Por Ana I. Gil Valdeolivas

(Delegación de Apostolado Seglar)

 

 

Con este lema, el pasado 25 de Octubre comenzábamos las XXXVII jornadas nacionales de A. Seglar (CEAS), participamos 25 delegaciones diocesanas y 17 movimientos.

La primera ponencia a cargo de Dª Cori Casanova (Universidad Ramón Llull) nos introducía en la realidad del laico hoy en día bajo el título “LAICOS EN UN TIEMPO NUEVO”.

Se nos invitaba a mirar el entorno laical donde compartimos angustias y alegrías y a  poner la mirada en las personas que nos rodean.

Hablar de Iglesia en salida es no mirarnos el ombligo, sino ir a lo que tenemos encomendado que es evangelizar, “ponernos en misión”.

Algo que a veces no soy consciente de ello, es ver a todas esas personas, cercanas en nuestras familias, ocio, trabajo… no porque estén lejos de Dios que francamente no lo están, nuestra misión es hacerles ver lo cerca que Dios está de ellos, porque Dios está al lado de cada uno de nosotros, creyentes, ateos, joven, mayor…

Cuando hablamos de apostolado seglar, debemos, ¡TENEMOS! Que poner el rostro de todas estas personas que el Señor en nuestro día a día va poniendo en nuestro caminar, pero eso sí, desde sus realidades, y en un mundo que cambia continuamente.

Tenemos grandes retos, hoy en día uno de ellos el de los emigrantes, y este gran reto deja al descubierto el alma de Europa, una Europa donde su centro es el dinero y el egocentrismo.

Hoy debemos ser una Iglesia creíble, estando cerca de todas estas realidades, y en nuestro día a día, se nos pide coherencia con lo que creemos y tratamos de vivir. Hoy en cada gesto nos ganamos la credibilidad o la destruimos.

Somos la Iglesia del amor y del perdón no hay más.

Estar en salida es ayudar a la gente a madurar en sus procesos, acompañándolos y escuchándolos en su caminar. La persona necesita  espacios de interioridad y debemos saber que ofrecerles y como, pues en muchas ocasiones las personas buscan en otras realidades espirituales. Hay necesidad de experiencia contemplativa, tenemos que saber ofrecer experiencia de Dios, y en muchas ocasiones será en nuestras realidades cotidianas, en nuestros ambientes donde haya que ofrecerlo.

En definitiva necesidad de formarnos, hacer de nuestra forma de vida el Evangelio, salir del templo, ser más valientes, aprender a acompañar a las personas, conocer y reconocer donde está el laico y hacer que se implique en la realidad de la sociedad que le rodea, pero porque antes ha descubierto a Jesús y su vocación, dando respuesta a la llamada. Los que ya estamos, los que ya  hemos descubierto nuestra vocación laical, cojamos la mochila y tiremos hacia delante sin miedo, siendo iglesia diocesana.

Un joven le preguntaba al Papa Francisco:” ¿qué le puedo decir a un amigo ateo? A lo que el Papa le respondió:”nada”, solo ofrecerle tu testimonio de vida coherente, hablarle a Dios del otro y crear interrogantes en el que nos rodea. “escuchar más y hablar menos”

Tenemos que saber  ver  hoy oportunidades a nuestro alrededor, se nos pide acompañar hacia un fin, y el fin es Dios.

Unas jornadas donde se nos habló del gran desafío que tenemos como iglesia, del pasar del laicado militante al laicado digital.

Según el profesor Moratalla, a la acción católica (entendiendo a nuestro hacer como cristianos), le falta pasión católica y el futuro pasa por dar argumentación sólida. Debemos reflexionar “¿con qué pasión hacemos lo nuestro?

Tuvimos testimonios de laicos comprometidos en la cultura, política y en la acción social.

También Mons. D. Carlos Iceta nos fue desgranando la exhortación “Amoris Laetitia”, donde nos mostraba a la familia como el gran antibiótico contra los gérmenes que hay en la sociedad.

El domingo tras la Eucaristía, teníamos la última ponencia donde D. Jesús Sanz (complutense de Madrid), nos trasladó a la sociedad que tenemos tras la crisis, con su ponencia “la presencia del laicado cristiano en la realidad sociopolítica actual”, donde nos presentó algunos de los retos que tenemos como sociedad y el papel que pueden jugar los cristianos en el momento actual.

Como vemos, tenemos grandes retos y desafíos, y se nos pide como Iglesia remar todos en la misma dirección con la riqueza y diversidad de carismas.

rafael amo ecumenismo

Por Rafael Amo

(Delegación de Ecumenismo)

 

 

Ya han pasado los tiempos, en que por falta de herramientas conceptuales, se afirmaba que el error no tiene derecho a existir y al solo ser posible una religión verdadera, no era posible la coexistencia de religiones. El arduo trabajo de los teólogos –cuya misión no siempre es reconocida y valorada en la Iglesia, sino muchas veces minusvalorada y hasta ridiculizada- hizo posible este cambio conceptual y permitió a afirmar a los Padres conciliares en el Vaticano II esta afirmación sobre la diversidad de religiones: 

“La Iglesia no rechaza nada de lo que en estas religiones hay de santo y verdadero. Considera con sincero respeto los modos de obrar y de vivir, los preceptos y doctrinas, que, por más que discrepen en mucho de lo que ella profesa y enseña, no pocas veces refleja un destello de aquella Verdad que ilumina a todos los hombres. […] Por consiguiente, exhorta a sus hijos a que, con prudencia y caridad, mediante el diálogo y colaboración con los adeptos de otras religiones, dando testimonio de la fe y vida cristiana, reconozcan, guarden y promuevan aquellos bienes espirituales y morales, así como los valores socio-culturales que en ellos existen” (NA 2)

 

 

Por Juan Pablo Mañueco

(escritor y periodista)

 

Amo amparo albo aupado altar alado,
María, máxima música mía.
Oh rosa, oh madre del Amparo, oh guía
Amorosa del fiel que se ha acercado.
 
