenamos para aprender a amar como Dios nos ama. A vivir en comunidad, a ser familia, como Dios, que no es solamente Uno, sino que también es Trino. Como en todo aprendizaje, hemos de tener paciencia con nosotros mismos y con nuestros hermanos y compañeros de camino. Si el primer Papa, san Pedro, negó a Jesús tres veces, ¡qué podemos esperar de nosotros! Estamos en el tiempo de la conversión, de darnos cuenta de que nos equivocamos, que nuestro egoísmo y orgullo hieren y destruyen la fraternidad. Dios nos ama como somos y nos ha elegido, pero no por ser buenos o por ser  los mejores, ¡NO! Él, sí nos conoce y no se asusta de nuestra debilidad, como nos ocurre a nosotros que nos da miedo. No nos exige nada, sencillamente nos ama. Es nuestro Padre, nos ha creado, somos fruto y obra de su amor. 

Cada día rezamos en el salmo invitatorio: “Si hoy escucháis su voz, no endurezcáis el corazón” (Sal 94). A esto creemos que nos invita el Señor en esta Pascua, a ser dóciles, pequeñas y a ESCUCHAR su voz, como Lázaro escuchó en el sepulcro, cuando llevaba cuatro días sepultado y ya olía mal: “Lázaro sal afuera” (Jn 11, 43). Nuestros pecados, han destruido la imagen de Dios en nosotros, y vivimos como muertos, igual que Lázaro. Por esto, agucemos el oído de nuestro corazón, y escuchemos hoy la voz del Señor.

 

Feliz Pascua de Resurrección, vuestras hermanas del Sistal

Por Javier Bravo

(Delegación de Medios de Comunicación Social)

 

 

Estamos en plena semana de pasión. Estamos en Semana Santa. Así que además de ver películas tradicionales de esta época: Ben Hur, La historia más grande jamás contada, La Pasión de Mel Gibson en televisión es normal que acudas o veas alguna de las numerosas procesiones que recorren las calles de nuestras ciudades y pueblos. Recuerdo vivir con especial ansiedad el Viernes Santo, la procesión del Stmo. Cristo del Amor y de La Paz de San Ginés, a la que me llevaba mi abuela Regina después de escuchar el Sermón de las 7 palabras. Me llamaba la atención la impresionante talla del Cristo y el color rojo de los capirotes de los nazarenos. De más mayor, me metí en una Cofradía, la de Ntra. Sra. de los Dolores, a la que hoy todavía pertenezco.

En aquella época no existían las llamadas 'redes sociales', ni siquiera existía el móvil. Hoy la Semana Santa se sigue en la calle y también en Facebook, en Twitter, en Pinterest...

Ahora propongo un ejercicio de imaginación: pensemos por un momento en la Última Cena. Sería fácil ver a los apóstoles con el móvil medio escondido debajo de la mesa enviando tuits diciendo “yo no soy el traidor". De camino al monte Getsemaní, con la cruz a cuestas, los mirones harían fotos que subirían a Pinterest e Instagram. El perfil de Facebook estaría lleno de comentarios sobre cómo Pilatos se lavaba las manos, o del estilismo de los romanos que prendían a Jesús. Fickcr se llenaría de fotos reflejando el sufrimiento de Jesús en la cruz y después de la cruz vacía. En twitter habría un hashtag llamado #lacrucifixion y después otro #laresurreccion. El trendic topic de la semana sería la muerte y resurrección de Jesús. María pondría como fondo de pantalla de su móvil la imagen de su querido hijo. Whatsapp cambiaría de color durante una semana y en vez de ser verde, sería rojo o morado.

Todo esto suena ridículo pero sería completamente real si hoy sucediera algo similar. Si Jesús viviera hoy, en pleno siglo XXI, usaría el email para comunicarse con sus fieles; tendría más seguidores en Twitter y Facebook que Obama y Lady Gaga juntos. Tendría canal propio en Youtube y sus sermones serían los vídeos más vistos. No puedo deciros si sería de Mac/iPad/iPhone o por el contrario prefería Android+Linux o se quedaría con Windows. Quizá por su humildad sería el más económico. Pero seguro que tendría tarifa plana para llamar a muchas personas en todo el mundo. Como viajaría mucho, tendría una conexión a Internet vía satélite y hasta la fibra de cualquier compañía se le quedaría pequeña. Editaría todos sus discursos en formato ebook y se podrían adquirir gratis en Apple Store y en Amazon. Podríamos seguir mediante streaming sus actos en cualquier parte del mundo,…

Frente a todo este ruido tecnológico la Semana Santa de hace 2017 años fue un hecho histórico que ha marcado la historia de la humanidad y que independientemente de las creencias religiosas de cada uno, merece respeto y valoración. Nosotros como cristianos tenemos la oportunidad de dar a conocer nuestra vivencia de la Semana Santa en las redes sociales.

Buena Semana Santa y Feliz Pascua de Resurrección

Por Jesús Montejano

(Delegación de Piedad Popular)

 

 

El pasado día 11 de febrero, memoria litúrgica de la Virgen de Lourdes, el Santo Padre Francisco firmó el Motu Proprio por el cual transfiere las competencias de los santuarios al Consejo Pontificio para la Promoción de la Nueva Evangelización.