Madre musical, más madre María
Para quien acude a tu amor llegado
Ante Dios más pronto, pues realzado
Rinde en tu amor materno luz más pía.
 
Oro a ti, oh señora, oh obra tan grande
Ante la que el orbe ora en pleitesía.
Lujo y "lumen dei" que lució el día
Bañado en luz, cuando la Luz se expande.
 
Aurora alada, alba, ayuda, amparo, vía
Unida a Dios, por el umbilical y cande
parto de la luz que el mundo más demande:
Amor, Amparo, Alba, Alma, Alegría…
 
 
 
Juan Pablo Mañueco

Por José Ramón Díaz-Torremocha

(Conferencias de San Vicente de Paúl en Guadalajara)

 

 

Comenzar una colaboración en un medio de comunicación, digital en este caso, provoca siempre una sensación de vértigo, de inseguridad y de preocupación al dudar de tener algo que decir que verdaderamente interese al posible lector. De temer, incluso, sobre la capacidad misma para hacerlo bien, aún cuando la base que sustentara lo escrito pudiera ser interesante para algunos. 

Especialmente cuando se hace en nombre de una institución como son las Conferencias de San Vicente de Paúl y en un medio donde han de "codearse", tus artículos, con personalidades tan destacadas en todos los órdenes, con tanto prestigio, como son todos los colaboradores de esta web de la Diócesis de Sigüenza-Guadalajara.  

Sin embargo, me lanzaré a ello con la tranquilidad cierta que gracias al medio que me acoge, a sus lectores, nadie me comparará con el resto de sus colaboradores, si no es juzgándome  con caridad y especialmente en este año dedicado a la exaltación de la Misericordia. Con esa tranquilidad y con el agradecimiento a la Diócesis que me permite figurar entre ellos, por el solo mérito de pertenecer a las Conferencias de San Vicente de Paúl. 

En esta primera colaboración, no parecería lógico que dejara de referirme a las Conferencias de San Vicente de Paúl, a las que pertenezco hace más años de los que quisiera (pues ellos dan fe de mi edad que ya no es la de un chaval), y que no intentara dar una visión por general que esta sea, de lo que persiguen desde su fundación en 1833.   

Habrá sin duda, quien piense que se trata de un esfuerzo inútil pues, las Conferencias, son sobradamente conocidas. Déjenme que discrepe de quien así lo crea. En la mayoría de los casos, son unas absolutas desconocidas y en más de una ocasión, incluso en ambientes eclesiales cuando me he referido a ellas, alguno me ha preguntado: ¿Que qué era "eso" o si todavía existían?. Les sonaba a algo de la época del medievo. No solo existen hoy, sino que además tienen cifras de pertenencia, extensión y servicio, verdaderamente  sorprendentes para una Institución católica fundada y dirigida siempre por laicos desde hace más de 180 años. 

Estamos en ciento cincuenta y un países con más de 53.000 grupos de trabajo y a pesar de las dificultades para mantener estadísticas fiables en este tipo de instituciones, estamos alrededor de los 950.000 miembros y una cifra superior a 1.600.000 voluntarios que nos ayudan en nuestras obras. 

Pero ¿Qué somos o que queremos ser las Conferencias de San Vicente de Paúl?. 

He indicado antes que somos laicos católicos. Así fuimos fundados y así hemos continuado hasta hoy. Con una absoluta vinculación espiritual con la Santa Iglesia a través de los tiempos. 

Intentamos ser, unas comunidades cristianas de oración y acción que a través del contacto personal, nos ocupemos de compartir el sufrimiento de los pobres, cualesquiera que este sea. Nacimos, de una respuesta de unos fieles laicos en el primer tercio del siglo XIX, que se sintieron responsables de dar respuesta a sus promesas bautismales. Aquellas siete personas, la mayoría muy jóvenes, se adelantaron casi siglo y medio a lo que después el Concilio Vaticano II, nos iba a señalar como camino a los creyentes laicos. 

Compartir el sufrimiento personalmente, acercarnos al lugar de los pobres, de los que sufren, hacer nuestros en lo posible sus problemas, constituir una verdadera comunidad de oración  y de reflexión entre los miembros de la Conferencia. Unir a la oración individual, por tanto, la oración comunitaria y de esa vida de oración, imposible sin ella, sacar las fuerzas necesarias para poder entregarnos a nuestro trabajo. 

Si a ello unimos estar pendientes de las necesidades de las Parroquias en las que intentamos servir y seguir con atención las directrices pastorales de la Diócesis en la que estemos sirviendo, seremos, realmente, una Conferencia de San Vicente de Paúl.  

Todo ello, sin abandonar nuestras responsabilidades en el mundo. Al contrario actuando más responsablemente como padres, esposos, profesionales……… 

Siempre hay motivos para dar una vez más gracias al Buen Dios. Para mi hoy, además de agradecer la caridad que como he dicho más arriba espero de los posibles lectores de este artículo, me alegra especialmente que el mismo se publique el día 21 de octubre en el que la Santa Iglesia, celebra la festividad de una santa colombiana, una santa de Medellín, de Antioquía: Santa Laura Montoya. Celebro ésta feliz coincidencia  para unirme a la alegría de tantos buenos amigos, tantos vicentinos de Colombia, que me sorprenden siempre por su entrega al servicio de los que sufren y que en este día celebraran a su santa compatriota.

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