En el documento se reconoce el gran valor simbólico que el santuario tiene en la Iglesia. Los santuarios son lugar privilegiado donde se expresa la tradición de oración, devoción y confianza en la misericordia de Dios, inculturada  en la vida de todos los pueblos. En los santuarios se expresa la fe sencilla y humilde de los creyentes, que se ponen en camino para encontrarse con Dios y consigo mismos, junto a tantos peregrinos que comparten la misma fe, especialmente los enfermos, refugiados y migrantes.

En los santuarios se dan la mano la piedad popular y la acción litúrgica, son espacios sagrados donde podemos contemplar la acción de Dios y las aspiraciones de eternidad de la persona. Los peregrinos son llevados, como dijera Pablo VI, con la “pedagogía de la evangelización”, al compromiso responsable de la formación cristiana y de la caridad.

Por todo esto, el Santo Padre ha creído conveniente transferir de la Congregación para el Clero al Consejo Pontificio para la Promoción de la Nueva Evangelización la Pastoral que se lleva a cabo en los Santuarios de la Iglesia.

Desde el mes de mayo, dedicado de manera especial a María, los cristianos realizan numerosas peregrinaciones a santuarios marianos. Hemos de considerar dicho acontecimiento como un momento importante para la pastoral de los santuarios y el crecimiento de nuestra vida cristiana y de cuantos se acercan a estos lugares.

Este año nuestra diócesis de Sigüenza-Guadalajara organiza diversas peregrinaciones al Santuario de Fátima, en el centenario de las Apariciones de la Virgen.

La imagen peregrina de Nuestra Señora visitará nuestra tierra durante todo el mes de mayo. Acojámosla como se hace con una madre, dispongámonos interiormente mediante los sacramentos de la Penitencia y la Eucaristía, recemos y cantemos con devoción. Ella nos visita como un regalo que el Señor nos hace. Disfrutemos de su presencia.

Por Alfonso Olmos

(director de la Oficina de Información)

 

 

Primera Estación: Jesús es condenado a muerte, como lo son inocentes que mueren por culpa del terrorismo o de la guerra, o los descartados de la sociedad.

 

Segunda Estación: Jesús carga la cruz, como los enfermos, los que tienen miedo, los que no llegan a fin de mes, los que son perseguidos, violentados o tentados.

 

Tercera Estación: Jesús cae por primera vez, como cada uno de nosotros que, una y otra vez, tropezamos y caemos.

 

Cuarta Estación: Jesús encuentra a su madre María. Madre no hay más que una. Estar con nuestra madre es una experiencia irrepetible. En vida, muchas veces, discutimos. Después desearíamos quitarle un minuto a la muerte para pedir perdón por tanta ingratitud.

 

Quinta Estación: El Cirineo ayuda a Jesús a llevar la cruz. Pensemos en los Cirineos de nuestra vida. En todos los que nos han ayudado y nos ayuda a seguir adelante. Seamos agradecidos.

 

Sexta Estación: La Verónica limpia el rostro de Jesús. Miremos al papa Francisco limpiando la Iglesia, arreglándola, acicalándola, haciéndola más transparente y creíble en la sociedad.

 

Séptima Estación: Jesús cae por segunda vez. Volvemos a caer y Dios siempre está ahí para tendernos una mano. Tropezamos en la misma piedra. Parece que no aprendemos la lección.

 

Octava Estación: Jesús consuela a las mujeres que lloran por él. ¿Nos parecemos a él? ¿Consolamos, reconfortamos, calmamos o mitigamos el dolor? O más bien nos dedicamos a amargar la vida a los que nos encontramos en el camino de la vida sin atender, incluso, a los que peor lo pasan.

 

Novena Estación: Jesús cae por tercera vez. Volvemos a caer y de nuevo Dios sale a nuestro encuentro y nos perdona sin condiciones, sin preguntas ni humillaciones.

 

Décima Estación: Jesús es despojado de sus vestiduras y nos invita a atender a los necesitados, a los refugiados, a los que abandonan su país buscando una vida mejor y son desposeídos de todo, incluso de dignidad.

 

Undécima Estación: Jesús es clavado en la cruz. El motivo fue la envidia, como tantas veces en nuestra propia vida. Crucificamos sin piedad. "Miente que algo queda". Hablar del otro no cuesta dinero. "¡Crucifícalo!".

 

Duodécima Estación: Jesús muere en la cruz. Por ti y por mí. Piénsalo. Dale vueltas. A ver qué podemos hacer nosotros por él. "Nadie tiene amor más grande que el que da la vida por sus amigos".

 

Decimotercera Estación: Jesús es descendido de la cruz y puesto en brazos de María, su madre. Cuánto dolor en el corazón de las madres. Cuánta dedicación y cuánto amor no correspondido. No hay dolor más grande para una madre que la pérdida de sus hijos, pero cuidado, no solo por culpa de la muerte.

 

Decimocuarta Estación: Jesús es sepultado. Hay que quitar la losa. Hay que abandonar el peso que nos impide seguir adelante. El sepulcro nos habla de muerte y de tristeza. Necesitamos vida y alegría. Dejemos a un lado la carga que nos impide ser felices.

 

Decimoquinta Estación: Jesús resucita. Jesús es fuente de vida y esperanza. "Si crees verás la gloria de Dios". Atrévete. Sé valiente. Comprométete. Hay que cambiar el mundo, entre todos, para ser felices aquí y ahora, y luego poder descansar en paz.

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